Querid@s amig@s colaboradores y cooperantes:
Tal como hemos anunciado en el comentario EL DIOS EN QUIEN NO CREO, hoy vamos a intentar exponer en lo posible EL DIOS EN QUIEN CREO. De partida tenemos que decir que Dios es el Otro, que nos trasciende totalmente, y por tanto de El, desde nosotros mismos, poco podemos saber, y de lo poco que sabemos, sabemos poco. Por tanto, nuestra vía para conocerlo va por otro camino: Jesús de Nazaret. El, con los hemos y palabras de su vida, nos ha descubierto quién es y debe ser Dios para nosotros. Es un tema muy amplio. Señalaremos solo unas líneas vertebrales, yendo más allá de la exacta literalidad histórica de las palabras para buscar su mensaje, que es lo importante; cada uno podemos sacar conclusiones bien concretas, correspondientes a la realidad de nuestro tiempo, para nosotros mismos y para el mundo en que vivimos, confrontando el Evangelio con la realidad de la vida, como un espejo que va reflejando en si mismo todo aquello por donde pasa, pues el Evangelio, donde quiera que sea, siempre tiene algo que decir, y por más veces que lo leas siempre descubres algo nuevo. Es así de maravilloso, porque maravilloso fue aquel gran Jesús de Nazaret que le dio origen. Cada apartado lleva un enunciado en color, que es lo esencial. Lo que sigue es una ampliación de ese enunciado, así como las citas correspondientes a los textos evangélicos en que se sustenta, que nos pueden ayudar a conocer mejor al Dios de Jesús de Nazaret. 1.- Creo en el Dios de Jesús que responde con hechos de liberación a los problemas, necesidades y sufrimientos de los hombres de su tiempo como debemos responder nosotros hoy a los de nuestro tiempo. Así lo hizo innumerables veces en su vida, restaurando la salud a toda clase de enfermos, dando de comer a la gente, escuchando a los atribulados, dignificando a las personas para librarlas de su marginación y opresión social. Así nos lo enseñó identificando amor a Dios y al hombre en Mateo 22,36-40 y de manera muy gráfica con la parábola del Buen Samaritano en Lucas 10,29-37; casi todo el Evangelio son narraciones de constantes hechos de liberación que Jesús practica con la gente, para terminar diciéndonos que hagamos nosotros lo mismo, porque solo es liberador aquello que libera en la realidad concreta: “vete y haz tu lo mismo”: Lucas 10,37. La Religión de Jesús es una Religión de Liberación contra toda opresión: política, económica, religiosa, ideológica, cultural, de expresión y de conciencia. 2.-Creo en el Dios de Jesús, que se enfrentó a las causas y a los causantes de la opresión político-religiosa de las gentes de su tiempo, como lo debemos hacer nosotros hoy. Así lo hizo enfrentándose a los fariseos, los legisladores, los jueces, los abogados, los senadores y los banqueros de Jerusalén a los que expulsó del templo (¿no hay hoy demasiado ruido de dinero en algunas iglesias, parroquias, catedrales, basílicas, santuarios, diócesis, sociedades eclesiásticas, órdenes religiosas, Vaticano, etc., que, acumulando demasiado dinero, descuidan el compromiso con los oprimidos del mundo?); así lo vemos en Mateo 23,1-4; 23-24 (“descuidáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la honradez”, les dice Jesús), y 21,12-17, y otros pasajes más. 3.-Creo en el Dios de Jesús, cuya Religión es una Religión de Liberación contra toda opresión: política, económica, religiosa, ideológica, cultural, de expresión y de conciencia. Así hace suyo el texto de Isaías que dice: “El Espíritu del Señor está sobre mi…que me ha enviado a anunciar a los pobres la Buena Noticia, a proclamar la liberación a los cautivos, la vista a los ciegos, la libertad a los oprimidos”, Lucas 4,18. La verdad os hará libres, Juan 8,32. “¡Ay de vosotros, los legistas, que imponéis grandes cargas (obligaciones) a los demás pero vosotros no las tocáis ni con el dedo! Lucas 11,46. 4.-Creo en el Dios de Jesús que tiene hambre y sed de justicia para este mundo, que nos pide que tengamos todos. Así dice: “Dichosos los que tienen hambre y sed de Justicia” (Mateo 5,6). Por tanto solo puedo ser coherente con este Dios de Jesús como lo fue El, desde mi compromiso de luchar contra la injusticia y contra los injustos que la causan para que dejen de ser injustos, incluso hasta llegar a sentirme dichoso por ser perseguido por causa de la justicia como lo fue El y lo fueron los profetas (Mateo 5,10-12). Por tanto, sin un compromiso con la justicia de todos para todos y para todo, no puedo ser fiel al Dios de Jesús, porque no soy fiel al hombre y a la creación. Para estar de parte de Dios hay que estar de parte de la liberación de los oprimidos del mundo. El rechazo de los teólogos y de la Teología de la Liberación fue objetivamente un rechazo del Evangelio de Jesús. 5.-Creo en el Dios de Jesús que tiene opción preferencial por los primidos y empobrecidos, que nos pide que tengamos todos, porque solo desde ellos es posible que sea nuestro el Reino de Dios, y por eso llama dichosos a los pobres (Lucas 6,20), en coherencia con la trayectoria más genuina del Antiguo Testamento. Por ejemplo, en el Salmo 72: ”Dios hará justicia a los humildes del pueblo, salvará a los hijos de los pobres y aplastará al opresor… En sus días florecerá la justicia y la paz…Porque El librará al pobre suplicante, al desdichado y al que nadie ampara; se apiadará del débil y del pobre, la vida de los pobres salvará”. En el 146: “Dios hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos, suelta a los encadenados, abre los ojos a los ciegos, endereza a los encorvados, protege al forastero… ama a los justos”. 6.