Las parábolas de Jesús son comparaciones que utilizaba para facilitar al pueblo la comprensión de los grandes valores del Reino de Dios. Por eso Jesús las empieza diciendo: "El Reino de los Cielos se parece..., o es semejante a... En esta de hoy Jesús nos enseña que en este mundo no hay nada bueno que no tenga algo malo, ni nada malo que no tenga algo bueno. En la dimensión inmanente del hombre no existe la perfección absoluta.
Por tanto es necesario que todos tengamos capacidad y generosidad suficiente para reconocer la parte de bien que hay en el otro. Lo cual vale también para los demás seres de la creación. Nadie puede pretender que lo suyo es siempre lo bueno y lo del otro es siempre lo malo. Esto tiene aplicación en muchas esferas de la vida, sobre todo en la política y más aún en las religiones. Cada opción política siempre se considera a si misma la mejor de todas por lo que debemos prestarle adhesión incondicional. Pero en el campo religioso hay opciones y movimientos que se consideran los poseedores de la verdad absoluta, que incluso se creen infalibles y su verdad es la Verdad, y no hay más verdad que la de ellos. Se consideran con derecho e incluso con la obligación de obligar a los demás a acatar sus postulados y someterlos a sus normas de conducta, hasta llegar a considerar que los que no son como ellos son enemigos y hay que echarlos e incluso perseguirlos. Es el fanatismo religioso, que en importantes sectores del islamismo actual llega a crueldades increíbles, particularmente con las mujeres, o en este momento con la persecución de los cristianos en Irak por grupo yihadistas.... La Iglesia Católica Jerárquica se consideró desde hace siglos la dueña y depositaria de toda la verdad. Hoy vemos que esta concepción de sí misma la llevó a cometer graves y grandes errores históricos como con Galileo, la inquisición, o ya en nuestros días, la expulsión de teólogos y movimientos cristianos, muy comprometidos con los más empobrecidos, y a bendecir a otros de signo contrario, conservadores e integristas cuando no corruptos y corruptores como los pederastas... Eso tristemente fue arrancar el trigo y dejar la cizaña. Excluir a la mujeres en servicios y ministerios de los que Jesucristo no las privó, también es arrancar el trigo. Es muy peligroso creerse poseedor exclusivo de la ciencia divina y actuar así en nombre de Dios. El Papa Francisco debería rehabilitar urgentemente a tantos teólogos y pastores que injustamente fueron apartados y marginados de sus cátedras y de sus tareas pastorales y juzgados de lo que no eran, como acusarlos de comunistas. Eso también fue arrancar el trigo. A todos estos también hay que pedirles perdón. ¿Cómo es posible que la canonización del mártir Oscar Romero siga en el tintero, a cámara más que lenta, mientras que a otros, de determinado sesgo religioso, se les canonizó en poco tiempo y de forma urgente? Eso nos hace desconfiar abiertamente de las canonizaciones. No se entiende que hace aún muy pocos días se vete una entrevista ya grabada a José Antonio Pagola en un medio de comunicación de Galicia que ya estaba grabada... Francisco está encontrando resistencias muy fuertes en el entorno Vaticano y en no pocos obispos para llevar adelante las reformas urgentes que la Iglesia necesita. Todos estos hechos y contradicciones nos hacen pensar que la Iglesia oficial está realmente enferma, incapaz de dar una respuesta mínimamente aceptable a los enormes problemas y necesidades de nuestro tiempo. Otra Iglesia es necesaria y ojalá que pronto sea posible. La solidaridad entre los seres humanos debe ser un valor esencial y prioritario, que ha estar por encima de toda especulación filosófica o teológica, en virtud de lo cual toda religión es para los humanos y no los humanos para la religión. Para Jesucristo todo ser humano es un valor en sí mismo, y como tal debe ser reconocido, lejos de toda manipulación, sometimiento y limitación ilegítima. Por eso Jesucristo es el gran libertador del hombre en todas sus dimensiones. Reconocer el bien que hay en el otro, nos pone en camino para que también sea reconocido el bien que hay en nosotros mismos. Hay quienes piensan que los que están en la cárcel son unos indeseables y lo peor de cada casa y de la sociedad, que nada bueno tienen. Pues bien, hace algún tiempo, un lunes, a la 8 de la mañana que salí a pasear para reducir la tensión y la glucosa, me encontré en la calle con dos reclusos que habían salido de permiso. Me conocían de las misas dominicales de la añorada UTE del Centro Penitenciario de Villabona de Asturias. Se empeñaron en llevarme a desayunar con ellos, porque a esa hora temprana, según ellos, yo no podía haber desayunado. Por cierto, más de un centenar participaban en la Eucaristía dominical de forma magnifica, con homilía dialogada y reflexiones muy acertadas y enriquecedoras, oración y peticiones comunitarias espontáneas, cantos, comunión, etc.
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En el texto que nos propone la liturgia se narran tres parábolas. La primera es la de la cizaña, que tiene poco que ver con el grano de mostaza y la levadura. La cizaña nos habla de la inevitable convivencia del bien y del mal en la sociedad humana y en cada individuo. El grano de mostaza y la levadura muestran la grandeza del Reino, a pesar de su insignificancia aparente. El tema de lo pequeño es muy interesante, pero nos vamos a fijar solo en la cizaña porque no podemos profundizar en las tres. Jesús no habla del mal en general, sino del mal camuflado como bien en nuestro propio campo.
