La persecución y asesinato de personas por el mero hecho de ser cristianas es totalmente inaceptable. El Papa está insistiendo en la necesidad de tomar medidas concretas para defender a los cristianos perseguidos. Lo que está ocurriendo en Siria, Libia, Kenia y un largo etcétera, es la conjunción de la violencia religiosa con la violencia anti-religiosa. Violencia religiosa porque apela al nombre de Dios. En realidad es una apelación blasfema a más no poder. Y violencia anti-religiosa, con el agravante de que se dirige precisamente a los creyentes de una religión que, en sus distintas confesiones, más trabajan por la paz y más claramente han pedido perdón por las injusticias cometidas en el pasado en nombre de Dios.
¿Qué hacer cuando uno es víctima de la violencia anti-religiosa? ¿No cabe otra salida que aceptar pasivamente el martirio? Juan Pablo II dijo que la compatibilidad del amor con la justicia pasa por el perdón, no por la venganza. Este gran principio vale una vez que se ha sufrido un atropello. Pero hay una cuestión previa: ¿tiene uno derecho a defenderse ante injustas agresiones? Pablo VI, en la Populorum Progressio, consideró que, en algunos casos, pudiera ser legítimo el uso de la violencia defensiva. Y es doctrina eclesial que los gobernantes tienen la obligación de defender a los ciudadanos ante injustas agresiones. ¿No cabría aplicar estos principios ante la actual violencia anti-cristiana? La discusión, a mi entender, no está a nivel de principios, sino de medios. En este terreno siempre nos encontramos con las inevitables ambigüedades de lo humano, con el peligro de cometer excesos. Cuando el diálogo es imposible, ¿sería legítimo usar la fuerza siempre que el objetivo fuera precisamente el diálogo, aunque fuera sobre algunas ruinas? En situaciones de violencia y persecución, ¿cómo activar soluciones imaginativas inspiradas en el evangelio, que pasen por la no violencia? Gandhi en la India, Martín Luther King en Norteamérica, o los grupos de Solidarnosc en Polonia encontraron soluciones no violentas ante Gobiernos que, de una u otra forma, apelaban a la ley. Pero los que asesinan a cristianos en Siria, Irak o Kenia, o los que queman Iglesias en Nigeria y Pakistán, son grupos ante los que cualquier respuesta no violenta carece de efecto. Lo único que cabe es presionar a las instancias internacionales o a los gobiernos árabes moderados para que tomen cartas en el asunto, evacuando a los que están en peligro, y dejando solos a los asesinos que, entonces, quizás terminarán asesinándose entre ellos. Cuando queremos proponer soluciones concretas, aparecen las dificultades. ¿Pero podemos quedarnos cruzados de brazos porque algunas ambigüedades empañen el resultado?
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Se ha discutido mucho sobre Jesús enamorado (de mujeres y/o de varones), se han hecho y se siguen haciendo novelas sobre Jesús casado, con María Magdalena o Salomé. Pero los evangelios no dan pie para sacar esas conclusiones. Ellos hablan, sin embargo, de Jesús amigo.
-- Éste es un tema del que apenas ha tratado la Iglesia, porque, en general, ha tenido miedo a la amistad, que constituye el centro del Evangelio de Juan. Ciertamente, Jesús es el carismático de Marcos, el maestro de Mateo, el hombre del gran señorío de Lucas... Pero Jesús es sobre todo y ante todo "amigo", como sabe el evangelio de Juan. -- El Jesús de Juan empalma así con el ideal de amistad del mundo griego, pero le ofrece unos rasgos distintivos, como muestra el "discípulo amigos" (más que amado) de Jesús. Recuperar y cultivar ese rasgo de Jesús amigo, en la línea del evangelio de Juan, tendría grandes consecuencias para la Iglesia, entre ellas estas cuatro: 1. Superar la visión y esquema jerárquico de la Iglesia, que va no sólo en contra del Evangelio de Juan, sino de toda la tradición cristiana. 2. Plantear sin miedo, con claridad y hondura, el tema de la amistad entre los diversos grupos de creyentes, especialmente en un tipo de clero, obsesionado a veces por las llamadas "amistades particulares". 3. Concebir y vivir la Iglesia en forma de comunidad de amigos (no amiguetes) de Dios y de Jesús, de clérigos y no clérigos, de hombres y mujeres. 4. Entender y acoger a Dios (y a Jesús en Dios) como amigo, superando una teología del poder y de la sumisión. TEXTO JUAN 15, 9-17 Este evangelio es una apuesta por la Iglesia como espacio de amistad humana, desde el Jesús Amigo. ‒ Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos... Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. ‒Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros." COMENTARIO 1. NO OS LLAMO SIERVOS, SOIS MIS AMIGOS El mensaje más hondo del evangelio de Juan ha venido a expresarse en el amor fraterno, vivido en forma de amistad. No es simplemente amor al enemigo, no es tampoco amor esponsal. Es amor de hermanos que se vuelven amigos. Ésta revelación del amor fraterno/amistoso es el don supremo del evangelio de Juan a la historia de occidente. La comunidad que ha descubierto ese amor sabe que no necesita autoridades externas, jerarquías sacrales, obediencias impuestas. La comunidad del Discípulo amado sólo reconoce la autoridad de ese Espíritu, que anima y dirige en amor mutuo a los creyentes/amigos, como muestra el Discurso de la Cena, que empieza con la experiencia del amor mutuo (Jn 13, 1-17) y culmina con la oración por la unidad (Jn 17), centrándose en la palabra clave sobre el amor interpretado como amistad y conocimiento compartido: Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; os llamo amigos porque os he manifestado todo lo que he escuchado de mi Padre (15, 14-15). El esquema señor-siervo, que ha sido analizado, desde una perspectiva social, política y económica, por Hegel (Fenomenología del Espíritu, cap. 4º) y por Marx (Manifiesto comunista), aparece en nuestro texto desde una clave religiosa, como poder de imposición. Señores son aquellos que mandan porque saben más, sin tener que razonar, ni compartir su "secreto" con los subordinados, que son siervos. Pueden actuar con apariencia bondadosa (como los sabios de la República de Platón o los dirigentes de la Jerarquía Eclesiástica de Dionisio Areopagita), pero son dictadores, pues emplean su mayor conocimiento para imponerse a los demás; interpretan el poder como saber superior, que sólo ellos poseen, y lo ejercen manejando el secreto, sin decir la verdad, ni tener que dar cuenta de aquello que hacen. Quienes saben así "pueden" (pues saber es poder); quienes manejan la "buena información" tienen oportunidad para imponerse a los demás. Estos "sabios" gobernantes (civiles o eclesiásticos) piensan a veces que es bueno guardar el secreto y dirigir desde arriba, por su don o magisterio (episcopal, presbiteral), la vida de los otros, pero al fin se vuelven contrarios a Jesús, pues Jesús no oculta nada a quienes quiere y habla, nunca miente. Sólo es propio de Jesús (y de la iglesia) el poder de la amistad (verdad), que se expresa en forma de comunicación y encuentro directo, de persona a persona. Ésta es una autoridad y comunión contemplativa: Jesús comparte con los suyos (les dice) lo que ha oído de su Padre. Allí donde se pone al servicio de otra cosa (poder administrativo o sistema económico-social) la autoridad del amor se pervierte. Juan sabe que ha llegado el fin de los tiempos, hemos recibido el Espíritu de Jesús, la Autoridad del amor, que es magisterio interior, testimonio personal y transparencia comunicativa: «para que todos sean Uno, como nosotros somos Uno: tú, Padre, en mí y yo en ti; para que el mundo crea que tú me has enviado» (17, 21). No hay autoridad de algunos sobre otros, sino comunión de amigos. Esa misma comunión es la autoridad, presencia del Espíritu Santo. Las mediaciones ministeriales son por tanto secundarias. Pueden cambiar las formas de organización eclesial, las acciones concretas de la comunidad. Pero debe permanecer y permanece la verdad como libertad y la autoridad como amor mutuo que vincula a los creyentes: 1. