Jesús apenas hace pie en la historia, según el nuevo libro de Benedicto XVI. La cristología papal es la imposición del pensamiento único sobre el pluralismo
Benedicto XVI lleva treinta años fijando rígidamente los límites entre la ortodoxia y la heterodoxia en la teología católica en todos los terrenos: seminarios, universidades católicas, facultades de teología, investigaciones, publicaciones eclesiásticas, y en todos los escenarios donde está implantado el catolicismo. Primero lo hizo al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, cargo al que fue aupado por Juan Pablo II, a quien beatificará el próximo 1 de mayo como muestra de sintonía en vida y tras su muerte. Ahora, como Papa, sigue definiendo la ortodoxia y condenando el relativismo, al que califica de dictadura. Ha ejercido la función magisterial autoritariamente, sin que le temblara el pulso a la hora de amonestar, citar a juicio o firmar sentencias condenatorias contra teólogos y teólogas que no tienen su mismo pensar y sentir, sean especialistas de reconocido prestigio, compañeros en el aula conciliar, colegas con quienes compartió la docencia, e incluso alumnos a quienes como profesor premió con las mejores calificaciones y ayudó a publicar sus primeros trabajos. ¡Lástima que no haya mostrado la misma solicitud y decisión en los casos probados de pederastia de clérigos y religiosos reincidentes! Este modo de proceder represivo de las libertades de expresión, de cátedra y de investigación se sitúa en la dirección contraria al concilio Vaticano II -del que él fue asesor teológico- que invita a ejercer “el espíritu crítico más agudizado” que libera “la vida religiosa de un concepto mágico del mundo y de residuos supersticiosos” y facilita “una adhesión verdaderamente personal y operante de la fe”. Como Papa, Joseph Ratzinger sigue definiendo la ortodoxia y condenando el relativismo, al que califica de dictadura Hoy vuelve a fijar los contornos de la recta doctrina en el segundo volumen de su cristología Jesús de Nazaret. Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección, que acaba de aparecer con un despliegue publicitario espectacular, precedido de la filtración, por parte del Vaticano, del capítulo que exonera al pueblo judío en la muerte de Jesús, tesis que nada tiene de novedosa. Es verdad que no se trata de una declaración magisterial de carácter dogmático, sino de un ensayo teológico, pero lleva la marca papal en la misma portada donde aparece el doble nombre: Joseph Ratzinger Benedicto XVI. La imagen que ofrece en el libro es la un Jesús pensado y vivido desde la fe de la Iglesia y despolitizado. Un Jesús que pasa por la tierra como por brasas sin implicarse en la vida social de su pueblo, que no constituye peligro alguno para el Imperio Romano, que anuncia un reino de Dios basado en la “verdad que está en el intelecto de Dios” y que apenas hace pie en la historia. Un Jesús que separa con nitidez religión y política, y cuya muerte no es consecuencia del conflicto con el poder, sino autoentrega vicaria para la reconciliación de la humanidad con Dios. Benedicto XVI se distancia así de la exégesis liberal y desconfía de los métodos histórico-críticos, como ya hiciera en el primer volumen publicado en 2007. Llega a decir que “el ‘Jesús histórico’, como aparece en la corriente principal de la exégesis crítica…, es demasiado insignificante en su contenido como para ejercer una gran eficacia histórica” (página 9). Pero, al mismo tiempo, y desde una no confesada ingenuidad hermenéutica, dice tratar de “llegar a la certeza de la figura realmente histórica de Jesús”, misión imposible, como ya demostrara Albert Schweitzer a principios del siglo pasado. La cristología papal silencia los resultados de las investigaciones de la sociología, la arqueología, la antropología cultural y la historia social sobre el Jesús histórico y el cristianismo primitivo. Descalifica las aportaciones de las teologías políticas y de la revolución. Desconoce algunas de las más importantes e influyentes cristologías de la segunda mitad del siglo XX, escritas por colegas suyos como Edward Schillebeeckx, Karl Rahner y Hans Küng. Silencia las reflexiones de la teología de la liberación sobre la praxis histórica de Jesús bajo la guía de la opción por los pobres. Pasa por alto la hermenéutica de género de la teología feminista y se mantiene dentro de la cristología patriarcal. Las referencias bibliográficas se circunscriben en buena medida a autores alemanes, pero muy selectivamente, con exclusión de los creadores de la teología política y de la esperanza, Johann Baptist Metz y Jürgen Moltmann respectivamente, y de exegetas como Willi Marxsen y Gerd Lüdemann. Los libros de Ratzinger-Benedicto XVI constituyen hoy el nuevo canon eclesiástico al que atenerse a la hora de hacer teología, mientras son condenadas algunas de las cristologías más relevantes pensadas en el horizonte de la liberación, del pluralismo religioso y de las investigaciones sobre el Jesús histórico, como, entre otras, Jesucristo liberador y La fe en Jesucristo, de Ion Sobrino; Jesús, símbolo de Dios, de Roger Haight; Hacia una teología cristiana del pluralismo religioso, de Jacques Dupuis, y Jesús. Aproximación histórica, de José Antonio Pagola. Es la imposición del pensamiento único sobre el pluralismo, del dogma sobre el símbolo, de la ortodoxia sobre la ortopraxis y, en fin, de la Iglesia sobre Jesús de Nazaret. En estas condiciones no es posible hacer teología crítica dentro de la Iglesia-institución. ¡El cristianismo al revés!
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La jerarquía católica sigue persiguiendo sin freno a quienes, como el Pare Manel, se salen de la ortodoxia. El 15 de julio de 1834, España abolió oficialmente el Tribunal de la Inquisición. Atrás quedaban más de 350 años de persecuciones a judíos, moriscos, luteranos, científicos, literatos y humanistas por parte de un Estado vinculado por lazos férreos a la Iglesia católica. La historia, por fortuna, ha cambiado bastante desde entonces. ¿O no tanto? Casos como el del pare Manel Pousa, figura conocida y respetada en toda Catalunya por su trabajo social y que probablemente acabe siendo excomulgado tras confesar en un libro que había pagado un aborto a una joven, recuerdan cómo la jerarquía católica española no ha sabido recorrer el camino de la modernidad.