La parábola de la cizaña es una de las siete que Mateo narra en el capítulo 13. Como decíamos el domingo pasado, se trata de un contexto artificial. Como todas las parábolas se trata de un relato anodino e inofensivo por sí mismo, pero que, descubriendo la intención del que la relata, puede llevarnos a una reflexión muy seria sobre la manera que tenemos de catalogar a las personas como buenos y malos. Mal entendida, puede dar pábulo a un maniqueísmo nefasto, que tergiversa el mensaje de Jesús. Bien y mal se encuentran inseparablemente unidos en cada uno de nosotros. Empecemos por notar que el sembrador siembra buena semilla en su campo. La cizaña tiene un origen muy distinto. Según aquella mentalidad, hay un enemigo del hombre empeñado en que no alcance su plenitud. La hipótesis del maniqueísmo es innecesaria. Durante milenios el hombre trató de buscar una respuesta coherente al interrogante que plantea la existencia del mal. Hoy sabemos que no tiene que venir ningún maligno a sembrar mala semilla. La limitación que nos acompaña como criaturas, da razón suficiente para explicar los fallos de toda vida humana. La vida arrastra tres mil ochocientos millones de años de evolución que ha ido siempre en la dirección de asegurar la supervivencia del individuo y de su especie. A ese objetivo estaba sometido cualquier otro logro. Al aparecer la especie humana, descubre que hay un objetivo más valioso que el de la simple supervivencia. Al intentar caminar hacia esa nueva plenitud de ser que se le abre en el horizonte, el ser humano tropieza con esa enorme inercia que le empuja al objetivo puramente egoísta. En cuanto se duerme un poco, aparece la fuerza que le arrastra en la dirección equivocada. El objetivo de subsistencia individual y el nuevo horizonte de unidad que se le abre al ser humano no son contradictorios. En el noventa por ciento deben coincidir. Pero esa pequeña proporción que les diferencia no es fácil de apreciar. Como en el caso de la cizaña y el trigo, solo cuando llega la hora de dar fruto queda patente lo que los distingue. Es inútil todo intento de dilucidar teóricamente lo que es bueno o lo que es malo. La mayoría de las veces el hombre solo descubre lo bueno o lo malo después de innumerables errores en su intento por acertar en su caminar hacia la meta. En el ser humano, el bien biológico individualista sería siempre bueno mientras no vaya contra el bien de los demás. Todo el esfuerzo que haga el ser humano por vivir mejor de lo que vive en una época determinada, sería estupendo si toda mejora alcanzara a todos los hombres, y no se consiguiera el bien de unos pocos a costa del mal de muchos. En el mundo que nos ha tocado vivir, podemos descubrir esa contradicción. El hombre, buscando su plenitud como individuo, arruina su plenitud como ser humano. El punto de inflexión en la lógica del relato lo encontramos en las palabras del dueño del campo: "dejadlos crecer juntos hasta la siega". Lo lógico sería que se ordenara arrancar la cizaña en cuanto se descubriera en el sembrado, para que no disminuyera la cosecha. Pero resulta que contra toda lógica, el amo ordena a los criados que no arranquen la cizaña, sino que la dejen crecer con el trigo. Este quiebro, es el que debe hacernos pensar. No es que el dueño del campo se haya vuelto loco, es que el que relata la parábola quiere hacernos ver que otra visión de la realidad es posible. No les deja crecer juntos porque el señor se sienta generoso y perdone la vida a los malos. Tampoco se trata de tener paciencia, porque al final la justicia de Dios separará la cizaña del trigo. No, se trata de reconocer la condición humana y dejar abierta su posibilidad de crecer. El evangelio no secunda la primera lectura cuando dice que Dios es grande cuando perdona. Para Jesús, Dios no tiene nada que perdonar. Esta idea va en contra de todo lo que se nos ha enseñado durante siglos y nos va a costar mucho aceptarla tal como nos la trasmite el evangelio. Dios no puede premiar ni castigar "a posteriori", porque se ha dado a cada uno antes de que lleguemos a la existencia. No la arranquéis, que podríais arrancar también el trigo. Aquí encontramos la profundidad del mensaje. La cizaña es una hierba muy parecida al trigo, y no se puede distinguir de él, hasta que no produce el fruto. Pero aunque se distinga perfectamente una de otra, al intentar arrancarla, se puede arrancar, sin querer, el trigo porque las raíces de ambas plantas están completamente entrelazadas, si tiras de la cizaña, el trigo puede ser arrancado. Pretender separarla mientras están creciendo puede arruinar la posibilidad de crecimiento del trigo y malograr la cosecha. Aplicado al ser humano, la cosa se complica hasta el infinito, porque en cada uno de nosotros coexisten juntos cizaña y trigo. Esta mezcla inextricable no es un defecto de fabricación, como se ha hecho creer con mucha frecuencia; por el contrario, se trata de nuestra misma naturaleza. Dejaríamos de ser humanos si anularan nuestra posibilidad de fallar. No solo es absurdo el considerar a uno bueno y a otro malo, sino que el solo pensar que una persona se pueda considerar perfecta, es descabellado. Querer arrancar la cizaña es una tentación, que demuestra la falta de confianza en uno mismo. También hoy Jesús, a petición de sus discípulos, explica la parábola. Una vez más, no se trata de una explicación de Jesús, sino de un añadido de la primera comunidad, que convirtió las parábolas en alegorías para poder utilizarlas como instrumento moralizante. En la explicación que el evangelio da de esta parábola, se ve con toda claridad la diferencia entre parábola y alegoría. Podemos apreciar cómo se desvía el acento desde la necesidad de convivir con el diferente a la preocupación por el destino de los cristianos, con la intención de que el miedo al más allá nos haga mejores Si a través de veinte siglos, la Iglesia hubiera hecho caso de esta parábola, ¡cuántos atropellos se hubieran evitado! Tanto en la doctrina como en moral, se ha perseguido al que discrepaba de la oficialidad, solo por el afán de conservar la pureza legal, que tanto preocupa a los dirigentes. Se ha excomulgado, se ha desterrado, se ha quemado en la hoguera a miles de cristianos que eran bellísimas personas aunque no coincidieran en todo con los cánones oficiales. Es patético, que a algunos de los que han sido sacrificados sin piedad, después se les haya declarado santos. Aún tenemos pendiente un cambio en nuestra actitud ante el diferente. Hemos sido educados en el exclusivismo. Se nos ha enseñado a despreciar al diferente. Jesús sabía muy bien lo que decía a un pueblo judío que se creía elegido y superior a todos los demás. A pesar de la claridad del mensaje, muy pronto olvidaron los cristianos las enseñanzas de Jesús y reprodujeron el exclusivismo judío. Una sola frase resume esta actitud totalmente antievangélica: "fuera de la Iglesia no hay salvación". Esta máxima (mínima) ha sido defendida por el último Catecismo de la Iglesia Católica. Meditación-contemplación Por mucho que nos empeñemos en impedirlo, la cizaña y el trigo van a seguir creciendo juntos. En la sociedad como personas más o menos buenas. En cada uno de nosotros con nuestros aciertos y errores. ......................... Si descubres los fallos en los que tropiezas cada día, estarás en condiciones de aceptar a los demás con los suyos. El objetivo del cristiano no es alcanzar la perfección, sino descubrir al otro como hermano entrañable. ........................ En contra de lo que se nos ha inculcado desde niños, no son los fallos lo que te hacen inhumano. La falta de comprensión y aceptación del otro con sus fallos, es lo que te aleja de una pertenencia al Reino de Dios. Mateo resume la crisis que atravesó su comunidad a finales del siglo I en cinco preguntas a las que responde con siete parábolas. El domingo pasado vimos la primera, ¿por qué no aceptan todos el mensaje de Jesús?, a la que respondía la parábola del sembrador.
