Sigue el camino hacia Jerusalén. Marcos emplea la misma estrategia literaria que en el capítulo anterior, cuando los discípulos discutían quién era el más importante. Después de anunciar, por tercera vez, su pasión, el evangelio propone una reacción totalmente opuesta a la enseñanza de Jesús. Los doce siguen buscando los privilegios del poder. Los apóstoles siguen pensando, que la subida a Jerusalén va a culminar con su entronización como Rey.
El domingo pasado eran las posesiones, hoy es el poder, los dos pilares del egoísmo, que se entremezclan y se sustentan mutuamente. Con este relato se cierra un ciclo que abarca los tres anuncios de la pasión y las enseñanzas de esa propuesta. EXPLICACIÓN Los dos hermanos, que se acercan a Jesús, le llaman pomposamente maestro, pero van a decirle lo que tiene que hacer, no a aprender lo que él les está enseñando. "Uno a tu derecha y otro a tu izquierda". Parece que Santiago y Juan están pidiendo los primeros puestos en el reino terreno que Jesús va a instaurar en Jerusalén. Pero aunque estuvieran pensando en el reino escatológico, más allá de este mundo, se estaría manifestando el mismo afán de superioridad. Ya decíamos el domingo pasado que la actitud egoísta es la misma, se pretendan seguridades para el más acá o para el más allá. No sabéis lo que pedís. Se refleja una diferencia abismal de criterios. Jesús y los discípulos están en distinta longitud de onda. Con esta frase, Marcos puede estar proponiendo una sutil proyección sobre el momento mismo de la muerte de Jesús. Si tenemos en cuenta que, para Jesús, el lugar de la gloria es la cruz, le estarían pidiendo que fueran con él a la muerte. Curiosamente, todos los evangelios nos dicen que, efectivamente, había en aquel momento uno a su derecha y otra a su izquierda, pero eran malhechores comunes. Los otros diez se indignaron. Esta reacción no es más que la señal de que todos estaban en la misma dinámica. También en la protesta por lo que hace otro podemos manifestar el deseo de hacer lo mismo. El resto de los discípulos tenían las mismas ambiciones que los dos hermanos, pero eran cobardes y no tenían la valentía de manifestarlo. La inmensa mayoría de los cristianos seguimos intentando utilizando a Dios en nuestro provecho. Los jefes de los pueblos lo tiranizan... Es impresionante el resumen que hace de la manera de utilizar el poder en el mundo. Fíjate bien, Jesús no critica ni la democracia ni la monarquía; critica a las personas que ejercen el poder oprimiendo. Jesús da por supuesto que en el ámbito civil, lo normal, es ejercer el poder tiranizando y oprimiendo a los demás. Pero ¡qué distinto lo que propone a sus seguidores! "Nada de eso" sino todo lo contrario: Servir. Una lección que los cristianos olvidaron demasiado pronto. El Hijo de hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida... Ahora no son los jefes de los sacerdotes los que le quitan la vida, sino que es él el que la entrega libremente. Este cambio de perspectiva es muy importante para el sentido general. Al decir que da su vida, el texto griego no dice "zoe" ni "bios" sino "psyche", que no significa exactamente vida, sino el fundamento específicamente humano de la vida, lo psicológico. Dar su vida, no significaría entregar su vida biológica muriendo, sino poner su humanidad al servicio de los demás mientras vive. Sería dar su vida, sirviendo. APLICACIÓN Es muy común que, en la homilía de hoy, se critique a la Iglesia porque no sigue el evangelio huyendo de todo poder y dedicarse al servicio de los demás, pero hay que tener mucho cuidado, porque los entes de razón no son sujetos de reacciones humanas. Jesús critica a la persona concreta que actúa desde el poder para oprimir a los demás. Son las personas concretas, con nombre y apellidos las que hoy en la Iglesia están actuando sin tener en cuenta el evangelio. Bastaría con que uno solo de esos jerarcas sirviera de verdad a los demás para que no se pudiera decir que la "jerarquía" oprime o tiraniza. Es curioso que el mismo J. Ratzinger (el Papa actual), en un libro ('El nuevo pueblo de Dios') que se publicó en español en 1972, se pregunta, "cómo los sucesotes de los apóstoles, en tiempo de Constantino, llegaron a considerar como correcto lo contrario de lo que les había dicho Jesús a los discípulos". La verdad es que Constantino, o quien fuera, prometió toda clase de privilegios a aquellos que en aquel momento estaban al frente de la Iglesia, y lo hizo de manera tan convincente que cayeron en la trampa y la mayoría de los dirigentes de hoy día siguen encontrándose tan a gusto, aunque estén a años luz del evangelio. Es más, cada siglo que pasa van encontrando más argumentos para justificar un poder sagrado absoluto. El evangelio nos dice, por activa y por pasiva, que el cristiano es un ser para los demás. Si no entendemos esto, no hemos comprendido el abc del cristianismo. Pero este mensaje es también la x, porque es la incógnita más difícil de despejar, la realidad más camuflada bajo la ideología justificadora que siempre segrega toda religión institucionalizada. Somos cristianos en la medida que nos damos a los demás. Dejamos de serlo en la medida que nos aprovechamos o queremos dominarlos de cualquier forma. Este principio básico del cristianismo no ha venido de ningún mundo galáctico. Ha llegado hasta nosotros gracias a un ser humano en todo semejante a nosotros. Lo descubrió en lo más hondo de su ser. Al comprender lo que Dios era en él, al percibirlo como don total, Jesús hizo el más profundo descubrimiento de su vida. Entendió que la grandeza del ser humano consiste en esa posibilidad que tiene de darse como Dios se da. Jesús descubrió que ese era el fin supremo del hombre, darse, entregarse totalmente, definiti¬vamente. En ese don total, encuentra el hombre su plena realización. Cuando descubre que la base de su ser es el mismo Dios, descubre la necesidad de superar el apego al falso yo. Liberado del "ego", se encuentra con la verdadera realidad que es. En ese momento, su ser se expande y se identifica con el Ser absoluto. El ser humano se hace uno con Él. Esa es la meta, no hay más. Ni Dios puede añadir nada a ese ser, porque es ya una misma cosa en él. Mientras no haga este descubrimiento, estaré en la dinámica del joven rico, de los dos hermanos y de los demás apóstoles: buscaré más riquezas, el puesto mejor y el dominio de los demás para que estén a mi servicio. El objetivo de mi vida será la potenciación del "ego" que creo ser. Aquí no valen programaciones. Si acepto darme a los demás por programa¬ción, será a regañadientes y además porque espero una recompensa, aunque sea espiritual; ya estoy buscando potenciar mi "ego". Tampoco se trata de sufrir, de humillarse ante Dios o ante los demás, esperando que después, Dios me lo pagará con creces. Debemos superar esta trampa y descubrir la máxima gloria en vivir y desvivirse en beneficio de los demás. No entender esta verdad, nos ha llevado a exigir de Dios, incluso para Jesús, una gloria. La necesidad de un lenguaje sobre Jesús glorificado, es fruto de esta incomprensión. El 90% del lenguaje sobre Jesús, está hecho desde esta perspectiva. En el evangelio hay datos más que suficientes para descubrir esta falsedad, pero nos agarramos a un clavo ardiendo para no aceptar la verdad. El hombre ha tenido siempre miedo a la oscuridad. Lo sorprendente es que también tiene pánico a la luz, cuando ilumina demasiado. El objetivo de Jesús como ser humano fue entregarse, deshacerse, aniquilarse en beneficio de los demás. Ahí, y no después, llegó a su plenitud, como ser humano. Su consumación fue idéntica realidad a su consumición en favor de los demás. No lo hizo esperando una recompensa de gloria. La superación de yo y la identificación con Dios es ya su máxima gloria. No puede haber más. ¡Estamos a años luz del evangelio! Meditación-contemplación Opresión, tiranía, sometimiento, esclavitud, servidumbre. Entre vosotros nada de eso, dice Jesús. La realidad nos está diciendo, todo eso lo encontramos en cada uno de nosotros. ................... Si la esencia del cristiano es el amor de servicio y eso no lo cumplimos, ¿qué hemos hecho del cristianismo de Jesús? ¿No nos estamos engañando con una moral tranquilizante? ..................... La larga lucho que tuvo Jesús con sus discípulos para que superaran su mentalidad egoísta, es la misma que tenemos que llevar a cabo cada uno de nosotros contra nosotros mismos.
