Estupefacción, sorpresa, desconcierto
“Roma locuta, causa soluta”, que traducido al román paladino suena así: “Habló Blas, punto redondo.” Estupefacción se llama a la reacción de muchos ante las declaraciones del papa Francisco sobre el celibato opcional. Bueno, podríamos cambiar estupefacción por sorpresa o desconcierto. A su regreso de Panamá, en el avión, descartó definitivamente cualquier posibilidad de que vaya a cambiar la norma celibataria de la Iglesia. Me da la impresión que, al hacer estas revelaciones, Francisco “estaba en las nubes”. En sus expresiones se ha mostrado tajante, contundente y lapidario. Pero, ¿irrevocable? Varios han sido los artículos que se han encadenado en diversos medios sobre estas manifestaciones. Yo también deseo aportar mi granito de trigo al abundante granero. Pienso que, más que en las propias palabras en sí, debemos fijarnos en las actitudes subjetivas que encierran estas declaraciones. Como los tres papas anteriores El propósito inmediato que se aprecia en estas manifestaciones es la decisión de sumarse a la posición de sus antecesores, al citar las palabras de Pablo VI: “Prefiero dar la vida antes de cambiar la ley del celibato.” Ya en el Vaticano II se debatió duramente el tema del celibato sacerdotal; y desde entonces se ha considerado uno de los principales problemas de la Iglesia. Los tres papas anteriores a Bergoglio han considerado la cuestión y han reconocido que se trata de una discutible norma eclesial, pero no han querido enfrentarse, ni siquiera promoviendo un diálogo serio, y han zanjado la cuestión de forma tajante. Y ahora Francisco se despacha confundiéndonos con su intransigencia. No es una cuestión teológica Afirma como argumento primordial que “se trata de una cuestión teológica”. Pues no, papa Francisco. No es una cuestión teológica. Los teólogos no tienen nada que discutir cuando está bien claro que “Jesús mismo no puso esa condición previa en la elección de los doce. Como tampoco los apóstoles para los que ponían al frente de las primeras comunidades cristianas (1Tim. 3,2-5; Tit. 1, 5-6)” (Pablo VI. Sacerdotalis Caelibatus, 5). Juan Pablo II había dicho: “Yo sé que los curas se van a casar, pero no ocurrirá en mi pontificado” y los demás papas lo corroboran, también Francisco. Parece que el problema no es la cuestión del celibato opcional en sí mismo, que no tiene vuelta y se hará efectivo antes o después. El dilema es “quien le pone el cascabel al gato”. No, papa Francisco, no es una cuestión teológica, sino un problema profundamente humano. Lo demuestran los cientos de sacerdotes obligados a abandonar su ministerio por este motivo y que han sido marginados y ninguneados por papas y obispos. Lo corroboran la cantidad de repugnantes casos de pederastia que se han destapado últimamente. Lo confirma el hecho de que no pocos clérigos viven una doble vida, mujeres ignoradas, hijos secretos y estigmatizados. El celibato no será (presuntamente) razón directa de estos abusos, pero sí que favorece y fomenta la represión sexual, causa evidente de estas atrocidades. ¿Miedo, presiones, pusilanimidad? “Yo no estoy de acuerdo con permitir el celibato opcional. Yo no lo haré. Esto queda claro.” Francisco se guarda las espaldas. Intenta curarse en salud. En estos años, había abierto interesantes perspectivas en declaraciones anteriores. Con estas palabras ha defraudado a no pocos y frustra muchas expectativas reales, también en algunos obispos y cardenales. ¿Miedo, presiones, pusilanimidad? Sincerándose, Bergoglio reconoce que se trata de una “opinión personal”. Pues no, papa Francisco. No hay que verlo como una cuestión personal, sino como un asunto eclesial, un problema estructural que está enquistado en la Iglesia desde hace siglos. Un problema que abarca a todo el Pueblo de Dios. Como Obispo de Roma, nadie te niega una opinión personal, como también la han manifestado otros miembros de la jerarquía, obispos y cardenales, incluso diversa a la tuya. Pero como Papa, es decir como “animador de la Iglesia”, no puedes pensar solo en ti mismo interesadamente. Te debes a la Iglesia y debes analizar la necesidad o conveniencia de abolir una ley considerada antinatural y anacrónica, y poner los medios necesarios, como has hecho con otras cuestiones, acudiendo a la sinodalidad, iniciativa que tú mismo has inculcado. Mantener tal norma supondrá potenciar el poder clerical, el clericalismo que tú mismo has condenado en tantas ocasiones. Extraña sobremanera la apelación al juicio de Dios: “No me siento para ponerme frente a Dios con esta decisión.” ¿Cómo interpretar esta confesión? ¿Es posible que Francisco se vea sumido en una angustia existencial por miedo al reproche de Dios? ¿Arrastraría durante el resto de sus días tal angustiosa culpa? ¿No ha encomiado Francisco tantas veces la magnánima misericordia del Padre? ¿Cómo va a sentirse ofendido Dios que se convenció a sí mismo de que “no es bueno que el hombre esté solo” y le regaló “una compañera” con quien compartir su vida? Sería absurdo. Yo pienso que se trata del hábil recurso al victimismo. El victimismo es una de las tácticas más sutiles para manipular a los otros. “Personalmente, pienso que el celibato es un don para la Iglesia” Ahí coincidimos todos. Ciertamente, el celibato voluntario es un don de Dios; pero el celibato impuesto es un don-de la Iglesia, inhibe las mentes y coarta la libertad de las personas. Dice el adagio que “las palabras, como las armas, las carga el diablo”. Dios no lo quiera. Esperamos confiadamente, papa Francisco, que con valentía y decisión, sin miedos ni suspicacias, como has demostrado al enfrentarte a la reforma de la Curia, a la denuncia de la pederastia, a la lucha contra la corrupción del Banco Vaticano y otras cuestiones, podrás comprobar que es solo una opinión tuya, no un cerrojazo. Dices que “es algo que hay que estudiar, pensar y rezar”. Sí. También, moverse y actuar.