José Antonio Pagola, José Arregi, los curas de Entrevías, José Mantero, José María Castillo En los últimos años, son docenas los casos de sacerdotes que han sido perseguidos, de una u otra manera, por la jerarquía eclesiástica española, especialmente desde que la conduce, con mano de hierro, el cardenal de Madrid, Antonio María Rouco Varela. «La Iglesia también es mi casa, no sólo la de la jerarquía», dice un cura de Entrevías El control de la ortodoxia Algunos fueron separados de sus cátedras, otros “reducidos” (sic) al estado laical, y varios más suspendidos a divinis o forzados a abandonar la Iglesia. El caso de Manel Pousa es, desde el punto de vista del Derecho Canónico, el de más grave sanción. Sin embargo, las persecuciones a todo aquel que se salga del control de la ortodoxia son una constante. “La obediencia es a la conciencia. Y la conciencia sólo es de Dios”. Javier Baeza es el responsable del “centro pastoral” San Carlos Borromeo, más conocida como la “iglesia roja” de Entrevías (Madrid), que desde hace tres décadas trabaja con inmigrantes, drogodependientes y jóvenes en riesgo de exclusión social. Hace cuatro años, Rouco Varela decidió cerrar la parroquia, aduciendo “graves errores” en la liturgia. Los tres curas, Javier Baeza, Enrique de Castro y José Díaz no siempre oficiaban con el alba, las absoluciones eran colectivas y, en ocasiones, se sustituía la hostia consagrada por una galleta o una rosquilla. Rouco se encontró con la oposición de todo el barrio y de buena parte de la Iglesia de base. No claudicaron y, para variar,lograron torcer la voluntad del cardenal de Madrid. Decenas de curas han sido sancionados en los últimos años Cuatro años después, el “centro pastoral” sigue funcionando igual que antes de la persecución. “A nivel eclesial, no hay ninguna relación, aunque hace poco nos visitó el nuevo vicario”, apunta Baeza. Los domingos, a la una, se sigue celebrando misa, hay grupos de oración “donde se comparten los problemas” y, por supuesto, continúa la obra social en San Carlos Borromeo. Incluso se siguen celebrando bodas y bautizos, con el permiso implícito de la jerarquía, que tras intentar acabar con la “iglesia roja” tuvo que echar marcha atrás y permitir que los tres curas permanecieran junto a sus feligreses. “Todavía no sé por qué pasó lo que pasó”, cuenta el sacerdote, que no oculta que son “ignorados” por la “Iglesia institución”. “Nos admite bien si salimos censurando a los políticos o hablando de la pobreza, pero no acepta que seamos críticos con el funcionamiento de la institución”. Pese a las presiones, los curas de Entrevías no se han planteado abandonar. “Hay muchas cosas que no comparto de la Iglesia, pero no me voy, como tampoco me voy de mi familia aunque me enfade con mi padre. La Iglesia también es mi casa, no sólo la de la jerarquía”, concluye Javier Baeza. El caso de Mantero Rouco tuvo que ceder en su intento de cerrar la ‘iglesia roja’ de Vallecas Quien sí tuvo que dejar el sacerdocio, y la Iglesia, fue José Mantero, el cura de Valverde del Camino (Huelva) que fue suspendido a divinis tras admitir públicamente su homosexualidad en la revista Zero. Junto al ex carmelita Antonio Roig, Mantero es uno de los dos sacerdotes españoles “cesados” por Roma tras revelar su orientación sexual. Ambos conjuntamente, denunciaron que “la Iglesia ha perdido la vergüenza y la ética” al haber convertido a los homosexuales en “su nuevo enemigo”. Mantero trató de seguir luchando, desde dentro, por la inclusión de los colectivos homosexuales cristianos en la Iglesia, pero la presión de los grupos ultraconservadores y la cerrazón de la jerarquía a cualquier acercamiento al mundo gay, acabaron por minar sus esperanzas. Una persecución de 20 años José María Castillo es uno de los más prestigiosos teólogos de nuestro país. El próximo 13 de mayo la Universidad pública de Granada le concederá el Doctorado Honoris Causa. La sociedad reconoce así el valor de este profesor, que en 2007 abandonó la Compañía de Jesús después de una dura persecución que se prolongó durante más de 20 años. En 1988, fue castigado junto a Juan Antonio Estrada con la retirada del plácet de la jerarquía como catedrático de Teología de la Universidad de Granada, según Joseph Ratzinger, actual papa, por sus opiniones sobre el dogma de la Trinidad. José Arregi también tuvo que solicitar su salida, en este caso de la orden franciscana, tras enfrentarse al nuevo obispo de San Sebastián, el ultraconservador José Ignacio Munilla. El teólogo vasco acusó al prelado de llevar a cabo una “purga” entre el clero más progresista. Pensar de forma diferente “Sólo pido que haya lugar en la Iglesia para poder pensar, enseñar y actuar de manera diferente, y que las opiniones que se consideran erradas se combatan únicamente con argumentos de razón”, afirma el exfranciscano. “Si el cristianismo no quiere convertirse en una pieza de museo o en una secta, deben darse unas enormes transformaciones de fondo: democratización de todas las instituciones, lectura crítica de la Biblia y del dogma, una espiritualidad mística y transformadora más allá de todo dogmatismo y moralismo, aceptación del principio de la laicidad”. Algo que no entra en la cabeza de Munilla, Rouco y compañía. El último caso conocido es la investigación abierta en el Vaticano contra el teólogo vasco José Antonio Pagola y su libro Jesús, una aproximación histórica (PPC). Los sectores más reaccionarios de la Conferencia Episcopal lograron que la editorial retirara el volumen (tras venderse más de 80.000 ejemplares) y destruyera los ejemplares. Pagola, que sigue siendo sacerdote, se enfrenta a una posible sanción de sus obras, e incluso a la retirada de la venia docendi, lo más parecido a la “excomunión” para un profesor. Y es que, 350 años después de que fuera derogada, la Inquisición en la Iglesia española parece revivir con más fuerza que nunca. La doble vara de medir de la Iglesia En mayo de 2006, un año antes de la muerte de Marcial Maciel, Benedicto XVI le conminó a llevar una vida retirada, prohibiéndole celebrar misa en público. Entonces la Santa Sede ya conocía los desmanes del pederasta fundador de los Legionarios de Cristo. Sin embargo, la única medida contra él en vida fue la suspensión de su vida pública. No se le suspendió ni se le excomulgó, como podría suceder con el padre Manel Pousa. La doble vara de medir ha sido una constante en la historia de la Iglesia. Así, durante siglos pervivieron pontífices que tenían mujer, hijos y amantes con clérigos que eran duramente sancionados -incluso hasta acabar en la hoguera- si rompían el celibato. La excomunión de Pousa podría sobrevenir por “colaboración” con un aborto, pese a las explicaciones del sacerdote aduciendo a un “mal menor” y corroborada en su lucha a favor de la vida. Roma parece decidida a condenarle. Sin embargo, ningún sacerdotes condenado por abusos sexuales a menores ha sido excomulgado. No conocemos cómo se fraguó este relato en la primera comunidad cristiana. Sabemos que es muy antiguo porque Marcos, el primer evangelista que escribió, ya lo narra completamente elaborado.
Es lógico suponer que, una vez que, en la experiencia Pascual, experimentaron lo que Jesús era, trataran de comunicar a los demás esa vivencia que les había dado Vida. Para hacerlo más creíble, lo colocaron en la vida terrena de Jesús justo antes del anuncio de la pasión. De esta manera disimulaban la total ceguera de los seguidores, que no fueron capaces de descubrir quién era hasta después de su muerte. No podemos pensar en una puesta en escena por parte de Jesús; no es su estilo ni encaja con la manera de presentarse ante sus discípulos. Por lo tanto, debemos entender que no es la crónica de un suceso. Se trata de una teofanía, construida con los elementos y la estructura de las muchas relatadas en el AT. Probablemente es un relato pascual, retrotraído a la época de su vida pública tiempo después de haberse elaborado. Veamos algunas razones por las que no podemos entender literalmente el pasaje: 1 - El relato está tejido con los elementos simbólicos, aportados por las numerosas teofanías que se narran en el AT. Nada en él es original; ni siquiera la voz de Dios es capaz de aportar algo nuevo, pues repite exactamente lo que dijo en el bautismo. Se trata de expresar la presencia divina en Jesús, con un lenguaje que todos podían reconocer. Lo importante es lo que quiere comunicar, no los elementos que utiliza para la comunicación. 2 - Si los apóstoles hubieran tenido antes de la pasión y muerte, esta experiencia de lo que era Jesús, no le hubieran abandonado ni negado poco después. No podemos proponerlo como un intento de preparar a los apóstoles para soportar el escándalo de la cruz. Si fue ese el objetivo, el fracaso fue absoluto: “todos le abandonaron y huyeron”. 3 - En los cuatro evangelios está muy claro que los discípulos no entendieron nada de lo que era Jesús hasta después de su muerte. Es en la experiencia pascual donde descubrieron lo que realmente era Jesús. Entonces se dieron cuenta de que todo lo que descubrieron después de su muerte, estaba ya presente en él cuando andaban por los caminos de Palestina. Los exegetas apuntan a que estamos ante un relato pascual. Si se retrotrae a la vida terrena es con el fin de hacer ver que Jesús fue siempre un ser divino. 4 - La gloria y el poder aparecían el domingo pasado como tentaciones para Jesús. Él nunca actuó desde esa perspectiva ni metió a Dios en ella. Mucho menos quiso engatusar a sus seguidores con promesas deslumbrantes. La tentación consiste en buscar la gloria externa y aparatosa que nos coloque por encima de los demás; o por lo menos, que nos acerque a un Dios que nos hemos imaginado todopoderoso, para poder compartir ese poder. 