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El texto de Marcos muestra bien a las claras las dificultades que tenían los discípulos para entender a Jesús. Seguían pensando en un Mesías político, buscaban carteras ministeriales, querían triunfar por el poder, el prestigio... se habían arrimado al carro del que pensaban que iba a ganar.
Esta situación se prolonga dramáticamente durante toda la vida de Jesús, y los evangelistas la reflejan muchas veces. (Mateo 18, Mateo 23, Marcos 9, Lucas 9, Lucas 22). La respuesta de Jesús es siempre la misma: "el que sea el mayor, que sirva el que más" "el mayor es el niño"... Todo esto culmina de forma espectacular en la escena que se ha considerado como "el testamento" de Jesús, narrada por Juan (12, 50), cuando al principio de la última cena Jesús lava los pies a los discípulos, como un esclavo. R E F L E X I Ó N Como nos viene ocurriendo en la lectura de Marcos, la escena se convierte de "histórica" en simbólica y nos representa, a cada cristiano y a la iglesia, revelando uno de los lados oscuros de nuestra religiosidad. Jesús, profeta, desenmascara un pecado oculto en el fondo de nuestro sentido religioso. El aspecto histórico del evangelio se muestra aquí con claridad. Los evangelistas no disimulan la mediocridad de las intenciones de los Doce. Ni siquiera un evangelio tan "apostólico" como Mateo evita la narración de estos episodios en que se muestra la escasa comprensión de los discípulos. Son personas necesitadas de conversión. Seguir a Jesús no ha significado automáticamente la transformación de sus valores, de sus expectativas. El seguimiento físico, "irse con Él", será sólo el principio del seguimiento espiritual. Este proceso aparece claramente en las narraciones evangélicas y en los Hechos. Lucas nos muestra a los doce disputándose los primeros puestos en la última cena. Pero la primera comunidad reflejada en los Hechos ya ha abandonado toda pretensión de superioridad de unos sobre otros, hasta tal punto que en ella no se ven "jefes", ni siquiera "sacerdotes", ni mucho menos "primeros" que ejerzan su autoridad de manera ni lejanamente parecida al modo mundano de mandar. Si en los evangelios aparecen los discípulos con ansias de poder mundano, en los Hechos aparecen ya "convertidos": han asumido su función: servir, como el Maestro sirvió. Esto significa que han creído en Jesús, han aceptado a Jesús por encima de todos los mesianismos patrióticos y de todas las tradiciones anteriores. Se han convertido a Jesús y han hecho de Él su norma única. Con todo esto se nos ofrece la interpretación definitiva y única de mesianismo. Nada de reino con poderes humanos, nada de dominio, nada de triunfo espectacular, nada de riqueza, nada de esplendores exteriores. Entrega plena al servicio, para rescatar a muchos, para que se liberen precisamente de esos mesianismos, que son "del mundo", es decir, frutos del pecado. Nosotros, la Iglesia, comunidad de creyentes, estamos sometidos al mismo proceso de pecado y conversión. Es innegable que la iglesia quiere seguir a Jesús y es evidente la presencia en ella de la tentación mesiánico-davídica. El espectáculo exterior de la iglesia recuerda a veces a las embajadas de los grandes emperadores antiguos, que mostraban el poder de su señor por medio del esplendor de la embajada misma, a la que se tributaban los mismos honores que se debían al señor. Me parece muy lógica la lectura que a veces se hace de la Iglesia como embajadora de Dios y por tanto acreedora de respeto y honores. Esta condición se muestra, también lógicamente, en el esplendor externo, en el ejercicio de una autoridad, dogmática y disciplinar, derivada de la autoridad divina, y en el autoconvencimiento de su superioridad sobre todos los demás, fundado en que Jesús, el Hijo Único, le ha encomendado a ella, y no a otros, la Misión de predicarlo al mundo. Toda esta lógica humana se desmorona sin embargo por dos consideraciones. La primera es que no es ésta la lógica de Jesús, que Jesús no fue así. Y éste es el centro mensaje del evangelio de hoy: "El Hijo del hombre no ha venido a ser servido". La Iglesia anuncia y prolonga a Jesús; y Jesús no es un Rey, no es un Mesías-davídico, no es un poder. Por tanto, la Iglesia tampoco. Y la segunda consideración es que la Iglesia es embajadora de Jesús solamente por su grado de conversión, no por otorgamientos jurídicos o consideraciones metafísicas. Si la iglesia se entrega al servicio para la liberación del ser humano, es la iglesia de Jesús. Si no lo hace y en la medida en que no lo haga, no es más que una sociedad humana lejanamente inspirada en Jesús. La condición de la Iglesia como Misión, como sacramento de Cristo, como presencia en el mundo del Resucitado no es una cuestión de fundación, de condición jurídica, de transmisión de poderes, de popularidad. Es cuestión de realidades objetivas, es decir, de hacer presente en el mundo el Espíritu de Jesús: servir para liberar, huyendo explícitamente de ser servido. PARA NUESTRA ORACIÓN Cada uno de los que seguimos a Jesús recibimos en este evangelio un mensaje personal estimulante: Seguir a Jesús, convertirse, beber el cáliz. Demasiadas veces, nuestra situación como cristianos es de instalación: somos creyentes, disfrutamos de la luz y de la gracia, celebramos la Acción de Gracias por los dones recibidos... Aquí también, los pasajes evangélicos se convierten en nuestros retratos. Somos como aquellos doce que siguieron a Jesús, pero seguían sin entenderle bien, tenían por delante todo un proceso de conversión y una promesa: beber como Jesús el cáliz. La verdad es que el mesianismo de aquellos doce no es, la mayoría de las veces, nuestra tentación. No es que nos sintamos redentores dispuestos al servicio heroico y espectacular. Más bien nos aqueja la tentación contraria: disfrutar de la cómoda mediocridad de la salvación recibida gratis y aceptada como privilegio con escaso sentido de conversión y de misión. La Palabra de Jesús más bien nos confirma en nuestro modo de vida, no suele ser un estímulo para cambiar sino un tranquilizante para seguir igual. En resumen y en el fondo, los Doce fueron llamados para la Misión, no para un estado de privilegio. Como el mismo Israel, pueblo encargado por Dios de darle a conocer, tenemos, como sociedad y como individuos, la tentación de apoderarnos de la misión para convertirla en privilegio, sentirnos agradecidos por lo recibido sin considerarnos llamados a la conversión y el servicio. SALMO 89 Expresamos con este Salmo nuestra confianza en Dios: nosotros, la Iglesia, somos su obra: le rogamos que la lleve adelante, que nos libre de nuestras mediocridades y sea él quien convierta nuestro corazón. Yo canto el amor eterno del Señor, constantemente proclamo su fidelidad, proclamo que el amor es el cimiento eterno, que la fidelidad es el cimiento de los cielos. ¿Quién como el Señor en los cielos? ¿Quién semejante a El entre los santos? Yo te invocaré: "Señor, Padre mío, mi Dios, mi Roca, mi Salvador" "Si mis hijos abandonan mi Ley y no caminan según mis preceptos les visitaré con la vara del castigo los corregiré de sus errores pero sin retirarles mi amor sin fallarles en mi fidelidad." ¿Hasta cuándo, Señor, estarás oculto? ¿Se va a encender tu cólera contra tus hijos? ¡Acuérdate de qué barro nos has hecho, acuérdate de la humillación en que vivimos! ¡Bendito sea el nombre del Señor ahora y para siempre.! Katharine Jefferts Schori, obispa presidente de la Iglesia Episcopal en Estados Unidos, hace una petición a los candidatos presidenciales: “En su preparación para los próximos debates, yo les ruego que articulen un fuerte compromiso en apoyo de una resolución justa y pacífica del conflicto árabe-palestino, así como un plan definido de cómo haría usted para apoyar esa meta en los próximos cuatro años”.
