La 2ª lectura y el evangelio están estrechamente relacionados. «Amémonos unos a otros», comienza el texto de la carta de san Juan. Y el evangelio insiste dos veces: «Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros»; «Esto os mando: que os améis unos a otros». Este precepto se basa en el amor que Dios nos ha manifestado de dos formas complementarias: enviando su Espíritu y enviando a su Hijo.
Un Padre que da el Espíritu sin distinguir entre judíos y paganos (1ª lectura) La lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles recoge parte de un importantísimo episodio de la iglesia primitiva. Hasta entonces, los discípulos de Jesús se han visto a sí mismos con un grupo dentro del judaísmo, sin especial relación con los paganos. No se les pasa por la cabeza hacer apostolado entre ellos, mucho menos entrar en sus casas si no se han convertido al judaísmo y se han circuncidado. Los consideran impuros. En este contexto, se cuenta que Pedro tuvo una visión: ve bajar del cielo un mantel repleto de toda clase de animales impuros (cerdo, conejo, cigalas, etc.) y escucha una voz que le ordena: mata y come. Pedro se niega en redondo. «Nunca he probado un alimento profano o impuro». Y la voz del cielo le responde: «Lo que Dios declara puro tú no lo tengas por impuro». Termina la visión. Pedro se siente desconcertado, y mientras piensa en su posible sentido, llaman a la puerta de la casa tres hombres enviados por un pagano, el capitán Cornelio, para pedirle que vaya a visitarlo. Pedro comprende entonces el sentido de la visión: no puede considerar impuro a un pagano interesado en conocer el evangelio. Al día siguiente se pone en camino desde Jafa a Cesarea y cuando llega a casa de Cornelio tiene lugar la escena que hoy leemos. Indico algunos detalles interesantes del texto: 1) «Está claro que Dios no hace distinciones»; para él lo importante no es la raza sino la conducta del que lo respeta y practica la justicia. 2) La venida del Espíritu Santo sobre este grupo de paganos produce los mismos frutos que en los apóstoles el día de Pentecostés: hablan lenguas extrañas y proclaman la grandeza de Dios. 3) El Espíritu Santo viene sobre ellos antes de recibir el bautismo (si lo dijese un teólogo actual es posible que recibiese un serio aviso de la Congregación para la Doctrina de la Fe). No se puede decir de forma más clara que «el Espíritu sopla donde quiere y cuando quiere». La conducta de Pedro provocó gran escándalo en los sectores más conservadores de la comunidad de Jerusalén y debió subir a la capital a justificar su conducta. Pero este episodio deja claro que, para Dios, los paganos no son seres impuros. Él ama a todos los hombres sin distinción. Con ello se justifica el apostolado posterior entre los paganos. Un Padre que da su Hijo a los pecadores (2ª lectura) La carta de Juan justifica el mandato de amarnos mutuamente diciendo que «Dios es amor» y cómo nos lo ha demostrado. Cuando yo era niño, el catecismo de Ripalda, a la pregunta de quién es Dios nos enseñaba a responder: «Un señor infinitamente bueno, sabio y poderoso, principio y fin de todas las cosas». El autor de la carta no necesita tantas palabras. Se limita a decir: «Dios es amor». Y ese amor lo manifiesta enviando a su hijo «como víctima de propiciación por nuestros pecados». La «víctima de propiciación» era el animal que se ofrecía para impetrar el perdón. El Día de la Expiación (yom kippur), el Sumo Sacerdote ofrecía un macho cabrío por los pecados del pueblo. En otras ocasiones se ofrecían cabras y novillos con el mismo fin. Pero esas víctimas carecían de valor definitivo. La humanidad se encontraba en una especie de círculo cerrado del que no podía escapar. Entonces Dios nos proporciona la única víctima decisiva: su propio hijo. Y esto lo hace cuando todavía éramos pecadores. No espera a que nos convirtamos y seamos buenos para enviarnos a su Hijo. Si la primera lectura decía que Dios no hace distinción entre judíos y paganos, la segunda dice que no hace distinción entre santos y pecadores. En vez de amar a Dios, amar a los hermanos (evangelio) En la segunda lectura el protagonismo ha sido de Dios. En el evangelio, el protagonista principal es Jesús, que demuestra su amor hasta el punto de dar la vida por nosotros, llamarnos amigos suyos, elegirnos y enviarnos. (¡Cuánta gente desearía poder decir que es amigo o amiga de un personaje famoso, que ha sido elegido por él para llevar a cabo una misión!). Lo que Jesús exige a cambio de esta amistad es muy curioso. Cuando era estudiante en el Pontificio Instituto Bíblico le escuché este comentario al P. Lyonnet: «Fijaos en lo que dice la 1ª carta de Juan: "Si tanto nos ha amado Dios..." Nosotros habríamos añadido: "también nosotros debemos amar a Dios". Sin embargo, lo que dice Juan es: "Si tanto nos ha amado Dios, debemos amarnos unos a otros". Algo parecido ocurre en el evangelio de hoy. «Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.» Jesús podría haber dicho: «Amadme como yo os he amado». Pero no piensa en él, piensa en nosotros. Es fácil engañarse diciendo o pensando que amamos a Jesús, porque no puede demostrarse ni negarse. Lo difícil es amar al prójimo y, como diría alguna ex-ministra, a la prójima.
