"No hay tarea más urgente que tejer junto a mi pueblo
las redes de la justicia que nos vayan sosteniendo, hilvanando la utopía con los hilos de sus sueños" Humberto Pegoraro La urgencia de tejer. La necesidad imperiosa de que la obra de nuestras manos se haga visible, presente, eficaz, abrigada; que acompañe inviernos y regale belleza. Aprender un modo nuevo de religarnos. De encontrarnos, en la sutil oscilación de acercamientos y diferenciaciones: porque es encuentro la cercanía, y también el despliegue de identidad. Destejer todo lo que sea necesario, hasta lograr lazos lo suficientemente elásticos para que potencien el movimiento y bastante firmes para garantizar el cobijo. Hasta encontrar el tamaño que no deje a ninguno por fuera del calor. Amplificar, para que cubra más y mejor. Probar dimensiones y solturas diversas. Muchas veces, la sensación de esfuerzo malgastado, de tarea inútil, y la necesidad de comenzar de nuevo, con puntos más sueltos aunque parezca mayor el riesgo de que alguno se escape y se pierda. Complicidades de la artesanía con el espíritu. "El más pequeño acto de amor (que) sigue tejiendo la belleza de la trama" es tantas veces reconocer la necesidad de soltar, de movimientos más fluidos que liberen; y tantas otras salir a buscar al que quedó perdido en alguna vuelta descuidada y que necesariamente se tropieza con la presión de deshilacharse porque nada ni nadie lo hace parte del entramado. La osadía de tejer juntos con hilos diversos, haciendo historia entre dolores y fiestas, probando texturas. La angustia de "ser angostos", de no llegar a todos los espacios que quisiéramos entretejer, de no poder abrazar con nuestras lanas todas las otras. A veces no lograr destrabar y otras generar los nudos dañinos. La decisión de, por ahora, unir con ataduras precarias algo que requiere mayor habilidad o más tiempo para ceñirse sin endurecerse. La vida que fluye y nos invita a hacernos tejedores. A empuñar sin demora las agujas una y otra vez. Que no en vano a la historia y las historias se las nombra "tramas", que de lo desligado hacen comunión... que vinculan, anudan, generan. La vida. Movimiento y lazo; sostener sin sujetar. Combinación inalienable de lo uno con 'lo otro', para fundar un 'uno' mayor. Cuerpos en acción recreándose a fuerza de ir y venir, avanzar y retroceder. Tarea paciente, sigilosa, incluso invisible. Del derecho y del revés, simplemente vida.
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Ahora quizás resulte que la idea mesiánica del Gran Canal de Nicaragua tenga un origen teológico. Y no una teología cualquiera, sino la teología de la liberación. Durante una reciente reunión de la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina y el Caribe (Copppal) celebrada en Managua, el comandante Daniel Ortega reveló que no le fue fácil convencerse de las bondades del canal interoceánico cuya construcción y propiedad entregó por medio de un tratado de 100 años de duración al empresario chino Huan-Ying, hasta que lo persuadió de lo contrario el célebre teólogo brasileño Leonardo Boff.
El propio Ortega lo contó de esta manera: “La prueba de fuego la pasé con Leonardo Boff… hace dos años andaba aquí Leonardo, ya estaba lo del Canal, y hablé con Leonardo, que es un defensor de la naturaleza. Yo venía preparado para que me dijera que la construcción del canal era una barbaridad, eso esperaba”. Pero fue todo lo contrario. El teólogo, creador y promotor de la Carta de la Tierra , le habría hablado de las bondades de megaproyectos desarrollados en Brasil, hidroeléctricas y obras a cielo abierto en la selva: “Y me decía que sí, que existían los cuestionamientos, pero que ellos acompañaron los proyectos y que el impacto que habían tenido había dado vida a los bosques”. Entre los ejemplos que Boff le puso estaba la represa de Itaipú en el río Iguazú, entre Brasil y Paraguay, iniciado para el tiempo de las dictaduras militares en ambos países, una de las siete maravillas del mundo moderno. “Eso fue un gran alivio para mí”, comentó Ortega. Un alivio trascendental, pues hasta antes de su providencial reunión con Boff, la construcción del canal le parecía una monstruosidad. En mayo de año 2007 había declarado ante una asamblea de ecologistas: “No habrá oro en el mundo que nos haga ceder en esto, porque el Gran Lago es la mayor reserva de agua de Centroamérica y no la vamos a poner en riesgo con un mega-proyecto como un canal interoceánico”. Todo el mundo sabe quién es Leonardo Boff, uno de los fundadores de la Teología de la Liberación, y el prestigio que tiene en la izquierda mundial. Enjuiciado por la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, fue condenado a la suspensión a divinis, y luego abandonó la orden franciscana. Hace poco ha relatado él mismo aquel encuentro con Ortega, decisivo para el destino de Nicaragua, si es que los chinos llevan adelante la construcción de su Gran Canal: “No tengo secretos. Hace dos años, en una conversación informal en la casa del ex canciller Miguel D’Escoto, el presidente Ortega dijo que Estados Unidos está presionando a todos los países y a las empresas para que no hagan inversiones en el país. Y Nicaragua se está ahogando en deudas. La solución definitiva sería construir un canal que le daría al pueblo nicaragüense un mínimo de subsistencia y desarrollo”. Boff es un hombre respetado por la seriedad de sus opiniones, y tiene personas a su alrededor que filtran para él las informaciones en que sustenta sus criterios; de modo que debería saber que no es cierto que Estados Unidos mantenga ningún bloqueo económico ni financiero sobre Nicaragua, y que las relaciones de cooperación económica entre ambos países, incluidas las inversiones, son normales, como pueden atestiguarlo los propios representantes de la empresa privada nicaragüense que celebran las política de absoluto libre mercado de Ortega. Tampoco es cierto que Nicaragua se esté ahogando en deudas. El Banco Central se precia de que el país es un excelente pagador de sus créditos públicos y privados, y de la solidez de sus reservas monetarias. Nicaragua no se halla en ninguna lista negra de deudores internacionales, y el gobierno de Ortega cuenta con el aval entusiasta del Fondo Monetario Internacional para sus operaciones de crédito. Y hay más. De acuerdo con el Índice de Libertad Económica en el Mundo, que tiene que ver con la inversión extranjera, Nicaragua, que ocupaba el vergonzante lugar 111, ha escalado en los últimos años 75 posiciones, y se coloca en el primer rango de países donde el Estado interfiere menos con regulaciones del mercado y el flujo de capitales. Es decir, un ejemplar gobierno neoliberal. Y sigue Boff explicando sus consejos a Ortega: “Le dije que debemos combinar los dos polos, el humano y la naturaleza, ya que ambos se pertenecen. Y que hoy en día existen tecnologías que pueden evitar daños irreparables. Aconsejé que fuera a visitar la presa más grande del mundo, la de Itaipú en Foz do Iguaçu, pues allí se lleva a cabo una experiencia exitosa de equilibrio entre el hombre y la naturaleza… fue todo lo que dije”. Pero aún dice algo más: “China es uno de los pocos países que se resiste y se enfrenta a Estados Unidos .Todas las demás empresas fueron bloqueadas”. Y ya no sabemos si esta última frase es suya propia, o la copia de Ortega. De cualquier modo, para un hombre tan bien enterado, debería resultar obvio que eso también es falso. China y Estados Unidos no están enfrentados alrededor del cacareado Gran Canal por Nicaragua. Ni tampoco Estados Unidos ha prevenido a sus empresarios de no invertir en este hipotético proyecto, a lo mejor porque la Casa Blanca lo sigue considerando fantasioso. La prueba de que no existe tal hostilidad, está en que cuando Wang Ying lo presentó con toda pompa en Managua en 2013, se hizo rodear de representantes de poderosas empresas estadunidenses cuyos servicios había contratado, una de ellas los cabilderos McLarty & Associates, dueños de una clientela que incluye a Wallmart y la General Electric. Y Boff debería saber también que entre los grandes expertos al servicio de McLarty figura John Dimitri Negroponte, quien desde su cargo de embajador de Reagan en Honduras dirigió en los años 80 las operaciones militares de la CIA contra Nicaragua. Quizás estamos asistiendo al nacimiento de una nueva teología. La Iglesia, desde que irrumpe en la historia de la humanidad con la Buena Nueva, no cesa de avanzar y de transformarse. Largos períodos de quietud aparente son remecidos por verdaderos sobresaltos históricos. Es la acción del Espíritu Santo que moviliza a la Iglesia en la dirección del cambio. Al contrario, nada es más ajeno al impulso renovador del Espíritu de Dios que la inmovilidad y la inacción.