El arzobispo de Cantórbery, Rowan Williams, primado de la Iglesia de Inglaterra y líder espiritual de la Comunión Anglicana, ha sido invitado por el papa Benedicto XVI para hablarle al sínodo de obispos que se reúne en el Vaticano. Williams dijo a los 262 obispos congregados en la Basílica de San Pedro en “la contemplación encontramos el verdadero rostro de Cristo” pero “cuanto más separados estemos como cristianos de distintas confesiones, menos convincente será ese rostro”. Añadió que el Concilio Vaticano II produjo una renovación de las iglesias y un aumento de su credibilidad ante el mundo. Un estudio del Foro Pew Sobre Religión y Vida Pública revela que por primera vez en la historia de Estados Unidos, no hay mayoría protestante entre sus habitantes. La razón: el al aumento de personas en el país que no tienen filiación religiosa. El Foro informó que la población protestante es inferior al 50 por ciento. El estudio también revela que por primera vez no hay ningún protestante en la Corte Suprema de Justicia. Como parte de las reformas económicas en Cuba, el gobierno cerró la semana pasada 54 hospitales de los 161 existentes en la isla. Hace dos años se hizo una reducción del 25 por ciento según informes de la Oficina Nacional de Estadística e Información. Así mismo hubo una reducción menor del número de centros sanitarios, policlínicos, puestos médicos, y clínicas dentales que prestan atención médica gratuita a los 11.2 millones de habitantes. En La Habana un nutrido grupo de médicos hicieron una carta al gobernante Raúl Castro dándole cuenta del “estado de abandono” del hospital universitario Calixto García, adjunto a la antigua Escuela de Medicina de la Universidad de La Habana. Una corte de apelaciones de Moscú liberó la semana pasada a Yekaterina Samutsevich, integrante del grupo feminista ruso de música punk Pussy Riot, pero ratificó la sentencia de dos años de prisión para las otras dos jóvenes encarceladas por una “irreverente protesta” en la catedral de Moscú. Las jóvenes pidieron a la Virgen María que salvara a Rusia de Putin cuando se realizaran las elecciones en marzo, donde podría ganar un tercer mandato. Amnistía Internacional criticó fuertemente la decisión. Joaquim Barbosa un magistrado, de 56 años de edad, ha sido electo presidente de la Corte Suprema de Justicia de Brasil, convirtiéndose así en ser el primer negro en ocupar esta alta posición del máximo tribunal. Su elección es por un plazo de dos años. Barbosa procede de una familia pobre de ocho hijos que con mucho esfuerzo logró estudiar y ascender a altas posiciones en la legislatura brasileña. En estos momentos está estudiando un caso de corrupción que involucra una componenda legislativa de dinero por votos. Una nota de prensa de Salt Lake City, Utah, dice en parte: “La práctica de la poligamia está estrictamente prohibida en nuestra iglesia y se inició durante la vida de Joseph Smith, pero se hizo pública y ampliamente conocida en la época de Brigham Young". Añade que grupos polígamos en la parte occidental de Canadá y Estados Unidos no tienen ningún tipo de filiación con los mormones. Olga Shirley, viuda del obispo Lemuel Shirley de Panamá, falleció el 9 de octubre a los 84 años de edad. Desde su juventud luchó por la inclusión de las mujeres en la obra de la iglesia. Ocupó varios cargos nacionales e internacionales en la iglesia y fue un ejemplo de fe y acción. Gracias a Dios por su ministerio. Una amable lectora nos pide que en esta columna sólo publiquemos “noticias positivas”. La idea parece buena pero si así fuera la columna perdería muy pronto su credibilidad. Si los que escribieron la Biblia se hubieran limitado a reportar lo positivo no sabríamos de la negación de Pedro, ni la traición de Judas, ni de la vida de mujeriego del rey David o de tantos otros episodios bíblicos que muestran el pecado humano. El Sagrado Libro no nos retrataría como verdaderamente somos y no necesitaríamos un Salvador. Gracias por su carta. Cincuentenario de un Concilio en quiebra...
Querida Iglesia, ya no eres la barca de Pedro, sino una vetusta nave de la orgullosa y ahora difunta White Star Line. Imbuida de tus glorias pasadas, te crees insumergible ya que dices: ¡"Soy infalible! "... Abre los ojos. La banquisa está allí muy cerca, sobre tu derecha. A tu barco dale enseguida un vigoroso golpe de timón hacia la izquierda, si no te vas a hundir como el Titanic, tú, la reina de los mares, tú, la nueva Tiro... (Ezequiel 27, 25-36). El deber de conversión es también para ti, sabes. Es cierto que por la izquierda se corren grandes riesgos, pero hoy en día es allí donde se encuentra el pescado. Porque es allí donde late el corazón, el sueño, la utopía, la intuición de ese Reino, por el cual Jesús dio su vida. O haces rumbo a toda máquina hacia estas tierras mal desbrozadas que necesitan de ti, o te vas a pique al fondo del mar. Desde Marshall McLuhan, todo el mundo sabe que "el medio es el mensaje", o, si prefieres, "el mensaje es el mensajero". De tanto no encarnar lo que intenta transmitir, el mensajero termina perdiendo toda credibilidad. Y al final, muchos le dan la espalda tanto al mensaje como al mensajero. Hoy en día mucha gente se burla de Dios y no le presta más atención al Evangelio, porque la Iglesia, que se presenta al mundo como mensajera de ambos, ya tiene muy poca credibilidad. Qué conste, aquí no me refiero sino a la gran Iglesia en su aspecto imperial, con sus estructuras, su mentalidad, su forma de gobierno, su moral y sus parafernalias de épocas muertas. Y no, por cierto, a estos pequeños grupos de fieles lúcidos y valientes que, en varias partes del mundo, encuentran aún la forma de seguir adelante a pesar de no ser tomados en cuenta por la gran iglesia, o de verse forzados a vivir al margen de ella. Por de pronto, tú que te identificas tan "humildemente"... como la única y verdadera Iglesia de Cristo, has manifestado tu firme propósito de re-evangelizar a esta parte del mundo que has perdido. Nada más normal puesto que para eso has sido inventada. Pero hace treinta años que te propones lo mismo y no pasa nada. Has de entender que para evangelizar no existen mil medios, sino uno solo: que tú misma te vuelvas Evangelio de pies a cabeza, en tu corazón, en tus vértebras, en tus huesos, es decir, en tu forma de ser, de pensar, de vivir, de organizarte, de trabajar y de hablar. El mayor obstáculo a tu proyecto de evangelización, no lo busques lejos, porque tú misma eres ese obstáculo. Mírate en el espejo y, con la mano en el corazón, dime si Jesús se reconocería en ti. ¿Puede uno leer fácilmente sobre tus rasgos el Evangelio de Jesús? Te apuesto que no. Sería como pedir a un analfabeto que descifrara unos jeroglíficos mayas o unos ideogramas chinos. Personalmente no puedo hacer tal lectura, a pesar de que yo tenga algunas nociones de chino... Te suplico, deja, por favor, de confundir la Buena Noticia de Jesús con tu indecente y ridículo alineamiento con la augusta sabandija que embauca y estruja al mundo. Renuncia a tu obsesión enfermiza por el sexo, tema que en tus tribunas ha llegado a copar todo el espacio que por derecho divino corresponde exclusivamente al anuncio alegre de la Buena Noticia a los pobres y a los oprimidos. Deja de ver enemigos por todas partes cuando, en realidad, no tienes peor enemigo que tú misma. Además, antes de sentirte continuamente perseguida por el mundo entero, deja de acosar a los que muy afortunadamente no piensan del todo como tú. Si, a veces, te cuesta demasiado predicar toda la verdad de Jesús ante los crímenes contra la humanidad que cada día se cometen en el mundo, sería mejor que te calles. Pues de tanto adaptar el evangelio a tus intereses de clase, lo has vuelto estéril y tan nefasto como la mentira. Si, por fin, se te ocurre que haya en ti cosas que no se pueden ni se deben cambiar, ten por seguro que realmente te estás tomando por Dios y que por lo tanto ya no se puede esperar nada de ti (Ezequiel 28, 1-19). Pero sigo pensando que todavía puedes esquivar la banquisa, si quieres. La iglesia católica necesitaba impulsos de renovación, de ello no hay ninguna duda en la distancia. Había pensamientos y búsquedas distintos, ensayos de aperturas, intentos de sintonías con el mundo moderno. El Concilio no sale de la nada, se prepara en procesos anteriores y/o simultáneos: Personajes como León Bloy, Maurice Blondel, Emanuel Mounier, Edir Stein, Dorothy Day, Madeleine Delbrél; teólogos como Marie Dominique Chenù, Ives Congard, Edwar Schillebeeckkx, Henri de Lubac; los movimientos laicales de acción católica especializada; la reflexión teológico-social en Lovaina; los obispos comprometidos con los pobres y la justicia en América Latina… todos estos caminos fueron cristalizando la urgencia de cambios más profundos. Es claro sin embargo que sin el talante profético de Juan XXIII no se habría hecho realidad esta necesidad sentida.