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor (Jn 15, 15a). Hegel estudió esta relación de siervo y amo, de señor y esclavo, en términos de lucha por el reconocimiento, en claves de miedo y violencia, de mentira y frustración. A su juicio, para valorarse a sí mismo, un hombre necesita que otro le valore (=reconozca) y, no pudiendo conseguirlo en transparencia (gratuidad de amor), le esclaviza; de esa forma consigue sólo un reconocimiento parcial, que no nace del amor y libertad, sino de la imposición (el amo obliga al siervo a que le acepte). En el principio de toda servidumbre humana se encuentra según eso la fuerza y ocultamiento del señor que domina, sin mantener relaciones de reciprocidad con su siervo, que no puede responderle en libertad. En el principio de esa historia de esclavizamiento se encuentra la sumisión y mentira del siervo, que se inclina pero no ama, que obedece pero no acoge de verdad el mandato del amo. Ésta ha sido la esencia de la ley violenta, en plano social y religioso. Dioses y humanos "superiores" han inventado la jerarquía como poder divino: uno manda, otro obedece; esta sería la más honda verdad de lo sagrado. Pues bien, tanto en plano religioso como social, se establece así una relación de opacidad, de manera que al fin ambos (amo y esclavo, dios y su devoto) se ocultan y esconden, se engañan mutuamente. La sacralidad que surge de esta relación es mentirosa y opresora: un tipo de dios de oscuridad (sin transparencia) planea por encima del amo y del esclavo, como razón impositiva y fuente de violencia. De esta forma se establece una relación de engaño que está tejida de muerte y que a la muerte lleva: una vida de imposición no puede durar para siempre. 2. Os llamo amigos, porque os he dicho (=os he dado a conocer) todo lo que yo he recibido (=he escuchado) del Padre (Jn 15, 15b). Significativamente, frente al siervo (doulos) pone Juan al amigo, no simplemente al libre (eleutheros), como hace Gal 3, 28. Lo contrario a la servidumbre y opacidad de la ley que se impone, lo que se opone al "dios" del silencio y de la obligación, no es la libertad en abstracto, sino la amistad (philia), es decir, la amistad compartida. Lo propio de esa amistad es la transparencia comunicativa, expresada aquí en plano de palabra (os he dado a conocer...), pero abierta a todos los niveles de la vida, interpretada desde el recibir, el dar, el compartir. El Padre ha dado a Jesús todo lo que tiene, Jesús lo ha recibido, pero no para encerrarlo en sí, en forma egoísta, sino para ofrecerlo y compartirlo con sus amigos. Siglos de ley y miedo, de sacrificios violentos y expiación por los pecados (de justicia impositiva), habían situado la religión y vida humana bajo la disciplina de la imposición violenta, del silencio y la obediencia a los mandatos exteriores. Normalmente, los mismos gestores sociales de la religión (sacerdotes y reyes) habían utilizado esa visión de Dios para imponerse con violencia sobre los demás, teniendo de esa forma sometido al pueblo. Pues bien, en contra de eso, Jesús ofrece a todos su experiencia de Dios como libertad para (en) el amor. Esta palabra (ya no os llamo siervos, sino amigos...) no está mediada por ninguna autoridad social, no depende de ningún jerarca o sacerdote externo, sino que Jesús la dirige de manera directa a cada uno de los creyentes. Ellos son, desde ahora, mayores de edad: amigos de Jesús, llamados a expandir su amistad sobre el mundo. En este fondo se entiende el texto programático de Jn 1, 18: "a Dios nadie le ha visto; el Dios Unigénito, que estaba en el seno del Padre, ese nos lo ha manifestado". No conocíamos a Dios por sacrificios de violencia, por leyes de imposición; pero ahora, en el amor de Jesús, lo hemos descubierto y acogido. 2. LA EXPERIENCIA ESENCIAL DEL DIOS AMIGO 1. Amistad es camino compartido. Nadie hace camino a solas, lo hacemos juntos, y así somos amigos. La amistad implica en este plano con-currencia (correr juntos, para así ayudarse unos a otros). Amistad es co-laboración (trabajo compartido). Frente a los que entienden la vida como lucha o competencia, frente a los que intentan combatirse o silenciarse en el proceso de la vida, frente a los que oprimen o dominan a los otros, los amigos cooperan, se respetan y trabajan juntos. Los amigos tienen que dejar a un lado las opciones partidistas, con los egoísmos particulares, e integrarse en la búsqueda común, con la alegría de encontrar unidos, y la tristeza mitigada de compartir las penas... Quien no sepa o no quiera colaborar en la obra común nunca será verdaderamente amigo. 2. Amistad es con-fianza, es decir, "fe común" de los unos en los otros. Sobre otros tipos o intentos de unidad de clase o de puro trabajo, destacamos la amistad como espacio en que hombres y mujeres habitan en confianza. Ser amigos significa estar dispuestos a decirse lo más hondo, a conectar en transparencia. La vida no es campo de batalla, sino lugar donde puede dialogarse. No es lo mismo confianza en general y confidencias concretas. No hay amistad si no surge un campo de confianza, si no existe fe en el otro. Sin embargo, el nivel de confidencia que se alcance en cada caso variará según las circunstancias y los tiempos. Ciertamente, es difícil que perdure una confianza siempre silenciosa, que no baje a confidencias. Pero puede darse el caso de que existan confidencias de carácter más o menos hondo (con el médico, confesor, psiquiatra) que no impliquen confianza. Sea como fuere, no existe amistad sin confianza básica, sin palabra de llamada y de respuesta. Ser amigos significa dialogar gozosamente, hacernos transparentes. Son creyentes de una religión los que confían en Dios y le responden. Pues bien, los verdaderos amigos son creyentes: valoran y se aceptan los unos a los otros. 3. La amistad es gratuidad y ayuda mutua. Amigos son aquellos que se quieren por quererse, sin buscar por amistad otras ventajas. Pero la misma amistad hace que ellos se ayuden en gesto de benevolencia activa: Se acogen, se perdonan, se potencian unos a los otros. La amistad implica dos rasgos. (a) Quiero el bien para mi amigo; por eso le enriquezco con mi vida, mi presencia, mi palabra. (b) Pero, al mismo tiempo, cuento con él: sé que hay alguien que se ocupa de mis cosas. Vela por mi vida. Ha decidido ofrecerme su asistencia. Eso me permite estar tranquilo. La amistad es desinteresada, vale por sí misma, no por lo que hace. A pesar de eso, la auténtica amistad es la que más hace, pues siempre ha de expresarse en la ayuda que se prestan los amigos, más por lo que son que por lo que hacen. Lo que importa más en esa línea es compartir proyectos y tareas más profundas: ideales y búsqueda, éxitos, fracasos, vida. Eso conduce ya al plano siguiente: los amigos dan y aceptan, comunican lo que tienen porque quieren construir una existencia compartida. 4. La amistad implica un tipo de con-vivencia. No basta colaborar en una tarea común, ni confiarse y ayudarse mutuamente. (1) Los amigos comparten de algún modo la vida: asumen tareas comunes y se ofrecen mutuamente lo más grande que tienen, su presencia. Lo que más importa no es hacer, ni darse cosas, ni siquiera comunicar cosas secretas. Hay algo más hondo: el estar en unidad, es la con-vivencia: participar de vivencias y experiencias comunes. Allí donde no existe amistad se encuentra cada uno cerrado en su combate, condenado a su inquietud, amarrado a su vieja soledad. Pues bien, en el momento en que surge la amistad, hombres y mujeres saben que la vida es compañía, de manera que van surgiendo lazos de verdad; sobre el cimiento de los intereses y valores comunes se hace posible un contacto libre de personas, una comunión sin más proyecto que el hacernos, siendo en comunión lo que somos. 