-Creo en el Dios de Jesús que denuncia a los ricos y su riqueza para que se desprendan de ella y así formen parte del Reino de Dios y no haya ni opresores ni oprimidos, ni ricos ni pobres que tengan cabeza de rico, y sí de sobra para todos sin que se pierda nada de lo que sobre. Así dice Jesús en Lucas 6,24: ”¡ay de vosotros los ricos!, porque habéis recibido vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros los que ahora estáis hartos! porque tendréis hambre”. En Juan 6,12, después de alimentar a miles de personas, dice a sus discípulos: “Recoged los trozos que han sobrado para que nada se pierda… y llenaron doce canastos”. Desperdiciar comida es un crimen contra los hambrientos del mundo y contra la Madre Tierra. 7.-Creo en el Dios de Jesús que presenta a Dios incompatible con el dinero, que tantos males causa en este mundo, porque no hay ninguna riqueza inocente: “No podéis servir a Dios y al dinero”. Lucas 16,13 y 19-31. 8.-Creo en el Dios de Jesús que rechaza el poder como dominio de los demás. Así lo expresa en Mateo 20,25: Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: “Sabéis que los jefes de las naciones las gobiernan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros”. 9.-Creo en el Dios de Jesús que define la autoridad como servicio total, incluso como el de un esclavo, a los demás: Mateo 20,26: “El que quiera ser grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo, como el Hijo del hombre que no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida como rescate por todos”. ¡¡¡Cuánto les falta a la gran mayoría de los políticos de este mundo para estar a la altura de Jesús!!!, incluso a los que se dicen católicos… Todos estos apartados están en total coherencia con las enseñanzas de los grandes profetas de Israel: Ver, por ejemplo, el interesante capítulo 58 de Isaías. 10.-Creo en el Dios de Jesús de la misericordia y el perdón porque todos somos ontologicamente imperfectos y necesariamente tenemos fallos, y por eso dice en Mateo y Lucas: “Dichosos los misericordiosos y sed misericordiosos como vuestro Padre es Misericordioso”, y “perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los demás” (Mateo 6,9-13). 11.-Creo en el Dios de Jesús que no juzga, no condena, perdona, da generosamente, pues en Lucas 6, 36 dice: “No juzguéis y no seréis juzgados. Perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará una buena medida hasta rebosar”. 12.-Creo en el Dios de Jesús que quiere la vida en plenitud para todos y para todo, por eso en Juan 10,10 dice: “Yo he venido para que todos tengan vida y vida en abundancia”. 13.-Creo en el Dios de Jesús que está realmente presente en este mundo: en los niños: “quien los recibe a mi me recibe” (Lucas 9,48); Mateo 25,31-46 (testo muy significativo, revelador y decisivo): en los hambrientos (tuve hambre y me disteis de comer), sedientos (tuve sed y me disteis de beber), enfermos (estuve enfermo y me atendisteis), desnudos (estuve desnudo y me vestisteis), forasteros –emigrantes- (fui forastero y me acogisteis), encarcelados (estuve en la cárcel y fuisteis a verme): “lo que hicisteis con ellos a Mi me lo hicisteis”. Hay una presencia real de Jesucristo en estos seres humanos. 14.-Creo en el Dios de Jesús en las celebraciones de la Eucaristía cuando hay en ellas un compromiso real y liberador con los oprimidos del mundo. “Si no es así, eso ya no es celebrar la Eucaristía del Señor, porque mientras uno pasa hambre otro se embriaga”, Corintios 11,17-22. 15.-Creo en el Dios de Jesús que es Padre/Madre de igualdad y fraternidad universal: “A nadie llaméis Rabbí sobre la tierra, porque uno solo es vuestro Maestro y todos vosotros sois hermanos. No llaméis padre a nadie sobre la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo”, Mateo 23, 8-9). “Cuando oréis debéis decir así ‘Padre nuestro que estás en el Cielo…’.Por tanto, nada de padre, ni a Papas, ni a obispos, ni a curas… 16.-Creo en el Dios de Jesús que es plenitud definitiva para todos y para todo y por eso dice a los discípulos: “ id a todo el mundo proclamad el Evangelio a toda la creación” (Marcos 16,15), por lo que todos los seres de la creación esperan la manifestación gloriosa de los hijos de Dios para participar ellos de su misma gloria (Romanos 8,18-23). Por eso creo en el Dios de Jesús presente y actuante en la naturaleza, como los lirios, los pájaros…(Lucas 12,22-28). Es por lo que para el Dios de Jesús la muerte no rompe la vida, la vida empieza y cambia constantemente pero es para siempre, no termina nunca. Ya lo había dicho el gran Pitágoras antes de venir Jesús al mundo. 17.-Creo en el Dios de Jesús para quien la vida no tiene fin y, por tanto, la muerte no rompe la vida, pues es tan solo el paso de esta orilla de la vida a la otra orilla de la vida: “Yo soy la resurrección y la vida, quien cree en mi aunque muera vivirá y todo el que vive y cree en mi no morirá para siempre” (Juan 11,25-26). 18.-Creo en el Dios de Jesús para el cual morir es celebrar la vida, no la muerte, porque el Dios de Jesús es Dios de vivos, no de muertos, porque para El todos están vivos (Lucas 20,38). Por tanto para el Dios de Jesús la vida empieza pero no termina nunca, la muerte no rompe la vida, la vida es para siempre, la vida es una sola, tan solo tiene dos orillas, una orilla de este lado de la vida de aquí, y otra orilla del otro lado de la vida de allí. Todo cambia, pero nada desaparece para siempre. Lo que empieza no termina nunca. Es por lo que para el Dios de Jesús, lo que llamamos muerte es simplemente pasar de esta orilla de la vida a la otra orilla de la vida. Nuestra misión en esta vida de aquí consiste sencillamente en construir el puente para pasar de esta orilla al otra orilla. Jesús puso las vigas del puente con su resurrección: cada cosa buena que hacemos es una tabla que colocamos en el puente. El puente lo vamos construyendo cada día con el bien que hacemos, o lo vamos destruyendo con el mal que hacemos o el bien que dejamos de hacer; el mal que hacemos o el bien que dejamos de hacer son tablas que se nos caen al río, pero el Dios de Jesús tiene preparadas infinitas tablas, y siempre está deseoso de que le pidamos más para continuar la construcción que es responsabilidad nuestra, y que en esta construcción de un mundo mejor nos ayudemos unos a otros. Al final todos acabaremos construyendo un gran puente para la plenitud definitiva de todos los hombres y toda la creación. Será la plenitud cósmica. (Ver Lucas 15,1-31 y Mateo 25,14-30). 