0 Comentarios
Amazonía, pecado estructural y gracia ecológica en la misión liberadora por: Agustín Ortega, teólogo8/20/2019 Hemos participado en el encuentro nacional «Amazonía, reto a la evangelización» (12 y 13 de febrero, Lima), organizado por el Instituto Bartolomé de Las Casas. Allí estuvimos con el P. Fr. Gustavo Gutiérrez OP, sacerdote dominico, uno de los pensadores y teólogos más significativos de nuestra época.
Gustavo Gutiérrez es psicólogo, filósofo, doctor y profesor universitario en teología, escrito y autor de numerosos libros, publicaciones, artículos…Íntimo amigo del Cardenal G. L. Müller, que fuera Prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe, con quien ha escrito dos muy buenos libros, uno de ellos con prólogo del Papa Francisco, que recomendamos vivamente. En ellos, Müller reconoce toda su labor teológica, eclesial y su testimonio de fe. Recientemente, Gustavo recibió una carta de reconocimiento del Papa Francisco, en la que lo felicita de esta forma: «Te agradezco por cuanto has contribuido a la Iglesia y a la humanidad, a través de tu servicio teológico y de tu amor preferencial por los pobres y los descartados de la sociedad; por todos los esfuerzos y por tu forma de interpelar la conciencia de cada uno – continúa Francisco – para que nadie quede indiferente ante el drama de la pobreza y la exclusión». Es fundador del Instituto Bartolomé de Las Casas. Y ha sido reconocido con diversos doctorado honoris causa en distintas universidades, con el premio príncipe de Asturias en humanidades (España) y las palmas magisteriales-amauta (Perú). Desde la obra de Gustavo con la guía de la Palabra de Dios y el magisterio de la iglesia, con la enseñanza de los papas como Francisco, vamos a hacer una lectura teológica de lo transmitido en este encuentro. Allí miembros de la iglesia como laicos indígenas, religiosas misioneras y sacerdotes presbíteros nos mostraron el auténtico pecado estructural que se está cometiendo con ese pulmón del planeta, como es la Amazonía; a la vez que visibilizaron todos esos signos de la Gracia, que se manifiestan en la vida y misión de la iglesia. Existen unas estructuras sociales (económicas, políticas e ideológicas) de pecado que están expoliando los bienes y recursos de las comunidades indígenas de la Amazonía, contaminado y destruyendo todo el hábitat natural: aguas, ríos, bosques, cultivos, el mismo aire… Todo este pecado socio-estructural está ejercido por estos poderes económicos, políticos e ideológicos nacionales y trasnacionales, por empresas multinacionales y de los países, con la complicidad de los estados o gobiernos. Empresas madereras, mineras, petroleras, etc. que están arrasando con la Amazonía, acabando con la vida de sus comunidades, de los pueblos y con el hábitat ecológico. Tal como nos enseña la iglesia con Francisco, es una economía que mata, un verdadero terrorismo económico. Una real estructura de pecado, con la cultura de la muerte, que acaba con la vida en todas sus fases y formas o dimensiones, ejercida por los poderosos y enriquecidos que oprimen, empobrecen y matan a los pueblos, a los pobres y al planeta tierra (creación). El pecado personal con el egoísmo y sus ídolos de la riqueza-ser rico y del poder ha cristalizado (se ha institucionalizado) en estas corporaciones económicas, políticas e ideológicas que están imponiendo toda esta cultura de la muerte, desigualdad e injusticia socio-ambiental global. Y va destruyendo la vida de las poblaciones como las indígenas, de los pobres y de la tierra. Frente a todo lo anterior, la Gracia del Dios de la misericordia ante el sufrimiento del reverso de la historia, en el seguimiento de Jesús, convoca a la iglesia samaritana. Es la iglesia misionera, con la conversión pastoral y ecológica, en salida hacia las periferias. Iglesia con entrañas misericordiosas que ejerce la compasión y la justicia en medio del dolor e injusticia de las víctimas, de los oprimidos arrojados a la cuneta de la realidad histórica, del grito de los pobres y el clamor de la tierra. La Gracia del Dios Amor se revela en la iglesia, en los pueblos y los pobres que van ejerciendo su vida teologal, con el servicio (diakonía) de la caridad interpersonal y política. El Don de la Gracia de Dios constitutivamente se expresa en el amor civil y público, la caridad política, que busca la