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El evangelio de hoy es continuación del que leímos el domingo pasado. Sigue explicando, en qué consiste esa pertenencia del cristiano a la vid. Poniendo como modelo su unión con el Padre, va a concretar Jesús lo que constituye la esencia de su mensaje. Ya sin metáforas ni comparaciones, nos coloca ante la realidad más profunda del mensaje evangelio: El AMOR, que es a la vez la realidad que nos hace humamos
Juan pone en boca de Jesús la seña de identidad que tienen que distinguir a los cristianos. Es el mandamiento nuevo, por oposición al mandamiento antiguo, la Ley. Queda establecida la diferencia entre las dos alianzas. Jesús no manda amar a Dios ni amarle a él, sino amar como él ama. En realidad no se trata de una ley, sino de una consecuencia de la Vida de Dios y que en Jesús se ha manifestado contundentemente. Nuestro amor será "un amor que responde a su amor" (Jn 1,16). El amor, que pide Jesús tiene que surgir de dentro, no imponerse desde fuera. Juan emplea la palabra "agape". Los primeros cristianos emplearon ocho palabras, para designar el amor: agape, caritas, philia, dilectio, eros, libido, stergo, nomos. Ninguna de ellas excluye a las otras, pero solo el "agape" expresa el amor sin mezcla alguna de interés personal. Sería el puro don de sí mismo, solo posible en Dios. Al emplear agapate (amaos), está haciendo referencia a Dios, es decir, al grado más elevado de don de sí mismo. No está hablando de amistad o de una "caridad". Se trata de desplegar una cualidad exclusiva de Dios. Se nos está pidiendo que amemos con el mismo amor de Dios. Dios demostró su amor a Jesús con el don de sí mismo. Jesús está en la misma dinámica con los suyos, es decir, les manifiesta su amor hasta el extremo. El amor de Dios es la realidad primera y fundante. Juan lo ha dejado bien claro en la segunda lectura: "En esto consiste el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó". Descubrir esa realidad y vivirla, es la principal tarea del que sigue a Jesús. Es ridículo seguir enseñando que Dios nos ama si somos buenos y nos rechaza si somos malos. Hay una diferencia que tenemos que aclarar. Dios no es un ser que ama. Es el amor. En Él, el amor es su esencia, no una cualidad como en nosotros. Yo puedo amar o dejar de amar. Si Dios dejara de amar un solo instante, dejaría de existir. Dios manifiesta su amor a Jesús, como me lo manifiesta a mí. Pero no lo hace como nosotros. No podemos esperar de Dios "muestras puntuales de amor", porque no puede dejar de demostrarlo un instante. Jesús, que es hombre, sí puede manifestar el amor de Dios, amando como Él amaría y obrando como Él obraría si fuera un ser humano. Otra consecuencia decisiva de la idea de Dios, que Juan intenta trasmitirnos, es que, hablando con propiedad, Dios no puede ser amado. Él es el amor con el que yo amo, no el objeto de mi amor. Aquí está la razón por la que Jesús se olvida del primer mandamiento de la Ley: "amar a Dios sobre todas las cosas". Juan comprendió perfectamente el problema, y deja muy claro que solo hay un mandamiento: amar a los demás, no de cualquier manera, sino como Jesús nos ha amado. Es decir, manifestar plenamente ese amor que es Dios, en nuestras relaciones con los demás. No se puede imponer el amor por decreto. Todos los esfuerzos que hagamos por cumplir un "mandamiento" de amor, está abocado al fracaso. El esfuerzo tiene que estar encaminado a descubrir a Dios que es amor dentro de nosotros. Todas las energías que empleamos en ajustarnos a una programación, tienen que estar dirigidas a tomar conciencia de nuestro verdadero ser. En el fondo, se nos está diciendo que lo primero para un cristiano es la experiencia de Dios. Solo después de un conocimiento intuitivo de lo que Dios es en mí, podré descubrir los motivos del verdadero amor. El amor del que nos habla el evangelio es mucho más que instinto o sentimiento. A veces tiene que superar sentimientos e ir más allá del instinto. Esto nos despista y nos lleva a sentirnos incapaces de amar. Los sentimientos de rechazo a un terrorista o a un violador, pueden hacernos creer que nunca llegaré a amarle. El sentimiento es instintivo y anterior a la intervención de nuestra voluntad. El amor va más allá del sentimiento. La verdadera prueba de fuego del amor es el amor al enemigo. Si no llego hasta ese nivel, todos los demás amores que pueda desplegar, son engañosos. El amor no es sacrificio ni renuncia, sino elección gozosa. Esto que acaba de decirnos el evangelio, no es fácil de comprender. Tampoco esa alegría de la que nos habla Jesús es un simple sentimiento pasajero; se trata de un estado permanente de plenitud y bienestar, por haber encontrado tu verdadero ser y descubrir que ese ser es inmutable. Una vez que has descubierto tu ser luminoso e indestructible, desaparece todo miedo, incluido el miedo a la muerte. Sin miedo no hay sufrimiento. Surgirá espontáneamente la alegría, que es nuestro estado natural. Solo cuando has descubierto que lo que realmente eres, no puedes perderlo, estás en condiciones de vivir para los demás sin límites. El verdadero amor es don total. Si hay un límite en mi entrega, aún no he alcanzado el amor evangélico. Dar la vida, por los amigos y por los enemigos, es la consecuencia lógica del verdadero amor. No se trata de dar la vida biológica muriendo, sino de poner todo lo que somos al servicio de los demás. Ya no os llamo siervos. No tiene ningún sentido hablar de siervo y de señor. Más que amigos, más que hermanos, identificados en el mismo ser de Dios, ya no hay lugar ni para el "yo" ni para lo "mío". Comunicación total en el orden de ser, en el orden del obrar y en el orden del conocer. Jesús se lo acaba de demostrar poniéndose un delantal (vestido de siervo) y lavándoles los pies. La eucaristía nos dice exactamente lo mismo: Yo soy pan que me parto y me reparto para que todos me coman. Yo soy sangre (vida) que se derrama por todos para comunicarles esa misma Vida. Jesús lo compartió todo. Os he hablado de esto para que vuestra alegría llegue a plenitud. Es una idea que no siempre hemos tenido clara en nuestro cristianismo. Dios quiere que seamos felices con una felicidad plena y definitiva, no con la felicidad que puede dar la satisfacción de nuestros sentidos. La causa de esa alegría es saber que Dios comparte su mismo ser con nosotros. Nos decía un maestro de novicios: "Un santo triste es un triste santo". No me elegisteis vosotros a mí, os elegí yo a vosotros. Debemos recuperar esta vivencia. El amor de Dios es lo primero. Dios no nos ama como respuesta a lo que somos o hacemos, sino por lo que es Él. Dios ama a todos de la misma manera, porque no puede amar más a uno que a otro. De ahí el sentimiento de acción de gracias en las primeras comunidades cristianas. De ahí el nombre que dieron los primeros cristianos al sacramento del amor. "Eucaristía" significa acción de gracias. Cualquier relación con Dios sin un amor manifestado en obras, será pura idolatría. La nueva comunidad no se caracterizará por doctrinas, ni ritos, ni normas morales. El único distintivo debe ser el amor manifestado. Jesús no funda un club cuyos miembros tienen que ajustarse a unos estatutos si no una comunidad que experimenta a Dios como amor y cada miembro lo imita, amando como Él. Esta oferta no la pueden hacer la institución, por eso se muestra Jesús tan distante e independiente de todas ellas. Ninguna otra realidad puede sustituir lo esencial. Si esto falta no puede haber comunidad cristiana. Meditación-contemplación Sin la experiencia de unidad con Dios No podemos desplegar el verdadero amor (agape). Sin la savia divina que nos atraviesa, Nunca podremos dar el verdadero fruto. ..................... El verdadero amor nos lleva al límite de lo humano. No somos nosotros los que tenemos que amar. Es el mismo Dios el que se da a través nuestro. Desde nuestra verdadera humanidad podemos manifestar lo divino. ...................... El verdadero amor no es fruto del voluntarismo. Tampoco surge del deseo de alcanzar una plenitud. Amar es deshacerme de todo lo que creo ser, Para que solo quede en mí lo que es Dios. Solo en la primera parte del capítulo 15, aparece siete veces uno de los verbos preferidos por el autor del cuarto evangelio: ménein, que puede traducirse como "estar", "morar" o "permanecer". Comporta la idea de un estar-en, de manera continuada y estable, hasta el punto de llegar a ser "uno" con quien se permanece.