5. La amistad incluye también un momento de esperanza. Los amigos pueden empezar uniéndose a partir de un trabajo, de una solidaridad, de una tarea. Pues bien, recorrido el camino de la comunicación y convivencia, es necesario que los amigos asuman, de algún modo, un horizonte común, desarrollando de esa forma un tipo de vida abierta hacia la Vida. Es más, la misma amistad va suscitando un futuro, va engendrando proyectos compartidos, un futuro que ilumina y da sentido a lo presente. Platón decía que «amar es caminar unidos, engendrar en la belleza». En esa línea se podría decir que vivir en la amistad implica cultivar de tal manera la confianza y convivencia que el camino de los hombres y mujeres se mantenga en esperanza y gracia. 6. Amistad y trascendencia. Muchos han afirmado que la verdadera amistad sólo es posible y culmina cuando al fondo de ella brota algo más alto, la presencia de un «tercero», es decir, de un Bien Común que centre y unifique a los amigos ¿Cuál será ese bien común ante el que deben unirse los amigos? ¿La verdad, alguna idea general? Los cristianos, han vinculado la amistad con Jesucristo, que les dice: «Como yo os he amado, amaos mutuamente» (Jn 13, 34). Como están unidos Padre e Hijo en el misterio trinitario así han de estar unidos, los creyentes, en transparencia amistosa: «Ya no os llamo siervos, sino amigos; porque el siervo no sabe lo que hace su señor; yo, en cambio, os he comunicado todo lo que he recibido del Padre...» (cf. Jn 15, 13-15). Entendida así, la amistad constituye un regalo de la gracia: es la verdad de Dios que se ha ofrecido en Jesucristo, es el misterio de una vida que se funda en el Dios de la vida compartida, en el Dios que es amistad (siendo, también, amor enamorado). 7. Amistad y alteridad sexual. Antiguamente (me refiero a los tratados clásicos De Amititia, empezando por Cicerón) parecía que sólo podía darse amistad entre varones, una amistad que con frecuencia tenía ciertos rasgos homosexuales. Las mujeres no podían elevarse hasta un nivel personal de la amistad, pues su vida se encontraba relegada a un plano de "materia" (=maternidad), sensibilidad y sometimiento. Pues bien, esa concepción ha cambiado, como muestra el evangelio de Juan, que es evangelio de Jesús y sus amigos (varones y/o mujeres), empezando por el "discípulo amigo/amado", que puede ser hombre o mujer. Ese florecimiento de amistad sólo es posible allí donde el ser humano (varón o mujer) accede a su libertad espiritual y se vuelve capaz de cultivar una relación personal en la que viene a transcenderse (no negarse) el nivel de los deseos de tipo sexual. Muchos han pensado que la amistad es un peldaño inferior, una especie de amor más bajo, que en el caso hombre-mujer debe culminar en el enamoramiento. Así ocurre algunas veces, pero no de una manera necesaria, pues la amistad tiene un valor en sí misma, sin necesidad de convertirse en otra cosa. Todo enamoramiento implica un momento de amistad, pero puede haber un tipo de amistad sin enamoramiento estricto; una amistad entre personas del mismo o de distinto sexo, hombres y/o mujeres, que comparten sobre todo la palabra y de esa forma enriquecen sus vidas. Este modelo de amistad constituye uno de los retos mayores para los hombres y mujeres del futuro. 8. Futuro de amistad, número de amigos Humanamente somos todavía casi niños. Apenas hemos salido del cascarón de un tipo de naturaleza muy centrada en el clan, en un tipo de familia patriarcalista o de la lucha por el sexo. Casi no sabemos lo que implica hacerse y ser hombres y mujeres en amistad. Pues bien, llega un mundo nuevo de creatividad en el amor y de amistad más amplia, que apenas somos ahora capaces de intuir. Evidentemente, siguen teniendo fuerza los viejos principios: está la atracción del sexo, la pasión de la vida, la tendencia al placer... tantas y tantas experiencias buenas. Quien no cuente con ellas acaba engañándose a sí mismo. Pero, en este tiempo nuevo, de nueva libertad de amor (sin los tabúes y las prohibiciones moralistas, tan abundantes antaño) puede darse y se dará un florecimiento nuevo en la amistad. En este contexto se puede plantear, por fin, el tema de la extensión numérica de la amistad: ¿cuántos pueden ser los amigos? Algunos dicen que sólo puede haber amistad entre dos o tres personas: sólo entre ellas puede darse el nivel de confidencia, convivencia y esperanza en que se forjan los amigos. Pero esa visión no me parece exacta. Ciertamente, existen amistades duales muy perfectas. Pero en su misma entraña, la amistad incluye un germen de apertura. El enamoramiento es, por esencial, dual: enamoramiento «a tres» resulta imposible, al menos a la larga. La amistad es diferente. Ella tiende a comunicarse, a crear ámbitos más amplios de confianza y convivencia, como dijo Jesús a sus discípulos, que eran más de dos o y más de tres «No os llamo siervos; vosotros sois mis amigos...» (cf. Jn 15, 14-15). En esa línea pienso que las comunidades contemplativas (vida religiosa) son, ante todo, espacios de amistad compartida. "Te recordaremos como el cura que arregló el templo". Eso me lo dijo un señor al despedirme de una parroquia. Lo dijo con todo el cariño. Pero me dolió en el alma. Si lo importante son las obras que he hecho, poco he realizado.
Me viene a la cabeza esto a la hora de hablar sobre los municipios y las elecciones. Siento que un alcalde o un político no es grande por las obras que haya realizado (eso lo hace cualquiera con dinero), sino por lo que haya construido de comunidad, de pueblo. Por lo que haya trabajado la participación y por lo que haya repartido responsabilidades a todas las personas. Por lo que haya intentado formar personas capaces de animar el pueblo y poder dejar así él de volverse a presentar. Por lo que haya escuchado y contado con los ciudadanos de otras opiniones. La mayor necesidad que yo percibo en los pueblos y a su vez el mayor logro es la participación, la implicación de los ciudadanos a la hora de información, planeamiento de actividades, colaboración, veredas, respeto a todas las opiniones, dinamización de las asociaciones. Todo depende de los objetivos que tengamos como comunidad vecinal: son más vistosas las grandes obras, pero lo que realmente transforma una vecindad es ir siendo todos protagonistas de la vida. Será importante escuchar todas las opiniones, deseos, propuestas, y encauzarlas al bien común Vamos, que el ideal es que no haga falta más ese político, ese dirigente, porque hay otras personas que le pueden suplir y seguir empujando su acción con nuevos bríos. Una herramienta que veo muy positiva son las asambleas, los plenos con voz y voto, los periódicos (hoy ya foros, facebook...), las hojas populares. Hay una realidad que me duele mucho: en los plenos ya no tenemos voz los ciudadanos, a no ser en casos muy concretos. Ni tampoco sirve la discusión de los distintos partidos porque la mayoría gobernante lleva ya decidido lo que se va a hacer. Eso crea pasotismo, lejanía. Nos priva del enriquecimiento con la opinión de todas las personas. Claro que hay que trabajar y mucho las ganas de participar, la experiencia de que lo comunitario también es mío, de que necesitamos todos de los demás. Los enemigos del alma son el sofá, la tele y el WhatsApp. Fenomenales como posibilidad, pero también nos pueden llevar a la no implicación Y no olvidemos que ayuntamiento viene de "ajuntamiento". Que sea un elemento que nos une hacia unas metas comunes. Qué no sea motivo de división. ¿Qué os parece? Sera estupendo si me contestáis. Así hacemos pueblo. ¿Qué es el silencio? ¿Es aislamiento? ¿una huida? ¿una fuga mundi? No nos interesa el silencio en sí mismo sino la actitud interior del silencio. Silencio como liberación personal y apertura al amor.