Los años en que se gesta la teología conciliar son los mismos en los que en América Latina se gesta la teología de la liberación. Estos caminos prepararían de manera especial a la iglesia del subcontinente para la reunión de Medellín que en 1968 actualiza los principales pasos inspirados en el Vaticano II. La convocatoria al concilio, su preparación, sus primeros impulsos, generaron un clima de esperanza, de rejuvenecimiento, corrientes intraeclesiales que significaban dinámicas inéditas y novedosas. A pesar de los límites obvios del desarrollo y las conclusiones conciliares, los avances y lo conseguido en este tiempo de trabajo marcó a la iglesia fuertemente y permitió a los cristianos y cristianas una mayor cercanía a la sensibilidad y las preocupaciones modernas. En las relecturas de este acontecimiento cada uno señala desde su propia sensibilidad esos límites. Jon Sobrino, por ejemplo dice lo siguiente: La iglesia de los pobres es una clara laguna en el concilio, que no se puede llenar con textos, por muy importantes que sean por otros capítulos. La iglesia reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su fundador pobre y paciente, se esfuerza en remediar sus necesidades y procura servir en ellos a Cristo. (LG 8). Estas palabras algo dice de la misión de la iglesia y de su espiritualidad, pero no toca su ser pobre, ni su destino de persecución por defender a los pobres. No se tenía en cuenta la dimensión histórica y dialéctica del pobre. Ni menos aún su dimensión salvífica; la iglesia debe servir a los pobres, sí, pero los pobres pueden salvar a la iglesia. # En esta perspectiva de las lagunas, es mucho más lo que se puede decir de la mujer. El concilio preparó a la iglesia para encontrarse mejor con y en el mundo moderno ante el cual había y continúa habiendo una fractura. El concilio llenó a los católicos de optimismo. Juan XXIII en su discurso inaugural alienta a los conciliares con estas palabras: La iglesia asiste en nuestros días a una grave crisis de la humanidad, que traerá consigo profundas mutaciones. Un orden nuevo se está gestando, y la iglesia tiene ante sí misiones inmensas, como en las épocas trágicas de la historia. Porque lo que se exige hoy de la iglesia es que infunda en las venas de la humanidad la virtud perenne, vital y divina del Evangelio… Nos creemos vislumbrar en medio de tantas tinieblas, no pocos indicios que nos hacen concebir esperanzas de tiempos mejores para la iglesia y la humanidad.# Señalo algunos ejes como los principales logros de este acontecimiento eclesial: Reconocimiento de la dignidad de los laicos y propuesta de una imagen de la iglesia como pueblo de Dios. Propuso, aunque ello no se logró plenamente, la democratización de las estructuras propias internas, tratando de eliminar los verticalismos extremos. Impulsó el aggiornamento, es decir la atención a los signos de los tiempos y la sintonía con el desarrollo del mundo actual. Igualmente se avanzó mucho en el contacto directo de los y las católicos con la Palabra, a partir del Concilio la Biblia se difundió entre laicas y laicos, cosa no pensable antes. Es claro que desde los impulsos iníciales y desde las intuiciones se realizó un esfuerzo, pero ese esfuerzo no dio de sí todo lo que se esperaba: la estructura eclesial con su peso de siglos impuso sus dinámicas de poder y exclusión. Gladys Parentelli, una de las mujeres latinoamericanas presente en los corredores del Vaticano, nos habla en estos términos de su profunda decepción: En esa época yo me encontraba bien desorientada, decepcionada de la iglesia o de ese feo rostro de la iglesia que estaba conociendo. Recuerdo que en un oportunidad, erré durante horas por las calles de Roma, pensando en todo eso, y de repente, me encontré al borde del río Tíber, que me miraba desde su cauce de aguas turbulentas, marrones, contaminadas, y hasta, pienso, que llegué a preguntarme si tirándome al Tíber no se solucionaría, de una vez, toda esa sucia situación en la cual me encontraba. Mi desilusión era tal que eso me llevó a decidir no seguir allí perdiendo mi tiempo y regresar a Lovaina a continuar con mi trabajo. Aunque debo reconocer que esa fue una época de aprendizaje de todo tipo, especialmente acerca de los métodos de la curia. Regresé a Lovaina y ya no volví a asistir a la sesión del Concilio, que se clausuró ese mismo año. # Juan XXIII primero y Pablo VI después, con mayor buena voluntad que lucidez o posibilidades reales, nombra a 17 mujeres auditoras en el Concilio. Estos nombramientos que se hicieron por etapas, tuvieron mucha resistencia en la curia vaticana y su puesta en marcha y publicación se torpedearon continuamente. Fueron nombradas mujeres religiosas: superioras mayores y directoras y acompañantes de algunos movimientos internacionales de acción católica. Su labor fue absolutamente nominal: pudieron participar en las actividades aledañas al desarrollo mismo de las sesiones, pudieron llegar al Vaticano a algunas plenarias, pudieron estar presentes en la sala de prensa, pero nada más. No tuvieron ni siquiera la oportunidad de opinar sobre ninguno de los documentos a pesar de haberlo pedido. El nombre de auditoras pareció responder más bien a un deseo por parte de ambos Papas de un cierto testimonio de mujeres en el hecho mismo del Concilio sin que de ello se pudiera derivar ninguna intervención por su parte. De otro lado la mención de la mujer en los documentos conciliares es totalmente marginal y circunstancial, sin que esas menciones conlleven, sugieran o motiven ninguna profundización en su verdadera realidad intra o extraeclesial. Quizás lo más significativo lo encontramos en la Constitución, Gaudium et spes, nº 29: Es evidente que no todos los hombres son iguales en lo que toca a la capacidad física y a las cualidades intelectuales y morales. Sin embargo toda forma de discriminación en los derechos fundamentales de la persona, ya sea social o cultural, por motivos de sexo, raza, color, condición social, lengua o religión, debe ser vencida y eliminada por ser contraria al plan divino. En verdad es lamentable que los derechos fundamentales de la persona no estén todavía protegidos en la forma debida por todas partes. Es lo que sucede cuando se niega a la mujer el derecho de escoger libremente esposo y de abrazar el estado de vida que prefiera o se le impide tener acceso a una educación y a una cultura iguales a los que se conceden al hombre. Como en otras oportunidades hay una declaración de principios impecable: se condena cualquier tipo de discriminación por cualquier razón de sexo y u otras condiciones, sin embargo a la hora de sacar las consecuencias prácticas parece aplicarse lo contrario a lo sugerido en el evangelio: se mira más la mota en el ojo ajena que la paja en el propio. Pareciera que la discriminación de la mujer se dé más en culturas donde hay una falta de libertad ostensible que en Occidente, donde por ser más sutil no deja de ser más real. De otro lado se reconoce la justa lucha de la mujer por sus reivindicaciones y se afirma que allí encontramos un signo de los tiempos; igualmente se sostiene que es necesario que ella tenga un espacio especial y responsabilidades concretas en el apostolado laical. Se afirma igualmente el que la iglesia siempre ha defendido y reivindicado a la mujer. Sin embargo revisando detalladamente el Concilio desde la mirada y los intereses femeninos me voy a detener en dos limitaciones, ambas igualmente fuertes que se hicieron patentes en esos años y que siguen siendo patentes hoy. De un lado no se reconoce a la mujer la posibilidad de un cambio radical y/o de cambios más o menos significativos en lo que respecta a entender su propia naturaleza, su vocación, su destino social. En el mensaje final de Pablo VI a las mujeres, al cierre del Concilio, se dice: Vosotras las mujeres, tenéis siempre como misión la guardia del hogar, el amor a las fuentes de la vida, el sentido de la cuna. Estáis presentes en el misterio de la vida que comienza. Consoláis la partida de la muerte. Nuestra técnica lleva el riesgo de convertirse en inhumana. Reconciliad a los hombres con la vida. Y, sobre todo, velad, os lo suplicamos, por el porvenir de nuestra especie… La iglesia reivindica la igualdad de la mujer y el que se le trate bien, pero todo ello sin contemplar el que pueda asumir destinos diferentes a una vida ligada a la maternidad. Las posturas católicas oficiales muestran estar ancladas en una concepción naturalista y biologista de los seres humanos, que desconoce totalmente la construcción socio-cultural de la sexualidad y del género. Por ello a las mujeres se les ligan prioritariamente con su maternidad como destino. Destino que ella debe asumir y que la limita además de que la carga de obligaciones morales y sociales. Las consecuencias nefastas para la sociedad en su conjunto las podemos ver la mayoría de los barrios de las periferias urbanas de América Latina habitadas por mujeres