Jesús tiene conciencia de permanecer en el Padre y en los discípulos, y eso mismo es lo que desea que sus discípulos hagan consciente. Todo permanece ya, y desde siempre, en la Unidad, porque no puede existir nada al margen de nada. Lo que nos falta es tomar conciencia de ello, salir del engaño al que nos induce la mente, para reconocerlo y vivirlo. No somos islotes separados; siempre somos-en y somos-con. El olvido de esta realidad hace que nos reduzcamos al ego –la identidad que nos proporciona nuestra mente- y vivamos a partir de esa creencia. Egocentrismo, individualismo, soledad, miedo, ansiedad, enfrentamiento... son las primeras consecuencias de aquel engaño. Permanecer en Jesús y en el Padre equivale a experimentarnos en esa identidad profunda, que es no-dual y, por tanto, compartida. No cabe intimidad mayor: más allá de los "mapas" que son las creencias y las religiones –mapas valiosos en muchos casos-, nos reconocemos en el "Territorio" común. Más allá de pensarnos como "sarmientos" separados, nos descubrimos ser "vid" unificada. Y eso mismo es Gozo, alegría que "nadie puede quitar". Porque no se halla a merced de lo que pueda ocurrir, sino que constituye el fondo mismo que somos y que compartimos con todos los seres. Es el gozo permanente, que puede convivir con movimientos emocionales de diverso tipo, como aquella espaciosidad no-dual que abraza tanto alegrías como tristezas más superficiales y episódicas. Y el Gozo es también uno con el Amor. "Ama, y haz lo que quieras": en esta máxima resumía san Agustín el comportamiento moral del cristiano. Para el evangelio, es así: el único mandato de Jesús –"los mandamientos de mi Padre", "lo que yo os mando"- es el amor. Y, sin embargo, los manuales, los catecismos y las predicaciones han elaborado listas interminables de mandamientos, llegando en ocasiones a una casuística que hoy nos haría sonrojar. Los factores que explican ese deslizamiento son varios: la necesidad de todo grupo de darse un ordenamiento jurídico; la necesidad de responder a situaciones concretas de la vida cotidiana; la necesidad de "tranquilizar" la conciencia –siempre es más fácil y menos exigente cumplir una lista de preceptos que, sencillamente, amar-; el ejercicio del poder, por parte de la autoridad, en forma de control de las conciencias... Sin embargo, frente a esos o cualesquiera otros motivos, es bueno volver a la originalidad de Jesús: "Esto os mando: que os améis unos a otros". Cuando hablamos de la oración normalmente la reducimos a la de petición. Orar es relacionarnos con Dios para pedirle que intervenga en los acontecimientos tanto personales como históricos y naturales, y evite todos los males y contrariedades que nos acaecen. La oración así entendida supone la existencia del Dios teísta, de Dios como persona que vive en las alturas, dominando el cosmos, y decidiendo sobre los sucesos de la vida personal y de la naturaleza. Pero si prescindimos de este Dios como deidad externa ¿tiene sentido la oración? ¿podemos seguir rezando? Estas son las preguntas que se hace el obispo Spong al tratar el tema de la oración:
“Pero, ¿todavía podemos rezar si no existe una deidad teísta que pueda contestar personalmente a nuestras oraciones? ¿Podemos rezar en este momento de exilio? La oración, ¿será una actividad que pervivirá más allá del exilio? (p.142). La respuesta a estas preguntas parece un tanto complicada, a no ser que busquemos una alternativa a este Dios personal que vive en el cielo y que contesta a nuestras peticiones, por una parte; y que descubramos, por otra parte, otro tipo de oración diferente a la de petición. Podemos acudir al evangelio y descubrir qué contesta Jesús de Nazaret a la petición de sus discípulos: Señor, enséñanos a orar (Lc 11,1). Jesús les contesta con la conocida oración del padrenuestro: Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre… Pero las circunstancias que vivimos nosotros son diferentes de las que vivieron Jesús y sus discípulos. Esta oración depende de unos supuestos que hoy no podemos admitir. Supone que Dios es una persona a la que podemos tratar como un padre. Supone que Dios es un ser que vive en el cielo. Y supone también que a este ser divino le agrada que le tratemos como persona sagrada. Hoy no podemos seguir admitiendo todos estos supuestos sobre los que se asienta la oración que Jesús enseña a sus discípulos. Nuestro mundo ha superado estos supuestos teístas. “Todos estos eran aspectos de un sistema de creencias teísta que, sencillamente, ya no existe. El concepto de una deidad personal que dirige los asuntos de la historia humana individual desde un lugar de ventaja sobre la Tierra, observando, interviniendo, premiando o castigando, ha muerto” (Spong p.144). En estas circunstancias ¿es posible hablar de la oración sabiendo que ese ser divino que llamamos Dios no habita en el cielo, y no dirige desde lo alto los acontecimientos de la historia como un ser protector de la vida humana y cósmica? Se impone la tarea de reconstruir la oración sobre unos supuestos diferentes, no teístas y acordes con la modernidad. Habrá que descubrir una nueva base sobre la que fundamentar la oración. Una nueva forma de entender a Dios, no como deidad externa, sino como profundidad que existe dentro de cada persona, que impulsa a comunicar con la fuente de la vida, que llama a la plenitud y que empuja a la comunidad y al cuidado de los otros. Así describe el obispo este nuevo modo de entender la oración: “La oración es la intención humana consciente de relacionarse con la profundidad de la creación y el amor y, por lo tanto, ser un agente en la creación de la plenitud en el otro. La oración es ofrecer nuestra vida y nuestro amor a través la simple acción de compartir nuestra amistad y nuestra aceptación. La oración es mi llamado al ser del otro para después darle al otro el valor de atreverse, de arriesgarse y de ser en una forma de ser totalmente nueva, quizás hasta en una nueva dimensión de la vida. La oración también es mi oposición activa a esos prejuicios y estereotipos que disminuyen el ser persona y el ser del otro. La oración es tomar la acción política correcta para construir una sociedad en la cual las oportunidades pueden ser igualitarias y nadie se vea forzado a aceptar el status quo como su destino. La oración es un reconocimiento activo de que existe un centro sagrado en cada persona que no debe de ser violado. La oración es enfrentar las exigencias de la vida, que nos hacen entender que vivimos sujetos a una amplia gama de circunstancias sobre las cuales no tenemos control. La oración no es cobardía frente a estas circunstancias, sino, más bien, la disposición para enfrentarlas con valor. La oración es la habilidad de aceptar la fragilidad de la vida y transformarla aunque nos victimice o nos mate. La oración incluye perder la ilusión de ser el centro del universo o que nuestras vidas son tan importantes para alguna deidad externa, que esa deidad intervendrá para protegernos. La oración es una llamada a romper con la dependencia infantil para entrar en la madurez espiritual” (Spong p149-150) Redescubrir la oración, por lo tanto, consiste en superar la huída de este mundo para encontrarnos con el Dios, deidad externa, sobrenatural, omnipotente, protector, juez y solución de todos los problemas que afectan a la humanidad y al universo. Y centrarnos en nosotros mismos, en la profundidad de nuestro ser para vivir plenamente, compartir el amor y abrir la vida a la transcendencia. Es también lucha por la justicia humana para superar las desigualdades de cara a conseguir todas y todos la plenitud de la vida. La oración no se puede separar de la acción, Porque lo sagrado se encuentra en el centro de la vida, la oración es llamada a abrirnos a la profundidad de la vida para que se revele su profundidad. Por ello, como dice el obispo Spong, será mejor hablar de meditación y contemplación, que sugieren el cambio de uno mismo; que de oración, que alude a la idea de petición a la deidad teísta para que intervenga en la historia y solucione los problemas que nos inquietan. La oración es abrirse a la profundidad de la creación y el amor. Es llamada al ser del otro para que pueda realizarse plenamente. Es también oponerse a todo lo que impide la realización del otro. Es compromiso político para construir una sociedad en la que todos los seres puedan alcanzar la plenitud de la vida. Es reconocimiento de que en cada persona existe un centro sagrado que ha de respetarse. Es finalmente, tomar contacto con Dios, no como ser externo que habita en los cielos, sino como fundamento del ser, de la vida y del amor de todo cuanto existe. *J. Sh Spong. Por qué el cristianismo tiene que cambiar o morir. Editorial Abya Yala. Quito. Ecuador 2014. La terrible frase sobre el silencio de las mujeres en la Iglesia es de San Pablo. Sabemos cosas contradictorias de aquel tiempo. Por un lado, que es muy probable que en la comunidad cristiana hubiera mujeres con ministerios cultuales, hasta sacramentales, como diaconisas, con lo que la advertencia de Pablo se referiría a las mujeres que celebraban como simples fieles, sin ejercer ningún ministerio. Algo que parece insinuar el miedo que el apóstol de Tarso tendría a la proverbial locuacidad de las féminas en las reuniones de culto. Así que de ello, de esa prevención, no se podría derivar ninguna enseñanza contraria a la integración activa de las mujeres en el culto. Porque hay que tener en cuenta que si fue Pablo el que organizó la Iglesia más o menos como hoy la conocemos, también es verdad que no es la única fuente del Nuevo Testamento (NT), y que en sus propias cartas a aparecen mujeres muy ligadas a las tareas evangélicas.
