Decía Lutero que en la Iglesia hay demasiada jerarquía, demasiada autoridad, exceso de rango. La palabra “jerarquía” viene de dos vocablos griegos y significa “orden sagrado”. ¿Creen los fieles que en la Iglesia de Jesús que tiene su origen en Aquel que se humilló hasta la muerte y una muerte de cruz, exista tanto rango y se luche por ocupar una posición más alta que otros? Esto afecta al terreno de las iniciativas. No se reconocen más que aquellas que procedan de la superioridad o del poder. No hay otros principios de legitimidad que la superioridad, la autoridad, que no es, como tal, una convicción sino una condición de la financiación de las ideas. Porque en los superiores está la llave de la caja. ¿Creen los fieles que cuando lleguen al cielo y toquen el timbre les va a abrir la puerta un cardenal, un obispo? Decía Nietzsche que el cielo estaba vacío de cristianos. Busquen obispos en el cielo. No les encontrarán. La muerte iguala a todos. La reducción es total. Todos han sido reducidos al estado laical de creyentes. Allí no hay poder. Sólo hay gloria. En el cielo nuevo y en la tierra nueva no hay lágrimas ni dolor pero tampoco rango y autoridad. La jerarquía se ha convertido en anarquía. Todos laicos.
Mucha autoridad y poca libertad. Mucho mandato y mucha obediencia. Falsa obediencia ante tanta falsa autoridad. Demasiada organización. Esa es la fórmula y la ecuación en la Iglesia Católica. Cuando Lutero critica el exceso de autoridad temporal en la Iglesia de su tiempo se refiere a estos dos aspectos: primero demasiado poder temporal dentro de la comunidad de fe y segundo, relaciones de poder del Papado en relación con los otros poderes de este mundo, de esta sociedad. Aquí comienza la crítica a la Iglesia dual. Primero Marx con la religión como alienación económica. Y ahora Freud con la afectividad como descarga y sublimación. Estos son los dos problemas de la Iglesia de hoy: la riqueza y la afectividad. Muchos de sus miembros más cualificados han cambiado o mezclado la economía, el amor al dinero por sensaciones, por emociones, por otras sensaciones de la epidermis. Marx y Freud. A este paso, como disminuyan tanto los clérigos y sigan nombrando tantos obispos y jerarquía, va a haber más jerarquía que fieles. Esto no puede seguir así. La fe no nace de la autoridad. Los obispos, como decía San Agustín, son los primeros creyentes. Comparaba a la Iglesia con una esfera que tiene dos mitades, dos caras: una oscura, opaca y otra clara, luminosa. Pero está girando y a medida que se oscurece una parte se ilumina otra. La Iglesia organización está perdiendo credibilidad. Ojalá la gane por la otra parte.
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