5 - No podemos seguir pensando en un Jesús que lleva escondido en la chistera elcomodín de la divinidad, para sacarlo en los momentos de dificultad. Lo que hay de Dios en él, está en su humanidad. Lo divino nunca podrá ser percibido por los sentidos. Es hora de que tomemos en serio la encarnación y dejemos de ridiculizar a Dios. 6 - La única gloria de Dios es su amor. Nada que venga del exterior puede afectarle ni para bien ni para mal. El aplicar a Dios nuestras apetencias de grandeza, es sencillamente ridiculizarle. La única gloria del hombre es manifestar que en él está ya ese mismo amor. El don total de sí, la muerte por amor, es la mayor gloria de Jesús y la de todo ser humano. 7 - Jesús vivió constantemente trasfigurado, pero es ridículo pensar que esa plenitud de ser tenía que manifestarse externamente (hasta en los vestidos) con síntomas espectaculares. Su humanidad y su divinidad se expresaba cada vez que se acercaba a un hombre para ayudarle a ser él. La única luz que transforma a Jesús es la del amor, y sólo cuando manifiesta ese amor ilumina. Sólo en lo humano se trasparenta Dios. 8 - Los relatos de teofanía que encontramos en el AT, son intentos de trasmitir experiencias de seres humanos concretos. Esa vivencia es siempre interior e indecible. No quiere decir que Dios anda haciendo espectáculos de luz y sonido por los montes. Mucho menos que tenga que manifestar su cercanía de manera sensible y espectacular. Una vez hechas estas aclaraciones, no nos alejamos del evangelio, al contrario, es ahora cuando estamos en condiciones de descubrir el verdadero mensaje del relato. Tratemos de comprender lo que significan cada uno de los símbolos que en él aparecen: Tomó consigo a tres: La experiencia interior es siempre personal no colectiva, por eso los presenta con sus nombres propios. Recordemos que también Moisés subió a la montaña acompañado por tres personas concretas. El monte: Es el ámbito de lo divino en todas las tradiciones religiosas. Suponiendo que Dios está en el cielo, lo más cercano al cielo será lo mejor acondicionado para que se manifieste. Los montes más altos son el lugar donde siempre está Dios (Sinaí) Rostro resplandeciente: la gloria de Dios se comunica a aquellos que están cerca de Él. Moisés al bajar del monte, después de haber hablado con Dios, tuvieron que taparle el rostro porque su luminosidad hería los ojos. La luz: ha sido siempre símbolo de la presencia de la Gloria de Dios. La nube: Símbolo de la presencia protectora de Dios. A los israelitas les acompañaba por el desierto una nube que les protegía del calor del sol. Moisés y Elías: Jesús conectado con todo el AT. La Ley y los Profetas en dialogo con Jesús. El evangelio es continuación del AT pero superándolo. La voz: la palabra ha sido siempre el instrumento de la acción de Dios, el vehiculo por el que su voluntad se realizaba. Es pues la expresión de la voluntad de Dios. ¡Escuchadlo! Es la clave de todo el relato. Sólo a él, ni siquiera a Moisés y a Elías. El miedo, aparece también en todas las teofanías. La presencia de lo divino asusta al hombre que se siente empequeñecido. En el AT, miedo incluso de morir por ver a Dios. La raíz del mensaje del evangelio de hoy, está en proponer a Jesús como la presencia de Dios entre los hombres, pero de manera muy distinta a como se había hecho presente en el AT. Por eso hay que escucharlo. Su humanidad llevada a plenitud es Palabra definitiva. Escuchar al Hijo es transformarse en él y llevar una vida como la suya, es decir, ser capaces de manifestar el amor a través del don total de sí. No se trata de tener la antena dirigida al cielo para esperar de allí unas palabras. Se trata de descubrir la voz de Dios en el grito desesperado de cada uno de los seres humanos que encontramos en nuestro caminar. Ni la plenitud de Jesús ni la de ningún hombre está en un futuro propiciado por la acción externa de Dios. La plenitud del hombre está en la entrega total, en cualquier circunstancia, en la dicha y en el sufrimiento. No está la resurrección después de la muerte ni la dicha después del sufrimiento. La Vida y la gloria están allí donde hay amor como el que Dios nos tiene. Ni Jesús aguantó el sufrimiento porque esperaba en la resurrección ni a nosotros se nos pide que aguantemos porque después se nos recompensará con creces. No se trata de aspirar a una meta lejana, sino de descubrir una realidad presente. También la vida de Jesús se presenta como un éxodo, pero el punto de llegada será el Padre que ya estaba en unidad indisoluble con él en el momento de empezar el camino. ¡Qué fácil es caer en la tentación de Pedro! Construir chozas en un mundo soñado, fuera de la realidad, para disfrutar de privilegios egoístas. Se está bien con el Jesús glorioso, pero no queremos saber nada de la cruz. “No puedo cantar ni quiero, a ese Jesús del madero, sino al que anduvo en el mar”. Nuestra concepción religiosa y nuestros prejuicios sobre un Dios de poder, son el mayor obstáculo para escuchar a Jesús. El relato está manifestando que a los cristianos les queda aún un paso por dar. No se trata de aceptar el sufrimiento y la prueba como un medio para llegar a “la gloria”. Se trata de ver en la entrega, aunque sea con sufrimiento, la meta de todo ser humano. El amor es lo único que nos hace hijos de Dios, que es don total y nunca busca nada de nosotros, sino que se da gratuitamente. Darse a los demás porque esperas una recompensa, no tiene nada de cristiano. La meta no está en la “gloria”. La gloria está en el deshacerse por los demás. Jesús nos descubre otra idea de Dios. Un Dios que se da totalmente sin pedirnos nada a cambio. La idea que nosotros tenemos de recompensa no es más que una ficción. Dios no puede darme más de lo que ya me está dado. No es la esperanza en un premio, sino la confianza de una presencia enriquecedora lo que me debe animar. La transfiguración nos está diciendo lo que era realmente Jesús y lo que somos realmente cada uno de nosotros. ¡Sal de tu tierra! Abandona tu materialidad y adéntrate por los caminos del Espíritu. Vives exiliado en una tierra extraña, que no es el lugar propio que te pertenece. Meditación-contemplación ¡Escuchadle a él! El objetivo no es oír y aprender lo que ha dicho, sino empaparse de lo que ha vivido para vivirlo nosotros. Lo importante no es lo que nos ha dicho con palabras, sino lo que ha manifestado en su propia vida. ................. No se trata de esperar que se produzca en nosotros una transfiguración, sino de descubrir nuestro ser no desfigurado. No tengo que caminar hacia una meta fantástica que me prometen, sino descubrir ya en mí el más sublime don, Dios mismo. ...................... No se trata de esperar que me añadan abalorios y capisayos externos, sino de vivir mi realidad esencial que ya está en mí. Durante mucho tiempo hemos imaginado a Dios en las alturas, pero está en la profundidad de mi propio ser. Fuente: Público
La Iglesia pierde un 30% de sus vocaciones desde 2006 La Iglesia se queda sin cantera. Ocurre en Europa y, especialmente, en España. Mientras los obispos españoles apuestan por la continuidad en su cúpula, la mala imagen de la Iglesia española continúa dando sus frutos, esta vez en forma de desplome de vocaciones. Según los datos ofrecidos por la propia Conferencia Episcopal con motivo del próximo Día del Seminario (celebrado el 19 de marzo, festividad de San José, desde 1935), en los últimos cinco años el número de nuevos seminaristas en España ha caído hasta un 30%, pasando de 820 jóvenes (entre seminarios mayores y menores) en el curso 2006-2007 a 574 en el presente curso. Se confirma de este modo el descenso vocacional que se viene registrando desde 1990, si bien con breves repuntes. Cada vez hay menos seminaristas, por mucho que el Episcopado se empeñara ayer, en un comunicado, en hacer hincapié en un supuesto aumento vocacional que finalmente no era tal. En realidad, lo único que ha crecido respecto al curso pasado es el número de los seminaristas que acabaron ordenándose. Así, en 2009 se consagraron 141 presbíteros, mientras que el pasado año fueron 162. El éxito era presentado por la jerarquía episcopal como uno de los frutos del Año Sacerdotal que se celebró en 2010, y donde la Iglesia católica se vio salpicada por un terremoto de escándalos provocados por denuncias de abusos sexuales, que obligaron a Benedicto XVI a comenzar a aplicar una política de tolerancia cero y a incrementar las penas para los pederastas. Siguiendo las mismas cifras, el número total de seminaristas que actualmente forjan su vocación en España asciende a 2.519 (1.227 en seminarios mayores integrados por jóvenes con 18 años o más y 1.292 en seminarios menores), lo que supone un descenso del 3,2% respecto al curso 2009-2010, cuando había 2.602 (1.337 en seminarios mayores y 1.265 en seminarios menores). Con respecto a hace cinco años, el descenso es del 24,3%. En 2006-2007, el número de seminaristas era de 3.326. “Es en tiempos de incertidumbre cuando se antoja más necesario que nunca prolongar la estela de tantos sacerdotes que han sido claves para la renovación espiritual y social del mundo en distintas épocas y geografías”, apuntó el Episcopado. Sin embargo, la sangría es tremenda, y la dificultad para garantizar el relevo generacional, cada vez mayor. La media de edad de los sacerdotes españoles supera actualmente los 65 años. “En términos absolutos, se ha producido un leve descenso del 3% con respecto al curso anterior y la cifra se sitúa ligeramente por encima de la que había hace dos años, en 2009, cuando el número total era de 1.224″, señaló la Conferencia Episcopal Española en su comunicado. En la construcción de esta escena, sin testigos, la tradición escenificó un combate, a imagen de las disputas de escuela de los rabinos o maestros judíos; en ellas, se argumentaba y se replicaba con palabras de la Torá. Sobre ese modelo, la tradición presenta el relato de las tentaciones como una discusión sobre los “dos caminos”: Satanás y Jesús, el mal y Dios.