19.-Creo en el Dios de Jesús para el cual el perdón de Dios pasa siempre a través del perdón a los demás. (Ver Mateo 18,21-22). El Dios de Jesús es ante todo un Dios horizontal, cuya relación con El pasa siempre a través de la relación con los demás. 20.-Creo en el Dios de Jesús que está en el pueblo comprometido con el pueblo, que sigue a Jesús porque El es el “Camino, la Verdad y la Vida”: Juan 14,6. Y no está en los sumos sacerdotes de las religiones, que según el relato de la Pasión de Jesús eran los que pedían la muerte de Jesús e instigaban a los judíos a hacerlo. Ver Mateo 27,20. 21.-Creo en el Dios humano de Jesús, que tiene sentimientos humanos porque llora ante la muerte de un amigo (Juan 11,1-43); siente compasión y consuela a la mujer que ha perdido su hijo único y es además viuda (doble desgracia). Ver Lucas 7,11-17; le da lástima del pueblo, víctima entonces como también hoy de muchos mercenarios, ladrones y salteadores (Marcos 6, 34 y Juan 10,9-18). 22.-Creo en el Dios de Jesús que está siempre presente donde hay alguien haciendo el bien, sea quien sea, incluso agnóstico, ateo, librepensador o ignorante, desconocedor de que el bien que está haciendo es asumido por Jesús como un valor absoluto a favor de su autor. Ver Mateo 25, 31-46). 23.-Creo en el Dios de Jesús que denunció la falsedad, la inmoralidad, la corrupción, la avaricia, la hipocresía, de los fariseos, de los legisladores, de los jueces, de los senadores y sumos sacerdotes de su tiempo. Ver Mateo 16,21 y 23,13-33). ¿No haría hoy lo mismo? Es por lo que fue perseguido, tuvo que andar escondido y al final fue condenado como un malhechor y asesinado. Su muerte en la cruz fue un asesinato, la misma pena de muerte que Roma aplicaba a los esclavos. Fue la consecuencia lógica de su compromiso con los oprimidos, perpetrado por los poderes confabulados religioso-políticos de su tiempo. 24.-Credo en el Dios de Jesús que no va a la muerte a ciegas, que sabe bien lo que hace y lo que le espera, que sabe que seguirá vivo personalmente y en sus discípulos, que tiene conciencia muy crítica, política e histórica de realidad de su vida. Esta conciencia es imprescindible para ser una persona adulta y madura como ser humano y como creyente. Por eso, por tres veces se lo adelanta a los discípulos: “Comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que El debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, y ser condenado a muerte, y resucitar al tercer día”. (Ver Mateo 16,21; 17,22 y Lucas 18,31-33). Sabe muy bien que su vida no termina con la muerte. 25.-Creo en el Dios de Jesús que da la misma dignidad y valor a la mujer y al hombre, que los incorporó a ellos y a ellas a su misión liberadora, que ensalza, eleva y dignifica a los más débiles y marginados de la sociedad. Las mujeres eran lo más deleznable en todos los aspectos de la sociedad de su tiempo, empezando ya a las 12 años a pagar impuestos al César romano, antes que los niños que lo hacían a los 14. Por tanto el comportamiento de Jesús con ellas tiene un significado y valor muy superior al que hoy le daríamos. Destaquemos tan solo lo siguientes hechos: . Se deja acompañar por ellas al lado de los discípulos y acepta sus servicios: “Le acompañaban los doce y algunas mujeres: María Magdalena, Juana, Susana y otras muchas que les servían con sus bienes”. Ver Lucas 8,1-3) . En plena tragedia de la pasión donde le seguía una gran multitud del pueblo y mujeres que se dolían y se lamentaban por El, Jesús aun tiene el valor de decirles: “Hijas…no lloréis por mi, llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos” Ver Lucas 23, 27-28). . Durante la pasión mientras los discípulos huyeron, ellas lo acompañaron hasta el final: “Había allí muchas mujeres mirando desde lejos (¡no tendrían poco miedo!) las que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirle. Incluso son ellas las que asisten a su sepultura, entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Santiago y José y la madre de los hijos de Zebedeo”. Ver Mateo 27,55-56; Lucas 23,55. .Se hospeda en casa de Marta y María: Ver Lucas 10,38-42. .También está la defensa de la adúltera ante los hombres que querían apedrearla. ¿Acaso no eran ellos tan adúlteros? Jesús la defiende y todos huyen, empezando por los más viejos, cuando Jesús les dice que el que esté sin pecado que le tire la primera piedra. Jesús le salva la vida. (Ver Juan 8,3-11). Igualmente Jesús en casa de Simón el fariseo enaltece públicamente a una mujer pecadora pública y deja en evidencia al fariseo, porque este, como era costumbre al entrar en casa, no le da agua a Jesús para lavar los pies, ni toalla para secarlos, ni el beso de saludo, ni aceite para ungir la cabeza, y en cambio, le dice Jesús a él: esta mujer está lavando mies pies con sus lágrimas, secándolos con sus cabellos, no para de besármelos y los unge con perfume. Tu no hiciste nada de eso. Se le perdonan sus muchos pecados porque ha amado mucho. (Ver Lucas 7,36-50). . Pero lo más representativo, significativo y concluyente de todo, es esto: La Resurrección de Jesús es el hecho cumbre de su vida, el que más destacaron sus seguidores, que a partir de ahí los llevó a llamarle “Señor”, título dedicado solo a Dios. Pues bien, Jesús se aparece primero a una mujer (María Magdalena). Es ella la primera en recibir el BAUTISMO, la iluminación, de Jesús Resucitado. Es ella la primera que anuncia a los/as demás que ha resucitado. Luego reciben la noticia, ella otra vez, junto con María de Santiago y Salomé y otras compañeras con el encargo de comunicarlo a los discípulos. Ver Mateo 28,9-10; Marcos 16,9-14; Juan 20,11-18. Pues bien, el hecho cumbre de la vida de Jesús es manifestado, primero a las mujeres, y además son ellas las encargadas de comunicarlo a los demás discípulos de Jesús, y en concreto a los Apóstoles. Ante esto, ¿qué pasa ya desde hace siglos y hoy con la mujer en la Iglesia? Es algo increíble e injustificable. 