En este domingo se plantean otras dos preguntas, a las que se responde en tres parábolas. La primera de ellas (el trigo y la cizaña) debió considerarla Mateo difícil de entender, y por eso ofrece su explicación. Sin embargo, no lo hace de inmediato. Cuenta las tres parábolas seguidas y más tarde, cuando los discípulos llegan a la casa, interrogan a Jesús y éste aclara su sentido. En cambio, las parábolas tercera (grano de mostaza) y cuarta (levadura) carecen de explicación en el evangelio. ¿Qué actitud adoptar con quienes no viven el mensaje? La parábola puede leerse desde diversas perspectivas, según pensemos que la finca es el pueblo de Israel, la comunidad cristiana, o el mundo entero. Ya que esta parábola sólo la cuenta Mateo, vamos a verla primero desde el punto de vista de su comunidad, seriamente enfrentada con los judíos. 1ª hipótesis: La finca es el pueblo de Israel En ella, el Señor ha plantado buena semilla (los cristianos). Pero el enemigo ha plantado también cizaña (los fariseos y demás enemigos de la comunidad). La tentación de cualquiera de los dos grupos es decidir por su cuenta y riesgo quién es trigo y quién cizaña. Pablo, por ejemplo, antes de convertirse, pidió permiso a las autoridades de Jerusalén para perseguir a los cristianos. Pero también la comunidad cristiana puede correr el riesgo de intentar acabar con los que no forman parte de ella o no los tratan como consideran justo. Así ocurrió cuando una aldea de Samaria no acogió a Jesús y los discípulos: Juan y Santiago le propusieron hacer bajar un rayo del cielo que acabase con todos (Lc 9,51-56). Con esta parábola, Mateo hace una exhortación a la calma, a dejar a Dios la decisión en el momento final. 2ª hipótesis: La finca es la comunidad cristiana La parábola también podría entenderse dentro de la comunidad cristiana (solo ésta sería la finca), donde hay gente que responde al evangelio (trigo) y gente que no parece vivir de acuerdo con él (cizaña). El mensaje es el mismo en este caso. Aunque las cosas parezcan claras, es fácil que al arrancar la cizaña se lleven por delante el trigo. Porque cualquiera de nosotros, por muy preparado que se considere teológica y moralmente, puede equivocarse. No son raros los casos de personas condenadas por la Iglesia que terminaron no sólo rehabilitadas sino también canonizadas. 3ª hipótesis: la finca es el mundo Finalmente, la parábola se puede interpretar en un contexto más general, donde la finca es el mundo, la buena semilla los ciudadanos del Reino y la cizaña los secuaces del Malo. En esta línea se orienta la explicación de los versículos 36-43. En cualquiera de estas tres hipótesis (todas válidas), Jesús advierte contra el peligro de que paguen justos por pecadores. Es preferible tener paciencia y dejar la justicia a Dios, el único que puede emitir un veredicto exacto, sin temor a equivocarse. La primera lectura, tomada del libro de la Sabiduría, se mueve en esta línea de bondad y tolerancia, poniéndonos a Dios como modelo. Un Dios al que el poder impulsa, no a castigar sino a perdonar, que gobierna con moderación e indulgencia, y que siempre da un voto de confianza al pecador, esperando que se convierta. ¿Tiene algún futuro esto tan pequeño? La comunidad de Mateo es pequeña. Las otras comunidades también. Han pasado ya cincuenta años de la muerte de Jesús, y aunque el cristianismo se va extendiendo por el Imperio Romano, representan una minoría. ¿Qué futuro tiene este grupo tan pequeño? ¿Qué futuro tiene la iglesia actual, que carece del influjo y el poder que tenía hace unos años? Mateo responde con dos parábolas: la del grano de mostaza y la de la levadura. Ambos coinciden en ser algo pequeño, pero más importante de lo que puede parecer a primera vista. El grano de mostaza Esta parábola sólo se comprende a fondo cuando se conoce una parábola del profeta Ezequiel que utiliza Jesús como modelo. A comienzos del siglo VI a.C., cuando el pueblo de Israel se encontraba deportado en Babilonia, para expresar que su suerte cambiaría y sería espléndida, Ezequiel cuenta lo siguiente: Cogeré una guía del cogollo del cedro alto y encumbrado; del vástago cimero arrancaré un esqueje y lo plantaré en un monte elevado y señero, lo plantaré en el monte encumbrado de Israel. Echará ramas, se pondrá frondoso y llegará a ser un cedro magnífico; anidarán en él todos los pájaros, a la sombra de su ramaje anidarán todas las aves. (Ez 17,22-23). Jesús acepta la imagen del árbol y la idea de que sirve para acoger a todas las aves del cielo. Pero introduce un cambio radical: no elige como modelo el cedro alto y encumbrado, sino el modesto arbusto de mostaza, que, cuando crece, «sale por encima de las hortalizas». Es un ataque lleno de humor e ironía al triunfalismo. Lo importante no es que el árbol sea grandioso, sino que pueda cumplir su función de acoger a los pájaros. Para la comunidad de Mateo era una excelente lección, y también debe serlo para nuestras tentaciones de triunfalismo eclesial. La levadura Algo parecido ocurre con la parábola de la levadura. Se usa en poca cantidad, pero cumple su función, hace que fermente la masa. La tentación de la comunidad cristiana es querer ocupar mucho espacio, ser masa, llamar la atención por su volumen, por el número de miembros. Jesús dice que lo importante es la función de fermentar la masa. Resumiendo lo leído hasta ahora, Mateo ofrece una explicación de la realidad (sembrador) y una llamada a la serenidad (trigo y cizaña) y a confiar en algo que tiene unos comienzos tan modestos (mostaza y levadura). El próximo domingo, otras tres parábolas completarán esta enseñanza. La personalidad fanática tiende a ver la realidad escindida completamente en dos: todo es blanco o negro, verdadero o falso, bueno o malo, "trigo o cizaña"; para ella, no caben otras tonalidades. Por eso, se convierte en juez implacable que "salva" o "condena".