Parece claro que el relato se construyó pensando en las propias tentaciones del pueblo, también en el desierto: los “cuarenta días” de que aquí se habla no solo son una correspondencia de los “cuarenta años” que duró la travesía del pueblo, sino también un “calco” de lo que hizo el propio Moisés –sabemos que Mateo tiene un marcado interés por presentar a Jesús como el “nuevo Moisés”-, tal como se lee en estos textos: o “Moisés estuvo allí con Yhwh cuarenta días y cuarenta noches, sin comer pan ni beber agua” (Libro del Éxodo 34,28); o “como la otra vez, estuve cuarenta días y cuarenta noches sin comer ni beber” (Libro del Deuteronomio 9,18). Por otro lado, al recibir esta tradición, es probable que Mateo piense en su propia comunidad, en particular en algunos responsables de la misma, que parecen seguir más el camino del tentador que el del propio Maestro y hacen pesar sobre el grupo su ambición económica (7,15), religiosa (7,22) y política (20,21). La conexión con el episodio inmediatamente anterior, en el que se narraba el bautismo de Jesús, es explícita. Aquél terminaba con la proclamación de la voz del cielo: “Este es mi Hijo amado” (3,17). Este arranca con la insinuación: “Si eres Hijo de Dios…”. Entre líneas, el lector queda avisado de que se le va a mostrar en qué consiste ser “hijo de Dios”. En efecto, tal como ha llegado a nosotros, la narración constituye unacatequesis o enseñanza –un mensaje de sabiduría- sobre el recurrente tema de los “dos caminos”, el de la vida y el de la muerte. ¿Cuál es la actitud y el comportamiento que hace vivir? ¿Cuál es el camino sabio y cuál es el engañoso? El detonante de la tentación es, como siempre, el hambre; en concreto, el hambre de poder: económico, religioso o político, que se sintetiza en la triple tentación con la que tiene que lidiar todo ser humano: el tener (dinero), el aparentar (imagen, prestigio), el dominar (poder sobre otros). Hambre es sinónimo de deseo. Y el deseo conecta con la primera realidad humana, en el orden de la evolución psicobiográfica. El niño es pura necesidad y, por tanto, puro deseo. En cada caso, las experiencias infantiles –el modo como se haya respondido o no a su necesidad- marcarán el futuro de la persona, pero de lo que no cabe duda es que el hambre o deseo será permanentemente una característica del yo. Eso significa que, mientras estemos identificados con nuestros deseos, lo estamos también con el yo. Y ello nos mantendrá encerrados en la ignorancia y el sufrimiento, escondidos en el mensaje característico del yo: “La felicidad está en el futuro”. Tal mensaje resulta tan fácilmente creíble como gravemente perjudicial. Lo creemos porque “encaja” perfectamente con la identidad del yo que, al ser vacío, siempre sueña con un futuro en el que su carácter “vacío” desaparecerá. De ahí que, mientras perdure la identificación con el yo, viviremos proyectados hacia el futuro soñado. Pero nos perjudica porque, además de alejarnos del único lugar de la vida –el presente-, nos mantiene confundidos con respecto a nuestra verdadera identidad. Según esto, parece claro que solo hay un modo de salir de la tentación:venir al presente. En el presente –en la atemporalidad o eternidad del “aquí y ahora”-, cae la ansiedad, no somos tiranizados por la expectativas de un futuro siempre inalcanzable y dejamos de identificarnos con el yo como si fuera nuestra identidad definitiva. En esa dirección parecen apuntar, precisamente, las palabras puestas en boca de Jesús, y que están tomadas de las Escrituras judías (Deuteronomio 8,3; 8,16; 6,13): “Vivir de la palabra que sale de la boca de Dios”, “no tentar a Dios”, “adorarle solo a él”… significa haber descubierto el “eje” central de la propia vida y de la propia identidad, y vivir a partir de él. Es decir, significa haber experimentado el Misterio de la Presencia y haber descubierto que ahí se encierra todo. En esa Presencia no-dual, plena e integradora, es donde nos reconocemos en quienes realmente somos. Se acaban tanto las separaciones establecidas por nuestra mente como la identificación con ella. En la Presencia se deshace la comparación y el enfrentamiento, para “reencontrarnos” en una “identidad compartida” que, sin negar las diferencias, las trasciende. Y esto no está lejos de nosotros. La Torá judía dice que “no hay que subir al cielo…, ni cruzar al otro lado del mar; la Palabra del Señor está bien cerca de ti, está en tu boca y en tu corazón para que la pongas en práctica” (Deuteronomio 30,12-14). Por su parte, el Corán proclama que “Dios está más cerca de ti que tu propia yugular” (Sura 50,16). Aquello que buscamos, está ya aquí. Basta detener todas las “historias mentales” que nos contamos, aceptar lo que hay en este momento, rendirnos a la realidad…, para que se abra paso el Misterio de la Presencia y la Quietud. Basta abrirnos al Silencio, que es la Fuente de la mente, para que entremos en contacto con nuestro verdadero yo: ése es el camino de la Vida. Es lo que quiere expresar este cuento que narra la maestra Toni Roberson (Gangaji), en un libro recomendable: Había un consumado ladrón de diamantes que solo quería robar las joyas más exquisitas. Este ladrón solía deambular por la zona de compraventa de diamantes con el fin de “limpiarle” el bolsillo a algún comprador incauto. Un día vio que un comerciante de diamantes muy conocido había comprado la joya con la que él llevaba toda su vida soñando. Era el más hermoso, el más prístino, el más puro de los diamantes. Pleno de alegría, siguió al comprador del diamante hasta que éste tomó el tren, y se hizo con un asiento en el mismo compartimento. Pasó tres días enteros intentando meter la mano en el bolsillo del mercader. Cuando llegó al final del trayecto sin haber sido capaz de dar con la gema, se sintió muy frustrado. Aunque era un ladrón consumado, y aun habiéndose empleado a fondo, no había conseguido dar con aquella pieza tan rara y preciosa. El comerciante bajó del tren, y el ladrón le siguió. De repente, sintió que no podía soportar por más tiempo aquella tensión, por lo que caminó hasta el mercader y le dijo: — Señor, soy un famoso ladrón de diamantes. He visto que ha comprado un hermoso diamante y le he seguido en el tren. Aunque he hecho uso de todas las artes y habilidades de las que soy capaz, perfeccionadas a lo largo de muchos años, no he podido encontrar la gema. Necesito conocer su secreto. Por favor, dígame cómo lo ha escondido. El comerciante replicó: — Bueno, vi que me estabas observando en la zona de compraventa de diamantes y sospeché que eras un ladrón. De modo que escondí el diamante en el único lugar donde pensé que no se te ocurriría buscarlo: ¡en tu propio bolsillo! A continuación metió la mano en el bolsillo del ladrón y extrajo el diamante. (GANGAJI, El diamante en tu bolsillo. Descubre tu verdadero resplandor, Gaia, Madrid 2006, pp.37-38). En este inicio del tiempo de Cuaresma, quiero traer también la palabra de otro maestro, para quienes, al escucharla, noten que produce una “resonancia” en su interior y se sientan internamente movidos a secundarla. Puede ser la mejor “práctica cuaresmal”. He aquí el texto: “El camino para llegar al sumo bien, a nuestro primer origen y suma paz, es la nada… Nos buscamos a nosotros mismos siempre que salimos de la nada, y por eso no llegamos jamás a la quieta y perfecta contemplación. Éntrate en la verdad de tu nada y de nada te inquietarás… ¡Oh, qué tesoro descubrirás si haces de la nada tu morada!... Si estás encerrado en la nada, adonde no llegan los golpes de las adversidades, nada te dará pena, nada te inquietará. Por aquí has de llegar al señorío de ti mismo, porque solo en la nada reina el perfecto y verdadero dominio… Por medio de esa nada has de morir en ti mismo de muchas maneras, en todos tiempos y a todas horas. Y cuanto más fueres muriendo, tanto más te irá el Señor elevando, y a sí mismo uniendo… Anégate en esa nada y hallarás en ella sagrado asilo para cualquier tormenta… Finalmente, no mires nada, no desees nada, no quieras nada, ni solicites saber nada, y en todo vivirá tu alma con quietud y gozo descansada. Este es el camino para alcanzar la pureza del alma, la perfecta contemplación y la interior paz. Camina, camina por esta segura senda, y procura en esa nada sumergirte, perderte y abismarte si quieres aniquilarte, unirte y transformarte”. (Miguel de MOLINOS, Guía espiritual, libro III, capítulo 20, nn.187-195 (edición preparada por S. GONZÁLEZ NORIEGA), Editora Nacional, Madrid 1977, pp.247-249; citado en Ramón ANDRÉS, No sufrir compañía. Escritos místicos sobre el silencio, Acantilado, Barcelona 2010, pp.384-386). Miguel de Molinos (1628-1696) no era un maestro zen, ni un monje budista, sino un sacerdote y místico cristiano, turolense por más señas, nacido en el pequeño pueblo de Muniesa. Él experimentó y enseñó el engaño que supone vivir para el yo… Engaño en el que permanecemos hasta que no descubrimos que ese yo es “nada”. Y es precisamente al negar esa nada –no desear nada, no buscar nada…-, cuando acaba la confusión y el sufrimiento, y emerge brillante lo que somos. El propio Maestro Eckhart (1260-1328, aproximadamente) lo habría experimentado cuando, de modo contundente, afirmó: “No tener nada es tenerlo TODO”. «La emancipación de las mujeres es un reto para el cristianismo del siglo XXI»