Vivimos en un mundo desbordado de ruidos, ruidos exteriores y ruidos interiores, que ahogan la vida e impiden que germine la espiritualidad y brote la alegría del corazón. La ambición económica, la corrupción y especulación financiera, el afán de tener, de dominar, de sobresalir y la búsqueda insaciable de placeres destruyen lo más noble que existe en el corazón humano: la capacidad de amar y de contemplar la vida con la mirada limpia de un niño. El hombre de hoy, materializado por el consumismo, no sabe lo que es el frescor de una tarde de primavera. Ha perdido el sentido de la contemplación, de maravillarse delante de la inmensidad del mar, del bosque o del desierto, de sorprenderse contemplando en la noche el cielo estrellado y de extasiarse ante los gestos sencillos de la gente humilde. El hombre de hoy es incapaz de quedarse solo, sin móvil, sin internet, sin televisión, sin aparato de sonido, sin vehículo... Tiene miedo de escuchar la voz que le viene de dentro, la voz que nunca miente, la voz de la conciencia, que siempre nos acompaña y nos dice lo que es ético y lo que no es ético. El desafío más urgente para el hombre y mujer de hoy es la renovación ético-espiritual, y ésta no se logra sino por el silencio. La persona crece en el silencio, porque es el camino para descender a lo más profundo de nuestro ser, para confrontarse con uno mismo, con la realidad histórica y con el Misterio Trascendente. El silencio no es huida del mundo en el sentido de falta de valor para enfrentarse con entereza a la vida. No es una evasión, lo cual sería un egoísmo refinado. Tampoco es una despreocupación de los problemas de la sociedad. El silencio es un medio necesario para llegar al conocimiento de uno mismo, a la contemplación del Misterio de Dios y al descubrimiento de la acción del Espíritu en los acontecimientos históricos. Silencio no es solo exterior sino ante todo interior. El sentido del silencio es la interiorización. Porque de nada sirve el silencio exterior si por dentro estamos llenos de ruidos, imaginaciones, fantasías, que son como humo arrasado por el viento. El silencio exterior no tendría sentido si no hacemos silencio interior, que es dominio y autocontrol de la imaginación y de las emociones, para experimentar la fuente de energía, de creatividad e inteligencia que hay en el interior de cada ser humano, como bien señala el monje benedictino Anselm Grün. Cuando tratamos de hacer silencio, puede ser que descubramos dentro de nosotros un desorden debido a la aglomeración de recuerdos, pensamientos, sentimientos, imaginaciones y emociones incontrolados que se entrecruzan en nuestra mente. Pueden hacerse presentes estados de ánimo que nos inquietan y miedos que interrumpen nuestra concentración. Afloran a la superficie deseos y necesidades reprimidas, e incluso acuden a nuestra mente un sinfín de oportunidades perdidas y de fantasías. Silencio no significa sólo renuncia a la palabra sino, sobre todo, liberación de toda clase de pensamientos y sentimientos que distraen la conciencia. Exige desprenderse de recuerdos del pasado para adentrarse con entereza y madurez en el presente. Con el silencio posibilitamos la superación de traumas y heridas no cicatrizadas para lograr el encuentro y armonía con uno mismo, con las personas que nos rodean, con el cosmos y con el Misterio de Dios que nos envuelve. El silencio interior nos libera de apegos, preocupaciones y temores. Nos ayuda a poner orden en el caos interior de nuestras emociones y pasiones. Nos conduce a un vaciamiento y desprendimiento de todo. Es libertad. Libertad del corazón. Con el silencio interior enmudecen las actitudes e impulsos egoístas, agresivos y violentos. Posibilita que se desarrolle el amor ágape, al amor generoso y desinteresado, amor a la vida, amor la creación y amor a las personas. Desarrolla la ternura. El silencio interior nos revela la auténtica esencia del alma. El silencio conlleva capacidad de escucha, de diálogo, de reflexión y profundidad en la palabra. En el silencio la palabra alcanza su plenitud. Nos infunde ternura, respeto y tolerancia, nos ayuda a situarnos en el lugar del otro, a ser comprensivos y compasivos. Nos capacita para estar abiertos al Espíritu y al amor a todos los hombres y mujeres, particularmente a los más pobres y necesitados. El viaje más fascinante, que muchos rehúyen emprender, es el viaje al interior de uno mismo. Provoca vértigo y miedo encontrarnos con nuestras propias miserias, con nuestros traumas, con nuestro pasado, con nuestras contradicciones, nuestras luchas interiores, nuestras debilidades y pequeñeces, pero también con nuestras fortalezas y posibilidades, anhelos y sueños. El monje trapense Thomas Merton subraya la necesidad de realizar este viaje al centro de uno mismo, cuando dice: "¿Qué ganamos con navegar hasta la luna si no somos capaces de cruzar el abismo que nos separa de nosotros mismos?". Solo en la soledad del desierto interior es posible encontrarnos con nosotros mismos y crecer como personas y como creyentes. La espiritualidad del desierto relativiza las cosas, hasta a la misma Iglesia con sus dogmas, cánones, normas y ritos, para centrarse en la búsqueda y unión con el Dios absoluto, el siempre mayor, el Dios Amor, el Dios de Jesús, que se nos hace presente en los pobres y excluidos. Hoy no es necesario retirarse al desierto de la Tebaida, del Sahara, del Sinaí o de Palestina, como hicieron los anacoretas y monjes antiguos. El desierto puede hallarse en todas partes, también aquí, porque el desierto no significa alejamiento de la gente, sino silencio interior y conciencia de la presencia de Dios en la historia y en la vida de cada ser humano. El silencio del desierto se encuentra en la ciudad, en nuestra casa, en la vida cotidiana, en el trabajo, en las luchas por un mundo mejor, y sobre todo, dentro de uno mismo. El desierto es el lugar al que hay que ir, sobre todo en tiempos de crisis, para ver la luz que da sentido a la vida y a la historia y levanta la esperanza de los pobres de la tierra. Los ermitaños y monjes del desierto interpelan nuestra vida personal y desenmascaran a la sociedad moderna, por haberse hecho esclava del materialismo consumista impuesto por el sistema capitalista neoliberal, por ser injusta, cruel y causante del hambre de millones de seres humanos. En este sistema no hay tiempo para reflexionar, ni para confrontarse consigo mismo, ni con la realidad histórica, ni con Dios. No hay tiempo para orar. Se teme al silencio. La soledad nos espanta. El viento de la historia es elocuente. Su sonido solo se percibe desde el silencio. Para construir un mundo alternativo, justo y profundamente humano, es necesario aprender a escuchar el sonido del silencio. Del silencio salen los místicos, los profetas y los auténticos revolucionarios. El mundo necesita hombres y mujeres de silencio. Dios habla cuando el hombre calla. Dios habla en el firmamento, habla en la montaña, en la diminuta flor del campo, en la inmensidad del mar, en la sonrisa de los niños, en los gestos de ternura de una madre..., pero sobre todo en la humanidad sufriente, en el enfermo, en el hambriento, en el inmigrante, en las víctimas de la violencia y de las guerras. Solo el hombre y la mujer de silencio son capaces de descubrir el grito de Dios en estas realidades. Ahí se escucha a Dios, se interioriza su Palabra y se hace carne en un compromiso de servicio y de lucha por la construcción de una nueva sociedad. Tres palabras claves definen el sentido de la vida: Silencio, Adoración, Revolución. ¿Qué estamos celebrando? Es la pregunta que debemos hacernos hoy. Nos va a costar Dios y ayuda superar la visión física, corpórea y chata de la Ascensión, que venimos aceptando durante demasiados siglos. Nos encontramos con el problema de siempre: Mezclar la realidad con el relato mítico. La Ascensión no es más que un aspecto de la cristología pascual. Resurrección, Ascensión, glorificación, Pentecostés, constituyen una sola realidad, que está fuera del alcance de los sentidos. Esa realidad no temporal, no localizable, es la más importante para la primera comunidad y es la que hay que tratar de descubrir.