Sabemos que, tras esa apariencia de dureza e intransigencia, lo que se esconde es una inseguridad amenazadora, aunque con frecuencia inconsciente para el propio individuo. Precisamente, el fanatismo cumple la función de mantenerla a raya, aunque sea a un precio excesivamente alto, por el desgaste y el sufrimiento que conlleva. La intolerancia, nos advertía el físico ruso Andrei Sájarov, no es sino "la angustia de no tener razón". Pero imposibilita el descanso y la paz, porque se asienta en una no aceptación de la realidad tal como es. Algo similar ocurre en las actitudes fundamentalistas: al identificar sus creencias con la verdad, y al haber hecho de las mismas el sostén de su propia seguridad psicológica, no queda otro remedio que condenar tajantemente todo aquello que pueda poner en cuestión el "orden" que su propia mente ha establecido (y que, en el caso religioso, intentará justificar remitiéndose a una autoridad divina). Y aquí se unen todos esos perfiles mentalmente autoritarios: aun sin pretenderlo, están cultivando la semilla del fanatismo que siempre brota al adoptar una actitud de superioridad moral. Con un humor que no oculta la tragedia, el escritor israelí Amos Oz escribe lo siguiente: "La esencia del fanatismo reside en el deseo de obligar a los demás a cambiar. En esa tendencia tan común de mejorar al vecino, de enmendar a la esposa, de hacer ingeniero al niño o de enderezar al hermano en vez de dejarles ser. El fanático es una criatura de lo más generosa. El fanático es un gran altruista. A menudo, está más interesado en los demás que en sí mismo. Quiere salvar tu alma, redimirte. Liberarte del pecado, del error, de fumar. Liberarte de tu fe o de tu carencia de fe. Quiere mejorar tus hábitos alimenticios, lograr que dejes de beber o de votar. El fanático se desvive por uno. Una de dos: o nos echa los brazos al cuello porque nos quiere de verdad o se nos lanza a la yugular si demostramos ser unos irredentos. En cualquier caso, topográficamente hablando, echar los brazos al cuello o lanzarse a la yugular es casi el mismo gesto. De una forma u otra, el fanático está más interesado en el otro que en sí mismo por la sencillísima razón de que tiene un sí mismo bastante exiguo o ningún sí mismo en absoluto" (A. OZ, Contra el fanatismo, Debolsillo, Barcelona 2005, pp.28-29). La tragedia puede formularse de este modo: el trigo y la cizaña no se dan en campos diferentes, ni dividen a las personas en dos grupos: buenos y malos, como el fundamentalismo quiere hacer creer. Trigo y cizaña habitan juntos en cada corazón humano. Más aún: en la medida en que venimos a conocer el funcionamiento de la sombra, nos percatamos de que es precisamente aquello que más nos crispa lo que –aunque reflejado en el vecino- tenemos en nosotros mismos. La "cizaña" que más detestamos en el prójimo es aquella que más escondida se halla en nuestro interior. Por eso, la actitud sabia es la de "dejarlos crecer juntos". Tal actitud remite precisamente a lo que tenemos que hacer con la propia sombra: aceptarla, abrazarla, para poder reconocerla como propia –con lo que, al dejar de proyectarla en los demás, renunciaremos a juzgarlos-, sin reducirnos a ella. El regalo que tal trabajo esconde para quien lo emprende es un crecimiento en integración y en humildad. Paradójicamente, la aceptación de la "cizaña" nos ha terminado humanizando, bajándonos del pedestal egoico –hecho de exigencia, perfeccionismo y ciertas ideas de "superioridad"- que sostenía el fanatismo, y acercándonos a nuestra verdad completa. Desde 1948, los palestinos viven condenados a humillación perpetua. No pueden ni respirar sin permiso. Han perdido su patria, sus tierras, su agua, su libertad, su todo. Ni siquiera tienen derecho a elegir a sus gobernantes. Cuando votan a quien no deben votar, son castigados. Gaza está siendo castigada. Se convirtió en una ratonera sin salida, desde que Hamás ganó limpiamente las elecciones en el año 2006. Algo parecido había ocurrido en 1932, cuando el Partido Comunista triunfó en las elecciones de El Salvador. Bañados en sangre, los salvadoreños expiaron su mala conducta y desde entonces vivieron sometidos a dictaduras militares. La democracia es un lujo que no todos merecen. Son hijos de la impotencia los cohetes caseros que los militantes de Hamás, acorralados en Gaza, disparan con chambona puntería sobre las tierras que habían sido palestinas y que la ocupación israelita usurpó. Y la desesperación, a la orilla de la locura suicida, es la madre de las bravatas que niegan el derecho a la existencia de Israel, gritos sin ninguna eficacia, mientras la muy eficaz guerra de exterminio está negando, desde hace años, el derecho a la existencia de Palestina.Ya poca Palestina queda. Paso a paso, Israel la está borrando del mapa. Los colonos invaden, y tras ellos los soldados van corrigiendo la frontera. Las balas sacralizan el despojo, en legítima defensa. No hay guerra agresiva que no diga ser guerra defensiva. Hitler invadió Polonia para evitar que Polonia invadiera Alemania. Bush invadió Irak para evitar que Irak invadiera el mundo. En cada una de sus guerras defensivas, Israel se ha tragado otro pedazo de Palestina, y los almuerzos siguen…
Hablar de un fantasma populista es aludir a una realidad inexistente, pero en la que uno cree y le causa miedo como si existiera. Muy fuerte debe ser el miedo de este fantasma cuando notables escritores se vienen ocupando de él.