que sostienen el 90% de la vida y por hombres completamente irresponsables, itinerantes y ausentes. Quizás lo que es más importante: Ni en el Concilio, ni después la iglesia católica ha asumido una tarea absolutamente urgente y necesaria: Revisar a fondo, sin temores ni prejuicios el papel, la situación y la tremenda desigualdad de la mujer al interior de sus propias estructuras organizativas y pastorales. Mientras esta tarea no se cumpla, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que para las mujeres del mundo el Concilio no trajo una puesta al día. La posición de la mujer al interior de la iglesia católica continúa respondiendo a un paradigma pre-moderno en el cual no se ha alcanzado la plena igualdad de derechos entre mujeres y varones. Se continúa denegando el acceso de la mujer al sacramento del orden y a la celebración de la eucaristía, elemento central de la vida cristiana. Las argumentaciones teológicas esgrimidas ya han demostrado su debilidad, igualmente las apelaciones a la tradición. Es la cita de Sobrino con que iniciamos estas reflexiones: El Concilio impulsó muchas cosas en la iglesia, de cara a la sociedad en su conjunto, de cara a las otras formas religiosas… pero no realizó procesos de transformación estructural interna que permitiera dinamismos internos de cambios que ya eran necesarios en su momento, pero que hoy son urgentes. Otro aspecto en el que se puede mirar el Concilio desde las mujeres, es en lo tocante a la Mariología. Fue un tema difícil, espinoso, ambivalente y al final contradictorio. Ya la declaración del dogma de la asunción en 1950 había generado mucho debate, la figura de María era además una de las barreras que separaban a los protestantes y católicos. La mayoría de los teólogos europeos influyentes en la preparación del Vaticano II apostaba porque se frenara la llamada divinización de María por parte de la religiosidad popular. Los conciliares bloquearon a María de Nazaret y quedó reducida a unos pocos numerales en el conjunto de los documentos. La presión intelectual de los teólogos y de algunas teólogas logró racionalizar un poco más esta figura y hubo un gran avance en el sentido de que los ojos de los y las creyentes se volvieron hacia la mujer histórica, concreta y real que fue la madre de Jesús. En los años que siguieron al Concilio se profundizó mucho en la María de los evangelios y el Magnificat se convirtió en el himno de entrada a una nueva aproximación a la realidad de esta campesina judía. La Virgen de Guadalupe, la Aparecida y otras advocaciones latinoamericanas se convirtieron dentro del paradigma de la teología de la liberación en una motivación y respaldo para la lucha de liberación de estos pueblos. En cualquier caso lo poco que se desarrolló fue una mariología centrada en Jesús. El tema femenino de fondo que ha acompañado siempre y acompaña la mariología, ese tema quedó intocado. En el concilio mismo y en la teología posconciliar. Catharina Halkes, una de las teólogas feministas que más ha escrito sobre la mujer María de Nazaret y sobre su imagen nos dice: Cuál es la verdadera María? Se ve ya la escisión en Efeso, donde María asume el puesto de la Diosa Diana o Artemisa y configura el misterio de la madre divina, que es indispensable para los hombres. Esto, de hecho da origen a dos Marías. Primero, la María de la doctrina de fe, que siempre vigila para que la persona de María se mantenga subordinada a la de Cristo, de manera que su esplendor no disminuya u oscurezca el esplendor de Cristo, y en la que María debe su excelencia a la gracia de Dios y al nacimiento de Cristo. Segundo, además de esto está la María que vive en una piedad creciente y a veces extravagante, no sólo de parte del pueblo sencillo, sino también de hombres, santos y teólogos, como Bernardo. Esta piedad tiene un resplandor propio; es una reminiscencia que proviene de una necesidad primordial de lo que da, nutre y preserva la vida. Mientras exista estas diferencias, seguirá la confusión, pero esto reta aún más a profundizar en el análisis#. Durante el desarrollo mismo del Concilio y en los años inmediatamente posteriores en la reflexión y espiritualidad católicas se soslayó la realidad de María porque no se quiso abordar todo el tema de la imagen y realidad de la mujer que le estaban ligados. Fue necesario esperar a algunos desarrollos de la teología feminista para repensar a fondo el papel de la madre de Jesús en el panorama amplio del cristianismo y para revisar a fondo su estrecha vinculación con imágenes dañinas de la mujer, así como para proyectar nuevas imágenes que la acompañen en sus procesos de autoestima, autovaloración y liberación. Cuando el 11 de octubre de 1962, hace 50 años, Juan XXIII inauguró el Concilio Ecuménico Vaticano II, entre los casi 3.000 obispos allí congregados eran muy pocos los que compartían su proyecto renovador. Más de uno pensaba que, ya que el Vaticano I había definido en 1870 la infalibilidad pontificia, no tenía sentido un concilio: que hablara el Papa, y a obedecer.
Después de anunciar su decisión, Juan XXIII hizo que Secretaría de Estado formulara una consulta a los obispos de todo el mundo, preguntando, no si convenía celebrar un concilio, pues esto ya lo había decidido, sino qué temas debería tratar. La respuesta del episcopado mundial fue decepcionante. Bastantes no se dignaron contestar y los que lo hicieron apuntaban temas triviales. Los obispos españoles pedían sobre todo una condena solemne del comunismo y la intensificación del culto y la devoción a la Virgen María. Una avis rara fue el vasco Pildain, obispo de Canarias, que pidió que se condenara “el nacionalismo idolátrico de las grandes naciones, que conculca criminalmente los derechos naturales de las pequeñas nacionalidades y regiones”, y el comunismo, pero también el mammonismo, o sea el capitalismo que “niega lo que es debido a los obreros y a los pobres para buscar solo el éxito económico”. Döpfner escribió a Montini (ambos estaban plenamente en la línea de Juan XXIII) preguntándole con cuántos italianos podrían contar. Montini le contestó que solo con 30, entre 344 prelados italianos. Los españoles renovadores eran exactamente 15. Explicó el cardenal Jubany que en una intervención a favor de la colegialidad dijo que hablaba en nombre de 15 obispos españoles. En el autocar de regreso al Colegio Español, donde residían casi todos ellos, uno de los capitostes dijo airado: “¡Ya quisiera yo saber los nombres de esos 15 traidores!”. Muy pronto se perfilaron entre los padres conciliares dos tendencias opuestas. Al principio los periodistas hablaban de la “mayoría” refiriéndose a los conservadores y de “minoría” para aludir a los renovadores. Pero en muy poco tiempo, apenas unas pocas semanas, la proporción se invirtió y la mayoría pasó a designar a los renovadores, y la minoría a los inmovilistas, y esa segunda terminología se mantuvo hasta el fin del concilio. ¿Cómo se produjo esta inversión? El entorno de la curia boicoteó desde el principio el concilio. L’Osservatore Romano del día siguiente del anuncio ocultó la noticia eclesiástica del siglo, que había pasado a la primera página de la prensa mundial. El diario oficioso vaticano solo daba en un recuadro la nota de Secretaría de Estado que anunciaba las tres decisiones del Papa: un sínodo diocesano de Roma, el concilio ecuménico y la reforma del código de derecho canónico, pero sin ningún titular. Alguien de muy arriba debió estimar que aquello era una locura del anciano Papa, imposible de realizar, y que cuanto menos se hablara de ello, mejor. En el periodo preparatorio, las comisiones creadas eran como un desdoblamiento de las congregaciones romanas, y los esquemas que prepararon para ser sometidos a la asamblea conciliar reiteraban la doctrina y la disciplina tradicionales. Iniciado el concilio, los obispos conservadores contaron con el soporte de la curia y particularmente de monseñor Pericle Felici, secretario general del concilio, que en la asignación de turnos de palabra favorecía a los inmovilistas, de modo que parecía que eran muchos más, hasta que una votación dejaba claro que eran una pequeña minoría. Pero Juan XXIII, nadando contra la corriente vaticana, con sus incesantes alocuciones mantenía vivo entre los obispos renovadores y en todo el pueblo de Dios el entusiasmo por el proyecto renovador y pedía oraciones para su buen éxito. Así fue como se produjo la inversión de mayoría y minoría. Esto es para mí un milagro, el gran milagro del Papa Juan XXIII. Papa Juan, Papa bueno: mira cómo está nuestro episcopado. Después de que te fuiste, nos lo cambiaron de nuevo, pero a lo Pío XII. Ya sé que es difícil, pero ¿no podrías repetir tu gran milagro? Los dictadores Ben Ali, Mubarak, Gadafi y Saleh fueron sacados a patadas de Túnez, de Egipto, de Libia y del Yemen por sus pueblos respectivos. Alá mediante, pronto les tocará el turno a otros tiranos como ese muy feroz Bachar Al Assad de Siria.