Hoy tenemos conocimientos suficientes para intentar una interpretación más acorde con lo que los textos nos quieren trasmitir. No podemos seguir pensando en un Jesús subiendo físicamente más allá de las nubes. Para poder entender la fiesta de la Ascensión, debemos volver al tema central de Pascua. Estamos celebrando la Vida, pero no la biológica sino la divina. Esa Vida no está sujeta al tiempo, por lo tanto no hay en ella acontecimientos, es eterna e inmutable. Sólo teniendo en cuenta estas sencillas verdades, podremos comprender adecuadamente lo que estamos celebrando este domingo. Mt no sabe nada de una ascensión. Jn no habla de ascensión, pero en la última aparición, Jesús le dice a Pedro: "si quiero que éste permanezca hasta que yo vuelva, ¿a ti qué?" Está claro que para volver, primero tiene que irse. El final canónico de Mc, que fue añadido a mediados del s. II, nos dice que Jesús sentó a la derecha de Dios (menos mal, porque esperar de pie hasta que vuelva al final de los tiempos hubiera sido un poco cansado). Solo Lc nos habla de ascensión: "se separó de ellos y fue elevado al cielo". También en Hechos nos cuenta, incluso con más detalles, la subida de Jesús al cielo. Relatos de raptos eran frecuentes en la literatura clásica. Tito Livio, en su obra histórica sobre Rómulo dice: "Cierto día Rómulo organizó una asamblea popular junto a los muros de la ciudad para arengar al ejército. De repente irrumpe una fuerte tempestad. El rey se ve envuelto en una densa nube. Cuando la nube se disipa, Rómulo ya no se encontraba sobre la tierra; había sido arrebatado al cielo". Tenemos otros ejemplos: Heracles, Empédocles, Alejandro Magno y Apolonio de Tiana. Todos siguen el mismo esquema. El AT cuenta el rapto de Elías. También se habla de la asunción de Henoc en (Gen 5, 24). El libro eslavo de Henoc, escrito judío del siglo primero después de Cristo, describe el rapto de Henoc: "Después de haber hablado Henoc al pueblo, envió Dios una fuerte oscuridad sobre la tierra que envolvió a todos los hombres que estaban con Henoc. Y vinieron los ángeles y cogieron a Henoc y lo llevaron hasta lo más alto de los cielos. Dios lo recibió y lo colocó ante su rostro para siempre". La palabra "cielo" es una de las más utilizadas en religión. Todavía hoy, la repetimos dos veces en el Padrenuestro, dos en el Gloria y tres en el credo. Su amplia gama de significados se arrastra desde la cultura griega y de todo el Oriente Medio. La complejidad de las concepciones del mundo físico en aquella época, está a la altura de los innumerables matices que podemos encontrar en el "cielo" teológico. No siempre es fácil dilucidar qué sentido se quiere dar a la palabra en cada caso. En el bautismo de Jesús, el cielo se rasgó y lo divino bajó hasta él. Cuando termina su ciclo humano, el cielo vuelve a romperse, ahora para que Jesús vuelva a traspasar el límite de lo terreno, para entrar en el cielo. Un dato muy interesante que nos proporciona la exégesis, es que las más antiguas expresiones de la experiencia pascual que han llegado hasta nosotros, sobre todo en escritos de Pablo, están formuladas en términos de exaltación y glorificación, no con la idea de resurrección y menos aún de ascensión. En el AT encontramos abundantes textos que hablan del siervo doliente, machacado por los hombres, pero reivindicado por Dios. Esta fue la base de la idea de glorificación con la que se quiso expresar la experiencia pascual. Lo que celebramos, por no ser una realidad sujeta al tiempo, pertenecen al hoy como al ayer, es tan nuestras como de Pedro o Juan. No hacen referencia a un pasado. Son realidades que están afectando hoy a nuestra propia vida. Puedo vivirlas como las vivieron los primeros cristianos. El hombre Jesús se transforma definitivamente, alcanzando la meta suprema. Se hace una sola realidad con Dios. Nosotros necesitamos desglosar esa realidad para intentar penetrar en su misterio, analizando los distintos aspectos que la integran. La Ascensión quiere manifestar que llegó a lo más alto, pero no en sentido físico. La verdadera ascensión de Jesús empezó en el pesebre y terminó en la cruz cuando exclamó: "consumatum est". Ahí terminó la trayectoria humana de Jesús y sus posibilidades de crecer. Después de ese paso, todo es como un chispazo que dura toda la eternidad. Pero había llegado a la plenitud total en Dios, precisamente por haberse despegado (muerto) de todo lo que en él era caduco, transitorio, terreno. Solo permaneció de él lo que había de Dios y por tanto se identificó con Dios totalmente, divinamente. Esa es también nuestra meta. El camino también es el mismo que recorrió Jesús: despegarnos de nuestro ego. La experiencia pascual, consistió en ver a Jesús de una manera nueva. El haber vivido con él, el haber escuchado lo que decía y visto lo que hacía, no les llevó a la comprensión de su verdadero ser. Estaban demasiado pegados a lo externo, y lo que hay de divino en Jesús no puede entrar por los sentidos, ni ser fruto de la razón. Su desaparición física les obligó a mirar dentro de sí, y descubrir allí lo mismo que había vivido Jesús. Entonces ven al verdadero Jesús, el que vive y les sigue dando Vida. Nosotros hoy estamos apegados a una imagen terrena de Jesús que también nos impide descubrir su verdadero ser. Esa vivencia no puede venir de fuera, sino de lo más íntimo de nosotros mismos. Por eso decía Pablo en la segunda lectura: "Que el Dios de Nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerle; ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cual es la riqueza..." No se pide ciencia, sino Sabiduría. No pide que nos ilumine los ojos del cuerpo ni de la mente, sino los del corazón... Todo lo que podamos aprender sobre Dios y Jesús, nunca podrá suplir la experiencia interior. Debemos tener en cuenta que todos estos relatos teológicos tienen una finalidad catequética. Están elaborados para que nosotros entremos en la dinámica de Cristo. No se nos proponen para que admiremos la figura de Jesús ni para que nos sintamos atraídos por ella, sino para que repitamos su misma vivencia. "El padre que vive..." En él debemos descubrir las posibilidades que todo ser humano tiene de llegar a lo más alto del "cielo". La verdadera salvación del hombre no está en que los libren del pecado, sino en alcanzar la plenitud a la que estamos llamados todos. Esta verdad, es la base de toda salvación. El fin del periplo humano de Jesús da paso al comienzo de la nueva comunidad. Podemos considerar la Ascensión como el final de una etapa en la que los discípulos tuvieron una experiencia singular y única de la resurrección. Sería el momento en que los primeros cristianos dejan de estar pasmados y empiezan la tarea de llevar esa experiencia a todos los hombres. Dejan de mirar hacia el cielo y comienzan a mirar a la tierra. Recordemos que los cuarenta días, no es una medida cronológica. Se trata de un tiempo simbólico (kairos) que da paso al desarrollo de la nueva comunidad. Meditación-contemplación Jesús nos ha marcado el camino de la plenitud humana. Durante el año litúrgico vamos examinando los pasos que dio. Hoy nos fijamos en la meta a la que llegó, que es, al mismo tiempo, el punto del que partió. .............. Si creemos que nuestro objetivo es alcanzar la misma meta, está claro que tenemos que caminar en la misma dirección. Todos hemos salido del Padre y hemos llegado al mundo. Todos tenemos que dejar el mundo y volver al Padre. ................ Ese Padre sigue en lo más hondo de nuestro ser y allí tenemos que penetrar para encontrarlo. Si me empeño en buscarlo en otra parte, me encontraré con un dios a mi medida, pero falso. Este texto no pertenecía al evangelio original (que acabaría en 16,8), sino que se trata de un "apéndice" posterior para, a imitación de los otros dos sinópticos, y de una forma estereotipada, terminar el evangelio con el relato de la misión (como Mateo) y de la ascensión (como Lucas).