26.-Creo en el Dios de Jesús porque es el Dios del amor, pues por amor se comprometió hasta dar la vida por nosotros: Juan 15,9-14. 27.-Creo en el Dios de Jesús cuya ley es el amor, al que llama mandamiento nuevo porque fue el primero en la historia en promulgarlo, y lo hace por cuatro veces seguidas: Juan 13,34a: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros”. Juan 13,34b-35: “Que como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros: en esto conocerán todos que sois discípulos míos, si os tenéis amor unos a oros”. Juan 15,12: “Este es el mandamiento mío: que os améis unos a otros como yo os he amado”. Juan 15,17: “Lo que os mando es que os améis los unos a los otros”. CONCLUSIÓN: Ese es el Dios de Jesús en quien creo, un Dios que solo puede amar, solo sabe amar, solo quiere amar, sencillamente porque ese Dios de Jesús es Amor, como así lo entendió su discípulo Juan, que escribe: “Queridos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor”…”Dios es amor y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él”… Si alguno dice: ‘amo a Dios y aborrece a su hermano’, es un mentiroso, pues quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve, porque hemos recibido de El este mandamiento: quien ama a Dios, ame también a su hermano” (Ver 1ª Juan 4,7-21) . Donde hay amor de verdad hay justicia, igualdad, fraternidad, solidaridad, vida, paz, alegría, esperanza, ilusión, comprensión, ternura, serenidad, calma, afecto, entrega, unión, colaboración, generosidad, paciencia, delicadeza, limpieza, luz, ecología, felicidad… Es el Reino de Dios vivido y promulgado por Jesús, cuyo desarrollo a lo largo de la historia está en las manos del hombre, de cada uno de nosotros, personal y colectivamente. Un abrazo muy cordial a tod@s.-Faustino
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Presento, por primera vez, las síntesis que he hecho de la primera parte (Páginas 1 a la 118) y de la segunda (119 a 223) del libro La novedad de Jesús. Todos somos sacerdotes, Xabier Pikaza, Ed. Nueva Utopía, Madrid 2014).
Cumplo así mi propósito y espero reporte satisfacción, luz y voluntad renovadora a los que las están esperando y a cuantos las lean por primera vez. Primera Parte Volver al comienzo Reemplazar el sacerdocio jerárquico por el sacerdocio de Jesús, que es el de todos A modo de preámbulo. Desde siempre se nos ha hablado del sacerdocio común, como algo propio de todos los cristianos. Pero, ha servido de bien poco. Ese sacerdocio, que es el de Jesús, y que representa una mutación sustancial con respecto al sacerdocio del pueblo judío y de otras culturas del Antiguo Oriente, es el único existente en la Iglesia católica, pero ha pasado a ser exclusivo de los hoy llamados clérigos. El sacerdocio de Jesús no necesita de templos, ritos y sacrificios , ni de especiales intermediarios entre Dios y los hombres; es distinto y se condensa en el amor que rige y mueve toda su vida, no en otro tipo de sacrificio externo, violento, oficiado por intermediarios sagrados. Hay que volver al origen y retomar el Evangelio, porque nos hemos alejado de él, otorgando el título de sacerdotes, únicamente a una élite,- la clase clerical-, contrapuesta al laicado y erigida sobre él como una categoría superior, con poderes que la elevan sobre el resto de los fieles. Admitir que la Iglesia se compone de dos categorías: una clerical y otra laical, con desigualdad entre ambas, es introducir algo contrario a la condición y dignidad sacerdotal de todo cristiano, fundadas en el sacerdocio de Jesús. En el Vaticano II, aparecen aún dos eclesiologías, no armonizadas. Así, en LG 10 se dice: “El sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial o jerárquico, aunque su diferencia es esencial, no sólo gradual, sin embargo se ordena el uno para el otro, porque ambos participan, del modo suyo propio, del único sacerdocio de Cristo”. Es el único texto donde se señala que la diferencia es esencial, pero sin fundamentar en qué y por qué. El sacerdocio de Jesús se comunica y opera en todos según lo que es. Y así se caminó en la primitiva Iglesia. Asignar a un “grupo” -los hoy clérigos- una participación singular y específica de ese sacerdocio hasta el extremo de establecer una diferencia esencial, es un invento posterior. EL Vaticano II recalca en mil partes la posesión y comunión de todos en el sacerdocio de Jesús y en virtud de ella queda descartada toda desigualdad, discriminación o subordinación. El sacerdocio “jerárquico” no responde al sacerdocio de Jesús ni tiene sentido en la primitiva Iglesia. Será, a lo más, una de las tareas o servicios que producirá y designará la comunidad sacerdotal, pero nunca en el sentido de transferirle un valor o dimensión nueva que le de plenitud en el obispo y en menor grado en el presbítero. El sacerdocio de Jesús es laical en él y en consecuencia en todos, y creará en las comunidades cuantas funciones, tareas, carismas o servicios (ministerios) sean necesarios. Es bueno cuestionar ciertos procedimientos eclesiásticos, que no encajan ni de lejos con la praxis y enseñanza de Jesús y también con la manera de ser y obrar de la Iglesia primitiva. El tema de la excomunión aplicada y comentada estos días a personas cristianas, no hay por donde reconocerlo confrontado con el Evangelio y el vivir de los cristianos del comienzo. Como he dicho, ilustra sobremanera y sugiere modos de obrar distintos el estudio que un buen y reconocido biblista como Xabier Pikaza acaba de