civilización del amor, el bien común más universal y la justicia social, mundial y ambiental con los pobres. La Gracia de Dios acogida y llevada al servicio del amor, en la misión de la Iglesia con los pueblos y los pobres, va realizando la salvación por la caridad y la justicia con la liberación integral de todo pecado, mal e injusticia. El Reino de Dios y su justicia nos traen esta salvación liberadora, que se va anticipando ya en la historia y culmina en la vida trascendente, plena y eterna. La salvación se va efectuando en las liberaciones humanas e históricas globales y, finalmente, se consuma en la liberación escatológica, con los cielos nuevos y la tierra nueva. Es una liberación sociopolítica de todas estas estructuras sociales opresoras e injustas, de los sistemas económicos y políticos perversos e inhumanos, que niegan la vida y dignidad de las personas, de los pueblos y de los pobres. Liberación ética de la alienación humana, que no permite a la persona ser sujeto protagonista, gestor y transformador de la realidad social e histórica. Y liberación espiritual del pecado del mundo que se opone al Reino de Dios y su justicia, de todo lo que aparta del Amor de Dios y del prójimo que son inseparables y que, de forma indisoluble, se unen a la promoción de la justicia. Todas estas liberaciones se reclaman y exigen mutuamente en un proceso soteriológico dinámico, salvador y liberador de todo este pecado e idolatrías que esclavizan al ser humano. La Gracia de Dios y su Amor se hace realidad en la opción por los pobres, aquellos a los que se les niega la vida y mueren antes de tiempo, como autores de su promoción liberadora e integral. La opción por los pobres lleva a cabo realmente el amor universal y real (concreto e histórico), ya que los pobres son los seres humanos a los que se les impide acceder a este amor para toda la humanidad, sufriendo y padeciendo todo mal e injusticia negadora de la vida. La humanidad vive en esta unidad de la historia, en la única historia de la salvación, donde la Gracia del amor y la justicia liberadora pugnan contra el pecado, el mal e injusticia. La Gracia de Dios y su amor es lo que mueve al mundo, lo que nos salva y libera, más entra en conflicto con el pecado del mundo, con la opresión e injusticia que personas y grupos sociales causan a otros seres humanos, comunidades y pueblos empobrecidos, oprimidos y marginados. Tal como nos ha enseñado la iglesia con su doctrina social, por ejemplo, todo este conflicto (cuestión) social entre el capital y el trabajo, los falsos dioses del beneficio y la productividad para la ganancia que impiden la vida digna de la persona trabajadora, que rechaza sus derechos como es un salario justo. Por tanto, el auténtico desarrollo humano e integral requiere toda esta liberación global, con una economía y globalización más ética al servicio de las necesidades y capacidades humanas. La mundialización de la solidaridad y de la justicia socio-ambiental, con una ecología integral, que promueva la vida de las personas, de los pueblos y del planeta tierra; con una interculturalidad que respete todo lo bueno, bello y verdadero de las tradiciones, culturas y religiosidad de los pueblos que nos comunican tantos valores, espiritualidad y trascendencia. En Jesucristo se nos revela el Dios de la vida. El Dios salvador y liberador que hace justicia a los pobres, que defiende la vida y dignidad de las personas, que nos regala la belleza de la naturaleza, de la creación y del cosmos en donde se manifiesta la Gloria de Dios, que estamos destruyendo. Según parece, después de Japón España es el país con la tasa más alta de esperanza de vida. Dato que paradójicamente está empezando a dar problemas a los depredadores del marco neoliberal y especialmente a los de la sociedad española. El incremento de ancianos longevos en este país alarma a los necios del sistema. Me refiero a los economistas y politicos adictos al régimen económico existente que, por eso mismo, por ser adictos, son incapaces de considerar las cosas desde otros puntos de vista; estrábicos o miopes que quiren ignorar enfoques que, aun dentro del sistema mismo, pueden aportar soluciones a ese problema artificialmente generado. Por ejemplo, la reforma fiscal profunda para un más justo reparto de lo que se produce, sin necesidad de reucurrir al socialismo real.