Lo interesante del fantasma populista es que está sirviendo de test para ver quiénes, con puntería desacertada, se han alineado para dispararle. Son de gente que lucen de “progresistas”, que maldicen incluso de desafueros, retóricas y engaños perpetrados dentro de nuestro sistema democrático, pero sin consentir que otros ciudadanos, desde abajo y sin abdicar del sistema, se atrevan a señalar lacras y omisiones del mismo sistema y se unan en nuevos partidos para hacer cumplir simplemente lo que ordena nuestra Constitución. Sigamos observando y adivinaremos el perfil de estos voceros antipopulistas. En su proyección mediática, no dudan en abogar por un cambio radical, pero sin alterar el viejo dicho ilustrado: “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”. ¿Son miedos de un fantasma o de un futuro que los desborda? Los ciudadanos entendemos que es deber prioritario de todo Gobierno satisfacer las necesidades y derechos fundamentales de los ciudadanos. Sin embargo, los grandes Partidos, admitida una primera fase positiva de consenso, de buen hacer y progreso, no han movido luego ficha ni puesto remedio a nada o casi nada de cuanto salía de las entrañas y voz del pueblo y aceptaban sumisos las directrices economicistas de la dictatorial Troika y otras instancias Internacionales. Paradójicamente, asegurar la eliminación concreta de abusos y transgresiones; y ejercer una política democrática que haga posible la justicia y el derecho, resulta ser populista: ”Lo concreto es populista. Si dices, verbigratia, que convendría auditar la deuda, eres populista. Si dices que los paraísos fiscales deberían prohibirse, eres un populista. Si recuerdas que a las grandes fortunas se las provee de herramientas para burlar a hacienda, eres populista” (Juan José Millás, Un robo, en El País, 20 de junio). Los antipopulistas etiquetan, no argumentan. Y, por supuesto, su denuncia queda siempre en lo abstracto, sin exigir responsabilidades a quienes han delinquido y pervertido nuestro quehacer democrático. La mirada , el corazón y las manos hay que aplicarlas al presente. 1. Estamos en tiempos nuevos. Nuevos por una mayor información y conocimiento, que atraviesan hoy la vida como nunca antes ocurrió. Desde la infancia, las antenas socioculturales impregnan nuestro contorno y rellenan nuestras almenas sensitivomentales. ¿Hay controles que impidan percibir las ondas de cualquier acontecimiento, noticia o debate? El individuo, antes aislado y protegido, queda ahora abierto e indefenso, solicitado por la polivalente red informativa. La intercomunicación se hace omnipresente y tenaz y te obliga a saber y posicionarte. 2. La democracia es cosa del pueblo, de una mayor participación y representación. La novedad está en que el gobernar deja de ser propio de una élite, y pasa a ser cosa de todos, con mayor participación y representación. Ambas cosas, porque una democracia participativa sin representación no funciona; y una democracia representativa sin participación tampoco. Los zaheridos populistas es esto lo que están ensayando y tratan de lograr. ¿Cómo? Es tarea –suya y de todos- convertida en desafío, pero que no hicieron ni supieron hacer los clásicos de la democracia. 3. Bajo la prioridad de una ética universal, sustentada en el principio de la igualdad. Es lo más original y revolucionario. Original, porque está en el origen de la misma vida humana y revolucionario porque una nueva conciencia ha logrado globalizar la dignidad humana: todo ser humano es sujeto de unos mismos derechos. Y, desde esa dignidad constitutiva, cae toda suerte de patriarcalismo, imperialismo y clasismo que pretendan marcar niveles de rango y discriminación ética. La transformación de la sociedad, que se llama democrática, no se logrará si la convivencia no se cimenta sobre este principio fundamental, asumiendo las consecuencias que de él derivan. Es la igualdad la que acaba con el orden viejo de Naciones del Primer Mundo y del Tercer Mundo; la que acaba con procedimientos y prácticas discriminatorias del pasado; la que acaba con toda política de privilegio, pudiendo entonces decir con verdad: “Todos los españoles son iguales ante la ley”. Me temo que los tiros contra el fantasma populista nacen de este miedo contra la igualdad. Solo que, en este caso, la igualdad no es un ente imaginario, sino un propio de todo ser humano, absolutamente real. Con bastante frecuencia los artistas han representado la imagen de Jesús y el Cireneo, al que las autoridades religiosas forzaron a cargar con la cruz (Mateo 27, 32). Hoy se repite la escena cuando el nuevo catecismo de la Conferencia Episcopal Española Testigos del Señor deja la imprenta, y carga inmisericorde el oprobio de la inmoralidad sobre la minusválida espalda de una sociedad ya en si misma marginada y sufriente.
Una cruz sobre la que, en el "Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi" de Palestrina, el pueblo implora un persistente "Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum". Sería blasfemia, o al menos herejía, pensar que estas palabras y hechos pudieran atribuírsele a Jesús. Y Martin Buber (1878-1965), defensor de la alteridad como constitutivo del núcleo humano, lo reprobaría igualmente en su Yo y tú (Limod, 2006). "Toda vida verdadera es encuentro", dice el conocido pensador judío. Curiosa coincidencia la salida al mercado de dicho catecismo, con la Fiesta del Orgullo Gay celebrada estos días en Madrid. En la lectura del Catecismo y su Guía Básica, ambos se me desencuadernaron en las manos como flor que se marchita. Una doctrina expuesta bajo la más rancia tradición de la episcopàlía española y para INRI, con la aprobación por decreto del Pontificium Consulium de Nova Evangelizatione Promovenda. ¿Un gol de penalty al papa Francisco? Escuchemos sentencias como éstas, que empujan a la Iglesia hacia el precipicio de un suicida acantonamiento: "El Infierno es el estado de condenación de quienes después de la muerte están separados de Dios para siempre" (TS 204) o "Seguimos a Jesús cuando cumplimos la voluntad de Dios, manifestada en los Diez Mandamientos, tal y como los vivió y enseñó Jesús, y nos ha transmitido la Iglesia" (TS 2600) ¿Duda ahora alguien de por qué los jóvenes abandonan masivamente los estadios eclesiales? El Sol amenazaba con ponerse bruscamente sobre los montes otrora brillantes de Occidente. Imagen que acompaña: Icono de los santos Sergio y Baco, patronos de las relaciones entre personas del mismo sexo, martirizados en el año 303 y militares importantes del ejército romano. Cuando el emperador ordenó que fueran despojados de su insignia militar y vestidos con ropa de mujer, ellos le