hacer: “La novedad de Jesús: todos somos sacerdotes”. Estudio sereno, riguroso, superdocumentado y que ayuda a poner en su lugar el poder abusivo de la clase clerical. En este momento de crisis y de inevitable y creativa renovación según propugna el Papa Francisco, se necesitan estudios así, para entender, aclarar y estimular propuestas que seguramente a muchos van a sorprender. Los caminos, que ahí se abren al futuro y que hay que ensayar y crear son innovadores, fecundos seguramente, si sabemos asumirlos responsablemente. Nada tienen que ver con el capricho, la indisciplina, o la rebeldía instintiva u otros motivos que algunos puedan imaginar. Surgen y hay que crear nuevas soluciones. PAZ y BIEN. (Cfr. Xabier Pikaza, La novedad de Jesús: todos somos sacerdotes, Nueva Utopía, Páginas, 224). Volver al comienzo INTRODUCCION La razón del tema es clara. Nos encontramos, tras dos mil años de historia, con que el tema del sacerdocio cristiano ha entrado en gravísima crisis: los llamados a continuar con la figura tradicional del sacerdocio no responden ni llegan y, al mismo tiempo, la escasez de los existentes y el envejecimiento de la mayor parte, ponen al descubierto una brecha que amenaza el modelo eclesiológico bipolar Clérigos / Laicos. Puede que la ausencia de vocaciones sea un factor importante en este fenómeno. Pero, independientemente de él, se muestra otro aspecto que considero radical para esclarecer lo que está pasando y alumbrar un nuevo futuro: ¿Se trata simplemente de una crisis vocacional o más bien de un retomar el Evangelio y ver si el sacerdocio de Jesús , propio de todo cristiano, se ha mantenido en su recorrido histórico en lo que de verdad es o se lo ha reemplazado por otro, que lo trastueca profundamente? Dada la preponderancia absoluta que la figura del sacerdote, tal como la conocemos hoy, ha adquirido por siglos en la cristiandad, a muchos les parece más que temerario cuestionar esta figura y suscitará -de ello no tengo duda- asombro, dudas y protestas inacabables. No es mi tención entrar a describir la peculiar personalidad del clérigo , que le lleva a renunciar a la propia autonomía y libertad para cumplir incondicionalmente la norma del sistema clerical establecido, sino ver si la figura clerical dominante responde al nuevo sacerdocio de Jesús, con las consecuencias que esto conlleva para sus seguidores. Esto supone, primero de todo , fijar el significado original del sacerdocio jesuánico y comprobar si , a lo largo de la historia, lo hemos sabido mantener o nos hemos apartado de él. Puedo adelantar que el estudio arroja luz en el sentido de que, a partir del siglo III, esa figura primordial fue adquiriendo rasgos y cualidades, que lo sustraían a la comunidad y se la reservaba a una minoría, como categoría superior al margen de la comunidad. El inicio y el recorrido histórico nos traen hasta el mundo de hoy y entonces podemos confrontar si el retrato actual del sacerdote concuerda o no con el del comienzo. EL SACERDOCIO DE JESUS 1.El sacerdocio como poder en el tiempo de Jesús En las diversas culturas del Antiguo Oriente, existían los sacerdotes. Eran intermediarios entre Dios y los hombres (el mismo “patriarca” o rey del clan, que eran sacerdotes, estaban en simbiosis con Dios); suscitaban su poder y lo controlaban en lugares y fiestas determinadas ; eran creadores de santidad ritual y especialistas en sacrificios. Dentro del pueblo judío, siglos antes de Jesús, aparecen también santuarios y grupos sacerdotales (levitas), especialistas en sacrificios. El Código Sacerdotal ( libros Levítico y Números ) hablan del Sumo Sacerdote como autoridad máxima , representante de Dios y delegado del Rey persa, quien una vez por año tiene que penetrar en el “Sancta Sanctorum” del templo para interceder por el pueblo. Hasta la conquista romana (64 a. C) se mantiene esta situación y, a partir de ella, las funciones se dividen: un Gobernante romano con poder civil y un Sacerdote con autoridad religiosa. 2. Jesús fue un laico Metido Jesús en su vida pública, se lo conoce y actúa como un laico, en la línea de los profetas y de los pretendientes mesiánicos, de los sanadores carismáticos y de los sabios populares. En el punto culminante de su vida, Jesús sube a Jerusalén y se enfrenta con los sacerdotes. Sube a Jerusalén, pero no para “legalizar” sus ritos y someterse a la autoridad de los Sumos Sacerdotes, sino para mostrar que el templo ya no tiene valor sagrado para el pueblo. A muchos sacerdotes actuales, les sorprenderá que se diga de Jesús que fue un laico. Considero de gran utilidad sintetizar lo que el citado Xavier Pikaza desarrolla sobre este punto (Cfr. La novedad de Jesús: todos somos sacerdotes, pp. 13-31). “ EL sacerdocio de Jesús coexiste en El desde su condición de laico. El Hijo del hombre, humano a cabalidad, no se atribuyó títulos de honor, pues títulos y honores los tenían otros (sacerdotes y rabinos, presbíteros, pontífices y obispos-inspectores), sino que actuó como un simple ser humano , sin tareas oficiales, ordenaciones jurídicas , ni documentaciones acreditativas. No se llamó sacerdote , ni recibió las sagradas órdenes, sino que fue un judío marginal, de origen galileo y de extracción campesina , obrero de la construcción (albañil o carpintero) sin tierras propias. Jesús tuvo la certeza de que el tiempo se había cumplido y que Dios le impulsaba a proclamar la llegada del Reino , que él debía empezar ofreciendo a los enfermos, marginados y excluidos de Israel, para abrirlo después por medio de ellos a todos los hombres y mujeres, siempre a partir de los pobres. Se sintió Mesías enviado de Dios Abba, creador y amigo de los hombres, pero no quiso hacerse rey con poder político, ni fue sacerdote o guerrero sagrado, sino que pareció y actuó simplemente como un hombre, anunciando salud para los enfermos, plenitud para los pobres y reconciliación