Socialismo en el que muchos despiertos y aun acomodados pensamos cuando se hace patente la obstinación de los dirigentes políticos, bancarios y financieros en favorecer a las clases ya opulentas y acomodadas, en detrimento grave de los derechos de las clases populares. Pero es que su deformación y su falta de imaginación llegan tan lejos que, en lugar de buscar la solución en políticas sociales radicales prefieren inducir al suicidio a la población anciana. Y no se crea que no ha de hacer estragos esa actiud política antihumanista, en mentes ya débiles como débil está ya su cuerpo… Es más, habría que indagar cuántos suicidios de ancianos no obedecen a esa causa. Pues bien, pese a ser una bajeza moral cercana a los métodos que se atribuye al nazismo, se extiende desde Europa hasta Japón. El ministro de economía nipón no hace mucho hizo un llamamiento en ese sentido a la poblacion de su país: que los ancianos deben morir cuanto antes ¡para salvar la economía!. Y hay que tener presente que el suicidio en aquel país es más frecuente de lo que es en occidente por unos u otros motivos. Pero Europa tampoco se ha librado de la abominación. Más o menos el mismo llamado hizo la directora del Fondo Monetario Internacional, que es francesa, y la sede del organismo está en Europa. El caso es que, pese a quien pese, España alberga una enorme nómina de longevos que debiera enorgullecernos cuando en numerosos países del orbe no se alcanza la cincuentena. Pero está visto que alcanzar los 80 años ha dejado de ser un honor. O sigue siéndolo, pero ultrajado por esos y esas que maldicen la ancianidad por lo que sea, sin pensar que también ellos y ellas desean llegar a viejos aunque no lo merecen y sí en cambio por malnacidos merecen el infierno de los injustos… Yo soy anciano. Tengo 80 años. Y puedo atestiguar que la ancianidad es un privilegio doble que vale la pena vivirse y que, naturalmente, no se puede disfrutar sin llegar a ellos. Porque pese a la alta esperanza de vida entre nosotros, el hecho de llegar a la vejez por sí solo lo es. Y porque a condición de no tener muy quebrantada la salud, lo primero que descubre el anciano es que poco a poco ha ido desapareciendo en él la idea angustiosa de la muerte que le ha asaltado a lo largo de su vida por cualquier motivo, en la medida que ha ido perdiendo la capacidad de asombro. Es más, el anciano termina encariñado con la idea de la muerte. Pues en ella ve una liberación de las tribulaciones de la vida: aun la más grata. Y por otro lado, ha cedido ya el deseo, tanto de lo material como de lo inmaterial. Al menos el deseo de lo que razonablemente no es deseable bien porque es imposible conseguirlo, bien porque es absolutamente enfermizo. (La ambición desmedida de poder y la codicia que en otro caso atacan a algunos ancianos generalmente varones, en lugar de hacerles más placentera la vida se la hace más insoportable que al anciano común). Así es que, desaparecidos el miedo a la muerte y el deseo causante de sinsabores y desgracias, ya está el anciano en condiciones de encontrarse con dos valores inestimables: la esperanza y la confianza. La esperanza en una vida ultraterrena cuya forma y naturaleza no vale la pena esforzarse inútilmente en descifrar pero en todo caso feliz, y, en otro caso, la confianza en la nada en cuyo caso nada tiene uno que perder. Esas dos alternativas disipan en el anciano la angustia de la muerte y la incertidumbre del después, potenciadas por algunas religiones, unas veces, por el nihilismo que lleva al espanto ante el vacío, otras, por la ignorancia del saber a medias, otras, o por la “ignorancia” extraña, en fin, que encierra el mucho saber: cuatro generadores de pavor y de angustia, mil veces más perturbadores para el espíritu que la ignorancia absoluta del ser vivo que no ha sido todavía amaestrado… No sé cómo eres ni dónde vives. Han dicho tantas cosas de Ti . que me encuentro confuso , al querer definirte.
Te han pintado como un hombre mayor, con barba y encerrado en un triángulo. Te han imaginado en los “altos cielos”, como si esa fuera tu “morada”. (Hoy esos cielos están siendo atravesados por naves espaciales y todavía no han encontrado sus límites.) Te han supuesto con cualidades humanas y te han hecho participar de los mismos defectos y virtudes de los hombres normales: violento ,vengativo y hasta misericordioso. Muchos creían que sólo elegías a unos “pocos” ,como “predilectos” y los protegías frente a los “otros” Te han adjudicado cualidades en grado infinito,: todopoderoso, omnisciente y eterno… Hoy te concebimos como más cercano y justo,sin predilecciones caprichosas hacia tus amigos,escogidos. Eres más de todos… Al tratar de definirte ., no encontramos más acierto en la palabra exacta que la que usó Jesús de Nazaret al dirigirse a Ti: ABBA que equivale a PADRE BONDADOSO. El sitio donde habitas no es un lugar concreto,con límites materiales. Eres el “Aliento Vital ” que existe en el Universo. El “Espíritu” que da la Vida y la mantiene. Eres el Ansia de ser más y mejor, buscando siempre la transcendencia ,que supere las limitaciones de nuestra naturaleza Estás en el ser humano y lo mantienes con vida. Te siento dentro de mí y sé que me lo has dado todo. En estos tiempos de vacuidad y simpleza no están bien vistas las canas y las arrugas. Sin embargo, la vejez no es un fracaso, sino un logro. Llegar a viejos significa que se ha superado la efervescencia juvenil y las duras pruebas de la vida. Pruebas y experiencias del camino que nos han ido forjando como el metal que pasa por la fragua y las manos del herrero.