Esos líderes fueron en alguna época, los "salvadores" de sus pueblos, pero, embriagados por el poder, no tardaron en convertirse en verdugos de los mismos. Por medio de la mentira, de la violencia, del nepotismo, de la corrupción y del terror, han acumulado fortunas de miles y miles de millones de dólares, privando a sus pueblos de toda libertad y estrujándolos a más no poder. Además, esos tiranos tienen en común el que todos eran "fieles" seguidores, cuando no "guías", de aquella "religión de paz" que el 24% de la humanidad estima ser la más perfecta y más prometedora de todo el mundo. Ahora bien, dentro de cincuenta o cien años, no faltarán herederos de esos tiranos, tal vez gente buena, muy adicta a su religión y con jugosas cuentas en los bancos suizos, que se ofendan al extremo si alguien, un día, intenta hacerles ver que su fortuna está podrida. No les gustará que se les dé a entender que lo menos que deben hacer es devolver la mayor parte de sus bienes a los pobres, los que, por culpa de sus tiránicos y muy ladrones padres o abuelos, sufren hasta ahora las ansias de la miseria. Así sucedió probablemente con un muchacho bueno con el que, un día, Jesús cruzó por su camino. Lo tiene todo, es joven, buen mozo, muy rico y de una vida religiosa ejemplar. Aunque nacido en cuna de oro le atrae la vida eterna y cree sinceramente que el mejor camino para alcanzarla es observar los mandamientos. Cumple la ley a la perfección, lo que le vale todas las bendiciones y alabanzas de los sacerdotes del templo. Un día, ese joven rico tiene la suerte de cruzarse con Jesús. Con mucha alegría se le acerca y le pregunta qué le parece su caminar. Admirado por el deseo de perfección de ese muchacho, Jesús no puede menos de encariñarse con él. Pero, para no dejarlo en la ilusión, decide hablarle como se habla a un hombre. No mentir, no robar, no matar, no cometer el adulterio, etc., todo esto está muy bien, le dice Jesús, pero no basta. Cualquier camino que no abra los ojos a la realidad de los pobres, los oídos a sus gritos, el corazón y las manos a sus miserias, no es camino de espiritualidad auténtica. Ignorar a los pobres, dejarlos de lado como si no existieran, no puede llevar a ninguna vida plena. El camino perfecto, el camino seguro, la única espiritualidad digna de ese nombre, dice Jesús, es ésta: "Ve, vende todo lo que posees, dáselo a los pobres y así juntarás un gran tesoro para ti en las arcas de Dios. Luego ven y sígueme" Ese joven no es mezquino con los pobres; cada vez que se le cruza uno, le alcanza una limosna. Pero, para él, los pobres son parte del paisaje y la limosna, una rutina. A ese joven nunca se le ha ocurrido imaginar que su gran fortuna pudiera haber sido la causa de la infortuna de muchos pobres. Porque esa fortuna, ciertamente él no se la ha ganado con el sudor de su frente ya que es joven. Por lo tanto le viene de familia. Pero ¿de dónde su familia la sacó? Ninguna idea. Nunca se planteó eso. Podría ser que sus padres y sus abuelos hayan trabajado mucho y que, como él, hayan vivido con la conciencia de cumplir todos los mandamientos. Pero, pensándolo bien, ¿es esto realmente posible? ¿Es posible hacerse muy rico sin aprovecharse nunca de los demás? ¿Llenarse de plata sin jamás sacar provecho de las necesidades, de la pobreza, de la miseria, de la mala suerte de los demás? ¿Es posible amontonar riquezas y al mismo tiempo amar a su prójimo como a sí mismo? ¿Se conoce gente muy rica que vende y compra a precio justo, no se dedica a negocios ilícitos, paga los impuestos debidos y da siempre el salario justo a sus empleados? En una palabra, ¿existen grandes fortunas que en gran parte no se hayan construido sobre las espaldas de los demás? Hay sangre en las manos de los más ricos. Lejos de amar a su prójimo como a sí mismos, a menudo lo roban, lo estafan, abusan de él; casi siempre lo explotan con la conciencia de estar dentro de la ley. A la raíz de muchas fortunas hay matanzas, asesinatos, guerras, dictaduras, monopolios que los fieles observadores de los mandamientos no tienen ningún problema en justificar; y una vez que ganan, - porque con plata siempre se gana - esos fieles cumplidores de los mandamientos quedan tranquilamente dueños de los bienes de sus víctimas. Lo que posees, le dice Jesús al joven rico, no te pertenece; a los pobres ha sido arrancado y a ellos debe volver. Por eso te digo: "Ve, vende todo lo que posees y dáselo a los pobres" Tú te contentas con ser bueno, pero ¿puede realmente ser bueno alguien que no se preocupa por la justicia? A ejemplo de muchos "buenos", separas la bondad de la justicia. Eres rico y no te sientes responsable del hambre, de la enfermedad, de la vergüenza, del desamparo de los pobres; de los dramas, de la delincuencia y de la muerte de muchos pobres. Eres rico y no ves la relación entre la riqueza y la miseria de tu pueblo. Yo te digo que si quieres vida eterna, tienes que ser más que bueno, tienes que ser "perfecto", devolviéndoles a los pobres lo que les pertenece. En una palabra: tienes que ser justo. Esa será la riqueza verdadera que te valdrá la vida por toda la eternidad. Esta respuesta de Jesús a los interrogantes del joven rico es una palabra del Evangelio que, hasta hoy, la mayoría de los "buenos" cristianos no logran tragar de ninguna manera. Dicen que si Dios realmente nos ama, lo más seguro es que él quiera que seamos ricos. Y tienen la razón. Dios efectivamente quiere que seamos ricos, pero no solamente "nosotros" sino el mundo entero. Mejor dicho, lo único que Dios quiere es la JUSTICIA para que todos en el mundo tengan su parte de las riquezas de la tierra. Y esa parte consiste en disfrutar de cuanto se necesita para vivir con dignidad. Pero ¿no sería mejor que el rico invierta para producir más riqueza a fin de tener más para compartir? Buena idea. Aún en el tiempo de Jesús se creía que la pobreza iría desapareciendo a medida que la economía iría creciendo. Ése es un viejo método que se ha practicado hasta hoy, con los resultados que sabemos: ricos más ricos y pobres más pobres. Últimamente hemos visto hundirse los bancos más poderosos y las empresas más ricas del mundo; ¿cuál ha sido la causa de su ruina: la falta de crecimiento? Y cuando volvió el crecimiento ¿acaso, se repartieron mejor las ganancias?... Termina la historia del joven rico con estas palabras: "El joven se marchó triste, porque tenía grandes propiedades". Entonces Jesús deja caer otro comentario con el que muchos "buenos" se atragantan todavía: "Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el mundo de Dios." 2 El contexto es el mismo que el domingo pasado (cuando salía al camino). Cerca ya de Jerusalén, a donde se dirige Jesús para completar su misión. Es un episodio entrañable, pero con un triste desenlace. El hombre rico no se decide a dar el paso del seguimiento. Aunque lo verdaderamente importante es el motivo por el que se niega a seguir a Jesús: las riquezas. Para los judíos las riquezas eran signo de la bendición de Dios.