Pero no cabe la más mínima duda de que esa posible, y hasta probable, libertad para permitir a las mujeres protagonismo en la comunidad cristiana estaba reñida, completa y absolutamente, con la praxis real y la normativa jurídica imperantes en el Imperio Romano. En éste la mujer no tenía personalidad jurídica por sí misma, y el valor que podría llegar a tener o adquirir provenía del varón del que dependía: como esposa, como hija, como hermana, como sobrina, como favorita, etc. Pero siempre a la sombra y protección del varón. Por eso entendemos muy bien los textos en que Pablo es, hoy día, sobre todo el de la carta a los Efesios, (Ef 5,21-33), acusado por tantas mujeres de misógino, o hasta cosas peores. Pero se equivocan nuestras contemporáneas en su apreciación, porque olvidan que la mujer no contaba en el mundo del derecho; y que, en la familia, su papel era la de organizadora de la casa, de los trabajos de los esclavos y líberos, y, por supuesto, la de proporcionar prole sana y abundante al varón. Ni siquiera en el mundo amoroso se le reconocía, por lo menos no públicamente, papel significativo a la mujer. El amor era una relación entre iguales, es decir, entre varones de la misma altura social y cultural. (Lo que no quiere decir, como algunos historiadores modernos insinúan, que eran muy numerosos los homosexuales). Voy a resumir mucho, porque la emancipación verdadera de la mujer no se realiza del todo, o casi, verdaderamente, hasta el siglo XX. Así que la Edad Media fue, a efectos del mundo y la realidad femeninos, un desastre. Y si así sucedió en el mundo civil, nada mejor ni más lúcido y progresista se podría esperar de la Iglesia, una organización cada vez más machista, a pesar de que fue muy significativo en esos siglos oscuros y violentos, el número de mujeres que iluminaron a la comunidad cristiana con una luz brillante y providencial. Aunque es verdad, también, el número exagerado y execrable de mujeres que fueron, por minucias o indicios ridículos, víctimas de persecución, de tormentos humillantes y demasiadas veces vergonzosos, de la hoguera y de la muerte, como nos recordaba hace unos días el papa Francisco, en el caso sonrojante de los “¿doctores de la Iglesia?” que condenaron a Juana de Arco a la hoguera. Efectivamente, los sesudos e inteligentes varones han hecho muchos estropicios en la Historia de la Iglesia. La alta jerarquía de la Iglesia podrá, aprovechando el 5º Centenario del nacimiento de Santa Teresa, proponerse, seriamente, recomponer la absurda, y tremenda injusticia que ha perpetrado contra la mujer. Que si es verdad que durante siglos la sociedad entera era responsable del déficit jurídico, social y cultural de la mujer, también lo es que, en los últimos siglos, a regañadientes al principio, pero motivados y casi empujados por grupos de mujeres activistas y conscientes, ha pasado, en los últimos tiempos, a elaborar una legislación de “género” absolutamente favorable a la mitad femenina de la población. A algunos, entre ellos, los miembros más altos de la jerarquía de la Iglesia, no solo no les gusta esa terminología y esa mentalidad llamadas de genero, sino que la detestan y aborrecen cordialmente. Pero la verdad clara y cruda es que esa jerarquía rancia, medieval y misógina es el único grupo del mundo avanzado jurídica, social, económica, democrática y científicamente, que parece querer emular el antifeminismo y machismo inexplicable, violento y zafio de los radicales yihadistas. La sociedad israelí del siglo XXI ( 80% de judíos frente a un 20% de población árabe), sería un crisol de razas, costumbres, lenguas y valores que tan sólo tendrían en común su origen judío y en la que se estaría produciendo un golpe de mano silencioso de una minoría ultra ortodoxa (los “haredim” que aunque tan sólo representan el 10% de su población serían un Estado dentro del Estado) para fagocitar todas las áreas sensibles del poder del Estado judío (Interior, Vivienda, el Mosad y los mandos del Tzáhal o Ejército judío) e intentar imponer la “Halajá” o ley judía a más del 40% de población que se declara laica, segmento de filiación europea , inmersa en la cultura y modo de vida occidentales y que desea ser regida por la ley civil como en las demás democracias formales occidentales, no siendo descartable la agudización de la fractura civil en los próximos años, preludio de una posterior deriva totalitaria de la actual democracia israelí que tendrá su culminación con la instauración en el Estado israelí de un régimen teocrático-militar, émulo del denostado régimen de los ayatolá iraníes.