En el Marcos original no existía ningún relato de apariciones del resucitado. En el breve apéndice añadido (Mc 16,9-20), se recogen, de manera muy sumaria, las que aparecen en los otros evangelios: a María Magdalena, a los dos de Emaús (sin nombrarlos) y a los Once (en el texto que leemos hoy). De la misión, resulta significativa la contundencia con que se defiende la universalidad, sobre todo si tenemos en cuenta la polémica de las primeras comunidades en este punto. Cuando se escribe este apéndice, tienen ya claro que los destinatarios de la predicación son "el mundo entero y toda la creación". El texto del envío va acompañado de una exigencia y de una serie de signos sanadores. Llama la atención que algunos de los signos (exorcismos, curaciones) remiten a la misma práctica de Jesús, mientras que otros (glosolalia, milagros de autoprotección) no tienen un referente evangélico directo. Probablemente, se trate de un sumario, en el que se recogen los signos habituales entre los sanadores contemporáneos. La exigencia ("El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado") reviste un tono exclusivista que hace difícil conectarla con lo que fue la práctica de Jesús. Por un lado, la referencia al bautismo es, evidentemente, posterior. Jesús no habría enviado a los discípulos a bautizar, sino a anunciar la "Buena Noticia" y a sanar (lo mismo que él hacía). Por otro, la vinculación de la salvación o condenación con el hecho de ser o no bautizado parece también más propia de un grupo religioso que de Jesús. Seguramente, todo grupo religioso se ha considerado portador de la verdad absoluta, de modo que hacía derivar la salvación o la condena del hecho de aceptar o no su propuesta. Y eso mismo le ocurrió al cristianismo naciente. Sin embargo, parece claro que tales palabras no provienen del Jesús histórico, sino que reflejan lo que luego fue la práctica misional de aquellas comunidades. Cuando alguien se ve como portador de semejante don, se comprende que viva la misión con tanto entusiasmo como amor..., aunque no sea consciente de que aquello que entrega no es la verdad –absolutamente entendida-, sino una creencia que pretende apuntar hacia aquella. Cuando se cae en la engañosa presunción de identificar "verdad" con "creencia", es inevitable el fanatismo y el proselitismo, por más que se intente disimularlo. Por el contrario, superado ese engaño, la misión de "proclamar el Evangelio al mundo entero" no puede entenderse ya como hacer proselitismo, ni porque se crea que "fuera de la Iglesia no hay salvación". No es tampoco presumir de que nuestra verdad es más "completa" que la de quienes no comparten nuestra fe, por lo que habríamos de poner los medios para "traerlos" a ella. Esto denota, cuando menos, un paternalismo peligroso que, por desgracia, tiende a aparecer incluso cuando se habla de "nueva evangelización": quienes están en la verdad se dirigen a los "alejados". No es extraño que tal actitud resulte repelente a la conciencia moderna y produzca efectos contrarios a los que se perseguían. Lejos de esas trampas, la misión no puede ser sino la oferta humilde de la propuesta de Jesús, que quiere dialogar con otras, para ofrecer mapas que nos ayuden a todos a vivir en plenitud. La fórmula de la ascensión aparece estereotipada, pero su significado es claro: lo que somos no muere, sino que permanece "introducido" en el interior de Dios. Por eso me parece profundamente acertada la conclusión del texto que estamos comentando: "El Señor actuaba con ellos". No puede ser de otro modo: todos estamos en todos. "El Señor" –Yo soy, la identidad última que todos compartimos, es el único que actúa en mí y en todos. Leer el mismo día la primera carta de Juan y su evangelio es una forma sutil de tortura. Aunque los dos textos fueron escritos en griego, distan mucho de la lógica normal. Imaginemos el siguiente diálogo de Juan con su comunidad.
Juan: Si Dios nos ha amado tanto, ¿qué debemos hacer nosotros? Ya os lo dije el día pasado. Comunidad: Amarnos unos a otros. ̶ Bien. Que no se os olvide. (Hace una pausa y los sorprende con otra pregunta). ̶ ¿Alguien ha visto a Dios? (Silencio) ̶ Nadie. Ni siquiera Moisés. Pero, ¿qué ocurre si nos amamos unos a otros? Uno: Que vemos a Dios. ̶ No. Que Dios permanece en nosotros. Aunque no lo veamos. (Nueva pausa y nueva pregunta) ̶ ¿Cómo sabemos que permanecemos en Dios? Todos: Porque nos amamos unos a otros. ̶ Eso ya lo he dicho. Otra forma de saberlo. ¿Nadie responde? (Tras un breve silencio.) Porque nos ha dado su Espíritu. Y hemos visto que el Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo. Uno: Maestro, acabas de decir que a Dios no lo ha visto nadie. Ahora dice que hemos visto al Padre enviar a su Hijo. (Juan no le hace caso. Ellos están acostumbrados a que no responda a sus preguntas o a que responda hablando de otro tema.) ̶ ¿Quién permanece en Dios? Uno: El que ama a su hermano. Otro: El que ha recibido el Espíritu. ̶ Eso ya lo hemos dicho antes. Quiero una respuesta nueva. (Silencio sepulcral) ̶ Quien confiesa que Jesús es el Hijo de Dios. Por consiguiente, ¿cuántas cosas hay que hacer para permanecer en Dios? (Todos miran a Camila, la única capaz de hacer resúmenes perfectos.) ̶ Amarnos unos a otros, recibir su Espíritu y confesar a Jesús como Hijo de Dios. Juan enrolla el pequeño volumen de su primera carta y lo entrega a Antonino, que le alarga el rollo del evangelio. ̶ Lo que hoy leeremos en la Eucaristía es un pequeño fragmento de la oración que pronuncia Jesús al final de la última cena. Es una oración pidiendo por todos nosotros. ¿Qué suponéis que le pedirá Jesús al Padre? ̶ Que nos amemos unos a otros. ̶ Eso ya está muy dicho. Otra cosa. ̶ Que nos envíe su Espíritu. ̶ También está dicho. Otra cosa. (Silencio. Juan intenta ayudarlos). ̶ ¿Qué le va a pasar a Jesús dentro de poco? ̶ ¡Qué lo van a matar! ̶ ¿Y qué les va a pasar a los discípulos? ̶ Que se van a quedar solos. ̶ Como ovejas sin pastor (añade Salomé, que le gusta la poesía). ̶ Eso es. Y no van a tener nadie que los guarde. Por eso Jesús le pide al Padre que se encargue de guardarlos como él hacia cuando estaba con los discípulos. ¿Guardó Jesús a todos sus discípulos? ̶ ¡Sí! ̶ ¿Permitió que se perdiese alguno? ̶ ¡No! ̶ Sí. Uno se perdió. ¿Quién? ̶ ¡Judas! ¡El ladrón! ¡El hijo...! (se escuchan insultos diversos). ̶ Pero de los demás no se perdió ninguno. Y lo mismo quiere de todos nosotros. Que no se pierda ninguno, aunque nos persigan. ¿Creéis que van a perseguirnos? ̶ ¡Sí! ̶ ¿Por qué? ̶ Porque persiguieron a Jesús. ̶ Entonces, ¿cómo puede guardarnos el Padre? ¿Llevándonos al desierto? ¿Llevándonos a una isla perdida? ¿Subiéndonos a una montaña muy alta? Fijaos en lo que pide Jesús: «No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del mal.» (Nueva pausa) ̶ A menudo os quejáis de que la gente os odia por ser cristianos, de que no os sentís a gusto en el mundo que os rodea, que os vienen ganas de iros a otro sitio más tranquilo. Eso no es lo que quería Jesús de nosotros. Él sabía que el mundo nos odia, que no somos del mundo, pero no quiere que huyamos. Al contrario, nos envía al mundo, igual que el Padre lo envió al mundo. Y no debemos sentirnos asustados ni tristes, sino llenos de alegría, de la alegría de Jesús, la que no puede dar el mundo. (Todos piensan que el comentario ha terminado, pero Juan les hace una nueva pregunta). ̶ ¿Cómo nos guardará Dios en medio de un mundo hostil? ¿Hará algún milagro? Recordad que no lo hizo por Jesús: lo apresaron y lo mataron. ¿Cómo nos guardará a nosotros? (Callan porque no lo saben y porque cualquier respuesta sería equivocada. La experiencia de años les demuestra que nunca aciertan). ̶ Dios nos guarda consagrándonos en la verdad, que es su palabra. Los judíos se consagran, se santifican, observando una serie de normas. Nosotros nos consagramos, nos santificamos, viviendo de acuerdo con la palabra de Dios, que es Jesús. ¿Lo entendéis? ̶ Entonces, ¿nos consagra Dios o nos consagramos nosotros? ̶ Las dos cosas. Dios nos consagra en la verdad y nosotros nos consagramos en la verdad Marcela, guatemalteca de 13 años, cocina maíz para sus hermanos cada mañana antes de ir a la escuela. Sueña con ser profesora.