respondieron: "Como novias nos has vestido con hábitos de mujer, y has hecho bien, pues novias somos, entre nosotros, y de Jesucristo". Se les pude contemplar en varias representaciones artísticas siempre juntos, algunas veces cabalgando como soldados, en pinturas típicamente matrimoniales o en pinturas con su uniforme militar y Jesús tras ellos. cireneo Textos antiguos de su martirologio los describen, como "erastai" (amantes, en griego). John Boswell (1947-1994), historiador de la Universidad de Yale, considera su relación como un ejemplo de las parejas homosexuales del principio del cristianismo, reflejando la tolerancia hacia la homosexualidad de los primeros cristianos. Para demostrarlo, ha señalado decenas de manuscritos originales, que presentan los rituales religiosos matrimoniales efectuados durante toda la Edad Media por sacerdotes católicos y ortodoxos dentro de las iglesias para consagrar bodas entre personas del mismo sexo. Su obra, Las Bodas de la Semejanza, es un estremecedor alegato -646 páginas- apoyado en fuentes documentales extraordinarias: "La Iglesia primitiva no sólo era tolerante con las relaciones románticas y eróticas entre varones, sino que las santificaba ceremonialmente". Dante en su enumeración de los castigos escatológicos de su época, coloca a los sodomitas en el nivel más alto del purgatorio ( Purgatorio, Canto 16), casi a las puertas mismas del cielo, fuera del infierno. Nuestros ilustres prelados, en cambio, arrojan a unos y a otros a las ardientes calderas de Pedro Botero, y se quedan tan felices. Como Gil y Santa en una de las Comedias religiosas de Tirso de Molina: "Si permite que mi Mar ica vuelva a casa sana, os diabros se van al alcrebite, donde Pedro Botero los batana en su caldero, quedaré contento". Yo no voy a azuzar a los demonios para que los sacudan de lo lindo -aunque merecido lo tienen- pero sí a pedir a Dios que lean más y mejor el Evangelio y sean más compasivos. Que, como propone Dante Alighieri, prediquen más de amor y menos de castigo: "Tutti i miei pensier parlan d'amore". Jesús no es propiedad privada, es de todos, y cada cual tiene su camino. Los textos místicos cosmopolitas han entonado siempre esa canción: "Eso en quien todos los seres residen y que reside en todos los seres, que es el organizador de gracia a todos, El Alma Suprema del universo, el ser sin límites: yo soy eso" (Amritabindu Upanishad). Y personajes contemporánes como Anita Moorjani, la han vivido: "La religión es una senda para encontrar la verdad; pero la religión no es la verdad, solo una senda para acercarse a ella. Las personas somos diferentes unas de otras, y cada cual sigue su propia senda". 1.-El mensaje de Jesús no es solo para sembrar en la cabeza, sino sobre todo en el corazón. Es decir, la aceptación del mensaje de Jesús debe implicar una adhesión a la persona de Jesús para seguir su mismo camino. Es hacer su mensaje vida en nuestra vida. Por eso Jesús habla de lo sembrado en el corazón.
2.-Jesús da por supuesto que toda semilla es buena: La de El sin duda lo era y respondía en cada momento a la realidad concreta que El tenía delante, porque la semilla de Dios es para dar respuesta a cada situación concreta del ser humano y de la creación, que necesita un mensaje de liberación, de esperanza, de lucha por la dignidad humana. ¿Y la nuestra? ¿Nuestra semilla, nuestra palabra, está acaso adulterada, amañada, dulcificada, suavizada, falsificada, para que no incomode, no provoque, no interpele, no comprometa ni al que la siembra ni al que la recibe? Actuar así, como hacen con no poca frecuencia altos y bajos jerarcas, es una traición, un fraude al mensaje de Jesús y a quienes deben ser liberados por él. 3.-La semilla o palabra de Jesús es anuncio de justicia para los oprimidos, y de denuncia de las injusticias y de los injustos, de los poderosos, de los ricos, porque no hay ningún poder ni riqueza inocente. Cuando la Iglesia no es conciencia crítica de los empobrecidos no es la iglesia de Jesucristo. En el mundo actual toda riqueza es injusta, como, por ejemplo, la de los directivos y consejeros de los grandes bancos, cajas y grandes empresas. En el archivo adjunto podemos ver a los 200 más ricos de España. Podríamos alargar mucho la lista, pues actualmente existen en España 3.475 multimillonarios, con un patrimonio neto superior a los 22 millones de euros cada uno. Clamorosa injusticia, como la de las pensiones SICAV de los parlamentarios europeos españoles, pagadas con el dinero de todos. Un reciente estudio del Instituto Universitario de Turismo y Desarrollo Sostenible de la Universidad de Las Palmas cifra en 40.000 millones de euros el coste social de la corrupción en España, dinero totalmente injusto. Otros estudios hablan de 60.000 millones. Es dinero que se le quita a la sanidad, la educación, los servicios sociales o la cultura. Dinero que se llevan los corruptos, dinero que no llega a nuestras escuelas y hospitales, a los ancianos y discapacitados dependientes, etc. Y no hablemos de las 85 personas más ricas del mundo que tienen ellas solas tanto como la mitad de la población mundial. 4.-Está claro que hay más que de sobra para todos. Pero como dice muy bien Jesús: los afanes de la vida y la seducción de las riquezas de los grandes y poderosos de este mundo ahogan y dejan estéril la vida del resto de la humanidad. ¿Cuándo comprenderán que así no hay futuro para nadie? ¿O pretenden que se muera el resto de la humanidad y quedar ellos solos aquí? Tendrían que meditar un poco el salmo 49: "ponen su confianza en su fortuna y se glorían de su gran riqueza, pero perecerán como necios y estúpidos dejándola para otros. Los pastoreará la muerte que no les dejará llevar nada y su boato no irá con ellos, y subidos a sus honores se asemejarán a una bestia enmudecida". ¿Acaso se ha vuelto estéril la semilla del mensaje de Jesús? ¿Por culpa de quién? Da que pensar. NOTA.-En los dos adjuntos figuran más información y reflexión interesantes. Hoy no hay un contexto especial, porque Mt agrupa siete parábolas en un solo capítulo, el 13, que hoy comenzamos a leer. Es muy poco probable que Jesús haya dicho todas estas parábolas de una sentada. Seguramente tienen razón Mc y Lc al colocarlas en distintas circunstancias. Lo cierto es que la parábola es un género literario muy apropiado para hablar de realidades trascendentes. Al partir del conceptos simples, tomados de la vida cotidiana y que todo el mundo conoce, trata de proyectar nuestra conciencia hacia una realidad que va más allá de lo material. La parábola por estar pegada a la vida misma, mantiene el frescor de lo genuino y auténtico a través del tiempo y las culturas.