Entonces, la vida de la Iglesia aparece tensionada entre la tentación del statu quo y la virtud de la renovación. Visto así, el cambio es la respuesta movilizadora del Espíritu de Dios que lleva a la Iglesia a hacer presente el Evangelio de siempre, en las más variadas y cambiantes circunstancias de la historia. Sin embargo, la evidencia deja al descubierto el enorme peso de la inercia en la vida de la Iglesia, que se expresa como una poderosa fuerza que resiste su renovación. Considerando que el cambio conlleva riesgos, lo que opera en el inconsciente eclesial es el miedo a los riesgos y a la inseguridad que produce el cambio. Así, el miedo se convierte en una fuerza paralizante de la vida de la Iglesia. Mientras el miedo al cambio pone en evidencia las propias limitaciones, la fe –como potencia creadora– abre a nuevos horizontes, posibilitando la vida en el Espíritu. De esta manera, el miedo al cambio aparece como una suerte de contradicción elemental, en cuanto invade el propio terreno de la esencia religiosa de la Iglesia, el ámbito de la fe. En los hechos, la Iglesia, como depositaria de la fe (fidei depositum), aparece más confiada en los efectos de la actuación humana que en los caminos insospechados que abre el Espíritu de Dios. En medio de esta tensión entre el miedo al cambio y la aventura de la fe, el apego irrestricto a la doctrina se convierte en algo así como un muro de contención que impide los procesos de apertura y de renovación. Así, la doctrina, que remite a la fuente original de la Palabra revelada, adquiere la preponderancia de una verdad, a la que se concede validez inmutable. Sin embargo, se omite que la doctrina es también creación del pensamiento humano, que se construye a partir de un complejo sistema de creencias. Se omite también que tales sistemas son dinámicos, de modo que las creencias de la época medieval difieren de las creencias de la postmodernidad actual. En la práctica, pasa inadvertido el hecho que el Evangelio es precisamente la novedad permanente de la buena noticia de la salvación, donde –con el mismo Evangelio de siempre– Dios quiere entrar en la historia de la humanidad con respuestas siempre nuevas, no para someter, sino para acompañar a sus hijos e hijas solidariamente en este anticipo del Reino que es la Iglesia. Visto así, es como si la cerrazón a los cambios fuera la dificultad que se le impone a Dios para hacer historia con su Pueblo. En la historia de la Iglesia hay constancia de momentos significativos donde el Espíritu de Dios irrumpe con fuerza incontenible, son los kairós. Uno de esos tiempos de gracia intensos ha sido el Concilio Vaticano II, que estuvo precedido, atravesado y sucedido de fuertes tensiones. La contundencia de ese proceso, donde la Iglesia se desinstaló para aggiornarse con los nuevos tiempos, dio paso a un hostil período de acusaciones, investigaciones, reprensiones, sanciones, intervenciones, excomuniones y rehabilitaciones. Los guardianes de la ortodoxia encontraron una febril actividad. En efecto, en los últimos 60 años quedaron bajo la sospecha de la Congregación de la Doctrina de la Fe cerca de 200 sacerdotes, religiosos y religiosas, teólogos y teólogas, obispos, cardenales, laicos y laicas. Cada uno de ellos jugó un rol inestimable en la construcción de una Iglesia abierta al mundo y solidaria con los destinos de la humanidad. Ellos, con su audacia, y venciendo el miedo, consiguieron mover a la Iglesia en la dirección de hacerla más coherente con el Evangelio y abierta al Espíritu Santo. Una larga lista de testigos del Evangelio ha experimentado con sus propias vidas las consecuencias de ser los pioneros en adentrarse en las periferias existenciales: · P. Teilhard de Chardin, SJ (1948); · Henri de Lubac, SJ (1950); · Henri Bouillard, SJ (1950); · Gastón Fessard, SJ (1950); · Henri Rondent, SJ (1950); · Jean Danielou, SJ; · Hans Urs von Balthasar (1950); · Marie-Dominique Chenu, OP (1942); · Yves Congar, OP (1952); · 40 curas obreros franceses; · P. Edward Schillebeeckx, OP (1968, 1979, 1984, 1986); · P. John McNeill, SJ (1974, 1977, 1987); · P. Bernard Häring,CssR (1975); · P. Hans Küng (1975, 1979); · P. Charles Curran (1979, 1986); · Jacques Pohier, OP (1979); · P. Anthony Kosnik (1979); · Mons. Luigi Sartori (80s); · seis padres claretianos de Madrid (80s); · P. August Bernhard Hasler (80s); · Mons. PedroCasaldáliga (80s); · Karl Rahner, SJ (80s); · Mons. Alan C. Clark (1982); · P. Matthew Fox, OP (1983); · Mons. Pierre Martin (1983); · Ngo Dinh Thuc (1983); · abad Georg de Nantes (1983); · cardenal Joseph Höffner (1983); · Mons. Raymond G. Hunthausen (1983, 1985, 1987); · Gustavo Gutiérrez, OP (1983, 1984, 1986, 1988, 2001); · P. Ernesto Cardenal (1983); · P. Fernando Cardenal, SJ (1984); · P. Migue D´Escoto (1984); · P. Edgardo Parrales (1985); · Hnas. Elizabeth Morancy y ArleneViolet (1983); · Mary Agnes Manzour (1983); · JeannineGramick y P. Robert Nugent (1983, 1988, 1999); · Barbara Ferraro y Patricia Hussey (1084); · Leonardo Boff, OFM (1985, 1991); · P. György Bulányi, SP (1986); · Mons. Marcel Lefevre (1988); · P. William J. Rewak SJ, Edward Glynn SJ, Michael Buckley SJ, David Hollenbach SJ y John Baldovin SJ (90s); · P. André Guindon, OMI (1992); · P. Eugen Drewermann (1992); · Hna. Ivone Gebara (1993, 1995); · Carmel McEnroy (1995); · Hna. Lavinia Byrne (1995, 1998, 2000); · P. Tissa Balasuriya, OMI (1997); · Vassula Ryden (1995); · Mons. Jacques Gaillot (1995); · P. Marciano Vidal (1997, 2001); · P. Paul Collins, MSC (1998, 2001); · Jacques Dupois, SJ (1998, 2001); · P. Anthony de Melo, SJ (1998); · Perry Schmidt-Leukel (1998); · Michael Stoeber (1999); · P. Roger Haight, SJ (2000, 2002); · P. Roger Hayght (2001); · P. Antonio Rosmini Serbati (2001); · P. Thomas Aldworth, OFM (2002); · P. Joseph Imbach, OFM (2002); · P. Willigis Jäeger, OSB (2002); · siete mujeres del Danubio (2002); · P. Thomas Reese, SJ (2005); · P. Jon Sobrino, SJ (2006); · P. Pedro Arrupe, SJ (1981); · Dom Helder Camara; P. Giusseppe Nardin; P. Alex Zanottelli; P. José María Castillo SJ; Juan Antonio Estrada; P. Benjamín Forcano; P. Eugenio Melandri; P. Paul Valadier, SJ; Vittorio Cristelli; Rembert Weakland; Mons. Bartolomé Carrasco Briseño; P. Eugen Drewermann; Andre Guindon; P. Matew Fox; Pjillipe Denis; Card. Karl Lehman y 2 obispos alemanes; Mons. Samuel Ruiz; P. Renato Kizito Sesana; 16 teólogos moralistas alemanes; Mons. Méndez Arceo; P. John Sye Kong-seok; P. Paul Cheong Yang-mo; P. Edouard Ri Je-min; Mons. Peter Smith; Luigi Lombardi Vallauri; P. Jim Callan; Apola Bignardi, Mons. Luigi Marinelli; Mons. Eugene Rixen; Reinhard Messner; Sor Joan Chittister; P. Vitaliano Della Sala; Franco Barbero; Juan José Tamayo; P. Bernard Kroll; P. Fabrizio Longhi; P. Aitor Urresti. Y a falta de personas, también han caído en la sospecha muchas organizaciones eclesiales, tales como: el Movimiento Somos Iglesia con un par de millones de miembros; 50 mil religiosas norteamericanas de la LWCR (Conferencia de Mujeres Líderes Religiosas); el Consejo Pastoral de los Países Bajos y La Conferencia de Obispos de Alemania en tiempos de la Humanae vitae; la Conferencia Internacional Anglicana–Católica en tiempos de apogeo del ecumenismo; la Iglesia Popular de Nicaragua en tiempos de la guerra civil; la "Declaración de Colonia" firmada por 163 teólogos alemanes y la "Carta a los Cristianos" firmada por 63 filósofos, historiadores y teólogos italianos relativas a cuestiones de moral sexual; la Facultad de Teología de Univ. de Friburgo; las Ediciones Paulinas de Brasil; la Casa Editorial de la Sociedad de San Pablo; los Institutos Interreligioso - Centro de Estudios Católicos – Instituto Teológico del Colegio Máximo de Cristo Rey – Centro de Reflexión Teológica, todos centros jesuitas de México; la Conferencia de Religiosos de Colombia; los Consultorios Católicos de Alemania, la Comisión Internacional de Liturgia de Habla Inglesa y la Pfarrer Initiative o "Desobediencia de los Párrocos", movimiento surgido en Austria y que se ha diseminando rápidamente por el mundo, entre otros tantos. En el presente, cuando la Iglesia vive un nuevo kairós, con la revolución de la misericordia que promueve el papa Francisco, vuelven a multiplicarse acusaciones, sanciones y persecuciones, indicando que se avecinan importantes cambios en la Iglesia. He aquí una parábola que se presta a ser fácilmente malinterpretada. O peor aún, a fomentar la sobreexigencia y el perfeccionismo. Y, en consecuencia, la culpabilidad.