EXPLICACIÓN El llegar 'corriendo', indica gran interés y necesidad urgente. El joven era rico, Sin embargo no las tenía todas consigo. Sin duda, el rico esperaba de Jesús algún precepto aún más difícil que los de Moisés. Jesús no añade más preceptos sino una propuesta original. En vez de seguridades, confianza sin límites. En vez de cumplimiento de la Ley, seguimiento. Jesús sube a Jerusalén, a su muerte. Seguir a Jesús supone estar dispuesto al fracaso. El 'arrodillarse', es un signo exagerado de respeto y admiración. 'Heredar vida definitiva'. En tiempo de Jesús, significaba garantizar una existencia feliz más allá de la muerte. El rico ya tenía garantizada la existencia feliz en el más acá. Lo que busca en Jesús, es asegurar la existencia para el más allá. Los mandamientos que Jesús recuerda, son los de la segunda tabla, es decir los que se refieren al prójimo, no los que se refieren directamente a Dios. Esta enseñanza es exclusiva de Jesús. Para cualquier judío, los importantes eran los de la primera tabla. '¿Por qué me llamas "bueno"?' En esta respuesta Jesús nos está diciendo dónde está la verdadera pobreza. Él se siente vacío de toda posesión. Sentirse vacío hasta de la propia pobreza, sentirse vacío de la misma bondad. Ni soy nada ni tengo nada, porque ni siquiera hay un sujeto (ego) capaz de ser o tener. Es casi imposible no sentirse atrapado por las riquezas, pero es mucho más difícil superar el sentimiento de creerse superior. La peor soberbia es la de creerme bueno y con derechos ante Dios, que niego a los demás. 'Una cosa te falta: seguirme'. ¿Qué sutil diferencia quiere señalar Marcos, entre "heredar vida definitiva" y "seguir a Jesús"? Para 'heredar la vida', basta cumplir una Ley; para entrar en el Reino hay que preocuparse de los demás. Seguir a Jesús, es mucho más que el cumplimiento de unos mandamientos. No se trata de ser mejor que los demás, sino de ser diferente. Mateo nos da una pista: "si quieres llegar hasta el final". Pero, ¿puede tener algún sentido emprender un camino para no llegar a la meta? La meta es la plenitud del hombre ¡Qué difícil será entrar en el Reino, al que pone su confianza en las riquezas! Las riquezas en sí ni son buenas ni son malas. ¡Qué más quisiera Dios que todos tuviésemos de todo! Las posesiones o el cumplimiento de la Ley para obtener seguridad, es lo que impide alcanzar una meta verdaderamente humana. El desenlace del encuentro es triste, pero el comentario que hace Jesús es aún más desolador. 'Entonces, ¿quién podrá "salvarse"?' Los discípulos siguen pensando que es imposible subsistir sin seguridades. No se refiere solamente a quién podrá salvarse en el más allá, como entendemos hoy la salvación, sino quién podrá mantener una vida verdaderamente humana, si se desprende de todo lo que tiene y no procura asegurarse el futuro. Así cobra sentido la respuesta de Jesús, "para los hombres, imposible, no para Dios". APLICACIÓN Estamos ante uno de los textos más difíciles de comprender de todo el evangelio. Llevamos veinte siglos dando tumbos o hacia la demagogia barata o al espiritualismo estéril. Una vez más debemos advertir que no es posible una explicación racional, que no la tiene, sino de experiencia interior que nos lleve a una actitud como la de Jesús. Aunque es imposible explicar la enseñanza, vamos a intentar superar algunos malentendidos, que nos siguen impidiendo aceptar el verdadero mensaje. Buscar la propia salvación individual aquí abajo o en el más allá, es la mejor señal de no haber superado el "ego". La meta última del hombre es la superación de todo ego (y por lo tanto de todo egoísmo). El objetivo último de todo ser humano es el amor al hombre, que exige una entrega incondicional al servicio de otro. El apego a las riquezas nace siempre de un "ego"; mientras exista la preocupación por uno mismo, no puede alcanzarse la meta. El obstáculo no son las riquezas, sino la existencia de ese "ego" que me obliga a buscar seguridades, para el más acá o para el más allá. Pensar que el rico está condenado y el pobre está salvado, es demagogia. El hecho de tener o no tener bienes materiales, no es lo significativo. Un pobre que no tiene nada, puede estar más apegado a los bienes que ambiciona, que el rico a lo que posee. Tanto el pobre como el rico tendrán que dar un paso de gigante para entrar en la dinámica del evangelio. La única ventaja del pobre sería que, al cerrársele la puerta fácil de las seguridades materiales, se vería obligado a buscar la verdadera salida. A esto apuntan las bienaventuranzas. Otra trampa frecuente, es creer que el evangelio propone la pobreza de espíritu. Según esta interpretación, no importa lo que hayas acumulado, con tal de que tengas "espíritu cristiano", lleves una vida "religiosa" y seas capaz de dar limosna y hacer "obras de caridad". La Iglesia como institución, ha caído en esta trampa. Bajo el pretexto de tener para dárselo a los pobres, no le ha importado acumular ingentes riquezas. No basta que la Iglesia atienda a los pobres. La Iglesia tiene que renunciar a las seguridades, lo mismo que cada cristiano. La tercera trampa es creer que el evangelio se refiere a las riquezas injustas. Una vez más tenemos que hacer la distinción entre lo legal y lo justo. Las leyes no solo permiten, sino que favorecen la acumulación de riquezas porque están hechas por los ricos. No hay justificación posible para una situación en la que unos despilfarran sin miramiento y otros mueren literalmente de hambre. Nuestro mundo es radicalmente injusto. Ahora bien, los únicos que no tienen responsabilidad alguna en esta situación, son los pobres. Por último, está la trampa de interpretar el evangelio como una oferta de cristianismo a dos velocidades. Para ello se habla de 'los consejos evangélicos' que serían un plus voluntario para los más decididos. Esto ha hecho mucho daño a la inmensa mayoría de los cristianos, porque les ha dado motivos para pensar que lo que dice el evangelio de la riqueza no va con ellos. Ha hecho daño también a los que optan por la vida religiosa, porque les ha hecho creer que son los perfectos y por lo tanto con más derechos ante Dios, aunque en ningún caso hayan renunciado a las seguridades. La propuesta de Jesús no conlleva ninguna renuncia. Si, al llevarla a la práctica, tenemos la sensación de perder algo, es que no hemos comprendido nada. No se trata de renunciar a nada sino de elegir el camino que me lleve a la plenitud que puedo alcanzar como ser humano. Como seres limitados, elegir un camino lleva consigo el renunciar a ir en otras direcciones. En contra del sentir de la mayoría, el renunciar a tener más no es de tontos, sino de personas muy despiertas. La sabiduría consistiría en acertar en la elección. La crisis que estamos padeciendo podría ayudarnos a tomar en serio el evangelio. El afán de acumular riquezas sin límite nos ha llevado a la situación actual. Hasta mediados del siglo pasado, la economía consistía en producir bienes o servicios que se vendían por un precio no siempre justo. Pero la perversión del capitalismo actual consiste en utilizar el dinero (casi siempre el de otros) para producir más dinero, sin producir ningún bien ni beneficio para nadie sino todo lo contrario. Ese dinero artificial sacado de la manga, es el que está controlando todo el organigrama económico que se deteriora cada día más. Meditación-contemplación Si quieres llegar hasta el final, una cosa te falta. Pero, ¿de verdad quiero llegar hasta el final? Y ¿qué sentido tiene emprender una carrera si no tienes intención de llegar a la meta? ............... Es ridículo pensar que Dios nos exige renunciar a algo. No se trata de renunciar, sino de elegir bien. Pero el secreto de toda buena elección es el conocimiento. Tomar conciencia de lo que es mejor será el primer paso. ............... Cuando queremos alcanzar dos metas a la vez, el fracaso está asegurado La plenitud de ser y las seguridades son incompatibles, Nunca podremos armonizarlas. Una vez más, la de Jesús es una palabra de sabiduría, en un relato que arranca con una pregunta nacida de la ignorancia, es decir, de la identificación con el ego: "¿qué haré para heredar la vida eterna?".