El relato en sí no es significativo. A mí poco me importa cómo nace y da fruto la semilla. Pero ese relato, en sí anodino, da que pensar, cuestiona mi manera de ser, me dice que otro mundo es posible y espera de mí una respuesta vital. Esta propuesta solo se puede hacer con un relato. En toda parábola existe un punto de inflexión que rompe la lógica del relato. En esa quiebra se encuentra el verdadero mensaje. En esta parábola, la ruptura se produce al final. En la Palestina del tiempo de Jesús, el diez por uno, se consideraba una excelente cosecha. Tu tierra puede llegar a producir el ciento por uno. ¡Una locura! El objetivo de las parábolas es sustituir una manera de ver el mundo miope, por otra abierta a una nueva realidad llene da sentido. Obliga a mirar a lo más profundo de sí mismo y a descubrir posibilidades insospechadas. La parábola es un método de enseñanza que permite no decir nada al que no está dispuesto a cambiar, y a decir más de lo que se puede decir con palabras, al que está dispuesto a escuchar. Quien la oye, debe hacer realidad la utopía del relato y empezar a vivir de acuerdo con lo narrado. La explicación que los tres evangelistas ponen a continuación, no aporta nada al relato. Las parábolas no admiten explicación. Jesús no pudo caer en la trampa de intentar explicarlas. La alegorización de la parábola es fruto de la primera comunidad, que intenta extraer consecuencias morales. Para descubrir el sentido hay que dejarse empapar por las imágenes. La parábola exige una respuesta personal no retórica, sino vital; obliga a tomar postura ante la alternativa de vida que propone. Si no se toma una decisión, es que ya se ha definido la postura: continuar con la propia manera de ver y vivir la realidad. Los exegetas apuntan a que, en un principio, los protagonistas de la parábola fueron el sembrador y la semilla. El objetivo habría sido animar a predicar sin calcular la respuesta de antemano. Hay que sembrar a voleo, sin preocuparse de donde cae. La semilla debe llegar a todos. En línea con la primera lectura, pretende que se descubra la fuerza de la semilla en sí, aunque necesita unas mínimas condiciones para desarrollarse. No debemos dar ninguna importancia a la cantidad de respuestas. La intensidad de una sola respuesta puede dar sentido a toda la siembra. La sinuosa y larga trayectoria de la existencia humana queda justificada con la aparición de un solo Francisco de Asís o de una Teresa de Calcuta. Por eso Jesús pudo decir: El Reino ya está aquí, yo lo hago presente. Tenemos que comprender que el Reino puede estar creciendo cuando el número de los cristianos está disminuyendo. Su plena manifestación depende solo de mí. Más tarde se dio a la parábola un cariz distinto, insistiendo en la disposición de los receptores, y dando toda la importancia a las condiciones de la tierra. Esta alegorización no sería original de Jesús sino un intento de acomodarla a la nueva situación de los cristianos, cambiando el sentido original y haciéndola más moralizante. Aún en un sentido alegórico, no debemos pensar en unas personas como tierra buena y otras, mala. Más bien debemos descubrir en cada uno de nosotros la tierra dura, las zarzas, las piedras que impiden a la semilla fructificar. En la misma parcela hay tierra buena, piedras y zarzas. No debemos identificar la "semilla" con la Escritura. Lo que llamamos "Palabra de Dios", es ya un fruto de la semilla. Es la manifestación de una presencia que ha fructificado en experiencia personal. La verdadera "semilla", es lo que hay de Dios en nosotros. Lo importante no es la palabra, sino lo que la palabra expresa. Esa semilla lleva millones de años dando fruto, y seguirá cumpliendo su encargo. El Reino de Dios está ya aquí, pero su manera de actuar es paciente. La evolución ha sido posible gracias a infinitos fracasos. Podemos recordar el prólogo de Jn. "En el principio ya existía La Palabra"; "y la palabra era Dios"; "En la Palabra había Vida". La semilla es el mismo Dios-Vida germinando en cada uno de nosotros. Dios está sus criaturas y se manifiesta en todas ellas como algo tan íntimo que constituye la semilla de todo lo que es. No debemos dar a entender que nosotros los cristianos somos los privilegiados que hemos recibido la semilla (Escritura). Dios se derrama en todos y por todos de la misma manera (a boleo). Dios no se nos da como producto elaborado, sino como semilla, que cada uno tiene que dejar fructificar. Generalmente caemos en la trampa de creer que dar fruto es hacer obras grandes. La tarea fundamental del ser humano no es hacer cosas, sino hacerse. "Dar fruto" sería dar sentido a mi existencia de modo que al final de ella la creación entera estuviera un poco más cerca de la meta, gracias a mi presencia en ella. Esa meta de la creación es la UNIDAD. Yo no tengo que dar sentido a la creación; se trataría de que por mi culpa no pierda el sentido que ya tiene. En el fondo, mi tarea sería no entorpecer la marcha de la creación entera hacia la consecución de su objetivo final. Porque se trata de alcanzar la unidad en el Espíritu, esa plenitud de ser no la puedo encontrar encerrándome en mí mismo sino descubriendo al otro y potenciando esa relación con el otro como persona. Y digo como persona, porque generalmente nos relacionamos con los demás como cosas, de las que nos podemos aprovechar. Cuando hago esto me hago menos humano. Descubriendo al otro y volcándome en él, despliego mis mejores posibilidades de ser. Hemos llegado a lo que es la esencia de lo humano. "El que tenga oídos que oiga". Esa advertencia vale para nosotros hoy igual que para los que la oyeron de labios de Jesús. En aquel tiempo, era la doctrina oficial la que impedía comprender el mensaje de Jesús. Hoy siguen siendo los prejuicios religiosos, los que nos mantienen atados a falsas seguridades, que nos sigue ofreciendo una religión muy alejada de los orígenes. El aferrarnos a esas seguridades es lo que sigue impidiendo una respuesta al mensaje, adecuada a nuestra situación actual. El evangelio es fácil de oír, más difícil de escuchar y cada vez más complicado de vivir. Descubrir cuál sería el fruto al que se refiere la parábola sería la clave de su comprensión. El fruto no es el éxito externo, sino el cambio de mentalidad del que escucha. Se trata de situarse en la vida con un sentido nuevo de pertenencia, una vez superada la tentación del individualismo egocéntrico. El fruto sería una nueva manera de relacionarse con Dios, consigo mimos, con los demás y con las cosas. Cada uno debe hacer un cuidadoso análisis para descubrir lo que impide que la semilla dé fruto en mí. La dureza del camino, las piedras, las zarzas son ejemplos que nos deben guiar en la búsqueda de nuestros propios impedimentos. A mí el ansia de riquezas o poder no me dice nada; pero el afán de tener siempre razón puede arruinar mi vida espiritual. Debemos tener claro que si la semilla no da fruto, es porque algo se lo impide. La tierra es siempre buena si no se interponen obstáculos para que la semilla germine. Meditación-contemplación "El resto cayó en tierra buena y dio grano". "Dios no da el Espíritu con medida" (Jn 3, 34) Dios se da totalmente, absolutamente, siempre y a todos. Experimenta esta verdad y cambiará tu vida. ............... Descubrir a Dios como amor dinámico, Es la base de toda experiencia religiosa. Todo lo que Dios es, lo tienes a tu alcance. Todo lo que tú eres y puedes ser, depende de ese don. ................ Recibe la semilla y deja que se desarrolle en ti. No intentes tirar de ella para que crezca más deprisa. Todo crecimiento tiene su propio ritmo. Ten confianza, en la semilla ya está el árbol completo. Noticia de los últimos días: el número de matrimonios por la iglesia ha bajado en España al 34%. El de bautismos, no será mucho más elevado. Las Primeras Comuniones son Últimas en la inmensa mayoría de los casos. La España católica ha dejado de serlo hace tiempo. Si alguno se siente desconcertado, le ayudarán las lecturas de este domingo y de los dos siguientes: las parábolas del Reino.