No, los viejos no siempre estamos enfermos o chocos, ni somos objetos en desuso que haya retirar al desván. Todo lo contrario. Una sociedad inteligente no debería desaprovechar la experiencia y la sabiduría acumulada durante una larga vida. Las sociedades antiguas sí sabían respetar y valorar a sus mayores. Para los jóvenes de entonces, los viejos eran sabios y filósofos a los que recurrían para la resolución de conflictos y recibir asesoramiento y consejo. La jubilación no es el final de la vida útil de una persona, sino el inicio de una etapa intelectualmente enriquecida que ni la sociedad ni los políticos saben aprovechar. Para empezar, pongamos un viejo en cada casa, en cada colegio, en cada hospital, en cada bar, en cada plaza, en cada empresa, en cada debate, en cada partido político, en cada gobierno. “ Buey viejo mal tira, pero bien guía”. “El diálogo ecuménico implica reconocer que la unidad de los cristianos no pasa por la uniformidad o la homogeneidad”
“Una de las tentaciones actuales consiste en hablar positivamente de la transformación espiritual, pero manteniendo una cierta reserva con respecto a dos dimensiones esenciales del cristianismo: la extensión de dicha transformación al ámbito de la justicia social para nuestro planeta dividido y herido, así como el arraigo de esta transformación en la figura de Jesucristo” (Gallager, 2014: p. 74). Cuando se buscan razones en el Evangelio que den sentido al diálogo ecuménico y a la unidad de las confesiones cristianas se recurre con frecuencia a la plegaria de Jesús recogida en el texto de Juan: “Que todos sean uno” (Jn 17, 20). Igualmente, es frecuente el uso argumentativo de otras dos referencias neotestamentarias. La primera de ellas es de la Carta a los Efesios: “Uno el Señor, una la fe, uno el bautismo, uno Dios [..]” (4, 6a). La segunda referencia aparece en la carta a las comunidades de Galacia: “Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre o mujer, porque todos sois uno en Cristo Jesús” (3, 28). Sin menospreciar estas citas ya clásicas, la lectura de los evangelios ofrece otras razones que afianzan el valor del dinamismo ecuménico. En líneas generales, se puede decir que la experiencia del seguimiento a Jesús de Nazaret consiste en un proyecto de vida en el que lo más singular y genuino es que la adhesión a su figura y su mensaje se traduce en un diálogo de amor con Dios y con lo creado; un diálogo que presenta dos dimensiones complementarias: una personal; la otra, comunitaria. De la primera de estas dimensiones del amor, la personal, hay de Jesús una idea sencilla y de gran fuerza y calado: que pasó por este mundo “haciendo el bien y curando a los oprimidos” (Hch 10: 38), según el testimonio de Pedro. Jesús se dedicó a dignificar la vida de los hombres y de las mujeres que encontró en los caminos y en las aldeas. Si Jesús pudo encomendar a sus discípulos y discípulas que amasen a sus enemigos (Mt 5, 44). Fue precisamente porque en su mensaje el amor trascendía el plano de los afectos para transformarse en la fuerza que quiebra cualquier forma de opresión y para convertirse en una cuestión de dignidad, de igualdad, y en la práctica de la justicia y de la misericordia. De hecho, las tres grandes inquietudes de Jesús (Castillo, 2009) fueron: la salud, sobre la que versan las historias evangélicas de las curaciones de leprosos, ciegos o lisiados; la comida, tema al que se refieren los relatos en los que se da de comer a la multitud; y las relaciones humanas, reflejadas en las narraciones sobre las comensalías abiertas de Jesús, de las que ninguna persona quedaba excluida: “¿por qué come con pecadores?” (Mc 2, 16), preguntaron una vez sobre su forma de proceder. Es en esta tercera inquietud de Jesús, la de las relaciones humanas, donde es posible insertar el diálogo ecuménico, es decir, la creación de espacios de encuentro, de oración, de convivencia y, en definitiva, de vida compartida. Unos espacios que se han de asentar sobre los principios de la tolerancia, el respeto y sobre todo en el reconocimiento mutuo que ha de partir de la innegable igualdad. Probablemente las palabras más tiernas de las Escrituras y provistas de un sentido más vivo sean las de “no temas”. Esas fueron las palabras que oyó Josué en su vocación (Jos 1: 9), las que acogió María de Nazaret al conocer que estaba embarazada (Lc 1: 30), las que tranquilizaron a las mujeres ante la tumba vacía (Mt 28: 10) y fueron también las palabras de la comunidad que, con el viento de la noche en contra, reconocía la cercanía de Jesús (Mt 14: 27). Isaías es quien ha llegado más lejos en su interpretación: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te doy fuerzas; siempre te ayudaré y te sustentaré con mi diestra” (Is 41, 10). “No temas” es la experiencia de un Dios que ama y que se muestra próximo, cercano, que anida en lo profundo del corazón humano, que acampa entre las gentes de su pueblo, que camina con su pueblo y que lo sostiene, lo alienta y lo fortalece. Los cristianos y las cristianas depositamos nuestra confianza en un Misterio último de la vida del que decimos que es absoluto en bondad, en compasión y en amor. ¿Qué se puede temer? Dios solo sabe amar y en el amor el temor no tiene cabida (1Jn 4:18). El amor aleja el temor y el miedo y afianza la