En un ámbito específicamente religioso, esa misma lectura puede conducir a una religiosidad peligrosa por varios motivos: porque supone la imagen de un Dios como patrón que exige un cumplimiento; porque fomenta la idea del mérito y, con ello, una religión mercantilista; porque potencia un perfeccionismo religioso –aquella formación basada en el "ideal de perfección"-, que ha generado sufrimiento y fariseísmo a partes iguales; porque parece estimular la competitividad para ver quién logra un "premio" mayor... En definitiva, nos encontramos ante una parábola potencialmente peligrosa. Si ya de por sí la mente religiosa tiende al perfeccionismo, lecturas de este tipo vendrían a confirmarla en esa misma dinámica. Con la grave consecuencia de que estaríamos pervirtiendo el mensaje de Jesús caracterizado básica y radicalmente por la gratuidad. Realmente, cuesta reconocer a Jesús como autor de esta parábola. Y quizás habría que pensar más bien en alguien que buscaba, de buena fe, estimular un compromiso activo en los creyentes. En cualquier caso, no habría que perder de vista que se trata de una parábola, y que la lectura tampoco puede ser literal. ¿Cómo leer la parábola para no desactivar su mensaje genuino y, al mismo tiempo, evitar los riesgos que el propio relato conlleva? Solo cabe una manera, coherente con el propio mensaje evangélico: leerla como palabra de sabiduría –no como código moral- y desde la gratuidad –no desde la idea del mérito y la recompensa-. Todo es don y somos felices en la medida en que permitimos que ese don se viva a través de nosotros. Dios es la fuente de la Vida, o mejor, el propio Don, el "talento" que se da generosamente en todo. Al conectar con nuestra verdadera identidad, nos descubrimos en él, no como una presencia separada, sino como nuestro núcleo más íntimo y profundo. Ese descubrimiento es la fuente de nuestra acción: estamos permitiendo que el "talento" –el Don, la Gracia, Dios...- pueda vivirse en nosotros. La vivencia siempre da fruto abundante. Pero el fruto no es algo añadido, que antes nos faltara y se nos dé ahora en forma de premio o recompensa –para engordar el ego-; el "premio" no es otro que el descubrimiento de lo que somos y el gozo de vivirlo. El "talento" que se nos regala es el descubrimiento de la plenitud que siempre hemos sido. Finalmente, aquel que no hace fructificar el talento habla también de nosotros mismos, cuando permanecemos en la ignorancia de quienes somos y, de ese modo, "perdemos" la vida, encerrados –el talento enterrado- en nuestro pequeño caparazón narcisista. A ese "se le quita" el talento y va a las "tinieblas": permanece perdido en la confusión y el sufrimiento. Pero no se trata de una amenaza y, menos aún, de un castigo: es una palabra que nos llama a despertar, para que salgamos precisamente de aquella ignorancia que nos priva del gozo de vivir lo que somos. Mateo sigue con sus amonestaciones. Estamos en el tiempo de la comunidad, antes de que llegue el tiempo escatológico, que aquellos cristianos creían cercano. Cada miembro debe tomar la parte de responsabilidad que le corresponde y no defraudar ni a Dios ni a los demás. En tiempo de Mateo, ya muchos se hacían cristianos no por convicción sino para vivir del cuento, sin dar golpe. Es curioso que las tres parábolas de este cap. 25 hagan referencia a omisiones, a la hora de ponderar las consecuencias de nuestras actitudes.
El talento no era una moneda real. En griego "tálanton" significa el contenido de un platillo de la balanza, pesada. Era una cantidad desorbitada, que equivalía a 26- 41 kilos de plata = 6.000 denarios; el salario de 16 años de un jornalero. Para entender lo de enterrar el talento, hay que tener en cuenta, que había una norma jurídica, según la cual, el que enterraba el dinero, que tenía en custodia, en un pañuelo, no tenía responsabilidad civil, si se perdía. El enterrar el dinero se consideraba una buena práctica. Durante mucho tiempo se ha interpretado la parábola materialmente, creyendo nos invitaba a producir y acaparar bienes materiales. De esta interpretación nace el capitalismo salvaje en Occidente, que nos ha llevado a desigualdades sangrantes que no hacen más que crecer incluso en plena crisis. Una vez más, hemos utilizado el evangelio en contra del mensaje de Jesús. Me gusta más la versión de Lucas, en la que todos los empleados reciben lo mismo; la diferencia está en la manera de responder. También sería insuficiente interpretar "talentos" como cualidades de la persona. Esta interpretación es la más común y ha quedado sancionada por nuestro lenguaje. ¿Qué significa tener talento? Tampoco es éste el verdadero planteamiento de la parábola. En el orden de las cualidades, también estamos obligados a desplegar todas las posibilidades, pero siempre pensando en el bien de todos y no emplear la mayor inteligencia, el mayor ingenio, la mayor habilidad o preparación, para acaparar más y desplumar a los menos capacitados. Para mayor "inri", dando gracias a Dios por ser más listos que los demás. Si nos quedamos en el orden de las cualidades, podríamos concluir que Dios es injusto, porque ha dado más a unos que a otros. No es en ese ámbito donde está la valoración. Lo que se juzga no son las cualidades, sino el uso que yo hago de ellas. Tenga más o menos, lo que se me pide es que las ponga al servicio de mi auténtico ser y, por tanto, al servicio de todos. En el orden del ser, todos somos exactamente iguales. Cuando percibimos esas diferencias es que estamos sobrevalorando lo accidental. En el orden del ser todos tenemos el mismo talento, las mismas posibilidades infinitas. Las bienaventuranzas lo dejan muy claro: por más carencias que tengas puedes alcanzar la verdadera salvación. En todos los órdenes tenemos que poner los talentos a fructificar, pero no todos los órdenes tienen la misma importancia. Como seres humanos tenemos algo esencial, y mucho que es accidental. Lo importante es la esencia que constituye al hombre como tal. Ese eselverdadero talento. Todo lo que puede tener o no tener (lo accidental) no debe ser la principal preocupación. Los talentos de que habla el evangelio, no pueden hacer referencia a realidades secundarias sino a las realidades que hacen al hombre más humano. Y ya sabemos que ser más humano significa ser capaz de amar más. Los talentos son los bienes esenciales que debemos descubrir. La parábola del tesoro escondido es la mejor pista. Somos un tesoro de valor incalculable.La primera obligación de un ser humano es descubrir esa realidad. La "buena noticia" sería que todos pusiéramos ese tesoro al servicio de todos. En eso consistiría el Reino predicado por Jesús. El relato del domingo pasado, el de hoy y el del próximo, terminan prácticamente igual: "Entraron al banquete de boda..." "Pasa al banquete de tu señor". "Heredad el Reino...". Banquete y Reino son símbolos de plenitud. Algunos puntos de la parábola necesitan aclaración. En primer lugar, el que no arriesga el dinero, no lo hace por holgazanería o comodidad, sino por miedo. El siervo inútil no derrocha la fortuna del amo. Simplemente no hace nada. También debería hacernos pensar que se condene tan severamente a uno por no hacer nada. Creo que en nuestras comunidades, lo que hoy predomina es el miedo. No nos deja poner en marcha iniciativas que supongan riesgo de perder seguridades, pero con esa actitud, se está cercenando la posibilidad de llevar esperanza a muchos desesperados. En segundo lugar, la actitud del Señor tampoco puede ser ejemplo de lo que hace Dios con los que no cumplen. Pensemos en la parábola del hijo pródigo que después de la que armó, es tratado por el Padre de una manera completamente diferente. Quitarle al que tiene menos lo poco que tiene para dárselo al que tiene más, tomado al pie de la letra, sería impropio del Dios de Jesús. Dios no tiene ninguna necesidad de castigar. El que escondió el talento ya se ha privado de él haciéndolo inútil para él mismo y para los demás. Es algo que tendríamos que aprender también nosotros. Finalmente es también muy interesante constatar que, tanto el que negocia con cinco, como el que negocia con dos, reciben exactamente el mismo premio. Esto indica que en ningún caso se trata de valorar los resultados del trabajo, sino la actitud de los empleados. En una cultura en la que todo se valora por los resultados, es muy difícil comprender esto. En un ambiente social donde nadie se mueve si no es por una paga; donde todo lo que hace tiene que reportar algún beneficio, es casi imposible comprender la gratuidad que nos pide el evangelio. Si necesito premio es que no entendí nada. La parábola nos está hablando de una dinámica de progreso, de evolución constante hacia lo no existente, mejor dicho, hacia lo no descubierto todavía. El único pecado del hombre es negarse a caminar. El ser humano tiene que estar volcado hacia su interior para poder desplegar todas sus posibilidades. Todo el pasado del hombre (y de la vida) no es más que el punto de partida, la rampa de lanzamiento hacia mayor plenitud. La tentación está en querer asegurar lo que ya tengo, enterrar el talento. Tal actitud no demuestra más que falta de confianza en uno mismo y en la vida, y por lo tanto, en Dios. Lo que tenemos que hacer es tomar conciencia de la riqueza que ya tenemos. Unos no llegamos a descubrirla y otros la escondemos. El resultado es el mismo. No es nada fácil, porque nos han repetido hasta la saciedad, que estamos en pecado desde antes de nacer, que no valemos para nada. La única salvación posible tiene que venirnos de fuera. Lo malo es que nos lo seguimos creyendo. El relato del camello que se negaba a moverse porque se creía atado a la estaca, aunque no lo estaba, O el león que vivía con las ovejas como un borrego más sin enterarse de lo que era es el mejor ejemplo de nuestra postura. Todo afán de seguridades, sean materiales o sean espirituales, nos aleja del mensaje de Jesús. Toda intento de alcanzar verdades absolutas y normas de conducta inmutables, que nos dejen tranquilos, carecen de sentido cristiano. Ninguna conceptualización de Dios puede ser definitiva; hace siempre referencia a algo mayor. Estamos aquí para evolucionar, para que la vida nos atraviese y salga de nosotros enriquecida. El miedo no tiene sentido, porque la fuerza y la energía no la tenemos que poner nosotros. Nuestro objetivo personal debería ser que al abandonar este mundo, lo dejáramos un poquito mejor que cuando llegamos a él. Bien entendido que mejorar el mundo es hacerlo más humano. Meditación-contemplación No hay un "yo" que posea un tesoro. Soy, realmente,un tesoro de valor incalculable. Solo hay un camino para poder disfrutar de lo que soy. Poner toda esa riqueza a disposición de los demás. ..................... Es la gran paradoja del ser humano. Solo alcanza su plenitud cuando se da plenamente. Esto va en contra de lo que nos dicen los sentidos e incluso la razón. Por eso es tan difícil convencerse de ello. .................... Hay una única manera de descubrir la trampa. Bajar a lo hondo del ser y experimentar lo auténtico. Hacer oídos sordos a la sirena de los sentidos. No hacer caso a los discursos hedonistas de la razón. La parábola del domingo pasado (las diez muchachas) animaba a ser inteligentes y previsores. La de hoy anima a la acción, a sacar partido de los dones recibidos de Dios. Jesús ha usado poco antes, en otra parábola, la imagen del señor y sus empleados. Ahora vuelve a hacerlo, pero usando el contexto de la cultura urbana y pre-capitalista. La riqueza del señor no consiste en tierras, cultivos y rebaños de vacas y ovejas. Consiste en millones contantes y sonantes, porque los famosos "talentos" no tienen nada que ver con la inteligencia. El talento era una cantidad de plata que variaba según los países, oscilando entre los 26 kg en Grecia, 27 en Egipto, 32 en Roma y 59 en Israel. Por consiguiente, los tres administradores reciben, aproximadamente, 300, 120 y 60 kg de plata.