La manipulación del miedo como dictadura invisible El estadounidense Harold Lasswell (uno de los pioneros de la “mass comunicación research”), estudió después de la Primera Guerra Mundial las técnicas de propaganda e identificó una forma de manipular a las masas ( teoría de “la aguja hipodérmica o bala mágica”), teoría plasmada en su libro “Técnicas de propaganda en la guerra mundial (1.927) y basada en “inyectar en la población una idea concreta con ayuda de los medios de comunicación de masas para dirigir la opinión pública en beneficio propio y que permite conseguir la adhesión de los individuos a su ideario político sin tener que recurrir a la violencia”.(defensa de la sacrosanta seguridad de Israel). Por su parte,Edward L. Bernays, sobrino de Sigmund Freud y uno de pioneros en el estudio de la psicología de masas, en su libro “Cristalizando la opinión pública”, desentraña los mecanismos cerebrales del grupo y la influencia de la propaganda como método para unificar su pensamiento. Así,según sus palabras “la mente del grupo no piensa, en el sentido estricto de la palabra. En lugar de pensamientos tiene impulsos, hábitos y emociones. A la hora de decidir su primer impulso es normalmente seguir el ejemplo de un líder en quien confía ”, por lo que la propaganda del establishment sionista será dirigida no al sujeto individual sino al Grupo en el que la personalidad del individuo unidimensional se diluye y queda envuelta en retazos de falsas expectativas creadas y anhelos comunes que lo sustentan, sirviéndose de la dictadura invisible del temor al Tercer Holocausto, proceda de Hamás, de Hezbolá o de Irán. Sin embargo,la teórica política judío-alemana Hannah Arendt en su libro “Eichmann en Jerusalén”, subtitulado “Un informe sobre la banalidad del mal”, nos ayudó a comprender las razones de la renuncia del individuo a su capacidad crítica (libertad) al tiempo que nos alerta de la necesidad de estar siempre vigilante ante la previsible repetición de la “banalización de la maldad” por parte de los gobernantes de cualquier sistema político, incluida la sui-genéris democracia judía, pues según Maximiliano Korstanje “el miedo y no la banalidad del mal, hace que el hombre renuncie a su voluntad crítica pero es importante no perder de vista que en ese acto el sujeto sigue siendo éticamente responsable de su renuncia” . Racismo y xenofobia en la sociedad israelí Así, la sociedad israelí en su inmensa mayoría sería cómplice silenciosa y colaboradora necesaria en la implementación del sentimiento xenófobo contra la población árabe-israelí (según la encuesta sobre derechos civiles ”Association for Civil Rights in Israel Annual Report for 2007” publicada por el diario Haaretz ,“ el número de judíos que manifiestan sentimientos de odio hacia los árabes se ha doblado y el 50% de los judíos israelíes se opondrían ya a la igualdad de derechos de sus compatriotas árabes) y en el incremento del régimen de apartheid en los guetos palestinos de Cisjordania y Gaza en los que la población palestina estaría sometida al régimen jurídico-militar en lugar de depender del poder civil como la israelí, síndrome conocido como “la burbuja de Tel Aviv”. Asimismo, según aurora-israel.co.il, alrededor de mil israelíes oriundos de Etiopía bloquearon el acceso a Jerusalén y su principal arteria para denunciar la persistencia “de racismo y violencia hacia los israelíes etíopes” al grito de “Israel será como Baltimore” tras dos incidentes de manifiesta brutalidad policial contra jóvenes de esta comunidad. Más de 120.000 judíos etíopes fueron traídos a Israel, desde que los rabinos principales determinaron en 1973 que la comunidad tenía raíces bíblicas y aunque algunos judíos etíopes son actualmente diputados del Parlamento (Knéset) y oficiales en el ejército, las quejas por la discriminación en las escuelas y en los barrios son numerosas. ¿Hacia el final de la “revolución laica”? Tras la firma de los pactos de gobierno con los partidos ultra ortodoxos Judaísmo Unido de la Torá y Shas, que darán paso a un ejecutivo de fuerzas nacionalistas y religiosas, Netanyahu va a eliminar de un plumazo la “revolución laica” iniciada en la anterior legislatura por Yanir Lapid. Así, según el diario Yediot Aharonot, Netanyahu se ha comprometido a congelar una serie de reformas emprendidas por el anterior Ejecutivo sobre recortes económicos entre la comunidad ultra ortodoxa, modificar las reformas en las leyes de conversión y en la ley de enrolamiento universal, que por primera vez forzaba a cerca de 60.000 haredim (ultra ortodoxos) a entrar en el Ejército debido a la ola de protestas sociales de una clase media que se quejaba de los exagerados privilegios que éstos recibían a pesar de no contribuir “ ni a las arcas públicas ni al “peso” de la seguridad nacional”. Ello conllevará según un fustrado Lapid en declaraciones al diario Yediot Aharonot que los ultra ortodoxos “podrán seguir sin reconocer al Estado de Israel, obtener miles de millones de los contribuyentes y vivir sin trabajar”, con lo que continuará la implementación de un régimen teocrático bajo el control del Gran Rabino ( a imitación del régimen de los ayatolá de Irán), en el que los ultraortodoxos serán la casta dominante a pesar de ser una minoría, aunque ya en la actualidad, serían una casta ociosa (6 de cada 10 no trabaja y se dedican al estudio del Torá) que gozaría de prebendas y privilegios, que tendría a la población laica como siervos para sufragar su manutención, sanidad y educación así como la defensa de las fronteras de Israel y que impondría sus leyes al 43% de población laica, de lo que sería paradigma el hecho de que el Estado israelí no permite el matrimonio civil Los colonos y el declive del Estado de Bienestar Según el censo elaborado por el Ministerio de Interior israelí, cuando se suscribieron los Acuerdos de Oslo (1.993), unos 250.000 colonos poblaban los territorios ocupados mientras que en la actualidad serían más de 700.000 colonos que extenderían sus tentáculos por Cisjordania (140 asentamientos entre los que descollarían Hebrón y en especial el valle del Jordán que domina la mitad fértil de río y sería una verdadera avanzadilla para controlar la frontera de Jordania) además de Jerusalén Este y los Altos del Golán, aunado con la prevista culminación del Muro de Cisjordania que incluiría aproximadamente el 10% del territorio de Cisjordania, incluida Jerusalén Este donde unas 60.000 casas palestinas podrían ser demolidas al carecer de permisos oficiales. Así, antes de las recientes elecciones, Netanyahu reafirmó “el derecho del pueblo judío a construir en Jerusalén”, (lo que se traduciría en la construcción de 1.000 nuevas viviendas en Jerusalén Este), pues según sus palabras “hasta los palestinos saben que esos lugares quedarán bajo la soberanía israelí bajo cualquier tipo de arreglo” . Desde que en 1967 el Partido Laborista impulsó los asentamientos, el Estado israelí se habría gastado la friolera cifra de 7.500 millones € y según denuncia Maayan Geva, de B´Tselem, (Centro israelí de información sobre derechos humanos en los Territorios Ocupados) “dicha política ha consumido el presupuesto para educación, bienestar social e investigación no armamentística” y ha ayudado “a aumentar la pobreza, con casi un millón de personas por debajo del umbral mínimo, entre ellas, el 30% de la población infantil” por lo que no es de extrañar que con el azote de la crisis , desde 2007 se haya registrado un crecimiento anual de su población de entre el 5 y el 10%, (dos veces más rápido que en el conjunto nacional), forzando a amplios sectores de la juventud laica y urbana israelí a la disyuntiva de engrosar la lista de colonos teledirigidos por los haredim o emigrar a Occidente para escapar de la distopía teocrática del futuro Estado de Israel. Dado que el 75% de los colonos son ultra ortodoxos (más de 500.000), en los últimos años se habría desarrollado en los territorios ocupados de Palestina una peligrosa simbiosis entre los líderes políticos de los colonos y los rabinos que han