"Quiero ser maestra, quiero enseñar a muchos niños y niñas" Marcela tiene 13 años y vive en Santa Lucía La Reforma, una pequeña población rural que se encuentra en Totonicapán, Guatemala. Vive con su madre y sus cuatro hermanos pequeños y cuentan con pocos recursos. Su madre tiene que salir a trabajar y es ella quien, antes de ir al colegio, da de comer a sus hermanos. "Me levanto a las 6 de la mañana, lavo el maíz, lo pongo al fuego y preparo la comida a mis hermanos para poder ir a la escuela después". A pesar del largo camino que tiene hasta su escuela, Marcela siempre tiene ganas de aprender. Es una oportunidad para cambiar su futuro y mejorar su situación y la de su familia. Su sueño es convertirse en maestra y enseñar a muchos niños y niñas. Esta historia me recuerda a la pregunta que me hizo una vez un amigo y que decía: "oye, y tú que estas en eso de la cooperación, todo lo que hacéis, ¿sirve para algo? Porque da la impresión de que el mundo sigue hoy igual de mal que hace unos años". He de reconocer que la pregunta inicialmente me irritó, pero luego caí en la cuenta que era una duda legítima y cargada de lógica. Tenemos que ser capaces de mostrar que todos los esfuerzos que se hacen en el mundo de la cooperación sirven para mejorar la vida de las personas más vulnerables. En el fondo, la cuestión que queremos contestar no es otra que esta: ¿y la gente más pobre de este mundo, hoy vive mejor o peor que hace unos años? Porque sería intolerable que las cosas no cambiaran. Sería injusto e inmoral. Las ONG tenemos la obligación y la necesidad de rendir cuentas a la sociedad de lo que hacemos de un modo comprensible. No podemos pedir a la ciudadanía compromiso e implicación por la justicia si no somos capaces de comunicar los logros de la cooperación. Tenemos que comunicar que se han hecho y se hacen cosas maravillosas, que contribuyen de modo muy significativo a hacer este mundo un poco más habitable, un poco más justo. Y es que podemos afirmar con contundencia que la cooperación transforma realidades. La cooperación produce cambios en vidas y rostros concretos. Y para dar fe de ello Entreculturas ha lanzado la campaña Vidas que construyen futuro. Vidas concretas en distintos países y contextos tanto del norte como del sur, que gracias a su vinculación con la cooperación y la educación consiguen transformar su realidad y les permite soñar con un futuro mejor. La cooperación transforma realidades Desde Entreculturas creemos firmemente que la educación es la herramienta más poderosa para combatir la pobreza y la desigualdad. Es fundamental para construir un mundo más justo, un futuro de esperanza. Es imprescindible para vidas como las de Marcela, la de Abou, la de Pedro, pero también para otras muchas vidas que aún están por escribirse. Pero para ello seguimos necesitando la ayuda y el compromiso de todos y todas. Necesitamos seguir movilizando la solidaridad de hombres y mujeres que creen en que un mundo más justo es posible. Seguimos reclamando a nuestros políticos que coloquen la lucha contra la pobreza como una de sus prioridades de acción. Pedimos a nuestras administraciones públicas que conciban la cooperación como una política pública que coloque en el centro a las personas y apueste de manera inequívoca por la disminución de la pobreza, el ejercicio de los derechos humanos y la promoción de sociedades más justas y sostenibles. La cooperación al desarrollo en España atraviesa hoy uno de los momentos más bajos de su historia pese a la demanda histórica de invertir un 0,7% del PIB en esta materia. La cooperación al desarrollo en España ha caído a niveles de hace 25 años, con un presupuesto mínimo en 2015 del 0,17%. Este dato no puede dejarnos indiferentes. La educación es la herramienta más poderosa contra la pobreza y la desigualdad Pero si nos fijamos en la inversión de la Ayuda Oficial al desarrollo en educación el panorama es aún más desolador, solo como ilustración decir que del año 2008 al 2013 la inversión de AOD en esta materia se ha reducido un 82%. Este dato contrasta fuertemente con la encuesta My World, realizada a nivel mundial por Naciones Unidas, en la que más de 7,3 millones de personas han sido preguntadas en todos los rincones del Mundo sobre cuáles son los temas más importantes sobre los que hay que incidir para mejorar la vida de las personas. Y arroja resultados sorprendentes: El tema que ha salido más priorizado de todos los propuestos, con casi 5 millones de votos, ha sido la educación. Este clamor mundial por la enseñanza como herramienta de cambio no puede ser desoído. Aquí incluimos algunas historias de personas que han cambiado sus vidas, traemos rostros concretos que nos han de animar a seguir trabajando por un mundo más justo. La historia de Marcela Marcela vive en Santa Lucía La Reforma una pequeña población rural que se encuentra en Totonicapán, Guatemala. Vive con su madre y sus cuatro hermanos pequeños y cuentan con pocos recursos. Su madre tiene que salir a trabajar y es ella la que, antes de poder ir al colegio, da de comer a sus hermanos. A pesar del largo camino que tiene hasta su escuela, Marcela siempre tiene ganas de aprender. Es una oportunidad para cambiar su futuro y mejorar su situación y la de su familia. Sueña con ser maestra y enseñar a muchos niños y niñas. La historia de Abou Abou es un chico maliense que salió de su país rumbo a Europa. Nos cuenta que los jóvenes como él, después de los estudios, no encuentran trabajo y se ven obligados a buscar fuera, a dejar el país. Su viaje a Europa fue largo, duró tres años. Tuvo que atravesar muchos países: Malí, Burkina Faso, Níger y Argelia. Tras llegar a Oujda (Marruecos) cogió un bus para Nador, para el monte Gurugú, al que llegó el día 13 septiembre de 2013. Abou nos dice que nunca olvidará el Gurugú, que le marcó mucho. Pasó allí un año y 4 meses, en el bosque, esperando el día de poder entrar en Europa. Nos cuenta que la vida en Gurugú es muy dura, no tenía dinero y para sobrevivir tenía que comer de la basura o de la caridad de algunas personas marroquíes. Fue el día 20 de octubre cuando pudo cruzar la triple valla de Melilla. Para Abou, su futuro es lo mismo que para el resto de los jóvenes, tener un buen trabajo, tener independencia económica, ser libre para hacer lo que quiera, buscar un trabajo para ayudar a su familia y hacer realidad su sueño. La historia de Pedro Pedro estuvo dos años de voluntario en la frontera entre Perú y Chile, nos habla de su experiencia, de que ha conocido a muchas personas que están en movimiento en busca de una vida mejor en Chile, que buscan trabajar y mandar dinero a sus familias. De esta experiencia vivida se lleva el encuentro con las personas, liberado de prejuicios, de primeras impresiones, de pasado. Un encuentro que transforma y hace descubrir que todas las personas queremos las mismas posibilidades y compartimos los mismos sueños. Pedro recomienda vivencias como esta, ya que considera que generan un compromiso y una oportunidad: la posibilidad de comprometerse con una idea que también tienen muchas otras personas y la oportunidad de salir de lo que se conoce y de abrirse una realidad nueva, a ver que la vida no está tan cerrada y que las cosas que se dan por sentadas no lo están. Genera una posibilidad de cambio y la suerte poder transmitirlo. La historia de Lorena Lorena es coordinadora de la Red Servicio Jesuita a Refugiados Colegios en Colombia. Es un programa tiene como objetivo la prevención de la violencia y el apoyo a las personas desplazadas por el conflicto. En 2009, junto con varias comunidades educativas tanto de España como de Nicaragua, El Salvador, Colombia y Ecuador, comenzó a poner en marcha una serie de experiencias piloto de educación transformadora. Estas experiencias tienen como objetivo fomentar en las comunidades educativas el sentido de pertenencia a una ciudadanía global y de contribuir a desarrollar valores, actitudes y herramientas que faciliten su ejercicio desde la experiencia, la participación y el encuentro. Fruto de estas experiencias ha nacido el proyecto Entrescuelas con la intención de ser una manera de poner en conexión a estudiantes y docentes de América Latina, África y España para ampliar su visión del mundo, tomar conciencia de que se puede contribuir a generar cambios globales desde nuestra realidad cercana y establecer relaciones horizontales de respeto y de amistad, sintiéndonos parte de un movimiento mundial comprometido con la justicia. La historia de Ángela Ángela vive en el barrio 15 de Septiembre de la ciudad de Manta, Ecuador, uno de los barrios marginales que rodean la ciudad y donde predomina la inseguridad. La tasa de delincuencia es muy alta y se producen numerosos casos de narcotráfico, trata de personas, secuestros y delincuencia organizada. Ángela es madre soltera de dos niñas y cuenta con bajos recursos económicos. Trabaja duro para que puedan estudiar y salir adelante. Como ella, muchas de las mujeres de estas comunidades no tienen acceso a trabajos cualificados y la mayoría sufre abusos frecuentemente. Esta situación hace difícil para ellas y sus hijos e hijas salir de este contexto de violencia y marginación, siendo frecuente que no asistan a la escuela y no tengan opción a un futuro mejor. Por eso, desde Entreculturas, trabajamos con la Fundación Río Manta para que tanto estas mujeres como sus hijos e hijas puedan cambiar su realidad y ser agentes de desarrollo en sus comunidades. Trabajamos la prevención de la violencia hacia las mujeres, facilitando el acceso a la escuela, donde se ofrece material y refuerzo escolar y también en las comunidades en las que están insertas, a través de asistencia psicológica y jurídica. La historia de Noelia y Alba Noelia y Alba tienen 15 años y llevan 3 y 2 años en la Red Solidaria de Jóvenes de Entreculturas, participando desde su colegio, Nuestra Señora de la Asunción de Badajoz. Ellas están convencidas de que pueden cambiar la realidad mostrándoles a las personas lo que está pasando en el mundo para que todos podamos poner nuestro granito de arena para que todo cambie. Fuera del horario de clase, se reúnen habitualmente con su grupo para diseñar y llevar a cabo una agenda solidaria, actividades y acciones que contribuyan a crear, junto a los demás, el mundo que sueñan, un mundo más justo y solidario. Estos días los cristianos celebran la Pascua de Resurrección. ¿Qué puede significar realmente este concepto? ¿Cómo podemos comprender este pensamiento que es la esencia del cristianismo?