Lucía Ramón es autora de «Queremos el pan y las rosas. Emancipación de las mujeres y cristianismo», publicado por EDICIONES HOAC. Es profesora de Teología Feminista en EFETA y de Ecumenismo en la Facultad de Teología de Valencia. Pertenece a Cristianismo y Justicia. La entrevista para Noticias Obreras, Loles Gambín ¿Cómo se gesta el libro «Queremos el pan y las rosas»? En este libro confluyen varios hilos de mi trayectoria vital. En primer lugar, la preocupación por promover la justicia y desarrollar una reflexión teológica encarnada que ponga en diálogo el Evangelio con los retos de nuestra sociedad. En segundo lugar, la búsqueda de una espiritualidad de ojos abiertos que genere una experiencia profunda de Dios y que alimente la imaginación profética para que otro mundo sea posible. En tercer lugar, el compromiso con el movimiento feminista y su lucha contra el empobrecimiento y la explotación que sufren muchas mujeres. Por último, la experiencia ecuménica e interreligiosa, que me ha marcado profundamente. El libro se estructura según la metodología del ver, juzgar y actuar. Parte de un hecho de vida, la violencia contra las mujeres en nuestra sociedad, y lo analiza desde una perspectiva interdisciplinar y cristiana como síntoma de una sociedad violenta en la que prevalecen las relaciones de dominación. Pero no se queda ahí. También propone alternativas para una transformación cultural, política, eclesial, personal y espiritual. ¿Qué significa ir más allá de «la justicia del pan» y promover la «justicia de las rosas» como apunta en el acertado título? La «justicia del pan» tiene que ver con la redistribución de los bienes económicos y la igualdad de derechos sociales. Pero desde la teoría política feminista y desde el trabajo con mujeres que sufren dominación y exclusión social, hemos descubierto que la justicia también tiene otras dimensiones: el reconocimiento, la participación en la toma de decisiones que afectan a la propia vida, la autonomía y la creatividad, que son imprescindibles para una vida digna y plena. La «justicia de las rosas» alude también al cuidado y a la gratuidad, la abundancia del corazón y la posibilidad de gozar de las bellezas de la vida. Tenemos que trabajar por una justicia integral. Esta es la justicia mayor de la que habla Jesús en el Evangelio, cuando dice que ha venido a traernos vida abundante. El prólogo está escrito por González Faus que como tú pertenece a «Cristianismo y Justicia». Tu obra ha sido publicada por Ediciones HOAC que está vinculada al mundo de los trabajadores. ¿Cómo ves en nuestro país la relación entre la teología, la concepción cristiana de la justicia y la lucha por la liberación de las mujeres del mundo obrero que son las que más sufren la precariedad laboral? En España los avances en el ámbito de la teología de la liberación han sido muy notables. No obstante, en las teologías de la liberación mayoritarias todavía falta mucho para incorporar la perspectiva feminista. La cuestión de la desigualdad y la discriminación femenina sigue considerándose un asunto sectorial, menor, «cosa de mujeres», cuando en realidad constituimos más de la mitad de la población. También necesitamos elaborar una teología del trabajo desde la realidad de los varones y las mujeres trabajadoras que lo conecte con la ecología y la teología de la Creación. Por último hemos de abordar la redistribución del «cuidado» entre varones y mujeres, cómo vamos a construir una sociedad verdaderamente humana, que se ocupe de los más débiles cuando las mujeres nos hemos incorporado a un mercado laboral diseñado para varones que muchas veces tienen una mujer cuidadora en casa a plena dedicación. Desgraciadamente, durante el año 2010 ha aumentado el número de mujeres muertas como consecuencia de la violencia doméstica ¿Qué es lo que sigue alimentando esa violencia? En el origen de esta violencia hay un afán de control sobre la otra persona y un objetivo: mantener las relaciones de dominación. En el primer capítulo del libro abordo las raíces profundas de esta realidad. Durante siglos se ha considerado «natural» que existan relaciones de dominación por parte de los varones sobre las mujeres y se han legitimado con argumentos religiosos. También las mujeres pueden participar de esta concepción patriarcal y ayudar a mantenerla, o reproducir las relaciones de dominación con otros colectivos vulnerables. Necesitamos un profundo cambio de actitudes para promover nuevas relaciones de mutualidad y reciprocidad entre varones y mujeres y para aprender a resolver los conflictos de forma no violenta. ¿Cómo podríamos colaborar los cristianos y cristianas y las iglesias para prevenir y eliminar la violencia y dominación que sufren las mujeres? Las religiones son un importante factor configurador de las relaciones sociales y sus aportaciones son muy importantes en este ámbito. Las iglesias deben seguir el ejemplo de Jesús y abandonar la actitud ambivalente e incluso misógina que la ha caracterizado secularmente. Tenemos que condenar explícitamente la violencia de género. Hemos de sumarnos a la movilización ciudadana que a nivel local e internacional lucha para superar la dominación de las mujeres. Hay países en los que las iglesias han actuado ejemplarmente. En el segundo capítulo del libro analizo diversas prácticas eclesiales que pueden servirnos de inspiración para nuestro quehacer en España. Tenemos que impulsar un cambio de cultura y esto tiene mucho que ver con el desarrollo espiritual. El cristianismo, cuando se practica con autenticidad, puede generar un crecimiento espiritual que potencie el compromiso efectivo para superar la violencia de género. En este sentido es necesario que crezca la inserción de cristianas en los movimientos feministas. La perspectiva de la espiritualidad es central en todo el libro. ¿De qué espiritualidad se trata? Una espiritualidad en la que la contemplación y el goce de vivir son inseparables de la compasión activa y el trabajo por la justicia. Una espiritualidad encarnada y de ojos abiertos que encuentra a Dios en el centro de la vida, en la lucha cotidiana por la dignidad de todos y todas, en la acción ecologista por la supervivencia de la Creación. Una espiritualidad sapiencial y profética, que se toma en serio el seguimiento de Jesús y lo traduce vitalmente en los nuevos contextos sociales. El compromiso para la emancipación de las mujeres que sufren dominación y exclusión debe estar en el centro de una espiritualidad evangélica. Como explico en el libro, en los evangelios la sanación integral de las mujeres es uno de los signos de la irrupción del reino de Dios: sin salud para las mujeres no hay salvación. ¿Por qué tiene tan mala prensa la Iglesia Católica dentro del Movimiento Feminista? Por su tradición doctrinal de menosprecio de la mujer, por su incapacidad de afrontar los nuevos retos que plantea este movimiento. Igual que en el siglo XIX la Iglesia no supo entender al movimiento obrero, hoy día muchos sectores eclesiales son incapaces de comprender el movimiento feminista. La Iglesia católica a nivel institucional necesita urgentemente tomarse en serio las preguntas y las propuestas del movimiento feminista. Tiene que reconocer a las mujeres, tanto a las cristianas como a las agnósticas o ateas, como interlocutoras válidas y competentes. Hay un miedo eclesiástico visceral al feminismo, lo cual se refleja en una distorsión muy grande de los discursos y las reivindicaciones de los diversos feminismos, tanto los de raíz agnóstica como los de inspiración religiosa. Hay una enorme dificultad para respetar la autonomía moral de las mujeres y su capacidad de discernimiento. A menudo se sigue considerando a las mujeres como menores de edad. Pero afortunadamente la Iglesia es plural como lo demuestra el desarrollo de las teologías feministas y la existencia de miles de cristianas vinculadas al movimiento feminista. ¿En qué medida consideras que está avanzando el papel de la mujer en las Iglesias, especialmente en la Católica? El avance es muy lento para los cambios sociales que se están produciendo. Las mujeres siguen desempeñando muchas tareas eclesiales sin reconocimiento oficial, no participan de las funciones magisteriales y de gobierno, y rara vez son consultadas. A pesar de ello, la enorme vitalidad de muchos grupos de mujeres cristianas y su acceso a la formación teológica irá dando sus frutos. Ya los está dando en algunos ámbitos. Los grandes cambios se gestan desde la perseverancia y la tenacidad. Un ejemplo