Por aquí andamos, María, otro 15 de agosto, tu fiesta; aunque este año tiene connotaciones especiales en forma de mascarilla, gel, distancia, precaución y el reconocimiento de nuestra fragilidad después de lo vivido en los últimos meses.
Tú te levantas de nuevo y te pones en camino deprisa. Dejas tu hogar, tu seguridad, te desinstalas… ¿Por qué? Subes la montaña para llegar al sitio que quieres. No pierdes el tiempo mirando el esfuerzo que pueda suponerte… ¿Por qué? Entras, saludas… se produce el encuentro y el reconocimiento. La Visita. Y a este lado, quedo pensando: “Ellas se miran y ellos se mueven”. Hay vida a raudales. Queda bien claro en las palabras de una y otra. Queda bien dicho en el Magníficat, como proyecto y programa de los sencillos, de los ninguneados, de los indefensos, de los que se saben cargando el peso de los abusos de los que no quieren que cambie nada. Te quedas tres meses en la casa. ¿Por qué? En esa casa se practica la hospitalidad, la acogida entrañable y el cuidado. Eres huésped y al mismo tiempo hospedas en tu interior un Misterio. Me amplía la visión el hno. Christophe, monje de Tibhirine (*): “En el episodio de la Visitación, María no sólo reconoce a Isabel sino que es reconocida por ella. Un doble reconocimiento, que los pintores han sabido expresar maravillosamente presentando a las dos mujeres poniéndose su mano sobre el vientre la una a la otra… El RECONOCIMIENTO… ¿No será acaso el secreto de toda esta alegría y de toda esta luz que dimana de esta Visitación? Reconocimiento que consiste en el hecho de tocar, constatar… pero reconocimiento es también la gratitud, la acción de gracias, este agradecimiento que nos invade ante el Don de Dios… ¡Magníficat! ¡Magníficat! (Lc 1,46). Y hay otra cosa: en el “reconocimiento” está el “nacimiento”, y vivir el reconocimiento es entonces nacer a una nueva relación al otro por una comunión profunda”. Desde el silencio surge una pregunta: ¿Qué nos aconsejas, María, en este tiempo de incertidumbre mundial? Vuelvo al silencio. Sólo desde ahí se puede escuchar si hay respuesta. La hay. ¡Cuidaos!… cuidaos unos a otros. Ayudaros a levantar, a poneros en marcha. Entrad en relación, reconoceros unidos y juntos en la vida. ¡Cuidaos!… no os lo van a dar hecho. El camino que habréis de recorrer exige otra forma de vivir. Cuando el cuidado, la hospitalidad y la acogida superen al individualismo, el poder del dinero y el miedo a quienes no entiendan, empezareis a sentir que algo nuevo está surgiendo. ¡Cuidaos!... Gracias, María, teóloga del cuidado, la hospitalidad, la acogida… de la palabra justa y de la infinita escucha.
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