Con demasiada frecuencia tendemos a invalidar lo que nosotros no hemos experimentado. Los prejuicios forman parte de nuestra vida habitual, por más abiertos o razonables que nos creamos. Las palabras que trascribo a continuación son del psiquiatra C. G. Jung: "La experiencia religiosa es absoluta. No se presta a discusiones. Lo único que se puede decir es que nunca se ha tenido tal experiencia; la otra persona dirá: 'Lo siento pero yo sí la tuve'. Y con esto terminará la discusión. No importa lo que el mundo piense sobre la experiencia religiosa; quien la ha hecho posee el gran tesoro de algo que para él se convirtió en fuente de vida, sentido y belleza, dando un esplendor nuevo al mundo y a la humanidad". En mi práctica profesional observo que dichas experiencias espirituales facilitan una orientación en el desorden interior, reintegran partes separadas de la consciencia y abren a una potencia que está en el centro de la persona. No es una comprensión intelectual, es la emergencia de algo latente que puede manifestarse de muy diferentes maneras. El denominador común es la apertura del corazón. (Nombro la palabra corazón para expresar ese lugar todavía no objetivado, que es la sede del amor). Tenemos múltiples capas. Existen necesidades físicas, emociones, intelectuales y espirituales. Estas últimas no tienen otro objeto que trascender el ego. En algunas personas no se han despertado las necesidades superiores, aunque es cierto que el entorno puede estimular o anular dichas necesidades. Lo espiritual es un salto a una nueva consciencia. Podríamos decir que "lo divino" está dentro de nosotros y las imágenes en las que se manifiesta pueden tener tanta fuerza que logran transformar una vida. Para entender la Pascua hay que vivirla. Y vivirla es tener capacidad para el silencio y la contemplación. Es ir más allá de la pereza y la indiferencia y no cerrar los ojos al dolor y a la oscuridad de la vida. La resurrección para los cristianos es la experiencia de Aquél que sigue vivo. Es la vivencia, que no creencia, de que esta vida no lo es todo y que en nuestro ser más hondo, más allá de nuestro cuerpo y de nuestra historia, somos vida eterna que no muere, sólo se transforma. Esta confianza no es un acto de ingenuidad, en realidad, si nos paramos a pensar, todo es continuamente un proceso de trasformación. Una de esas escenas de intimidad profunda, tan tuyas, que nos conmueven el cuerpo. En Marcos es una desconocida que irrumpe en la casa de Simón, el leproso sanado, que ni por haber experimentado tu mano de ternura comprende demasiado los gestos de la "intrusa".
La comunidad de Juan suaviza un poco el escándalo, y sitúa a María de Betania con el perfume de nardo en tus pies. Vos buscando aliento en ese hogar de gente amada, entre ellos esta mujer que conoce su lugar en tu vida y cuánto gozas de los encuentros y las largas conversaciones. Esos pies tuyos a los que se sentaba y seguramente habrá rozado tantas veces; te habrá sacado las sandalias con ternura, habrá desatado una a una las tiras de cuero para descansarte del camino, para hacerte sentir en casa luego de tanta intemperie. A tus pies, habrán sido cientos las tardes, los anocheceres de algún equivalente del mate, corazón en las manos para que el otro lo acune. Tan intenso que Marta desaparecía en su tarea imparable y sólo a fuerza de quejas se hacía visible. Vos y ella, encuentro, fecundidad compartida. Cuántas veces habrá recibido, puro oído y manos, tus dudas, tus descubrimientos, tus temores y celebraciones; y cuántas te habrá entregado su vuelo bajo de entrecasa, su espíritu de Hestia, la hondura de su contemplación de lo mínimo. Cuántas veces habrán bebido del mismo cáliz anticipando la Cena, comunión hecha mirada, voz entregada, profundidad de palabras donde zambullirse juntos. Cuántas tardes como ésta. Esta vez, el derramamiento final. Tanta intensidad de dolor y amor, de esperanza y nostalgia que no pudo aguardar la soledad y allí nomás, delante de todos, te prodigó el perfume como si brotara de su mismo seno: líquido para el buen parto, océano que suavizara tu miedo y te meciera por última vez; sabiéndote cerca y en partida, "a mí no me tendrán siempre". Fluidos que te alientan a seguir y te la dejan pegada en el cuerpo, para que huelas a ella por donde andes, para que sientas esa compañía que te suelta sin dejarte... así se despide, hasta la vuelta, hasta nunca tal vez, sin saber si algún día recogerá el abrazo. Así te ve partir, se parte como botella ella misma y se va con vos. La sabiduría para quebrar el frasco en el momento justo, cuando llega el alumbramiento de la historia: para que no sea aborto ni hemorragia inútil. Todos sus sentidos al servicio de reconocer las señales, para derrocharse en el instante preciso. Para entregarlo todo, hacer experiencia del vacío, para que toda su simiente se derrame en la mesa común, se haga una con el cosmos, desaparezca y se reencuentre en el sueño de comunión universal fecundado en los encuentros con su Maestro. Lanzarse a escribir historia nueva, en sus propios márgenes y en los márgenes existenciales, sociales, de las vidas de tantos; soltando su aroma en lo colectivo sin sostenerle la cola, sin temer que se pierda, sin miedo a la disolución. En la convicción de que sos el garante de sus esencias: de su fuego sagrado que huele a palo santo "que no hiere y perfuma", y a pelo lavado con jabón blanco y secado en la humareda. Soltar amarras e irse con vos, al viento de tu intensidad, sin desentenderse de las raíces. Ella misma, un frasco que se quiebra; aroma eterno en recipiente de barro. Que su fragancia te impregne, Humanidad, y mitigue unos días el olor de la sangre y el vinagre, que la huella de sus manos te preserve de los latigazos y ponga freno a los clavos, y duelan menos esos pies ungidos de su amor. |
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