predicado durante décadas su oposición a cualquier compromiso territorial con los palestinos y han tratado de dar una justificación religiosa a la ilegal ocupación israelí de los territorios palestinos. Así, rabinos extremistas israelíes entrenarían a los colonos en escuelas ubicadas en los asentamientos construidos ilegalmente en Cisjordania y la ciudad de Al-Quds (Jerusalén) para que cometan actos terroristas contra los palestinos de la ocupada Cisjordania , según ha informado los servicios de seguridad general de Inteligencia judío (Shabak) en un informe publicado en la página Web ‘Israelí Central Issues’. El declive del Estado de Bienestar en Israel afectaría pues únicamente a la población laica y urbana , por lo que en el 2011 unos 250.000 jóvenes iniciaron una protesta en Tel Aviv en el 2011 contra las políticas sociales de Netanyahu y en demanda de vivienda, planificación, políticas para el mercado laboral, salud y educación pública, debiendo recurrir Netanyahu de nuevo a la manipulación del miedo para obviar el colapso del Estado de Bienestar de Israel (secuestro del soldado Gilad Shalit). Netanyahu y el Gran Israel (Eretz Israel) Theodor Herzl es considerado el Padre del actual Estado de Israel y fundador del sionismo y en su libro “El Estado judío: ensayo de una solución moderna de la cuestión judía”, propuso la creación de un Estado judío independiente y soberano para todos los judíos del mundo al tiempo que promovió la creación de la OSM (Organización Sionista Mundial) y en su obra “La vieja Nueva Tierra”(1902), sienta las bases del actual Estado judío como una utopía de nación moderna, democrática y próspera en la que se proyectaba al pueblo judío dentro del contexto de la búsqueda de derechos para las minorías nacionales de la época que carecían de estado, como los armenios y los árabes. Sin embargo, aurora-israel.co/il, denuncia que “ la política aislacionista del primer ministro, Biniamín Netanyahu, parece estar en las antípodas de los fundadores del sionismo, tales como Teodoro Herzl y Chaim Weizmman, que incluyeron al movimiento dentro del espectro progresista en el campo de la diplomacia, con lo que la pregunta es si puede revertirse peligroso el aislamiento diplomático de Israel con una política que sea contraria al inmovilismo y el encerramiento”. Así, Netanyahu aspira a resucitar el endemismo del Gran Israel (Eretz Israel), ente que intentaría aunar los conceptos antitéticos del atavismo del Gran Israel (Eretz Israel), lo que supondría la restauración de la Declaración Balfour (1.917), que dibujaba un Estado de Israel dotado de una vasta extensión cercana a las 46.000 millas cuadradas y que se extendía desde el Mediteráneo al este del Éufrates abarcando Siria, Líbano, parte noriental de Irak , parte norte de Arabia Saudí , la franja costera del Mar Rojo y la Península del Sinaí en Egipto así como Jordania, que pasaría a denominarse Palesjordán tras ser obligado a acoger a toda la población palestina de las actuales Cisjordania y Gaza forzada a una diáspora masiva ( nueva nakba). Dicha doctrina tendría como principal adalid a Isaac Shamir al defender que “Judea y Samaria (términos bíblicos de la actual Cisjordania) son parte integral de la tierra de Israel. No han sido capturadas ni van a ser devueltas a nadie”, doctrina en la que se basarían los postulados actuales del partido Likud liderado por Netanyahu quien aspira a convertir a Jerusalén en la “capital indivisible del nuevo Israel”, tras la invasión de su parte oriental tras la Guerra de los Seis Días (1.967), contado para ello con la ayuda inestimable de unos colonos que teledirigidos por la minoría ultra ordodoxa serían la avanzadilla de Netanyahu en sus ideales expansionistas. Hasta un pensador tan vetusto y denostado y aparentemente carca y de moral rígida como Tomás de Aquino lo dice: "sin algo de placer es imposible vivir". Quizá es la enseñanza menos conocida del influyente teólogo, lástima que no haya formado parte de un modo explícito de su enseñanza, hubiera quitado muchos problemas personales e incluso sociales.
Sin embargo, en la Iglesia a nivel práctico es recogida, y desde que yo recuerdo, los curas, que al menos de modo formal tienen prohibidos los placeres de la carne, y en teoría muchos otros, se reúnen para comer, se dan las grandes comilonas. Ya está comprobado que el área cerebral activada por el deseo sexual es impulsada también por el placer de la comida. Algo que se puede a la vista de todos y que llena esa necesidad tan honda en el ser humano: sin algo de placer es imposible vivir, sin activar esa zona del cerebro, toda la actividad de este se resiente, y detrás se resiente nuestra vida. Por ello, la verdad es que cuando no ha sido posible llenar esa necesidad de placer de forma abierta, en sociedades cerradas y controladoras y a veces también en otras más abiertas, pues se ha llenado de modo oculto, a veces con una fuerte hipocresía, pero llenar se ha llenado, no es posible no hacerlo. Responde a un modo cómo funcionamos los seres humanos. Hay una gran distancia entre el placer disfrutado realmente y el aceptado socialmente en cada época. Hay algo profundo en esto y esa distancia no es fácil de eliminar. La cultura dominante, igual que las organizaciones, abusivas y no, controlan el placer, necesitan controlar el placer como uno de los elementos de más peso en el control social. El placer siempre ha estado históricamente en la oscuridad, en la intimidad personal y no solo porque el acto sexual sea el acto íntimo por excelencia. Por ejemplo no es fácil para las figuras públicas que se les vea disfrutando: se exponen a fuertes pérdidas de popularidad. Sin embargo, es bueno y es sano que introduzcamos el placer entre nuestras actividades y que nos alejemos de esa demonización tan fuertemente arraigada sobre el placer. Necesitamos dar carta de naturaleza al placer en nuestra vida, saber qué actividades, qué relaciones, qué cosas, qué comidas, qué manera de hacer el sexo, qué actividades físicas, son placenteras para nosotros, nos proporcionan placer. No, no por los demás, sino a nosotros mismos. Y si nunca hemos buscado el placer, o lo hemos hecho solo por caminos aceptados socialmente, es posible que ese territorio a descubrir sea enorme. Todo un entero continente nunca explorado. Teniendo en cuenta además que las posibilidades de placer del ser humano son inmensas. Por todo esto cuando tengo que hacer una exploración junto a una persona que quiere realizar un proceso de coaching, una entrevista de encuadre se llama en el coaching emocional, reviso su trabajo, su desarrollo personal, sus relaciones, su afectividad, su sentido de la vida, su autoestima y su asertividad, si todo eso, y también su ocio y sus placeres como un territorio más, y uno que especialmente no puede quedar yermo. Y es curioso porque gracias a la cultura dominante, habitualmente las personas no hablan de lo que les gusta. Hablan de la pareja, pero no comentan si el sexo les gusta. Hablan del trabajo, de las preocupaciones y si no hay una pregunta expresa, no hablan del placer, aunque debería decir: hablamos, porque yo me incluyo. Sin embargo la formación para el placer debería ser parte de la formación que recibimos. Y me atrevo a decir que sin esta no hay formación para la vida, la vida es luz y sombra y colores, elementos positivos y negativos, emociones agradables y desagradables, y también es placer y disfrute, lo mismo que tiene elementos de dolor y de sufrimiento. Y como lo aprendemos todo, debemos también aprender a elegir lo que nos nutre, lo que nos alimenta, lo que nos hace disfrutar, debemos aprender a incluir nuestra dosis de placeres en la vida. La vida deja muchos agujeros, muchas simas y es muy difícil de soportar si no somos capaces de disfrutar en ella, si nuestro cerebro no recibe su ración de placer. Así que repito con Tomás de Aquino: sin placer es imposible vivir. La alegoría de la vid y los sarmientos, cargada de simbolismo, hondura y belleza, nos introduce directamente en la sabiduría de la no-dualidad.