es el movimiento ecuménico, que ha tardado cien años en dar sus frutos a nivel institucional. Para impulsar y reforzar el papel de las mujeres en la Iglesia es muy importante que siga creciendo el número de personas que estudian teología feminista. Desde esta convicción, permíteme Loles, que difunda el trabajo de EFETA como escuela de teología feminista a distancia e invite a entrar en nuestra web: www.efeta.org. ¿En qué medida serían diferentes los enfoques sobre moral sexual y temas como el de la utilización del preservativo en la iglesia católica si fueran mujeres feministas con una familia las que opinaran sobre ello? Hoy es imprescindible el punto de vista moral de las mujeres para un discernimiento ético, político y espiritual de estas y otras cuestiones. Es necesario incorporar su experiencia, sus perspectivas y su capacidad de tomar decisiones desde los valores evangélicos y los dilemas y antagonismos éticos que se plantean. Esto nos ayudaría a elaborar comunitariamente una ética aplicada que tenga en cuenta la realidad de las mujeres y no parta de un doctrinarismo insensible a las situaciones personales y a contextos sociales peculiares. ¿Qué puede aportar el Cristianismo a la emancipación de las mujeres y al Movimiento Feminista? Un profundo sentido de la justicia y de la dignidad de la mujer y el inmenso caudal de creatividad y energía ética y espiritual que proporciona una experiencia religiosa auténtica. En los cuatro últimos capítulos del libro abordo esta cuestión. Emma Goldman, obrera textil anarquista y pionera del feminismo, decía que la obtención del voto no era más que el principio, que la liberación de la mujer comienza en su propia alma. El cristianismo nos recuerda que las raíces de la verdadera libertad están en la libertad interior, en el saberse bendecida, en el amor a una misma que se traduce en la compasión por todo lo viviente. Hay una libertad íntima y radical que nace de la vivencia del Evangelio y que ha alimentado la lucha de muchas cristianas por sus derechos y libertades a lo largo de la historia y lo sigue haciendo hoy. Las mismas sufragistas que iniciaron el movimiento feminista contemporáneo fueron las que editaron la Biblia de las mujeres a finales del XIX. Este es uno de los muchos ejemplos que podríamos señalar. Te defines en tu libro como ecofeminista, ¿cuál es la perspectiva que propone el ecofeminismo para la construcción de otro mundo posible? El ecofeminismo nos muestra cómo se han establecido unas relaciones de dominación muy similares entre la opresión de las mujeres y de la Tierra y los intereses del varón blanco occidental y propietario. Unas relaciones basadas exclusivamente en la razón instrumental y en los valores de un capitalismo depredador, que se traduce tanto en la sobreexplotación del planeta como en la explotación de las mujeres. Profundizo en esta cuestión que me planteas en el capítulo 3. Debemos transformar nuestra autoconciencia, nuestros modos de relación y nuestras estructuras socioeconómicas si queremos sobrevivir. Somos interdependientes y nuestro afán de dominio y de enriquecimiento está destruyendo la trama de la vida. La crisis ecológica es otro signo de los tiempos que nos llama a una conversión radical, a un cambio de mentalidad y a una gran transformación cultural. Nadie puede permanecer ajeno a estas cuestiones, tampoco las iglesias y las comunidades cristianas. NOTICIAS OBRERAS, nº marzo, 2011 Un buen amigo de Sabadell (Álvaro) gran cristiano, me manda hoy un correo diciéndome que está triste porque, en la residencia de ancianos donde vive, ha leído esta mañana en la prensa que el papa, en su libro sobre Jesús, se carga a los teólogos de la liberación porque dicen que Cristo fue un revolucionario zelota, y por ser amigos de la violencia, mientras que Jesús separó definitivamente política y religión…
Álvaro fue antaño un emigrante de Extremadura a Cataluña, vivió en cuevas una temporada, fue militante de la JOC y sindicalista de USO (prohibido entonces), luego fue detenido por la policía franquista y conoció la tortura y la cárcel. Nos conocemos desde hace más de cuarenta años. Escribo esta respuesta para él, pero la cuelgo aquí porque quizá puede ayudar a otros lectores. Habrá que esperar a conocer el libro; pero dudo mucho de que Ratzinger diga esas cosas así como dice la prensa, porque le tengo por persona de innegable rigor intelectual. De momento se me ocurren cuatro reflexiones para tranquilizar a mi amigo. 1.- Creo que conozco todas las cristologías escritas por teólogos sudamericanos. Ninguno de ellos ha dicho lo que, según la prensa, les atribuye el papa: ni Boff, ni Sobrino, ni Juan Luis Segundo, ni el malogrado H. Echegaray en su precioso libro (La práctica de Jesús), ni Carlos Bravo en (Jesús hombre en conflicto)… Ninguno que yo sepa. La idea de un Jesús zelote es de origen europeo (Reimarus en el siglo XVIII y Brandon en el XX) pero no latinoamericana. 2.- Lo que sí suelen decir los teólogos de la liberación es que, consciente o inconscientemente, la política es una dimensión que está siempre presente en nuestros modos de actuar. Esto podrá ser discutido, pero no es una afirmación cristológica sino antropológica. También sostienen los teólogos de la liberación que la política fue un factor decisivo en la condena a muerte de Jesús. Así lo muestra el cuarto evangelio, al que Ratzinger da tanta credibilidad histórica, en su capítulo 11: las autoridades judías temen que si el pueblo cree a Jesús “vendrán los romanos y acabarán con nuestra nación”; y Caifás (que era el ayatolá del momento) dictamina que es mejor que muera uno para que nos salvemos nosotros. También se acusó a Jesús de blasfemia: pero la blasfemia no reclamaba una condena política como era la crucifixión, sino sólo la lapidación, como le ocurrió a Esteban pocos años después. 3.- La respuesta de Jesús cuando le preguntan si es lícito pagar el tributo al César (”dad a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”) no pretende ser una enseñanza sobre la separación entre religión y política. Pues en sí misma no dice nada, ya que todo lo que es del César es también de Dios y lo que es de Dios, Él lo ha dado a los hombres (entre los cuales está también el César). La frase de Jesús, por tanto, no aspira a enseñar nada, sino a poner en evidencia a los que le tentaban. Los judíos habían aceptado la moneda romana (algo así como la “dolarización” que hicieron algunos países sudamericanos y que resultaba muy beneficiosa para los ricos, pero desastrosa para los más pobres y campesinos). Además la moneda romana lleva grabada una imagen del César, y los judíos tenían absolutamente prohibido esculpir imágenes humanas. En este contexto, los que se estaban aprovechando del dinero romano vienen hipócritamente a plantearle una pregunta de moral para meterle en una encerrona. Y Jesús se limita a poner en evidencia su mala fe (les llama “hipócritas”) y les dice una frase casi tautológica pero que les pone a ellos en un aprieto. Por eso se admira la gente. 4.- También me extraña que Ratzinger haga una separación tan radical entre religión y política porque esto le pondría en contradicción con Benedicto XVI que ostenta un cargo político de los más altos (jefe de estado). Y Ratzinger es un pensador coherente. 5.- Lo que sí puede ser es que Ratzinger diga que Jesús se negó radicalmente a todo uso del poder político para instaurar lo que Él decía que había de ser nuestra máxima preocupación: “buscar primero el reinado de Dios y la Su justicia”. En este caso tiene toda la razón: Jesús se negó a ser proclamado Rey y no creyó que el ser el Enviado de Dios le diera ese tipo de derechos. Si es así, entonces habría coincidencia con todo lo dicho en los tres primeros puntos. Para mí personalmente seguiría habiendo algo que no entiendo en el cuarto punto (en el carácter de jefe de estado, del papa): porque en su otro libro (Luz del mundo) Ratzinger dice expresamente que la carta de san Bernardo al papa Eugenio III (llamada en latín De Consideratione), es un libro que deberían leer todos los papas. Y bien, en esa carta san Bernardo le dice al Papa que “no pareces sucesor de Pedro sino de Constantino”. O sea: san Bernardo (y Benedicto XVI) aboga por una separación entre religión y poder político, que todavía no se da en la iglesia de hoy. Y nada más: me gustaría que estas cosas sirvan para tranquilizar al gran amigo Álvaro. Uno de los siete rasgos del pueblo nuevo del que nos habla Don Pedro Casaldáliga en su libro “Espiritualidad de la liberación”, es la terca esperanza pascual. Espera “contra toda esperanza”, en medio de las decepciones, en la monotonía diaria, a pesar de los fracasos y contra las evidencias del triunfo del mal; espera que mantiene la coherencia de los testigos fieles y organiza la esperanza de los pobres; que avanza en la conquista de un mundo para todos y todas; espera que es promesa, quehacer y resistencia.