confianza y la libertad porque “donde está el Espíritu del Señor hay libertad” (2 Cor 3, 17). El diálogo ecuménico implica reconocer que la unidad de los cristianos no pasa por la uniformidad o la homogeneidad. Del mismo, conlleva apostar por la riqueza de nuestra diversidad y por la pluralidad de nuestras tradiciones, arriesgando en la búsqueda de nuevos espacios de oración, de confluencia y de vida comprometida con la buena noticia de Jesús de Nazaret. Arriesgar sin temor, sin miedo, desde la confianza y la libre conciencia, pues nos sabemos personas habitadas, sostenidas, alentadas y acompañadas por un Dios que en Jesús de Nazaret se nos revela como “abbá” e “immá” -papá y mamá-, imágenes de las que hay un rico corpus metafórico en el Antiguo Testamento (Dt 1, 31; Is 49, 15; Sal 131, 2, por citar solo algunos ejemplos). Precisamente, la preocupación de Jesús por las relaciones humanas conecta las dos dimensiones de la experiencia del amor de su mensaje: la personal y la comunitaria. Sobre esta segunda dimensión se puede decir que el amor asumido como práctica de vida, como ethos, es también la búsqueda del bien común y de un amplio horizonte que nos permita vivir con dignidad y que posibilite las relaciones hermanadas entre los seres humanos. Esto es, en definitiva, el compromiso con el proyecto del Reino de Dios, lo que ocupó el grueso de la vida pública de Jesús de Nazaret. De igual forma, ante un mundo en el que a veces se utiliza un rostro desfigurado de Dios para justificar la violencia y la violación de los derechos humanos, la creencia en el diálogo ecuménico, el testimonio de nuestro acercamiento franco como hermanos y hermanas, hace visible un rostro de Dios muy diferente y necesario: un Dios valedor de la paz y de la reconciliación, rico en bondad y en perdón. Desde este análisis, el diálogo ecuménico no es solo una necesidad real y contemporánea que nos interpela, ni la respuesta obediente a la plegaria de Jesús en el Evangelio de Juan que nos conmina a buscar la unidad como un bien independiente, desligado de otros compromisos a los que pueden supeditarse las actuaciones pro-ecuménicas por considerarse estas de menor valía o trascendencia. Desde el prisma de una lectura amplia de los evangelios, el diálogo ecuménico forma parte del compromiso que es nuestra fe; un compromiso que adoptamos a semejanza de Jesús de Nazaret: vivir para que a nuestro alrededor haya vida buena y la haya en abundancia (Jn 10, 10). La codicia esconde necesidad, más o menos enfermiza, de seguridad. Dado que el ser humano no puede renunciar a la seguridad, la cuestión es saber dónde la ponemos.
A lo largo de nuestra existencia, es probable que el “lugar” donde la situábamos haya ido modificándose: los padres, los amigos, el grupo, la pareja, la profesión, la salud, el dinero, las posesiones, las creencias… El problema no radica, por tanto, en el hecho de sentir necesidad de seguridad, sino en la ignorancia a la hora de querer afirmarla. Y caemos en la ignorancia siempre que la colocamos en cualquier realidad impermanente que, antes o después, terminará cayendo. Poner la seguridad en cualquier forma impermanente es garantizarse la decepción, la frustración y el sufrimiento. Esa es la primera ignorancia, porque nos hace tomar como “seguro” lo que es transitorio. Jesús utiliza la palabra “necio” para referirse a quien actúa así. Tal término viene del verbo latino “nescio”, que significa literalmente “no sé”. E indica con claridad nuestro problema: actuamos mal –desde la codicia, el egoísmo, el enfrentamiento, la tristeza, la desesperanza…– porque no sabemos, es decir, debido a nuestra ignorancia básica que, en realidad, es un olvido: “Nuestro nacimiento —escribía el poeta romántico William Wordswoth— no es sino un sueño y un olvido”. Nos sucede entonces que nos tomamos por lo que no somos –un yo que se define como carencia y que busca aferrarse a lo que ilusoriamente cree que le va a aportar seguridad– y olvidamos nuestra verdadera identidad, plenitud de consciencia, que es una con todo y, en sí misma, seguridad. La seguridad no es, por tanto, un “objeto”, como piensa nuestra mente, que hayamos de lograr a través de esfuerzos y de proyecciones. Seguridad es otro nombre de nuestra verdadera identidad. Apenas salimos de la inercia que nos hacía vernos como un yo separado, entrenando la capacidad de acallar la mente, empezamos a reconocernos experiencialmente en Eso que es consciente, inefable y pleno, más allá de todos los objetos con los que previamente tendíamos a identificarnos. A diferencia de ellos, lo que somos es estable y permanente. Más aún, es lo único que permanece cuando todo cambia. Y ese constituye el criterio de verdad. Así que puedes empezar por esa pregunta: ¿qué es lo que permanece cuando todo cambia?, ¿qué es lo que no ha cambiado en mí desde que tengo memoria? Advertirás que la respuesta solo es una: la consciencia de ser, que experimentas, invariable y permanente, como “Yo soy”, la única certeza que nunca podrás negar. ¿Dónde pongo mi seguridad? Recuerdo aquella foto con multitud de raíles de tren que escogí en aquella dinámica de foto-palabra que empleábamos en los 70s para hablar de lo que pensábamos y sentíamos. Tantos caminos por escoger: carrera, dirección de vida… compañer@s de camino.