Ciertamente, la vid y los sarmientos son no-dos. La mente dualista no puede sino verlos separados –lo característico de la mente es separar la realidad-, pero no hay separación alguna. Es cierto que el sarmiento puede percibirse como sarmiento, pero no por ello deja de ser vid. Una rama es árbol, del mismo modo que mi dedo es cuerpo. La trampa radica en el hecho de que la mente, al separar –la característica primera de la mente es la separatividad, ya que es el único modo en el que ella puede funcionar-, se queda mirando únicamente el sarmiento, la rama o el dedo. Da origen, de ese modo, al dualismoque fractura incesantemente toda la realidad. Cuando somos capaces de aquietar la mente, alcanzamos a ver "más allá" de esas aparentes separaciones, percibiendo la unidad de lo que es. Con otro ejemplo: ante un conjunto de joyas de oro, la mente ve la especificidad de cada una de ellas, con su propio nombre y su forma peculiar. Pero, si no nos quedáramos en las formas, lo que percibiríamos sería el oro que es, de hecho, la única realidad que se halla presente en todas ellas. Somos diferentes, pero no-separados: no somos iguales, pero somos lo mismo. La alegoría habla de "cortar" y de "podar". Una vez más, me parece necesario recordar que no hay que leer tales afirmaciones en clave de amenaza, sino como palabra de sabiduría. Si bien en aquella cosmovisión, a partir de la imagen de un dios intervencionista, todo se atribuía directamente a él, hoy podemos captar mejor el significado, como una descripciónde lo que ocurre. Del mismo modo que es imposible que el sarmiento que se desconecta de la vid pueda dar fruto, así también, la persona que vive desconectada de su fondo, experimentará su existencia como vacío. Y no será extraño que se note mortecina y carente de sentido. La "poda" forma parte ineludible de todo el proceso de crecimiento. En síntesis, podría expresarse de este modo: se trata de morir a lo que no somos para que pueda vivir lo que realmente somos. En este sentido, recuerda aquella otra palabra de Jesús acerca del grano de trigo, que únicamente da fruto cuando es enterrado (Jn 12,24): la fecundidad está en razón directa de la muerte. En último término, se trata de la poda del yo –que creemos ser- para que pueda desplegarse la Vida que realmente somos. Gracias a la poda, el sarmiento se convierte sencillamente en "vehículo" de la vid, desde la consciencia de ser él mismo vid. La poda puede nacer de una decisión propia, característica de todo camino espiritual, o puede venir de una manera imprevista, en forma de crisis de cualquier tipo. En este último caso, solemos vernos sorprendidos y, a veces, incluso zarandeados. Sin embargo, justamente eso que nos sorprende y remueve puede constituir la mejor oportunidad para una poda eficaz. Para que así sea, con lucidez y humildad, habremos de situarnos en la consciencia de eso mismo que está ocurriendo, desde la aceptación más profunda, rindiéndonos a ello y dejándonos hacer por la Vida. El texto que leemos hoy es el comienzo del capítulo 15 del evangelio de Jn, incluido en el larguísimo discurso de despedida, que Jn pone en boca de Jesús, después de la cena. En esta parte del discurso, se habla de la comunidad y su misión en el mundo. Insiste en que la Vida de Dios debe atravesar a cada miembro para que sea posible el amor que se debe manifestar en obras. La división de los organismos vivos en partes, siempre es inadecuada. Toda la vid es un ser vivo. Raíz, cepa y sarmientos están atravesados por la misma vida; pero para mantener la vida y producir frutos, necesita de los tres elementos.
El simbolismo de la viña es muy frecuente en el AT, pero no es tan frecuente la imagen de la vid. Además, el sentido que le da Jn es completamente original. El doble aspecto de una misma vivencia individual y una proyección a los demás, es la clave de la experiencia pascual. La Vida de Dios, la de Jesús y la de los discípulos es la misma. Aunque no se nombra expresamente, la Vida sigue siendo el centro del discurso. Hay que tener en cuenta que la vid es una de las plantas que no produce fruto de provecho, si no se poda severamente. Su capacidad de echar follaje es tan grande que, si no se le aplican fuertes correctivos, se le va toda la fuerza en tallos y hojas. La poda se realiza en dos etapas. La primera se hace antes de que brote y consiste en eliminar casi todos los sarmientos del año anterior, dejando sólo una parte mínima (dos o tres nudos) de los más robustos. La segunda se hace en verde, eliminando todos los tallos que no llevan fruto e incluso desmochando los que lo llevan. Yo soy la vid verdadera. Detrás del símbolo de la vid, se esconde todo un mundo de sugerencias. Se trata de un ser vivo que se manifiesta a través de elementos distintos, pero unificados por una realidad que los trasciende, la vida. Una vez más es la Vida el centro del discurso. La vid (raíz, cepa y sarmientos) es ahora todo el que se adhiere a Jesús. No hay más pueblo de Dios que el que se desarrolle a partir de Jesús. En el AT es frecuente que la viña sea improductiva, esté desolada y no agrade a Dios, (falsa). Mi Padre es el labrado. Como en el AT, es el Padre quien la ha plantado y la cuida. Pero hay que tener cuidado a la hora de interpretar este aspecto. Jesús nunca se propone como centro de su mensaje. Él predica el Reino que es Dios. Nunca se interpone entre Dios y el ser humano. Jesús nos dice que lo que Dios es para él, lo es también para cada uno de los hombres. No pensemos que Jesús es más que el Padre. La alusión al Padre labrador, expresa la preocupación y el interés de que los sarmientos den fruto. Todo sarmiento que en mí no produce fruto, lo arranca, y a todo el que produce fruto, lo poda, para que dé más fruto. ¡Ojo a este párrafo! Tenemos un juego de palabras muy curioso: "airei" no significa cortar ni arrancar sino abolir, quitar. "kathairei" no significa podar sino limpiar, purificar. Ni uno ni otro verbo se suelen utilizar para designar tareas agrarias. Al emplearlos nos fuerza a ira más allá del simple significado. El versículo siguiente nos ayuda a salir del posible error de interpretación: Vosotros estáis ya limpios por el mensaje que os he comunicado. "limpios" tampoco tiene nada que ver con la pureza legal que se consigue por rituales. Para Jn el único pecado (el pecado del mundo) es la opresión. Como ellos han salido de ese ámbito, se han liberado. La purificación se efectúa al optar por el mensaje de Jesús, el amor. No debemos entender estos versículos como si Dios actuara en nosotros desde fuera y mecánicamente. Para Jesús, Dios es la sabia, la Vida que se comunica a toda la vid. Jesús es el primer sarmiento que vivió plenamente de esa savia divina. No debemos confundir al hombre Jesús con el Dios cristiano, sino como el primer cristiano que haciendo suya la misma Vida de Dios, nos ha indicado la manera de alcanzar la verdadera plenitud humana. El mensaje de Jesús consiste en que todos vivamos esa Vida divina. Ni cada individuo, ni la comunidad deben considerarse entes estáticos, tienen que dar fruto. Sarmiento improductivo es el que pertenece a la comunidad pero no responde al Espíritu. Incluso el que produce fruto tiene que seguir un proceso que no acaba nunca. Solo el don total de sí mismo permitiría alcanzar la meta. La posesión del Espíritu es un dinamismo que no se detiene. El producir fruto no hace referencia a una moralidad, sino a la manifestación del amor que es una exigencia de la identificación con Dios. El sarmiento no tiene vida propia, necesita recibir la savia de la cepa. La ausencia de fruto, delata la falta de unión con Jesús. La presencia de fruto manifiesta que la savia-vida está llegando al sarmiento. Ni la vid sin sarmientos puede producir frutos, ni los sarmientos separados de la cepa. Los frutos se alcanzan por la unidad de ambos. Esa unión con