para todos. Así lo dijo y lo vivió sin cátedras, templos, palacios, en el “bazar” abierto de la calle y el camino. Jesús, pues, era un laico o seglar, sin estudios ni titulaciones especiales, al interior de las tradiciones de Israel (en una línea profética) , pero fuera de las instituciones poderosas de su entorno (templo, posible rabinato). Creía que Dios era Padre de todos los hombres, creó un movimiento de sabiduría singular, curación integral y comunión entre los marginados de su entorno, a quienes iba despertando, acompañando y animando, pues ellos eran destinatarios y herederos del Reino de Dios, que es vida para los enfermos y hartura para los hambrientos y expulsados de la sociedad establecida (Cf. Mt 5,3; 11,5; Lc 6,20; 7,22). Era un marginal y, como tal, estaba convencido de que sólo en el margen (fuera de las instituciones del sistema), podía plantarse la obra de Dios, la nueva humanidad porque el Reino pertenece a los pobres; no empleó métodos de reclutamiento y separación clasista, no adiestró a un posible grupo de combatientes, ni fundó una agrupación de especialistas de la ley ni un resto de “puros” frente a la masa perdida. No apeló al dinero, ni a las armas, ni educó un plantel de funcionarios , sino que vivió directamente en el bazar abierto de la vida. Habló con imágenes que todos podían entender y actuó con gestos hacia los excluidos y necesitados que todos podían asumir. Compartió la comida a campo abierto con aquellos que venían a su lado y mostró un cuidado especial por los niños, enfermos y excluidos de la sociedad. No fue un soñador cándido, ajeno a la sociedad (un simple contra-cultural), pero tampoco un hombre del orden social o religioso. No se le podía asemejar a los fariseos, que daban primacía a la ley; él colocaba el servicio y el amor a los pobres por encima de las normas nacionales. No fue un hombre del sistema, pero tampoco un outsider utópico. Fue profeta mesiánico y hombre carismático , al margen de la buena sociedad, pero supo ponerse en el centro de la gran plaza de la vida y promover la convivencia, desde un amor a Dios, que hace posible el perdón y la libertad entre hombres. La religión no era a su juicio, un sistema de organización sagrada, sino una experiencia directa de comunicación gratuita con Dios y entre los hombres. Dos eran sus principios: -Creía en Dios y en su nombre actuaba. – Fue amigo de los pobres. Ellos fueron los primeros destinatarios de su mensaje. Quiso ser universal desde las zonas campesinas donde habitaban los humildes. En su mensaje cabían todos, por encima de las leyes de separación nacional, social o religiosa. Se rodeó de seguidores y amigos, algunos de los cuales dejaban casas y posesiones para estar con El. Convocó a doce discípulos especiales, los hizo mensajeros del nuevo Israel y los mandó a anunciar la llegada del Reino, sin que tuvieran autoridad administrativa o sacral alguna (no eran sacerdotes) sino como corazón de la nueva humanidad reconciliada. Presentó su causa ante el gran Sanedrín, sin armas, pero los sacerdotes, secuestradores del Dios del Templo, le acusaron ante Pilato, y pensaron que condenándole a muerte acallarían su voz y destruirían su utopía mesiánica, que era peligrosa, por universal e igualitaria. Murió entre otros dos “bandidos”. Su delito fue amar y anunciar un Reino universal, pues el amor es peligroso para el sistema del templo y del imperio. De manera que, en el comienzo real de la Iglesia, están los pobres, a cuyo servicio debían ponerse los Doce y los restantes seguidores. Dentro de su movimiento mesiánico, sin una filosofía especial, sin una fórmula social particular, sin un programa económico o político , militar o religioso , aparecía él simplemente como un hombre amigo de todos y, en especial, de los pobres y excluidos: “Por aquellas fechas vivió Jesús, un hombre sabio… autor de hechos extraordinarios y maestro de gentes que gustaban de alcanzar la verdad. Y, aunque condenado por Pilato a morir en la cruz, las gentes que le habían amado anteriormente, tampoco dejaron de hacerlo después. Y hasta el día de hoy no ha desaparecido la raza de los cristianos, así llamados en honor de él” (Flavio Josefo). Sólo en este fondo de amor se puede entender a Jesús, profeta galileo marginado, en contacto directo con los excluidos, dentro de una sociedad dominada por un imperio implacable (cuyo César se proclamaba rey divino), mientras parecía que el Dios nacional y/ o judío, secuestrado por los jerarcas del templo, callaba. Jesús murió fracasado, pero su fracasó mostró que era verdad lo que había vivido y anunciado. Algunos de sus seguidores descubrieron que él estaba vivo y así reiniciaron el más prodigioso de los caminos mesiánicos de la historia”. 3. El testimonio de Pablo: LA Iglesia sacerdotal, muchos ministerios. El grupo que más próximamente seguía a Jesús, nunca se sintió un “cuerpo sacerdotal exclusivo” sobre el resto de los creyentes. Nos lo cuenta Pablo, que escribió sus Cartas a los 20 años de la muerte y pascua de Jesús. Todos, según él, constituyen Iglesia sacerdotal que crea y desarrolla muchos ministerios. Necesitamos releer sus enseñanzas (Corintios, Romanos, Galatas….) para recuperar este sacerdocio frente a otras posteriores interpretaciones. Tres cosas claras recalca Pablo: a)El Cristo mesiánico, cuerpo entero de la Iglesia Según Pablo, el Cristo mesiánico es como un CUERPO donde todos son miembros de todos, sin cabeza superior ni cuerpo subordinado. Dicho cuerpo despliega diversos carismas, unificados por el amor. -Unos, vinculados a la PALABRA. Profecía, Enseñanza, Consuelo. -Otros, vinculados a la ACCION: Diaconía (asistencia comunitaria), Participación (entrega de los bienes a favor de los demás), Presidencia (dirección de los asuntos comunes), Acción Misericordiosa (ayuda personal humana). Entre todos los carismas hay comunicación y encuentro y