El empleado miedoso, negligente y holgazán Los dos primeros duplican esa cantidad negociando con el dinero que les han confiado. Pero la parábola se detiene en el tercero, que se molesta en buscar un sitio escondido, cava un hoyo, y entierra el talento. El lector actual, conocedor de tantos casos parecidos, se pregunta quién ha sido el más inteligente. ¿Es preferible colocar el capital en acciones arriesgadas o guardarlo en una caja fuerte? En cambio, el propietario de la parábola lo tiene claro: había que invertir el dinero y sacarle provecho, como hicieron los dos primeros empleados. ¿Por qué no ha hecho lo mismo el tercero? Él mismo lo dice: ha actuado así porque conoce a su señor, le tiene miedo, y prefirió no correr riesgo. Y termina con un lacónico: "Aquí tienes lo tuyo". Sin embargo, el señor no comparte esa excusa ni esa actitud. Lo que ha movido al empleado no ha sido el miedo, sino la negligencia y la holgazanería. Le traen sin cuidado su señor y sus intereses. Y toma una decisión que, actualmente, habría provocado manifestaciones y revueltas de todos los sindicatos: lo mete en la cárcel ("echadlo fuera, a las tinieblas"). Aplicándonos el cuento Los sindicatos llevarían razón, y conseguirían que readmitieran al empleado, incluso con un gran resarcimiento por daños y perjuicios. Pero el Señor de la parábola no depende de sindicatos ni tribunales del trabajo. Tiene pleno derecho a pedirnos cuentas a cada uno del tesoro que no ha encomendado. Como ocurría con el aceite en la parábola de las muchachas, los talentos se han prestado a múltiples interpretaciones: cualidades humanas, don de la fe, misión dentro de la iglesia, etc. Ninguna de ellas excluye a las otras. La parábola ofrece una ocasión espléndida para realizar un autoexamen: ¿qué he recibido de Dios, a todos los niveles: humano, religioso, familiar, profesional, eclesial? ¿Qué he hecho con ello? ¿Ha quedado escondido en un cajón? ¿Ha sido útil para los demás? Como se dice en el mismo evangelio de Mateo: ¿Ha resplandecido mi luz ante los hombres para que glorifiquen al Dios del cielo? ¿Pienso que será suficiente decirle: "Aquí tienes lo tuyo"? Una moraleja desconcertante La parábola, termina con unas palabras muy extrañas: "Al que tiene se le dará, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene". ¿En qué quedamos? ¿Tiene o no tiene? Es posible que el mismo Jesús intentara aclararla más tarde. El sentido de la frase resultaría así más claro: "Al que produzca se le dará, y al que no produzca se le quitará lo que tiene". Esa parábola terminó en dos versiones bastante distintas, la de Mateo, que se lee hoy, y la de Lucas 19,11-27. Lucas, para no provocar las iras de los sindicatos, no mete al empleado holgazán en la cárcel, se limita a quitarle el denario. La empresaria modelo (1ª lectura) En el contexto económico de la parábola encaja perfectamente la imagen de la mujer empresaria de la que habla el libro de los Proverbios. La liturgia traduce "mujer hacendosa". Pero el texto sugiere mucho más. Habla de una mujer que es, al mismo tiempo, excelente empresaria (cosa que quedaría más clara si la liturgia no hubiera mutilado el texto), generosa con los necesitados y con las personas a su servicio, preocupada por sus hijos y su marido, gozando del respeto y estima de sus conciudadanos, porque ella misma respeta al Señor. Es interesante esta imagen propuesta por un libro bíblico hace veintitrés o veinticuatro siglos, tan distinta de nuestro proverbio: "La mujer casada, la pata quebrada... y en casa". Quien lee el poema entero (se encuentra en Proverbios 31,10-31) advierte la enorme actividad que esta mujer desarrolla desde la mañana temprano hasta avanzada la noche. El capital recibido de Dios (sean cinco talentos, dos o uno) ha sabido invertirlo perfectamente. Proverbios, 30, 10-31 10 Mujer ejemplar, ¿dónde se hallará? ¡Es más valiosa que las piedras preciosas! 11 Su esposo confía plenamente en ella y no necesita de ganancias mal adquiridas. 12 Ella le es fuente de bien, no de mal, todos los días de su vida. 13 Anda en busca de lana y de lino, y gustosa trabaja con sus manos. 14 Es como los barcos mercantes, que traen de muy lejos su alimento. 15 Se levanta de madrugada, da de comer a su familia y asigna tareas a sus criadas. 16 Calcula el valor de un campo y lo compra; con sus ganancias[g]planta un viñedo. 17 Decidida se ciñe la cinturay se apresta para el trabajo. 18 Se complace en la prosperidad de sus negocios, y no se apaga su lámpara por la noche. 19 Con una mano sostiene el huso y con la otra tuerce el hilo. 20 Tiende la mano al pobre, y con ella sostiene al necesitado. 21 Si nieva, no tiene que preocuparse de su familia, pues todos están bien abrigados. 22 Las colchas las cose ella misma, y se viste de púrpura y lino fino. 23 Su esposo es respetado en la comunidad; ocupa un puesto entre las autoridades del lugar. 24 Confecciona ropa de lino y la vende; provee cinturones a los comerciantes. 25 Se reviste de fuerza y dignidad, y afronta segura el porvenir. 26 Cuando habla, lo hace con sabiduría; cuando instruye, lo hace con amor. 27 Está atenta a la marcha de su hogar, y el pan que come no es fruto del ocio. 28 Sus hijos se levantan y la felicitan; también su esposo la alaba: 29 «Muchas mujeres han realizado proezas, pero tú las superas a todas.» 30 Engañoso es el encanto y pasajera la belleza; la mujer que teme al Señor es digna de alabanza. 31 ¡Sean reconocidos sus logros, y públicamente alabadas sus obras! La obra de Sócrates nos ha llegado por su discípulo Platón. Miembro de una familia acomodada de Atenas, se casó con Jantipa. Ella era bastante más joven que él y al parecer con un carácter insoportable que Sócrates aprovechaba para medir su propia templanza. Apreciaba mucho la vida gracias a su agudo sentido del humor desprovisto de amargura o cinismo. ¿Qué puede aportarnos Sócrates, en medio de una concepción materialista de la existencia y un culto al ego tan desmesurado?