¿Por qué a una edad tan temprana eliges un camino del que quizá te arrepientas y descubras que no era el tuyo? El camino no es un estado ni siquiera un estilo de vida sino una opción por no dar la espalda a lo evidente; otro nivel de conciencia diríamos hoy. Muy pronto entendí que profundizar en la visión del ser humano desde Jesús de Nazaret no era cerrarse en un paso angosto de poca perspectiva, sino más bien zambullirse en un océano inmenso de amplitud de miras cada vez más amplio, sin límite de tiempo y espacio. Nada más lejos de una visión moralista del mundo, ni de una búsqueda de crecimiento personal apartándose de lo que pudiera “contaminar” la búsqueda de perfección. El camino de Jesús es un camino de perdón y reconciliación, de pasar por encima de todos los juicios y prejuicios que nos separan y dividen, apuntando a una unión con todos y con todo en lo que hemos entendido como “reino de Dios”. Hablamos mucho y discutimos sobre ello los que vemos la vida desde perspectivas muy diferentes, a veces casi opuestas… pero qué difícil es poner toda la carne en el asador y arriesgarse. No son tan importantes las decisiones y los caminos tomados a lo largo de todos estos años; algunas han sido decisiones propias, otras han venido como circunstancias inesperadas y todas me han hecho ser quien soy hoy... Como tanta gente he experimentado el rompimiento de relaciones, a veces como propia iniciativa y otras a instancia de las otras personas, sin entender, siempre con dolor, tanto por el daño causado como por el recibido. Vivo con desconcierto el inmenso sufrimiento provocado por la jerarquía de la Iglesia Católica, Romana, a tantísima gente de todas las naciones, de diferente género, condición social y la pasividad de tantísimas personas que sin ser parte de la jerarquía más poderosa consiente con su falta de definición que todo continúe como está y eligen el camino más fácil, el de la pasividad. Como les pasa a los montañer@s, muchos días, al levantarme parece como si la niebla quisiera arrebatarme las líneas del camino y sigo más por lo que sé que por lo que veo. Sin embargo, muchas personas han hecho camino delante de mí y me han allanado tanto la ruta que el gozo sólo es posible pensando en hacer lo mismo para otr@s. Siempre son profetas, aunque no griten en las calles porque tienen la Palabra de Dios en sus bocas y en sus vidas. A veces han sido gente pobre, marginada, en las cunetas de la vida; otras, personas con preparación que han entendido que el Reino es poner todo lo que tienes y eres al servicio de los demás, de toda la Creación. No buscaban ser comprendidas, casi nunca lo son. Son conscientes con ese nivel de conciencia que les sitúa no en un nivel superior pero sí diferente. No hay mayor gozo que hacer aunque sea parte del camino, con ellas; intuyes el nivel de unidad al que estamos llamad@s. Hoy recuerdo el principio de un camino que empezó en 1976. En unas semanas celebraré haber encontrado más compañeras que me abren perspectivas si es posible de más libertad, de más conciencia. Asumo este compromiso con gran gozo porque no soy yo la protagonista. QUE TODO SEA UNO es el carisma de esta nueva comunidad que extiende sus brazos para acoger a todos y a todo. Que sepamos ser y hacer camino ahora y siempre. El sentimiento de vulnerabilidad nos acerca al Alma. No hay nada que sea más importante que acercamos a nuestra Esencia. La vulnerabilidad tiene a bien revelarnos nuestra verdadera identidad, nos aproxima a lo que realmente somos. Hace caer nuestras capas más superfluas, nos familiariza con nuestra Real Presencia.
La vulnerabilidad ralentiza la vida de fuera y sin embargo acelera la de dentro, acelera los procesos interiores. Es importante reconocernos vulnerables, pues así nos estamos acercando a la Fuente que nos habita, que todo lo habita. Reconocernos vulnerables, no es reconocernos heridos. Nada, ni nadie nos puede herir, sólo nosotros mismos. Cuando reconocemos que nada externo nos hiere, es que hemos iniciado ese Sendero que ya no tiene vuelta atrás, ese Sendero al que nos entregaremos en cuerpo y alma durante vidas. Reconocernos vulnerables es reconocernos inmensamente agradecidos aún al borde del abismo. Es rendir todas las armas y argucias del ego. Es sentirnos y sentarnos a la vera de Dios, hallarnos como bien dice el venerable Maestro Thích Nhất Hạnh "en casa". Reconocernos vulnerables no es sentirnos desprotegidos. Que me falte aliento, no quiere decir que falte el Aliento, es sólo que estoy aprendiendo a respirar. Reconocernos vulnerables es tomar conciencia de que ningún sufrimiento es en balde. Es también reconocernos en proceso de pago, de equilibrar las cuentas. Es asumir y agradecer la Ley, que nunca nos ahoga, que nos dará siempre las mil y un oportunidades de volver a empezar. Reconocernos vulnerables es sentirnos habitados en un cuerpo con fecha de caducidad, pero conscientes de que la Vida verdadera nunca caduca. Es descansar en el aquí y en el ahora, que es una de las modalidades de la eternidad. A la postre vulnerabilidad era reposo en la eternidad. La eternidad a veces no tiene otro remedio que abrirnos las puertas por medio de una enfermedad, un accidente, un contratiempo. Pasarás la noche tosiendo, ardiendo entre sábanas mojadas, pero tu Ser estará tranquilo. Por encima de los días y las noches amargas siempre verá un resquicio, siempre contemplará a lo lejos algo, siquiera una pequeña ranura, del horizonte inmenso de la eternidad. Recelaremos de los exilios que necesariamente hemos debido transitar. Reconocernos vulnerables es dar un paso más hacia nuestra autenticidad, hacia nuestra humanidad, también hacia nuestro verdadero Hogar; en definitiva es tomar plena conciencia de nuestra condición de hijos e hijas de Dios, infinitamente queridos, celosamente amparados por su Amor que todo lo inunda. Hace varios días recibí por whatsapp un comunicado urgente, que difundí por las redes, en el que la Red Solidaria de Acogida y la parroquia de San Carlos Borromeo de Entrevías, Madrid, decían que estaban atendiendo a familias solicitantes de asilo, en espera de entrar en el programa de acogida gestionado por el Ministerio de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social (MITRAMISS).