Jesús no es algo automático, ni ritual, ni externo. Exige la actualización constante por parte del discípulo. Tanto el individuo como la comunidad tienen que estar alerta, tiene que estar constantemente eliminando todo aquello que le impida llegar a la identificación con Jesús y, por lo tanto, con Dios. Existe una fuerte tendencia a equiparar el "producir fruto" con las buenas obras. En Jn no se hace ninguna distinción entre ser y obrar. Adherirse a Jesús es inseparable de producir el fruto que esa adhesión conlleva, pero el fruto no son directamente las obras, sino la Vida-amor, que necesariamente se manifestará en obras. De esta manera queda erradicado el peligro de creer que son las obras las que me llevan a la identificación con Jesús. Podemos hacer obras impulsados por una programación que no cambia mi actitud interior; esas obras no salvan. Sólo la Vida-Amor nos hace ser y nos capacita para obrar. Porque sin mí, no podéis hacer nada. Por activa y por pasiva repite una y otra vez la misma idea. El sarmiento que es una sola vida con la cepa produce fruto y hace que la vid sea capaz de dar fruto. El que está separado, no sirve para nada porque no tiene vida. Se trata de participar de la misma Vida de Jesús, que es la del Padre. Recordad: "El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el padre; del mismo modo el que me coma vivirá por mí". Estar unido, comer a Jesús es comprometerse con él y participar de su misma Vida. De la misma manera alejarse de Jesús es garantizarse la esterilidad y la muerte. La nueva humanidad no depende de la pertenencia o no a una institución. En esto se ha manifestado la gloria de mi Padre, en que hayáis comenzado a producir mucho fruto por haberos hecho discípulos míos. En este versículo queda claro que no pueden ser palabras pronunciadas por Jesús en la última cena. Los discípulos no comenzaron a dar frutos hasta después de la experiencia pascual. Solo entonces descubrieron al verdadero Jesús y lo vivieron de verdad. No son palabras de Jesús, sino palabras de la comunidad sobre Jesús. Si no hacemos esta composición de lugar, no habrá manera de dar un auténtico sentido al evangelio de Jn. El domingo pasado se hablaba de un solo rebaño, hoy nos habla de una sola vid. Jesús y los discípulos constituyen una sola realidad viva. Ser vid significa estar unido no sólo a Jesús y a Dios, sino a los demás sarmientos. Si me separo de otro sarmiento que está unido a la vid, me tengo que separar de la vid. Esa es la experiencia pascual que tiene que continuar hoy en nosotros. Todos participamos de la misma Vida de Dios que descubrimos gracias a Jesús. La Vida es una sola; al participar de ella tomamos conciencia de que formamos una unidad con todos los hombres con todo el cosmos y con Dios. Meditación-contemplación Sin la sabia divina no puede haber fruto de verdadera humanidad. En el centro de mi ser está la fuente de Vida. Si aparto lo que le impide manifestarse, inundará todo mi ser con esa Vida. ............... En el orden del Espíritu, todo es Uno. La aparente diversidad es una ficción de la mente. Si consigo trascender el mundo de las apariencias, me encontraré inmerso en la inmensidad del Ser. .................. En nuestro verdadero ser todo es distinto. Las contradicciones quedan superadas. Las limitaciones pierden su sentido negativo. La armonía y la paz son absolutas y definitivas. ....... La terrible frase sobre el silencio de las mujeres en la Iglesia es de San Pablo. Sabemos cosas contradictorias de aquel tiempo. Por un lado, que es muy probable que en la comunidad cristiana hubiera mujeres con ministerios cultuales, hasta sacramentales, como diaconisas, con lo que la advertencia de Pablo se referiría a las mujeres que celebraban como simples fieles, sin ejercer ningún ministerio. Algo que parece insinuar el miedo que el apóstol de Tarso tendría a la proverbial locuacidad de las féminas en las reuniones de culto. Así que de ello, de esa prevención, no se podría derivar ninguna enseñanza contraria a la integración activa de las mujeres en el culto. Porque hay que tener en cuenta que si fue Pablo el que organizó la Iglesia más o menos como hoy la conocemos, también es verdad que no es la única fuente del Nuevo Testamento (NT), y que en sus propias cartas a aparecen mujeres muy ligadas a las tareas evangélicas.
Pero no cabe la más mínima duda de que esa posible, y hasta probable, libertad para permitir a las mujeres protagonismo en la comunidad cristiana estaba reñida, completa y absolutamente, con la praxis real y la normativa jurídica imperantes en el Imperio Romano. En éste la mujer no tenía personalidad jurídica por sí misma, y el valor que podría llegar a tener o adquirir provenía del varón del que dependía: como esposa, como hija, como hermana, como sobrina, como favorita, etc. Pero siempre a la sombra y protección del varón. Por eso entendemos muy bien los textos en que Pablo es, hoy día, sobre todo el de la carta a los Efesios, (Ef 5,21-33), acusado por tantas mujeres de misógino, o hasta cosas peores. Pero se equivocan nuestras contemporáneas en su apreciación, porque olvidan que la mujer no contaba en el mundo del derecho; y que, en la familia, su papel era la de organizadora de la casa, de los trabajos de los esclavos y líberos, y, por supuesto, la de proporcionar prole sana y abundante al varón. Ni siquiera en el mundo amoroso se le reconocía, por lo menos no públicamente, papel significativo a la mujer. El amor era una relación entre iguales, es decir, entre varones de la misma altura social y cultural. (Lo que no quiere decir, como algunos historiadores modernos insinúan, que eran muy numerosos los homosexuales). Voy a resumir mucho, porque la emancipación verdadera de la mujer no se realiza del todo, o casi, verdaderamente, hasta el siglo XX. Así que la Edad Media fue, a efectos del mundo y la realidad femeninos, un desastre. Y si así sucedió en el mundo civil, nada mejor ni más lúcido y progresista se podría esperar de la Iglesia, una organización cada vez más machista, a pesar de que fue muy significativo en esos siglos oscuros y violentos, el número de mujeres que iluminaron a la comunidad cristiana con una luz brillante y providencial. Aunque es verdad, también, el número exagerado y execrable de mujeres que fueron, por minucias o indicios ridículos, víctimas de persecución, de tormentos humillantes y demasiadas veces vergonzosos, de la hoguera y de la muerte, como nos recordaba hace unos días el papa Francisco, en el caso sonrojante de los “¿doctores de la Iglesia?” que condenaron a Juana de Arco a la hoguera. Efectivamente, los sesudos e inteligentes varones han hecho muchos estropicios en la Historia de la Iglesia. La alta jerarquía de la Iglesia podrá, aprovechando el 5º Centenario del nacimiento de Santa Teresa, proponerse, seriamente, recomponer la absurda, y tremenda injusticia que ha perpetrado contra la mujer. Que si es verdad que durante siglos la sociedad entera era responsable del déficit jurídico, social y cultural de la mujer, también lo es que, en los últimos siglos, a regañadientes al principio, pero motivados y casi empujados por grupos de mujeres activistas y conscientes, ha pasado, en los últimos tiempos, a elaborar una legislación de “género” absolutamente favorable a la mitad femenina de la población. A algunos, entre ellos, los miembros más altos de la jerarquía de la Iglesia, no solo no les gusta esa terminología y esa mentalidad llamadas de genero, sino que la detestan y aborrecen cordialmente. Pero la verdad clara y cruda es que esa jerarquía rancia, medieval y misógina es el único grupo del mundo avanzado jurídica, social, económica, democrática y científicamente, que parece querer emular el antifeminismo y machismo inexplicable, violento y zafio de los radicales yihadistas. |
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