En primer lugar, su actitud personal. Él debía ser bajito y feo hasta el punto que su figura inspiraba burlas, lo cual no era óbice para sentirse muy seguro de sí mismo. Su aspecto llegó a compararse con el de los seguidores de Dioniso que recordaban al dios Sileno, representado como un sátiro viejo, gordo, calvo, barrigudo y narizotas. A Sócrates no le condicionaba su aspecto exterior como le pasa a nuestra sociedad de las apariencias. Es más, puso de moda la ironía: haciéndose el ignorante, obligaba a la gente con la que conversaba a utilizar su sentido común. Qué personalidad tendría para que acabara siendo considerado por los griegos como el arquetipo del decoro filosófico, a pesar de su aspecto exterior. Ellos, que vivían en el convencimiento de que un cuerpo bello era el reflejo de un alma bella. Gracias a Sócrates, comenzaron a admitir que un cuerpo que recordase a Sileno, puede contener una persona hermosa. Nosotros, en cambio, con tanta psicoestética de la imagen no podemos ocultar carencias humanas básicas muy profundas. En segundo lugar, trabajó por lograr una conciencia social, aunque fuese juzgado de forma superficial por quienes no percibían las sutilezas de su poderoso discurso intelectual y su honestidad, que fueron sus principales herramientas de vida. Se le acusó de despreciar a los dioses y corromper a la juventud con sus ideas, lo que le costó la condena a muerte ¿Qué había en el fondo de esas acusaciones? La actitud filosófica de Sócrates era someter a crítica las cuestiones de índole social o moral, sin excepción. Esa sobredosis de honestidad debió fastidiar a muchos. Además, se esforzaba en instruir a una futura clase política para que gobernase con sabiduría y justicia, con la suficiente formación específica para resolver los problemas que se presenten y la necesaria virtud moral sin la cual no es posible desarrollar bien la tarea gobernante. Ayudarles a conseguirlo, era parte de su vocación. Qué cosas. Es fácil imaginar lo peligroso de su actividad por la envidia que despertaba su rectitud y la independencia de criterio. Él mismo decía que su labor era comparable a la del tábano que mantiene despierto al caballo de raza. Detrás de este pensador se halla la rebelión del individuo superior en valores. Lo triste es que ha sido igualmente desterrado de los planes de enseñanza, como el resto de la cultura clásica, por algo mucho más superficial que su mensaje ético: no hay cabida para las humanidades porque no tienen interés mercantil. Para Sócrates, el valor de la persona es fundamental. Todo su mensaje era de liberación interior desde una gran honestidad, casi siempre a contracorriente. La filosofía de Sócrates es la búsqueda de la verdad como norma de su conducta. La bondad, pues, consiste en la sabiduría de saber obrar; el sabio como sinónimo de bueno. Una búsqueda de la verdad, tan a pecho descubierto, que para sí quisiéramos entre nosotros. En tercer lugar, la educación. Sócrates consideraba que su misión no era impartir doctrina, sino lograr que sus alumnos descubrieran su propio espíritu para cuidarlo y cultivarlo. De ahí la expresión célebre que Platón pone en sus labios: “Conócete a ti mismo”, desde la búsqueda de la verdad sin tratar de engañar ni engañarse. Que por algo es considerado el fundador de la filosofía moral. Aceptaba con humildad no saber suficiente y los propios límites y en consecuencia estuvo abierto al cambio, porque sabía que la búsqueda es avance siempre aunque nunca se llegue al conocimiento pleno. Desechar las humanidades del currículo educativo ha sido apostar solamente por la capacitación laboral mientras tenemos a generaciones de gran calidad utilitarista viviendo en el paro o en la precariedad laboral más absoluta. El Sistema no funciona, cada vez con menos competencias educativas humanistas que deberían iluminar al resto de materias. Tampoco existe espacio educativo suficiente para cultivar la capacidad de reflexión y el pensamiento crítico que contrarreste la actual sordidez económica como un fin en sí mismo. No sé si la afirmación de la filósofa Martha C. Nussbaum de que la mayoría de nosotros no elegiría vivir en un país próspero que hubiera dejado de ser democrático, tiene mucha validez viendo como la codicia ha roto barreras hasta ahora infranqueables. Al menos, los Diálogos escritos por Platón (casi todos de Sócrates), debieran ser rescatados de la tala educativa por lo que tienen de verdaderos modelos de de pensamiento. Su utilización pedagógica ayudaría a asimilar lo aprendido mediante diálogos, a formar los propios criterios, a reforzar modelos de pensamiento crítico y estimular la creatividad en el debate. Enseñarían a asumir las propias ideas, valorarlas en sí mismas frente al pensamiento borrego que nos acogota. A fomentar alumnos inquisitivos y activos, capaces de desplegar la empatía. A eliminar la pasividad en el aprendizaje y ser capaces de participar en la sociedad con otra actitud y curiosidad por la vida, más respetuosa con la vida en todas sus formas. A buscar, en definitiva, la mejor posibilidad de uno mismo como persona, sin vivir reducido a un mero elemento de consumo. Gracias a su actitud, a su conciencia social y a su visión educativa, Sócrates puso la justicia siempre por delante de sus intereses personales hasta convertirse en una de las personas más influyentes de la historia, que no pasó a la posteridad por su erudición sino por su actitud. Vamos, que sigue siendo un referente necesario. Karl Rahner escribió: “en el siglo XXI los cristianos serán místicos o no lo serán”. Sin entrar en la disputa de si esta frase es original del teólogo K. Rahner o del novelista francés A. Malraux o de…, lo cierto es que en esta frase lapidaria de futuro se atisba una laicización de la mística; es decir, la mística no puede ser monopolio de clérigos ni del cenobio ni del ermitaño; o lo que es lo mismo, de aquellos que “huyen del mundo” y tienen como epicentro de esa “huida” el celibato. La mística ha de ser patrimonio del pueblo de Dios.
Por ello, cuando hablo de laicizar la mística, me refiero al término “laico” en su etimología, es decir, “pueblo” y no de potenciar al laico como opuesto al monje o al clérigo. Es más, tanto el clérigo como el monje y la monja, en cuanto que ellos también son pueblo de Dios, han de ser místicos laicos. ¿Alguien conoce a algún místico laico a través de la historia de la Iglesia, que haya sido reconocido como tal? ¿Cuántos santos laicos hay en el santoral? Se pueden contar con los dedos de la mano. La santidad, la mística ha de ser patrimonio de todo bautizado. Creo que Rahner, como uno de los teólogos más brillante del concilio Vaticano II, augura una democratización de la mística. A manera de digresión, pero significativa: ¿Hasta cuándo, por ejemplo, el pueblo de Dios debe intervenir en todos los asuntos de la Iglesia? En este Sínodo sobre la familia quienes han votado las conclusiones para posteriores decisiones han sido los obispos. Los matrimonios presentes han dado su testimonio, pero sin decidir con su voto. Nos resulta lejano en el tiempo y, sobre todo, en la praxis eclesial aquello de Cipriano, obispo de Cartago, en su epístola 14, como paradigma de su actuación pastoral: “Nada sin vuestro consentimiento (el de los presbíteros) y sin el del pueblo”. Ahora bien, cuando uno se acerca a escritos y manuales sobre la mística, nos indican que se trata de una experiencia intensa de Dios hasta el punto de que o bien se experimentan sensaciones extraordinarias, como el éxtasis, o bien se abandona todo lo que a uno le rodea para dedicarse exclusivamente a la oración, a la contemplación de esa Divinidad que se ha manifestado gozosamente. No digo que esto no ocurra (conozco algún caso), pero cuando se dice que el cristiano o es místico o no es cristiano, se está refiriendo a una experiencia de Dios más doméstica y ordinaria. Jesús de Nazaret tuvo una experiencia intensa y gozosa de Dios en el monte Tabor, como también la tuvieron los tres discípulos que le acompañaron, pero su relación ordinaria con el Padre era más corriente, más vulgar, si se quiere, pero no por ello menos gozosa, incluso la de Getsemaní, que vendría a ser la noche oscura de los místicos. Es la vivencia a la que se refiere D. Bonhoeffer, pues “hemos de vivir en el mundo etsi Deus non daretur (como si Dios no existiera)… Dios es impotente y débil en el mundo, y precisamente sólo así está Dios con nosotros y nos ayuda”. Tengo siempre presente la vivencia religiosa de una tía mía en un pueblecito extremeño durante la dictadura franquista. Solía decir que ella no era una “beata”, porque no iba a Misa los domingos, sólo en Navidad y Semana Santa; pero era “religiosa”, porque rezaba todos los días a Dios cuando se levantaba y acostaba; y recalcaba con cierta ironía:”Aunque soy pobre, doy de lo que tengo; dinero, no, porque no tengo, pero sí, pan, fruta, aceite… a quien se acerca a mi puerta con alguna necesidad”. Y solía apostillar: “No quiero ser como algunas “beatas” que van a Misa todos los domingos y luego no dan una limosna al pobre que se acerca a su puerta”. En el pueblo se sabía de sobra a quiénes se refería. Partiendo de la experiencia religiosa, no “beata”, de Jesús de Nazaret y de mi tía Gregoria, creo que el cristiano ha de ser místico si quiere ser cristiano y no un mero bautizado, que, en ocasiones tal vez, participa de algún rito religioso. Su experiencia religiosa, si es profunda, no ha de ser otra que vivir, sentir y disfrutar del Ser trascendente, del Misterio en el que uno se fundamenta y está inmerso. Blas de Otero nos recuerda mediante una metáfora radiante que Dios es el ancla de nuestra existencia. Y de ahí tiene que brotar el reconocimiento del cristiano (y del ser humano en general) por sentirse anclado en la roca firme del Misterio, del Ser trascendente. Pero, aunque esa experiencia religiosa puede ser de diferente intensidad, no obstante tiene que ser el de una “mística de los ojos abiertos”, como le gustaba decir al teólogo JB. Metz. En la literatura monacal decir mística es decir contemplación. Contemplar es un vocablo estático, cuya lexía nos remite al templo, al espacio exclusivo del monje/a y del clérigo. A la mística laica, sin embargo, del que vive, siente y disfruta del Ser trascendente, le corresponde mirar, admirar y admirarse. Si uno vive es porque tiene un periscopio en su existencia que le pone en contacto con lo que acontece a su alrededor y nada de lo que ocurre en el mundo le es ajeno, como insistía Tertuliano. Si uno siente es porque admira desde dentro de sí su propia realidad y también la que se manifiesta como un tú, incluido el Tú trascendente. Si uno goza y disfruta es porque se admira de la presencia del Invisible en la belleza del cosmos; porque siente desde lo hondo el regalo de las cosas creadas por Dios y, por ello, se lo agradece “en éxtasis de gritos”, como escribe JM Valverde, un laico místico, en su bello poema Oración por nosotros los poetas. No en vano escribía Aristóteles que del admirarse, del maravillarse brota la filosofía, el amor al conocimiento. Mediante esa experiencia mística, del admirarse profundamente religioso, surge un conocimiento nuevo de Dios, que no es el teológico, ni el del catecismo, ni una aceptación puramente doctrinal de la doctrina cristiana. Es, a modo de conclusión, la experiencia mística de Blas de Otero en su Cántico espiritual. Parte del hecho de que como ser humano es una “vana potestad de ausencias”, si Dios no está a su lado, es decir, para él lo Trascendente es lo que fundamenta y da consistencia a su ser existencial. Desde esa radicalidad espera y suspira la “llegada de Dios” a sus andenes. Dios será quien irrumpa en la “yerba silenciosa” del ser humano y se produce así un conocimiento nuevo y una recreación nueva de la propia existencia y de todas las cosas (el existencial sobrenatural de los filósofos). Pero para que ese “abismal deleite”, que supone el encuentro amoroso con Dios, no se quede en un narcisismo solipsista, hay que suplicar a Dios “unas manos bienhechoras”, para que desde esa nueva mirada se lleve a cabo un compromiso radical con el quehacer humano en la historia. En el caso de este místico laico su praxis se fundamenta en que “sin Dios no se puede aupar hasta el cielo” una realidad humana con tantos escombros y en la paz social, fruto de la justicia, que viene a ser su seña de identidad como hombre de bien, hasta el punto de que “yo doy todos mis versos por un hombre/ en paz…” Ahora que el tema del ébola, con miles de muertos en África occidental y el temor a contagios en España y en otros países, comienza a alarmar a todo el mundo y genera una psicosis de miedo y angustia... puede ser útil recordar un libro de Luís de Sebastián, economista y especialista en ciencias sociales y políticas, profesor de ESADE y de la UCA de San Salvador (1934- 2009). La obra se titula África, pecado de Europa (2006).