Son características del ego, tanto la huida al futuro como el apoyarse en los propios méritos. El suyo es un programa basado en el "hacer", para de ese modo obtener una recompensa. El joven del relato había "hecho" todo lo prescrito, había cumplido todo lo mandado, pero constataba que eso no le aportaba más vida. Y es por esta por la que pregunta. La respuesta viene a desmontar aquel doble presupuesto: la vida eterna (plena) no está en el futuro, sino en el presente (presente y vida son sinónimos); y no hay nada que "hacer" para conseguirla. El camino no es el de acumular méritos ni el de fortalecer el yo, sino más bien el contrario: desapropiarse de él. "Vender lo que tienes", "dar el dinero a los pobres" hacen referencia a esa actitud de desprendimiento que caracteriza a una vida desegocentrada. Pero tampoco la desegocentración nace de un voluntarismo ético, sino de la comprensión de nuestra verdadera identidad. Mientras estemos identificados con el yo, no podremos sino vivir para él; solo en la medida en que descubrimos realmente quiénes somos, podemos situarnos en ese otro "lugar" (no-lugar) donde saboreamos lo Real y desde el que nuestra vida irá tomando otra orientación. Sin embargo –y aquí aparece la gran paradoja-, el yo no puede hacer nada para que eso se dé: "es imposible para los hombres". El motivo es simple: la mente no puede conducirnos más allá de sí misma; el ego no puede conseguir que lleguemos a percibir una identidad infinitamente mayor que él. Pero "Dios lo puede todo". La Fuente de todo lo que es nos constituye en última instancia. Y es ese mismo Fondo el que puede revelarse en nosotros, en la medida en que no nos reducimos a lo que pensamos que somos. Por nuestra parte, desde la intuición profunda que a todos nos habita, y que suele experimentarse como Anhelo, podemos ejercitarnos en venir al momento presente y dar pasitos de desidentificación: ambas prácticas favorecerán el despertar a quienes realmente somos. Al menos, nos liberarán de la prisión que constituye vivir constreñidos al yo. En tanto en cuanto funcionamos pensando que somos el "yo psicológico", nos parecemos al hámster que se encuentra en su jaula, girando permanentemente la rueda que se halla en su interior. No llega a ningún sitio y no logra salir del encierro. Cualquier tipo de sufrimiento –entendido como "añadido" mental al dolor- es indicador de que seguimos encerrados en la jaula. Si escuchamos un poco más, podremos detectar también la luz de una intuición, aunque sea pequeñita, que nos hace preguntarnos por nuestra identidad más profunda. Si queremos favorecer que esa luz crezca, nos resultará eficaz venir al presente, acallar la mente... y constatar lo que queda justamente entonces, cuando la mente se ha silenciado: queda Consciencia, Presencia, Quietud..., nuestra identidad más profunda. Y vendremos a descubrir que "mente" (o yo) es lo que tenemos; Consciencia es lo que somos. Así podremos salir de la triste y frecuente trampa que consiste en identificarnos con lo que tenemos y olvidarnos de lo que somos. Y entonces, en la medida en que estamos en contacto con quienes somos, notaremos que todo se nos da –se nos ha dado- en abundancia: el "ciento por uno" y la "vida eterna". El comentario anterior es una interpretación simbólica (espiritual) del relato evangélico. Es claro que este nivel no niega otra lectura más literal o "histórica" del mismo. Si Jesús era un "judío marginal" (John Meier), y se había situado en la escala más baja de la pirámide social de su pueblo, compartiendo su suerte con "los últimos" y los mendigos, lo que ofrece a quien quiere ser su discípulo va en esa misma línea: desprenderse de todo y colocarse por decisión propia en el último lugar. El mensaje que se transmite es profundamente sabio: el más bajo, es el lugar más universal. Por eso, únicamente desde abajo se puede construir una humanidad nueva. Y eso, a su vez, requiere que las personas podamos vivirnos desde una "nueva consciencia", en la que la egocentración cede el paso al servicio. Al final, todos los caminos auténticos terminan confluyendo: al crecer en amor, crecemos en consciencia; al crecer en consciencia, despierta el amor. Es lo que expresa, admirable y bellamente, el siguiente poema de Vicente Simón El Vaticano II fue no fue un punto de llegada, sino de partida, un “nuevo comienzo”, el “principio del principio”, en expresiones de Karl Rahner, uno de los teólogos más influyentes en el Concilio. Pero enseguida se abandonó para seguir otra dirección. Puso en marcha una reforma moderada de la Iglesia católica, que nunca se llevó a la práctica o se quedó a medio camino. Hubo, ciertamente, cambios importantes. Negarlos, sería muestra de ceguera y falta de rigor en el análisis.
He aquí algunos de los más significativos: de la Iglesia como sociedad perfecta a la Iglesia como comunidad de creyentes; del mundo como enemigo del alma, al mundo como espacio privilegiado donde vivir la fe cristiana; de la condena de la Modernidad, la consideración de “hermanos separados” a los cristianos de las iglesias no católicas y de los anatemas contras las religiones no cristianas, al diálogo con la cultura y la ciencia, superando etapas anteriores de enfrentamientos; de la condena de los derechos humanos como contrarios a la ley natural a su reconocimiento por Juan XXIII en la encíclica Pacem in terris y por el Concilio en la Constitución sobre la Iglesia en el Mundo Actual; de la crítica de la secularización como contraria al cristianismo, a la defensa de la misma entendida como autonomía de las realidades temporales en cuyo clima es necesario vivir la experiencia religiosa; de la Iglesia “siempre la misma”, inmutable, a la Iglesia en permanente reforma; de la consideración de la Iglesia católica como única religión verdadera, al reconocimiento de las otras religiones como caminos de salvación; del autoritarismo “piano” (Pío: Pío IX, X, XI y XII) al gobierno conciliar de Juan XXIII; de la Cristiandad como única forma de realización de la fe en Jesús de Nazaret al Cristianismo en sus plurales expresiones culturales; del pensamiento único, la actitud pre-ilustrada y la conciencia pre-crítica, al pluralismo, la aceptación de la Ilustración y del pensamiento crítico; de la pertenencia a la Iglesia como condición necesaria para la salvación, a la libertad religiosa como derecho humano fundamental. Más, a pesar de estos cambios, la estructura jerárquico-piramidal y la organización patriarcal se mantuvieron intactas. El Vaticano II definió a la Iglesia como pueblo de Dios y afirmó la igualdad de todos los cristianos por el bautismo, pero, al mismo tiempo, ratificó la “constitución jerárquica de la Iglesia” y el primado del Romano Pontífice y su magisterio infalible como objeto firme de fe. La propia colegialidad de los obispos, que parecía una aportación fundamental del Concilio se vio neutralizada por la Nota explicativa, impuesta por Pablo VI, que aparece al final de la Constitución “Luz de las gentes” y refuerza el poder papal. El mantenimiento de la estructura jerárquico-piramidal y de la organización patriarcal hizo imposible la reforma de la Iglesia. Tampoco el diálogo que defendió el Vaticano II fue real y simétrico, sino un diálogo de mitrados, que solo se representaban a sí mismos, con la exclusión de los laicos, sacerdotes, religiosos, religiosas. Afirmó la diferencia esencial, “no solo de grado”, entre el sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial o jerárquico y estableció la división de funciones entre sacerdotes y laicos. Sin llegar a afirmar el viejo principio excluyente del “fuera de la Iglesia no hay salvación”, el Vaticano II defiende que la Iglesia de Cristo subsiste en la Iglesia católica y sigue empleando el lenguaje preconciliar de “hermanos separados” (Decreto sobre Ecumenismo, 12). Hay, por tanto, una actitud de superioridad, que impide el diálogo simétrico. Las mujeres estuvieron ausentes del Aula conciliar. En una de las sesiones fueron nombradas auditoras algunas, como la española Pilar Bellosillo y la uruguaya Gladys Parentelli, pero sin voz, ni voto. No se abordó el tema del sacerdocio de las mujeres, como tampoco su acceso a espacios de responsabilidad en la Iglesia católica. Cuando posteriormente crecieron las reivindicaciones del sacerdocio femenino y surgieron estudios bíblicos, teológicos e históricos favorables al mismo, los papas Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI zanjaron el tema alegando que la exclusión de las mujeres del sacerdocio era voluntad de Jesús y por tanto, de Dios mismo. ¡La discriminación de la mujer en la Iglesia católica, voluntad divina! Con razón afirman algunos intérpretes, como Giovanni Franzoni que en cierta medida la involución comenzó con el propio Pablo VI, que domesticó el Concilio y enfrió el Postconcilio. |
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Febrero 2023
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