Una crisis con cinco interrogantes y siete parábolas Al llegar a este momento del evangelio de Mateo (capítulo 13), el horizonte ha comenzado a oscurecerse. Lo que comenzó tan bien, con el seguimiento de cuatro discípulos, el entusiasmo de la gente ante el Sermón del Monte, los diez milagros posteriores, ha cambiado poco a poco de signo. Es cierto que en torno a Jesús se ha formado un pequeño grupo de gente sencilla, agobiada por el peso de la ley, que busca descanso en la persona y el mensaje de Jesús y se convierten en "mis hermanos, mis hermanas y mi madre". Pero esto no impide que surjan dudas sobre él, incluso por parte de Juan Bautista; que gran parte de la gente no muestre el menor interés, como los habitantes de Corozaín y Betsaida; y, sobre todo, que el grupo religioso de más prestigio, los fariseos, se oponga radicalmente a él y a su doctrina, hasta el punto de pensar en matarlo. Mateo está reflejando en su evangelio las circunstancias de su época, hacia el año 80, cuando los seguidores de Jesús viven en un ambiente hostil. Los rechazan, parece que no tienen futuro, se sienten desconcertados ante sus oponentes, no comprenden por qué muchos judíos no aceptan el mensaje de Jesús, al que ellos reconocen como Mesías. Las cosas no son tan maravillosas como pensaban al principio. ¿Cómo actuar ante todo esto? ¿Qué pensar? Mateo, basándose en el discurso en parábolas de Marcos, pone en boca de Jesús, a través de siete parábolas, las respuestas a cinco preguntas que siguen siendo válidas para nosotros: ¿Por qué no aceptan todos el mensaje de Jesús? ― Parábola del sembrador. ¿Qué actitud debemos adoptar con los que rechazan ese mensaje? ― El trigo y la cizaña. ¿Tiene algún futuro este mensaje aceptado por tan pocas personas? ― El grano de mostaza y la levadura. ¿Vale la pena comprometerse con él? ― El tesoro y la piedra preciosa. ¿Qué ocurrirá a los que aceptan el mensaje, pero no viven de acuerdo con los ideales del Reino? ― La pesca. Este domingo se lee la primera; el 16, las tres siguientes; el 17, las otras tres. ¿Por qué no aceptan todos el mensaje de Jesús? La primera parábola, la del sembrador, responde al problema de por qué la palabra de Jesús no produce fruto en algunas personas. Parte de una experiencia conocida por un público campesino. Para nosotros, basta recordar dos detalles elementa-les: Galilea es una región muy montañosa, y en tiempos de Jesús no había tractores. El sembrador se veía enfrentado a una difícil tarea, y sabía de antemano que toda la simiente no daría fruto. El ideal sería contar o leer esta parábola a personas que no la hayan escuchado nunca. Al final se mirarían extrañados y dirían: ¿y qué? A lo sumo, las últimas palabras de Jesús "¡Quien tenga oídos, que oiga!", les indicarían que la historieta tiene un sentido más profundo, pero no saben cuál. Estamos ante un caso de parábola enigmática, que pretende provocar la curiosidad del lector. Por eso, inmediatamente después, surge la pregunta de los discípulos: ¿Por qué les hablas en parábolas? Y esto sirve para introducir el pasaje más difícil de todo el capítulo. La liturgia permite suprimir la lectura de esta parte y aconsejo seguir su sugerencia, pasando directamente a la explicación de la parábola. ¿Por qué la palabra de Jesús no da fruto en todos sus oyentes? Se distinguen cuatro casos. 1) En unos, porque esa palabra no les dice nada, no va de acuerdo con sus necesi-dades o sus deseos. Para ellos no significa nada la formación de una comunidad de hombres libres, iguales, hermanos. 2) Otros lo aceptan con alegría, pero les falta coraje y capacidad de aguante para soportar las persecuciones. 3) Otros dan más importancia a las necesidades primarias que a los objetivos a largo plazo. Dos situaciones extremas y opuestas, el agobio de la vida y la seducción de la riqueza, producen el mismo efecto, ahogar la palabra de Dios. 4) Finalmente, en otros la semilla da fruto. La parábola es optimista y realista. Optimista, porque gran parte de la semilla se supone que cae en campo bueno. Realista, porque admite diversos grados de producción y de respuesta en la tierra buena: 100, 60, 30. En esto, como en tantas cosas, Jesús es mucho más comprensivo que nosotros, que sólo admitimos como válida la tierra que da el ciento por uno. Incluso el que da treinta es tierra buena (idea que podría aplicarse a todos los niveles: morales, dogmáticos, de compromiso cristiano...). La parábola podría leerse también como una llamada a la responsabilidad y a estar vigilantes: incluso la tierra buena que está dando fruto debe recordar qué cosas dejan estéril la palabra de Dios: el pasotismo, la inconstancia cuando vienen las dificulta-des, el agobio de la vida, la seducción de la riqueza. Pero este sentido no es el fundamental de la parábola. La llamada a la responsabilidad y la vigilancia la trata Jesús con otras parábolas y en otros casos. Llamada a la fe y al optimismo La crisis ante la situación actual puede venir en muchos casos de que centramos todo en la acción humana. Cuando nosotros fallamos y, sobre todo, cuando fallan los demás, creemos que todo va mal. Sólo advertimos aspectos negativos. En cambio, la primera lectura de hoy, que usa también la metáfora de la semilla y el sembrador, nos anima a tener fe en la acción misteriosa de la palabra de Dios, fecunda con la lluvia, que no dejará de producir fruto. |
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