Luís de Sebastián que unía al rigor científico una gran sensibilidad social y una profunda fe cristiana, quiso hablar del "pecado" de Europa con África, para demostrar que la injusticia que Europa ha cometido con África exige restitución, hay que devolverle lo robado y reparar el daño cometido. África ha sido colonizada por Francia, Inglaterra, España, Bélgica, Portugal, Holanda, Italia... Con la excusa de civilizar y modernizar el continente africano, las potencias coloniales se enriquecieron con las materias primas y crearon una situación de dependencia de las metrópolis que en algunos países dura hasta hoy. África para algunos es solo un lugar para safaris... Ahora son naciones independientes, con bandera e himno propio, pero donde una gran mayoría vive en situaciones precarias de alimentación, salud, educación y transportes, donde faltan infraestructuras básicas, hay conflictos bélicos y étnicos (a veces por cuestiones de los límites artificiales establecidos por las metrópolis), débiles democracias, hay hambrunas y sequías, miles de emigrantes que huyen hacia las costas del Mediterráneo español o italiano en busca de un futuro mejor, mientras hay niños soldados y se explotan las ricas minas de diamantes o de coltán (¡para nuestros móviles!) Este continente, del cual fueron arrebatados millones de esclavos para el trabajo de América, es el que padece el flagelo del ébola, que ahora nos preocupa porque llega a Europa... Pero África no solo es un continente que posee una gran riqueza de materias primas y de biodiversidad, sino un continente con una gran riqueza cultural, humana y religiosa, una gran sabiduría de sus tradiciones -desde Egipto a Cartago-, la fuerza imponente de su juventud, la vitalidad de sus mujeres, un profundo sentido religioso, la alegría de los diversos grupos cristianos y de unas Iglesias jóvenes. África es el continente de Mandela y Desmond Tutu, de mártires cristianos, de cooperadores y misioneros que se han jugado la vida por ayudar al pueblo. De África salieron Agustín, Orígenes y Atanasio, África fue la cuna del monacato y en África se santificaron Charles de Foucauld y los mártires trapenses de Tibhirine... No sabemos si Europa, ahora que tiene pánico ante el contagio del ébola, será suficientemente humilde y lúcida para reconocer su pecado y reparar el daño cometido. En todo caso ojalá a través del clamor del pueblo sufriente escuchemos hoy la voz del Espíritu que nos pregunta, como a Caín, "¿dónde está tu hermano Abel?" Voy a intentar hablar del mensaje laico de Jesús. De entrada nos podemos preguntar ¿Por qué precisamente es laico el Mensaje de Jesús? Porque desde nuestra fe, parecería como que todo lo que viene de Jesús tendría que ser un mensaje religioso, lo mismo que lo que viene de un médico tiene que ver con las enfermedades, o lo que viene de un economista tiene que ver con el dinero, así lo que tiene que ver con Jesús tiene que ser religioso, es lo propio de la religión cristiana.
Pero, ¿por qué precisamente laico? Es lo que vamos a ver, y por eso, comprobamos que ya en este enunciado hay un problema. Y consiste en el conflicto que se da entre la religión y el mensaje de Jesús. Se trata del conflicto entre lo laico y lo religioso. Y en ese conflicto entre lo laico y lo religioso, Jesús opta por lo laico, y rechaza la religión es decir, opta por el "laos", por el pueblo, en sus dos acepciones, como pueblo elegido y como "ojlós", pueblo, que se traduce como muchedumbre, como multitud. Entendemos que la religión consiste en una relación con Dios que se realiza por medio (relación "mediada") de mediadores asociados a jerarquías, es decir, el clero (papa, obispos, curas), que entrañan un sistema de ritos, rangos y poderes sagrados, que implican dependencia, obediencia, sumisión y subordinación a superiores que son invisibles. El mensaje de Jesús es laico, no es religioso. Él fue un profeta laico que anunció un mensaje tan profundamente humano que llega a toda la humanidad, tan profundamente laico que es subversivo al no acomodarse al orden establecido. (Permítanme una nota de erudición: la palabra "laos•, pueblo, sale 55 veces en el Evangelio y tiene el significado teológico de pueblo elegido. La palabra "demas", pueblo, sale solo 4 veces y significa pueblo desde el punto de vista sociológico. Y la palabra "ojlós", pueblo, se repite 175 veces y significa esa muchedumbre de pobres, de campesinos, de niños, de gente inculta y analfabeta, de gente que no tiene nada, de enfermos, de vagabundos, de mujeres embarazadas, de prostitutas, de ladrones, etc. El pueblo lo forman esas multitudes que seguían a Jesús, Mt. 4:25 Lo siguieron grandes multitudes procedentes de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y Transjordania. Mt. 5:1 Al ver Jesús las multitudes subió al monte, se sentó y se le acercaron sus discípulos. Mt. 7:28 Al terminar Jesús este discurso, las multitudes estaban impresionadas de su enseñanza.) Vamos a examinar este conflicto en tres apartados para tratar de verlo con la mayor claridad posible. Jesús es un profeta laico, el mensaje de Jesús es universal y su mensaje es subversivo. 1.- Jesús fue un Profeta laico: Solo un laico como Jesús puede predicar un mensaje laico, no religioso. Jesús fue un profeta laico. No fue sacerdote, ni funcionario de la religión, ni maestro de la ley, ni nada parecido. Es más, Jesús vivió y habló de tal manera que pronto entró en conflicto con los dirigentes de la religión de su tiempo, los sacerdotes y los funcionarios del Templo, que eran los representantes oficiales de "lo religioso" y "lo sagrado". Jesús no es un líder religioso, al estilo de Nelson Mandela, Martín Lutero King, o Gandhi, o Dalai Lama. (Aunque sean también profetas de nuestro tiempo).Y los cristianos no somos seguidores de un líder religioso, sino que seguimos a un Profeta laico El líder es una persona que es seguida por otros que se someten a su autoridad. Suelen tener un indiscutible peso moral o político o espiritual entre la gente. Jesús cita frecuentemente a los profetas de Israel y explica su misión como cumplimiento de la profecía de Isaías: "El Espíritu del Señor descansa sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a dar la buena noticia a los pobres, a proclamar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, a proclamar el año favorable del Señor". Un profeta no es el que pronostica el porvenir, el profeta no es un adivino. "Es un hombre llamado por Dios para trasmitir su palabra, para orientar a sus contemporáneos el camino a seguir en sus vidas". Jesús es el último de los profetas de Israel. Es el que anuncia el Reino de Dios, aunque no lo define, es el que anuncia la liberación de los pobres. Jesús fue un profeta que vivió de tal manera que en cuanto empezó a actuar y hablar en público, entró en conflicto con los responsables de la religión, los teólogos, y los más estrictos observantes. Jesús no aceptó la religión de su tiempo. Lo central en la vida de Jesús no fue lo religioso, sino lo humano y la humanidad. Jesús se puso de parte de la vida y de la felicidad de los seres humanos. Jesús fue un piadoso israelita que tuvo una fuerte experiencia de Dios, a quien llamaba Padre y que fomentaba la oración no en el templo, sino en el monte, en sitios solitarios y silenciosos. La religiosidad de Jesús no estuvo vinculada al templo ni a los rituales sagrados. Porque la Religión siempre fomenta la desigualdad y también la sumisión. Dos principios netamente humanos, la libertad y la igualdad, enunciados en el art, 2 de los Derechos Humanos, chocan frontalmente con la religión. Porque la religión es jerarquía y obediencia y produce desigualdad y sumisión. Por supuesto, jerarquía y obediencia a Dios. Pero no sólo a Dios. Sino jerarquía y obediencia a Dios a través de los "mediadores", es decir, del clero (papa, obispos, curas) que son parte esencial en la religión. Ahora bien, jerarquía es lo mismo que desigualdad (de rangos, dignidades, poderes, categorías...). Y jerarquía es lo mismo que sometimiento, de unos (los que obedecen) a otros (los que mandan). Sometimiento en dogmas, ritos, normas, tradiciones...). Por tanto, donde hay religión no puede haber libertad, ni puede haber igualdad. Lo cual no quiere decir que donde hay relación con Dios no pueda haber libertad, ni pueda haber igualdad. Una cosa es la relación con Dios. Y otra cosa es la relación con la religión de lo sagrado, con sus jerarquías y sus consiguientes desigualdades y sumisiones. Jesús es contrario a la religión, no fundó ninguna religión. Jesús es el profeta de la libertad. Cumplió perfectamente la profecía de Isaías de proclamar la libertad a los cautivos de la ley religiosa, y la libertad a los oprimidos por el sistema. Pensó y actuó completamente independiente, al margen de la mentalidad oficial impuesta por la religión establecida y por la política del imperio. Jesús ofrece una visión diferente de la oficial, mira al mundo desde abajo, una mirada a ras de suelo capaz de darle la vuelta a lo que existe. No se sometió a los dictámenes de las jerarquías políticas y religiosas de su tiempo. Por no someterse a ese imperio de la ley, Jesús fue perseguido, insultado, amenazado, juzgado, condenado y ejecutado por los representantes jerárquicos y mandatarios de la religión del templo. Y por las amenazas y condenas de los poderosos del imperio romano. La religión y la política fomentan la mentalidad sumisa, para mantener su poder. Y sabemos por experiencia que la sumisión sin condiciones, (porque