Parece ser que ni los servicios de emergencia social de la Comunidad de Madrid ni del Ayuntamiento son capaces de hacerse cargo de esta situación, pues cuando les piden la protección internacional, que tienen reconocida por derecho, a cargo del MITRAMISS, se ven con las puertas cerradas y, por supuesto, terminan viviendo en la calle. Esta escandalosa situación obligó a abrir el Centro Pastoral San Carlos Borromeo para acogerlas. Allí no existe ningún lujo, pero es un lugar digno y sencillo. En estos momentos hay 30 personas (de las que 14 son niños y niñas) que están viviendo en una habitación compartida con colchones en el suelo y dos baños. Esta es una solución provisional, pues a la sencillez del lugar se une el terrible calor de estos días. Por ello piden a las personas solidarias y que tengan disponibilidad de espacio, en una casa, aunque solo sea una habitación, el que acojan temporalmente (desde 15 días a 3 meses) a alguna de estas familias. Incluso en los alrededores o no muy lejos de Madrid, porque al estar esperando la llamada del Ministerio, si se diera, deben poder trasladarse con prontitud. También y como contribución alternativa, se puede aportar económicamente por el espacio actual, haciendo referencia a Alquiler amigo. Esta llamada es una más de las que se efectúan todos los días, por parte de gente que no se queda con los brazos cruzados ante situaciones como estas o similares. A pesar de los impedimentos de la Administración, los retrasos, las trabas a la acogida solidaria, muchas personas y organizaciones siguen adelante, a veces incluso con los riesgos que comportan estas actuaciones, que incluyen multas e incluso en casos extremos penas de cárcel. Circunstancias como esta, en la que se comprometen cada día la parroquia de San Carlos Borromeo y la Red Solidaria de Acogida, no son casos aislados. La Red Interlavapiés, el sindicato de manteros, la fundación Luz Casanova, Justicia y Paz de Confer, varias parroquias y comunidades religiosas, monseñor Agrelo desde Melilla y numerosas organizaciones de solidaridad con los emigrantes y refugiados lo demuestran. Por no hablar de las personas y grupos que, a nivel internacional, se comprometen en esta lucha, como Carola Rackete, la valiente capitana alemana de la embarcación Sea Watch 3, arrestada en Italia por socorrer a náufragos en el Mediterráneo. Al igual que Nawal Soufi, la ítalo-marroquí que desde Sicilia, donde vive, lleva años salvando de naufragar a miles de refugiados que huyen de los conflictos en Oriente Medio. O las personas laicas que, junto a religiosas y religiosos, en Estados Unidos están protegiendo y manifestándose (siendo por ello detenidos por la policía) contra la deportación masiva que quiere realizar Trump de emigrantes centroamericanos. No es popular en nuestras sociedades el proclamar tu apoyo y solidaridad hacia los emigrantes, como sujetos de protección y derechos y, más aún, como parte de la familia humana de la que todos y todas formamos parte. La propaganda en contra de los mismos, las mentiras que contra ellos difunden algunos partidos políticos y numerosos medios de comunicación (entre ellos alguno de la Iglesia Católica) tienen mucho que ver en ello. Está claro que tendremos que seguir navegando con el viento en contra. Pero nos lo requiere la llamada de la conciencia que, cuando no está dormida ni engañada por los medios, demuestra el necesario cuidado y preocupación por la gente sufriente, la búsqueda de justicia y la protección para tantas personas que huyen de situaciones dramáticas de guerra, hambre o persecución. Aún hay mucha humanidad en nuestros genes. La gente que he nombrado en estas líneas y muchas más lo demuestra. En estas personas se descubre con inmensa satisfacción la grandeza del ser humano. |
Ayuda al Blog que publica todos los días diferentes áreas, queremos seguir publicando
EL BLOGEl blog es uno dedicado al análisis en general de muchos puntos desde la ópica teológica. La meta es impulsar el estudio amplio y profundo de la fe y de la razón, siendo ambos elementos fundamentales de la vida. SABES QUE PUEDES HACER COMENTARIOS A LAS REFLEXIONES O ENSAYOS TEOLOGICOS QUE APARECEN EN EL BLOG, SI PUEDES INTENTALO...
Archivos
Febrero 2023
Categorias |