Por consiguiente, el tiempo litúrgico de la Cuaresma tiene valor e importancia en la medida en que se constituye en un camino hacia esa esperanza. Pero la práctica religiosa ha proyectado una visión que fácilmente lleva al exhibicionismo (religiosidad que se hace para ser vista) o al masoquismo negador del sano amor a uno mismo; para muchas personas Cuaresma es sinónimo de dolor y sacrificio, de guardar abstinencia y ayuno, de penitencia y castigo, aspectos que se han terminado convirtiéndose en un fin. En consecuencia, si queremos superar esta visión - que en no pocas ocasiones deriva en una religiosidad ajena al espíritu del Evangelio - es necesario volver al sentido primordial que encontramos en la Biblia y en la teología, fuentes de la espiritualidad liberadora. Monseñor Romero dijo en la homilía del 12 de febrero de 1978, que “la Cuaresma de la Iglesia más que una rectificación de costumbres, más que una ascética, es ante todo, una teología. Es la teología que quiere descubrir qué significa el bautismo”. Este enfoque de Monseñor nos pone en el contexto de lo que puede significar ser cristiano, ser bautizado. La teología nos dice que para comprender el sentido del bautismo, hemos de comenzar por fijarnos en sus símbolos. Y el símbolo principal es el agua, que tiene en todas las culturas y religiones un rico simbolismo. Simboliza la vida de la tierra, de las plantas, de los animales, de los seres humanos. Pero también puede significar muerte: cuando hay lluvias torrenciales, inundaciones o naufragios en el mar. El agua posee este doble sentido: vivifica o mata. Ahora bien, el simbolismo principal del agua del bautismo es significar el paso de la muerte a la vida, es decir, participar de la muerte y resurrección de Jesús, nacer de nuevo por la fuerza del Espíritu. Desde esa perspectiva ser bautizado es optar por Jesús y su proyecto; es morir a una conducta egocéntrica, para comenzar a vivir una vida de justicia, de verdad, de honradez y fraternidad; es ser acogido por Dios como hijo, y poder llamar a Dios, Padre; es recibir el don del Espíritu para poder trabajar en la construcción de un mundo nuevo, donde haya más justicia y solidaridad. El Papa Benedicto XVI, en su mensaje para la Cuaresma 2011, ha recordado –como buen teólogo- que el bautismo no es rito del pasado, sino el encuentro con Cristo que conforma toda la existencia del bautizado. En ese sentido explica las prácticas tradicionales del ayuno, la limosna y la oración, pero adaptándolas a la realidad concreta; y entendidas como actitudes humanas que trascienden las preferencias religiosas. Veámoslo brevemente: Según Benedicto XVI, para el cristiano el ayuno no tiene nada de intimista, sino que abre mayormente a Dios y a las necesidades de los seres humanos, y hace que el amor a Dios sea también amor al prójimo; haciendo más pobre nuestra mesa aprendemos a superar el egoísmo para vivir en la lógica del don y del amor, aprendemos a reconocer a Dios en los rostros de tantos hermanos empobrecidos. Pero en nuestro mundo –continúa el Papa– también nos encontramos ante la tentación del tener, de la avidez de dinero que provoca violencia, prevaricación y muerte. La respuesta que propone el tiempo cuaresmal es la práctica de la limosna, es decir, la capacidad de compartir. La idolatría de los bienes no sólo aleja del otro, sino que lo despoja, lo hace infeliz, lo engaña, lo defrauda; la práctica de la limosna, en cambio, nos recuerda el primado de Dios y la atención hacia los demás. Finalmente, el Papa señala que en todo el período cuaresmal, la Iglesia ofrece con particular abundancia la palabra de Dios; meditándola e interiorizándola para vivirla diariamente, aprendemos una forma preciosa e insustituible de oración, porque la escucha atenta de Dios alimenta el camino de fe que iniciamos en el día del bautismo. En suma, de Monseñor Casaldáliga recogemos que la esperanza pascual (finalidad de la Cuaresma), ha de traducirse en actitudes, prácticas y actos diarios, personales y comunitarios, en la familia y en el trabajo, en la oración y en la política, en la lucha y en la fiesta. De Monseñor Romero sacamos que la Cuaresma es más que un recuerdo teológico, “es vivir con las exigencias de pertenecer a Cristo”, caminando hacia la cruz y hacia la resurrección. Por eso, añadía, “no nos debe extrañar que una Iglesia tenga mucho de cruz, porque si no, no tendrá mucho de resurrección. Una Iglesia acomodaticia, que busca el prestigio sin el dolor de la cruz, no es la Iglesia auténtica de Jesucristo”. Y del mensaje teológico de Benedicto XVI, inferimos que el itinerario cuaresmal nos invita a contemplar el misterio de la cruz, para llevar a cabo una conversión profunda de nuestra vida: dejarnos transformar por la acción del Espíritu; orientar con decisión nuestra existencia según la voluntad de Dios; liberarnos de nuestro egoísmo, superando el instinto de dominio sobre los demás y abriéndonos a la caridad de Cristo. El camino hacia la esperanza pascual comienza simbólicamente con el miércoles de ceniza. Con la imposición del polvillo reconocemos la necesidad de dar un giro con todo nuestro ser: cambiar nuestro corazón de piedra por un corazón de carne, misericordioso, con entrañas, humano. Esto lo expresa la liturgia de la Iglesia mediante una fórmula ritual: al colocar la cruz de ceniza en la frente de los creyentes se les dice: “conviértete y creé en el Evangelio”. Es decir, volverse cada día, con renovada decisión, hacia la causa de Jesús de Nazaret: su reinado de justicia. Mala máxima la de “nada más viejo que el diario de ayer”. Las cosas ocurren para que las pensemos y repensemos hasta saber cómo actuar. Veamos tres ejemplos.