lo ha dicho el papa o los Obispos, o lo ha dicho el Presidente del Gobierno) nos da seguridad. Es un hecho que la Iglesia da abundantes muestras de estar más interesada en imponer deberes a la gente, que en defender los derechos de los ciudadanos. Y esto es lo que, desemboca en un sistema "moralmente empobrecido". Porque fomenta y desarrolla en las personas caracteres de servilismo, de infantilismo, que suplica y espera los "favores" del amo, del patrono, del superior o del jerarca que gobierna. El mensaje de Jesús es todo lo contrario, nos ofrece libertad. Todo esto es lo que explica por qué Jesús no se pone de parte de la jerarquía, sino que se puso de parte de "los últimos". Y se enfrentó con "los primeros". Estuvo siempre con los de abajo, no con los de arriba. También se puso de parte de "los pequeños" (los niños), y se enfrentó a "los grandes" (los sumos sacerdotes). De la misma manera que tuvo conflictos con "los poderosos" y se hizo amigo de "los débiles" (cf. Lc 1, 51-53). En otras palabras, Jesús se puso de parte de las víctimas del sistema religioso-político, que se basa y se mantiene sobre el fundamento de las jerarquías sagradas, los poderes sagrados, las dignidades que vienen de arriba, de los privilegios que merecen los dignatarios de "dios"... Jesús vivió de tal manera que su relación con el templo fue tal, que las jerarquías de la religión se dieron cuenta de que lo que ellos representaban y lo que Jesús representaba eran dos cosas incompatibles. Por eso los jerarcas de la religión lo condenaron a muerte (cf. Jn 11, 47-53). Pero la religiosidad de Jesús fue una religiosidad alternativa a la judía, una religiosidad que no soporta las ataduras con los poderes del orden presente: el honor, el dinero, el poder, para someter a los demás. Jesús fue un hombre, nacido de mujer. Pero, en aquel hombre se reveló Dios. Por tanto, en Jesús, Dios se fundió y se confundió con lo humano. Lo que aparece en los evangelios es que las tres grandes preocupaciones de Jesús fueron: 1) que la gente esté sana, no enferma (curaciones); 2) que la gente no pase hambre (comidas) 3) las relaciones humanas, o sea que sepamos respetarnos, tolerarnos, ayudarnos, entendernos y querernos. Esa es la clave de los grandes intereses de Jesús. Lo cual quiere decir que Jesús planteó una religiosidad totalmente laica, de forma que sólo desde la laicidad, es posible entender el Evangelio y vivirlo. Las características esenciales de Jesús como profeta se pueden resumir en estos tres aspectos: a) Jesús es un profeta itinerante. Jesús no es un hombre que se queda en su casa de Nazaret, tampoco se instala en Cafarnaúm, sino que recorre las aldeas de Galilea. Su predicación fue en Galilea. (Mc.1,14). Jesús, para realizar su misión docente, no se fue a la capital, Jerusalén, ni siquiera a la importante provincia de Judea. Jesús se fue enseguida a una región lejana, habitada por humildes campesinos y pescadores pobres. Esto significa que la primera decisión importante que tomó Jesús, fue la de irse a vivir y a desarrollar su actividad, a predicar su mensaje, en la región donde está el pueblo más pobre y desheredado, a Galilea. Al llegar a una aldea Jesús busca el encuentro con los vecinos. Se acerca a las casas deseando paz a las madres y a los niños. Recorrió casi todos los pueblos situados en torno al lago. El profeta es un hombre público: su lugar es la calle, la plaza pública, los senderos, el campo. Se halla en contacto directo con su mundo, con los vecinos, con los campesinos pobres. Va a la sinagoga donde los vecinos se reúnen los sábados. Conoce el desencanto de la gente, la opresión de los políticos, el lujo de los poderosos. b) Jesús es un profeta subversivo. Lo que la gente percibe de su predicación es que Jesús pone en cuestión la soberanía absoluta y exclusiva del emperador romano. Para entrar en el Reino hay que salirse del imperio de Roma. No es posible servir a dos señores. No es posible aceptar el Reino acogiendo a Dios Padre, defensor de los pobres y seguir al mismo tiempo acumulando riquezas a costa de ellos. Por eso, entrar en el Reino, aceptar los valores del Reino, es salirse de ese imperio donde tratan de imponerse los jefes de las naciones y los poderosos del dinero. De esto habaremos más adelante. c) Jesús es un hombre amenazado. Es amenazado porque no invita a la gente a la resignación, sino a la lucha esperanzada. La actual situación tiene que cambiar. Lo que anuncia es el Reino que tal y como él lo presentaba tenía que ser algo muy sencillo al alcance de aquellas gentes. Lo primero de todo y lo más importante es la Vida y la felicidad de la gente, luego vendrá la religión. No quiere que se hagan falsas ilusiones, sino que recuperen su dignidad. Jesús comunica su propia experiencia de Dios, no la que se venía repitiendo en todas partes de modo convencional. Eso no satisface a nadie. El anuncio del Reino es una denuncia de la injusticia y la opresión. Hoy, el anuncio del Reino es anunciar una sociedad alternativa, proclamar que "otro mundo es posible", otro mundo donde no reinen los imperios, ni los césares, ni los falsos dioses como el Dinero y el Mercado. Jesús anuncia la liberación de los pobres, una vida humana digna para todos. Los poderes políticos y religiosos no podían soportar semejante lenguaje y le perseguían y amenazaban de muerte constantemente. El que yace en la cruz es un delincuente, condenado por no someterse al poder religioso ni al poder político. A su lado están dos subversivos políticos (es lo que significa la palabra griega "lestai") no entre dos vulgares ladrones como nos han dicho tantas veces. 2.- El mensaje laico de Jesús es un Mensaje universal El mensaje de Jesús por ser laico es universal. Porque lo laico es aquello que pertenece al pueblo, a aquello que somos todos y en lo que coincidimos todos, es decir, en la igualdad, porque todos somos seres humanos, al margen de toda creencia o etnia, cultura o ideología. Todos pertenecemos a la única raza humana que existe en el Planeta Tierra. Abarca a toda la humanidad de todos los tiempos y culturas, es lo más profundo de la existencia humana. Jesús presenta un mensaje que va más allá de cualquier religión, está destinado no solo al pueblo elegido, sino a toda la humanidad, a todos los seres humanos. Jesús es patrimonio de la humanidad, no solo de los creyentes. Rebasa completamente las fronteras de la Iglesia católica y las demás iglesias cristianas. Nos ha dado a conocer a Dios, como Padre, como dador de vida, que quiere la vida y la felicidad para todos los seres humanos, sin ninguna distinción de razas ni de credos, porque todos son sus hijos e hijas. La inmensa mayoría son pobres, en la actualidad suman más de las 2/3 partes de la humanidad. Esta es su elección y su predilección. El Dios de Jesús es el mismo dios que el Dios de los musulmanes, o budistas o protestantes, hinduistas, sintoístas o confucionistas. Existe un solo dios. 3.- La laicidad del Mensaje de Jesús Hay tres pasajes que indican la amplitud y la laicidad del mensaje: una, lo encontramos en las bienaventuranzas, otra, en la misión de los 72, y la tercera, en el juicio final. a) La fuerza de las llamadas Bienaventuranzas no está en su religiosidad, sino en la alternativa laica que promete. El reino de Dios se traduce hoy por la sociedad alternativa. El reino está presente no en lo religioso sino en lo laico, en lo que coinciden todos los seres humanos, y se identifica con lo ético, con la forma de vivir. La formulación laica de las llamadas bienaventuranzas se da en hoja aparte. b) En esa misión lo que Jesús encomienda a los 72 discípulos no es ninguna tarea religiosa, tal como sería enseñar una doctrina, dar una catequesis, organizar unas celebraciones rituales, o imponer unos mandamientos divinos. Nada de eso. Lo que les encarga es una tarea secular, laica. ¿En qué consiste? En remediar en lo posible el sufrimiento humano: "curad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad demonios (Mt, 10,8). Es decir, en su conjunto, se trata de curar las heridas que ha producido ese sistema político-religioso que reinaba en Israel y que se parece mucho al que tenemos ahora. Y además, todo eso darlo de balde, sin cobrar nada. Jesús no encomendó a los discípulos una misión religiosa, sino una misión humanitaria. c) En el relato del Juicio Final, todos sabemos cuál es el criterio de Jesús: en ese mensaje a todas las naciones, lo definitivo en el momento culminante de enjuiciar nuestra vida, no tendrá nada que ver con la religión, sino con lo que hagamos o dejemos de hacer, con los más necesitados y excluidos de la sociedad. Es decir, con los que tienen hambre, con los emigrantes, los enfermos, los presos, las prostitutas. 4.