por ellos todos los cristianos son unos ministros de los otros. El casisma de la PRESIDENCIA viene reseñado como el último y a nadie de quienes lo ejercen se le llama obispo o presbítero, ni se lo concibe como sacerdote. Pablo invierte, además, una experiencia religiosa de tipo jerárquico, que era dominante en el entorno helenista. Cada cristiano debe servir a los demás, especialmente a los que conforme al honor del entorno eran menos honrados; para la Iglesia son los más importantes los que menos tienen, pueden y saben. Allí donde la Iglesia posterior se siente afirmando la unidad del Cuerpo desde un a jerarquía sagrada, de tipo episcopal o presbiteral, definida como signo de Dios o su Cristo, ella podrá ser platónica o romana, pero no paulina o cristiana. La novedad descubierta por Pablo es que en el Cuerpo eclesial no hay jerarquías superiores , que se imponen, ni funciones exclusivas de varones (o mujeres) pues todos han sido llamados al servicio mutuo. El contexto social romano y helenista frenó esta novedad y así ha quedado en la Iglesia católica hasta tiempos actuales. b)Actualidad de Pablo: superar el jerarquismo sacral y la exclusión de las mujeres. Estamos en los comienzos del tercer milenio, conocemos el peso de los condicionamientos helénico-romanos, que hoy podemos revisar y superar. El Cuerpo mesiánico es para todos encuentro igualitario en Cristo, superando el jerarquismo sacral y la exclusión de las mujeres. Pablo habla de mujeres (Evodia y Sintique) y de grupos de colaboradores donde predominan las mujeres ( Tebe, Prisca, Aquila, María, Junia, Trifena y Trifosa, Pérsida…). Mujeres que se han esforzado por la causa de Jesús pero sin que en ningún momento las designe como inferiores o subordinadas al varón, están a su mismo nivel, al igual que él son “atletas” del Evangelio, portadoras del mensaje de Jesús. Estas mujeres son apóstoles (testigos de Jesús, servidoras de la comunidad y dirigentes (presidentes) de iglesias domésticas, como sucede también en otras comunidades cristianas. Sus ministerios han brotado de manera normal, según las necesidades apostólicas y organizativas de la Iglesia, por iniciativa de Pablo y de sus iglesias conforme al carisma del Espíritu Santo. Todavía por entonces no se ha implantado en la Iglesia el patriarcalismo, que triunfará con las Cartas Pastorales (escritas por discípulos de Pablo) imponiendo una estructura de poder que es, en principio, extraña al Evangelio. 4.Sucesores de Pablo, comienza el patriarcalismo Conocemos las Cartas de la Cautividad (Colosenses y Efesios) y las Cartas Pastorales (1 y 2 Timoteo y Tito), escritas por discípulos de Pablo, entre el 70-90 d.C. El mismo autor Xabier Pikaza resume así las innovaciones que se introdujeron: -“Estas Cartas expresan un esquema jerárquico de organización social no fundada en los pobres y excluidos, sino que responde a una casa-familia rica, con buen amo, mujer, hijos y criados. (Cf. Ef 2,21; 4,12.16.29). (Idem, pg. 75). “Aunque el carisma paulino pervive en ellas, sus autores tienen miedo de la libertad cristiana (quizás por temor al gnosticismo). Por eso, apelan a la autoridad, tanto en línea de tradición (mantener lo dado), como de organización (obedecer a presbíteros, obispos) para establecer las iglesias como grupos honorables, con orden y limpieza administrativa, siguiendo el ejemplo del buen judaísmo (retorno a un tipo de ley, que Pablo había superado) y el testimonio del imperio romano, sistema eficiente de personas y pueblos… Se vuelve primordial un tipo de organización parecida a la que existe en el entorno. Los presbíteros-obispos , padres de la casa eclesial, acogen a los que vienen y enseñan a todos, son servidores de la palabra/oración. Lógicamente, las Pastorales no promueven la misión (no hay apóstoles), ni la experiencia directa de Jesús (no hay profetas) , sino que mantienen el depósito de la fe, la buena doctrina de la tradición, por unos ministros bien estructurados” (Idem, pgs. 90-91). Podemos subrayar que en este tiempo comienzan a profesionalizarse las tareas del Evangelio y se asumen los principios de honor social, que Jesús había superado expresamente realizando seguramente la mayor inversión de la historia cristiana. 5. Reinterpretación de los ministerios desde una perspectiva sacral En la Iglesia primitiva los diversos ministerios en ningún momento se identifican con un tipo de “sacerdocio”, propio del culto judío o pagano. El sacerdocio de Jesús se entiende de una forma nueva y como tal se aplica a la Iglesia entera. No esperemos que Pedro, Santiago, Juan o la Magdalena se presenten como sacerdotes, con elementos del antiguo Israel y del entorno helenista y romano. Pero, es a partir del s. III d.C. que la Iglesia ha reinterpretado sus ministerios desde una perspectiva sacral, con elementos del antiguo Israel y del entorno helenista y romano. De este modo, los fieles llegan a perder su “carácter” sacerdotal y se vuelven meros laicos. a) El ritual y sacerdocio de Jesús se identifica con su propia vida. La Carta de los Hebreos sabe a heteredoxa, en cuanto rechaza el ritual de Jerusalén con su templo y sacerdotes y presenta el sacerdocio de Jesús como nuevo y más antiguo que el mismo de Jerusalén, tal como aparece con Melquisedec antes del ritual del Levítico y del Templo. Hay entonces cristianos helenistas que rechazan y superan el templo con sus sacerdotes y no muestran ninguna nostalgia por la destrucción del templo (año 70 d. C) sino que esperan la reconstrucción final en el verdadero templo y sacerdocio de Jesús. Retornar al sistema sacral es una equivocación. Hebreos dice que hay que vivir el sacerdocio de Jesús sin templo ni sacerdotes superiores, con un nuevo sacerdocio. La institución sacerdotal de Aarón (templo,culto y ritos de Jerusalén) desaparece y llega el nuevo sacerdocio de Jesús (Heb 9, 11-12). Desaparece el rito externo con