1.- ¿Auto-anomías?. No existe la mentira absoluta, y hasta en la opinión del más distante puede haber algo de verdad. Eso me sucedió cuando oí al señor Aznar hablar contra el estado de las autonomías. Ya recordarán la que se armó: hasta el mismo Aznar, terco como es, tuvo que “matizar” su opinión dos días después. Sin embargo… cabría reconsiderar sus palabras de este modo: si no fue posible antaño el estado federal que algunos soñábamos, entonces lo único razonable era un estatuto de autonomía para Cataluña, Euskadi y Galicia, únicas comunidades esgrimen factores diferenciales de lengua, cultura o historia. Lo contrario, la obsesión del “café para todos”, es una solución falsa: puede brotar de los celos, y hace que aquellos que siempre se sintieron diferentes pidan entonces “copa y puro” además del café: porque lo que quieren es ver reconocida su diferencia. No abogo por el regreso a una centralización absurda: nuestros ayuntamientos han sido un ejemplo magnífico de lo que puede dar de sí el que las decisiones se tomen más cerca de cada ente local. Pero es imprescindible simplificar el armatoste gestor del estado, evitando duplicar administraciones y evitando gastos excesivos que éste país no puede permitírselos. ¿No está sucediendo que incluso estados federales, como Alemania, sienten haber llegado a un momento en que necesitan armonizarse un poco?. 2.- Concierto para pinganillo sin orquesta. Estrenamos un senado plurilingüe. Como cada cual barre para su adentro, unos esgrimieron la evidencia de la España plural, que todas las lenguas del estado son un tesoro y no un estorbo, y que ya es hora de que eso se refleje precisamente en una cámara llamada a ser la cámara territorial. Los otros se acordaron en seguida de que cada sesión cuesta 12.000 € en traductores y que éstos no son momentos para tales dispendios. Ambos inobjetables. ¿Hay modo de armonizarlos?. Sugiero una respuesta de Perogrullo: úsense todas las lenguas, pero no se recurra a traductores. - “¡Oh, pero entonces muchos senadores no se enterarán de nada!” objeta el ciudadano ingenuo. Y la respuesta es igual de simple: - ¿acaso sus señorías se enteran de algo en el Congreso donde todos hablan la misma lengua? Pues no. Soportan estoicamente los discursos sabiendo de antemano lo que votarán cuando llegue el momento. Entre tanto dormitan o leen o van al bar o, a lo sumo, atienden a ver en qué momento podrán abuchear o aplaudir. Nada más. Y si no, cítenme un solo caso de un parlamentario que decidiera cambiar su voto, convencido por el discurso y la argumentación de otro. La disciplina de partido impide eso. Mientras ella exista, mejor sería que a esa supuesta sede de la soberanía popular se le llamase parla-cuento en vez de parlamento. - ¿Es que entonces los discursos parlamentarios no sirven para nada? pregunta otra vez el ciudadano de buena fe. ¡No hombre, no!: sirven para algo muy importante que es salvar las apariencias cuando detrás de ellas no hay realidad que salvar…. 3.- ¿Malograda Familia? Un último punto muy serio para mí, como cristiano, y que puede herir sensibilidades, es esa especie de oxímoron construido con la Sagrada Familia. Recordemos algunas escenas evangélicas: el Templo de Jerusalén construido por Herodes era tan precioso que los judíos solían decir que quien no lo había visto “no conoce maravilla”. Pero cuando se lo enseñaron a Jesús ponderándole su belleza y su grandeza, el muy aguafiestas se limitó a comentar que, de todo aquello, “no quedaría piedra sobre piedra”. Por si fuera poco, a los pocos días se presentó en aquella maravilla, cogió un látigo y comenzó a derribar las taquillas y puestos de venta de ofrendas, diciendo que la casa del Padre ha de ser casa de oración para todas las gentes y no lugar de comercio. Tales conductas fueron factor decisivo de su condena a muerte: porque pretendía que todo aquello sólo era “obra de manos humanas”, y que Dios mora en otro tipo de templos: el templo de Dios es la comunidad fraterna, enseñará después san Pablo a sus cristianos. Y bien: cristianamente hablando ¿qué es esa Sagrada Familia de la que hoy tanto presumimos? No es una parroquia: pues la actividad parroquial sigue en la cripta como antes; no es una casa de oración para todos pues está cerrada y sólo se visita pagando entrada (o haciendo unas colas de tres horas en los escasos días en que está abierta… para visitas turísticas). Le hemos dado un nombre tan pomposo como vacío (basílica), pero esto no cambia su realidad concreta. No dudo de su extraordinaria belleza, por supuesto. Pero también son bellísimas las cataratas de Iguazú… Y cuenta san Agustín que cuando se extasiaba ante la belleza de algunas realidades, preguntándose si había encontrado en ellas al mismo Dios, las cosas le respondían: “busca más allá de nosotras”. Esa respuesta me evoca el deseo primero de Gaudí de que su templo fuera “una catedral para los pobres”. ¿Hemos sido infieles a aquel proyecto? Vivir es preguntar. Así que, entre luces y sombras, sigamos pensando. No pretendo en este artículo añadir nada nuevo a lo mucho que se ha dicho y escrito ya a lo largo de estos meses sobre las revueltas de los países árabes en busca de la democracia. Intento solo aportar una reflexión personal hecha “a media distancia”, en el sentido tanto espacial como temporal, es decir: alejada, por una parte, del escenario de los hechos y por lo tanto privada de información contrastada; y sujeta, por otro lado, a la rápida y cambiante evolución de los acontecimientos. Deseo ofrecer unas sencillas reflexiones más bien de carácter moral que estrictamente político.
Se nos ha dicho desde el comienzo de las revueltas –y lo hemos comprobado en las imágenes de la televisión- que la gente “ha perdido el miedo”, y que ello ha desencadenado el dinamismo avasallador de la reacción popular. Alguna de las personas entrevistadas ante las cámaras afirmaba que no le importaba perder la vida porque era “lo único que tenía que perder”. Tal afirmación nos estremece por su rotundidad pero también por el hondo dramatismo y la duda que encierra: ¿es cierto que la gente ha perdido el miedo? ¿Podemos sostener esto a la vista del número incierto pero ya incontable de muertos y de heridos, que nunca sabremos con exactitud? ¿Cuántas vidas destrozadas se ha cobrado a estas alturas la revuelta de los países árabes, ahora especialmente la de Libia? ¿Es todo ello compatible con la ausencia de miedo, o más bien lo lleva aparejado como compañero inseparable? Como en todos los conflictos bélicos (y el de Libia lo es) nos impresiona sobre todo la irrupción de la barbarie, de la crueldad reflejada en multitud de escenas y en hechos que no vemos pero que se nos narran. No es solo la crueldad de los enfrentamientos armados (los bombardeos aéreos y los ataques con armamento pesado, la actuación de los rebeldes libios sin el adecuado equipaje bélico, los tiroteos en ese terreno pelado y árido …) sino el éxodo diario de miles de personas desamparadas atravesando las fronteras y reclamando la ayuda internacional. La lentitud y escasez de dicha ayuda nos resulta exasperante, aunque intentemos comprender las dificultades objetivas de acceso y de otro tipo que existen sobre el terreno. La ausencia patente de las ONG dedicadas las emergencias y al desarrollo de los pueblos –explicable seguramente por la misma razón- se nos muestra especialmente dolorosa e irritante a quienes sentimos una honda impotencia y no queremos caer en “la sordidez de la indiferencia”, -como ha dicho en un artículo Josep Ramoneda-, sino ayudar desde aquí en la medida de nuestras posibilidades. Los significativos hechos que están sucediendo nos abren una gran pregunta de futuro sobre las relaciones entre oriente y occidente. Recuerdo una de las impresionantes expresiones que se exhibía en la revuelta egipcia con relación a Europa: “No somos los otros, somos vosotros”. Mucho tenemos que aprender los ciudadanos occidentales del viento cálido que nos llega de los países orientales, de su ansia de una limpia y potente democracia. Por el contrario, la inoperancia e hipocresía de los países europeos, de los Estados Unidos, de los organismos e instituciones occidentales resulta patente y han sido ya ampliamente comentadas y denunciadas. Y otras cuestiones abiertas alimentan nuestra preocupación pero también nuestra esperanza: sobre el papel de la juventud, del Ejército y de la religión en el interior de estos movimientos revolucionarios en favor de la dignidad, en la búsqueda de unos auténticos Estados de derecho. Son cuestiones complejas y diversas según los distintos países. La juventud (con el apoyo de las redes sociales) ha jugado y sigue teniendo una función primordial en estas revueltas, habiendo pasado de la desesperanza de su horizonte futuro marcado por el desempleo a ser la semilla de una revolución democrática. El ejército es otro factor imprescindible a tener en cuenta, más sólido y organizado en el caso de Egipto y llamado a ser una pieza básica de su transición a la democracia, aunque arrastrando todavía una cierta indefinición y escasas concreciones. Más desdibujado y menos relevante se muestra, al parecer, en el resto de los países, al menos de momento. La religión en dichos países no ofrece por ahora un rostro fundamentalista, aunque la derivación hacia el islamismo es una posibilidad al acecho. Pero el espectáculo de la masa orante, realizando su plegaria en plena plaza pública de la revolución en El Cairo y en otros lugares, desmiente la imagen de una religiosidad alienante y evasiva y favorece el perfil de una cultura civil y laica, no sometida al poder militar ni religioso. Los hechos que comento suscitan en nosotros sentimientos diversos según las situaciones y personas a las que se refieren: compasión profunda, rabia, sonrojo, alegría, esperanza, impotencia. No es el menor de ellos, ciertamente, el de asombro y casi estremecimiento ante el espectáculo de la solidaridad y la acogida entre estos países castigados y maltrechos, entre la gente más pobre que apenas nada tiene pero que comparte esa pobreza con generosidad. Ahí tenemos otro ejemplo a seguir desde nuestro primer mundo satisfecho, víctima de otras pobrezas y esclavo de riquezas diferentes. Esperamos el futuro con una incierta y arriesgada confianza, porque se trata de un “proceso entre tinieblas”, según dijo en alguna de sus crónicas la periodista y corresponsal Rosa Molló. Pero se trata de un proceso revolucionario, en momentos distintos de su desarrollo, en busca de la dignidad y de la democracia. Y eso permite albergar una perspectiva esperanzada de futuro. S.S.T. es miembro de Cristianos por el Socialismo. |
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