- El Mensaje laico de Jesús es un mensaje subversivo. Jesús no fundó la Iglesia, ni la religión, sino un movimiento de fe, implantando en el mundo una revolución. En el Evangelio de Lucas, en el interrogatorio ante Pilatos, las masas le gritan tratando de acusarle: "Este subvierte (solivianta) al pueblo enseñando por todo el país empezando en Galilea". Soliviantar, es "inducir a alguien a la oposición o a la rebeldía": incitar, agitar, alborotar. El verbo griego ἀνασείω aparece solo dos veces en el NT: Mc 15,11: "Pero los sumos sacerdotes incitaron a la multitud a pedir que les soltara mejor a Barrabás". Y en (Lc 23,5) el pueblo, la muchedumbre, le acusa ante Pilato; "Ellos (la gente) insistían "Solivianta al pueblo enseñando por todo el país judío; empezó en Galilea y ha llegado hasta aquí." (Otra nota erudita: Lucas 23:5 οἱ δὲ ἐπίσχυον λέγοντες ὅτι ἀνασείει τὸν λαὸν διδάσκων καθ᾿ ὅλης τῆς Ἰουδαίας, καὶ ἀρξάμενος ἀπὸ τῆς Γαλιλαίας ἕως ὧδε. La traducción literal es: "Ellos insistían diciendo que solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, empezando desde Galilea hasta aquí". El verbo "anaseíô" аνασειω está compuesto por la preposición "ana" y el verbo original "seíô". Este verbo significa "agitar, sacudir, hacer temblar". De este verbo deriva "seismós" de donde viene nuestro •"seismo", terremoto. La preposición "aná" significa "arriba, hacia arriba". Es muy significativo el verbo "anístemi" (ana-hístemi), que significa "colocar hacia arriba, levantar" y que es el verbo que se utiliza con frecuencia para designar la resurrección: "Dios lo levantó de entre los muertos" o simplemente "Dios lo levantó, lo resucitó". Aquí significa levantar al pueblo contra los de arriba.) Soliviantar significa mover el ánimo de la gente para inducirle a adoptar una actitud rebelde u hostil en orden a cambiar el orden público y moral, dice el Diccionario de Lengua. La manera de soliviantar que tiene Jesús no es violenta, es "enseñando". La enseñanza es una forma de subvertir el orden establecido: poner las cosas patas arriba. Jesús no estaba de acuerdo con la escala de valores de aquella sociedad que no es muy distinta de la nuestra de ahora. Lo de arriba lo pone abajo. Lo que consideramos como perdido es lo que vale, lo que todo el mundo estima que es bueno, no es tan bueno. Lo que se tiene por poder es debilidad. Siempre prevalece la vida sobre la muerte, la verdad sobre la mentira, la libertad sobre la dependencia. Y siempre el amor por encima de todo. La subversión consiste en tratar de sentar los pilares de una sociedad que no se basa en los valores del dinero, el prestigio y el poder, sino en la libertad, la justicia y el amor. Jesús desplazó lo central de la religión de su tiempo, el Templo, la Ley y los sacerdotes, hacia lo humano y la humanidad. Se pone de parte de la vida y de la felicidad de todos los seres humanos. El centro de la religión no está en lo dogmático, ni en lo ritual, ni en lo sagrado, sino en lo ético. Jesús nos ofrece un "proyecto de vida", no una serie de prácticas religiosas. Para Jesús lo sagrado es lo humano, no lo religioso. El proyecto de Jesús (laico) es incompatible con el proyecto de la religión. Jesús rechaza la religión de un Dios excluyente y un Dios violento. Jesús no se identifica con ninguna religión. Tampoco con el cristianismo. Creer en el Evangelio es sacar de nosotros mismos todo lo que es más humano, lo más común de todos los seres humanos, se trata de otra forma distinta de ver el mundo, de entender la sociedad, de crear la verdadera fraternidad que respeta los derechos humanos. No a una espiritualidad desencarnada, sino una vuelta al Jesús histórico que nos anunció un Dios-Padre misericordioso y compasivo, un Dios-Amor que quiere entrañablemente a todos sus hijos, y que denunció a los poderosos que oprimen, y se comprometió con los pobres y excluidos. Menos religión y más seguimiento de Jesús. Seguir a Jesús supone ir detrás de él, renunciar a la seguridad que da el sistema y cargar con la cruz de buscar en cada momento el auténtico modo de acompañarle. Y eso se resume en cuatro afirmaciones que Jesús hizo: "No podéis servir a Dios y al dinero", "No deis a ningún César lo que es de Dios", "Sed compasivos, como vuestro Padre celestial es compasivo" y "Los últimos serán los primeros". Jesús está por el cambio, no puede dejar las cosas como están, porque el mundo que él vivía era injusto: unos vivían muy bien a costa de otros que lo estaban pasando mal. Jesús no puede quedarse impasible, mirando para otro lado, al ver las masas arrastrándose por la pobreza y la miseria. "Se me conmueven las entrañas al ver a esta gente". (Mc. 8,2). Lo cómodo es seguir como siempre sin cambiar nada. La indiferencia es la que se queda con los brazos cruzados, no hace nada ante el dolor ajeno. Y esto hace más daño que la misma violencia que causa el sufrimiento humano. No parece que la Iglesia quiera cambiar cosas importantes para la fe de los creyentes. Permítanme un paréntesis subversivo respecto a la institución Iglesia: Mientras siga mandando y gobernando la Curia Romana, otra Iglesia es imposible. Mientras siga vigente el actual Código de Derecho Canónico que entroniza al Papa como un Rey Absoluto, otra Iglesia es imposible. Mientras esta institución eclesiástica siga atada y bien atada a este Capitalismo perverso, otra Iglesia es imposible. Mientras siga formando parte de las estructuras de esta Globalización financiera y especulativa, esta Iglesia no puede abrir la boca para pronunciar el Mensaje de Jesús. Mientras no sea capaz de reconocer los Derechos humanos dentro y los exija hipócritamente fuera, otra Iglesia es imposible. Mientras siga existiendo el Vaticano como Estado pontificio con sus riquezas, su cuerpo diplomático y su poder político, otra Iglesia es imposible, Mientras continúe en el entramado político, económico, jurídico y social del mundo de los ricos, es imposible que pueda decir una palabra al mundo de los empobrecidos. Se encuentra situada en la línea base del Sistema que hace cada vez más pobres a los pobres, y más ricos a los ricos. Ha olvidado completamente la sentencia de Jesús que dice que "no se puede servir a dos señores, no podéis servir a servir a Dios y al Capital". Esta Iglesia no existe, no tiene nada que ver con el Mensaje de Jesús. Después de este paréntesis, vamos a ver, finalmente, las dos preferencias escandalosas de Jesús: los perdidos y los últimos. A) Preferencia por los perdidos Las parábolas son un ejemplo claro de la rebeldía de Jesús ante el orden establecido. Aparecen dos grupos de personas: la gente respetable y la gente insignificante, los don nadie, las mujeres, los enfermos, los que no figuran en esta sociedad. En estas parábolas Jesús hace patente que lo que tendría que ser lo normal en la vida, es lo "raro". Estas parábolas presentan la vida tal y como es y por otra parte la vida tal y como tendría que ser o como podría ser. ¿Es normal que el hijo que dilapidó toda la fortuna de su padre y viviendo desenfrenadamente le organicen una fiesta por todo lo alto cuando vuelve a casa? Este es el hijo perdido, nada de "hijo pródigo", hijo perdido. Jesús pone la vida al revés. Tiene preferencia, tiene un cariño especial por los perdidos. Jesús hace fiesta, se alegra, por la vuelta de su hijo que "estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y se le ha encontrado" (Lc. 15.24). Igual le pasa con la oveja perdida (Lc.15,6). Lo mismo que con la moneda que había perdido la mujer. Tiene menos valor el hijo mayor que se queda en casa. Tienen menos valor las 99 ovejas que se quedan en el redil, o el resto del dinero que tiene en su casa la mujer, que lo que ha perdido. Lo que para la mayoría no tiene valor, lo que está perdido, eso es lo que prefiere Jesús ¿Quiénes son los que pierden y quienes los que ganan? Jesús vino buscando los "balas perdidas" para salvarlos. Todo lo contrario de lo que podría hacer el Derecho Canónico. B) Preferencia por los últimos: Jesús lo dice muy claramente: "Los últimos serán los primeros" (Mc 10,31).Frente al reinado del dinero y del poder Jesús introduce una pasión en la historia: que los últimos dejen de serlo, que la sociedad, les den la primacía para construir un mundo sin últimos ni primeros o, al menos, con la menor desigualdad posible entre seres humanos convocados a ser hermanos. La pasión por el Reino de Dios, es decir, por la realidad histórica, se convierte en pasión cristiana por la primacía de los últimos. Jesús crea una especial sensibilidad e interés por conocer y transformar las condiciones de vida en que se encuentran los últimos de cada sociedad y de la humanidad en su conjunto. Realiza una fuerte crítica y denuncia de los mecanismos de riqueza y poder que causan esa situación, y un comportamiento por la emancipación de los empobrecidos que tienen que constituir el centro de toda la vida colectiva hasta que dejen de serlo. A Dios solo se le puede acoger construyendo un mundo que tenga como primera meta la dignidad de los últimos. Los últimos son los más necesitados de todo, de comida, de aprecio social y humano, a los que no se les reconocen sus derechos, los analfabetos, los que viven sin dignidad, esos, los pobres, los parados, los sin techo, los que tienen hambre, los que desprecia casi todo el mundo, los inmigrantes, los que viven años y años en campamentos de supervivencia, es decir, los últimos, los nadie, los olvidados, los que sobran en esta sociedad, todos esos son los primeros para Jesús, los que requieren toda su atención. Se trata de una inversión radical de los valores y de la situación establecida. Jesús corta por lo sano y lo dice sin rodeos "El que quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos" (Mc 9,35). Jesús es un raro, un hombre extraño, todo lo saca de quicio. Un subversivo. Como conclusión, y ya termino, podemos decir que el Mensaje de Jesús es laico, porque es lo más humano, y al mismo tiempo es lo más universal. Y lo más humano y lo más universal es casi siempre lo más subversivo. Y podemos añadir que lo más humano es también poder confiar plenamente en otro ser humano. Que estas jornadas nos puedan servir para confiar un poco más en esa deliciosa y conflictiva humanidad de Jesús. Muchas gracias. |
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