su violencia sacrificial y emerge la vida personal , gratuita, que Jesús regala a Dios ofreciéndola a favor de los humanos. Culmina así su camino penetrando en el templo de los cielos y queda sin sentido la liturgia de Israel (Heb 10, 4-9). El único “sacrificio” es la vida. En esa línea, Jesús sí que es sacerdote, al expresar en su humanidad el ser divino y vivir en amor hacia los demás: “No olvidéis de hacer el bien y ayudaros mutuamente. Estos son los sacrificios que agradan a Dios” (Heb 13, 14). Todos los creyentes , por la ofrenda de nuestra vida, quedamos integrados en el sacerdocio de Jesús. Todo intento de aplicar este sacerdocio a la función sacral de unos jerarcas (obispos o presbíteros) que se llamarían sacerdotes, carece de sentido. El texto de los Hebreos condena, paradójicamente, el orden levítico con sus sacerdotes y sacrificios especiales. Pero, una parte de la Iglesia cristiana, en contra de los Hebreos, ha recuperado y expresado el simbolismo sacral del templo de Jerusalén (y la sacralidad greco-romana) en su organización y liturgia, en línea del Antigua Testamento. Ha llegado, pues, el momento de volver a la letra y espíritu de Hebreos, que es tanto como asumir el carácter existencial y comunitario del sacerdocio de Jesús. La comunidad profesa una espiritualidad sacerdotal no reservada para algunos miembros superiores o especiales de la Iglesia . Y esta misma enseñanza aparece en (1 Pedro y Apocalipsis): el sacerdocio es un don del pueblo entero, todos los cristianos auténticos son sacerdotes , todos forman el Reino , esperando la llegada de la nueva Jerusalén: “Todos los miembros de la comunidad, fieles al testimonio de Jesús y dispuestos a entregar la vida en la lucha final de la historia, se vuelven sacerdotes de este gran “sacrificio” que es el amor que se mantiene firme en medio de la persecución” ( X. Pikaza, Idem, p. 108). 6. Las gran inversión Grupos de cristianos, después del 150, intentaron separar el cristianismo de su base israelita. La Iglesia reaccionó defendiendo su origen israelita, su idependencia y sus propios ministerios sacralizados. “En ese contexto la Iglesia sufrió una re-sacralización judía , una jerarquización helenista ny una organización imperial romana. De esa manera, a partior del 200 d.C, la Iglesia se estructuró y expandió como cuerpo social y religioso , con una sacerdocio nuevamente “elitista”, de unos pocos, mientras que el judiasmo rabínico se centraba en las tradiciones laicales de la Misná… Los cristianos apelaron pronto a una visión jerárquica del gobierno reinterpretando su culto en una línea sacral, de manera que sus sacerdotes aparecerán como un orden superior de humanidad, en contra de la experiencia de Jesús y de la primera Iglesia que vinculó el nuevo sacerdocio a la comunidad cristiana. Dentro de una visión ontológica de la realidad y de la Iglesia, los de arriba (obispos, presbíteros) se presentarán como signo de Dios, en contra del Evangelio, que supo descubrir a Dios en los últimos del mundo, en los pobres y excluidos de la sociedad. Esta jerarquización se vincula con la filosofía griega y el imperio romano en cuyo entorno se introdujo el cristianismo. Mientras el judaísmo rabínico rompía sus relaciones con el helenismo para recuperar su matriz semita (hebrea, aramea), el cristianismo asumía desde la perspectiva de Jesús la filosofía jerárquica griega (platónica y estoica) y un tipo de organización romana (sacralizando así la autoridad). Esta fue la gran inversión. Ella pudo “salvar” al cristianismo (evitando el riesgo de disolución gnóstica del Evangelio), pero lo hizo a costa de un elemento muy importante del mismo evangelio, que es la identificación del sacerdocio con la vida cristiana, es decir, con el amor comunitario abierto a Dios” (X. Pikaza, Idem, 112-115). 7. Bautismo y Eucaristía En línea con lo dicho, conviene encuadrar el origen y significado del BAUTISMO y EUCARISTIA como dos de los signos laicales primordiales de pertenencia a la Iglesia. BAUTISMO. Muy pronto los discípulos, tras la expresión pascual de Jesús, bautizaban a los creyentes, indicando que “morían” para servir a la vida. El bautismo en agua fue la primera institución (signo) visible de los seguidores de Jesús. El bautismo era un RECUERDO del bautismo de Jesús donde él recibe la misión de ponerse al servicio de los hermanos. En ese momento, Jesús se dispone a proclamar el triunfo de la vida de Dios a través del perdón y de los excluidos del sistema. El bautismo aparece como un rito vinculado a la VIDA, al alcance de todos, signo de la salvación realizada por Cristo. Habiéndose cumplido la espera, Dios por medio del Espíritu, revela su obra en el rito entendido como don de Dios y compromiso al servicio de los demás: para realizar en el mundo lo mismo que Jesús. Como el agua, es un rito UNIVERSAL, símbolo de un nuevo nacimiento en amor e igualdad. Es también un rito SECULAR, plenamente LAICAL, que puede realizarse por cualquiera de los creyentes y no por un grupo especializado de sacerdotes (que no existían). Jesús no fue al templo de Jersusalén a bautizarse ni a pedir permiso a los sacerdotes para poder bautizar. En la comunidad de los suyos, todos eran “sacerdotes” al estilo suyo, y todos podían bautizar. EUCARISTIA La eucaristía es una experiencia, vivida entre los discípulos, como COMIDA COMPARTIDA y RECUERDO de la vida de Jesús. . Comida tenida en el campo con sus seguidores y con el pueblo, sin ningún rito. . Comida que les recordaba la cena de despedida de Jesús, la última, con sus palabras: “Cuando os renunáis, haced esto en memoria de mí”, palabras dirigidas a ellos como representantes de la totalidad de los que le habían de seguir. . Comida que les servía para unirse, vincularse, recordar que él estaba vivo, después de haber muerto por anunciar el Reino, y acrecentar entre ellos el conocimiento, el amor y la unidad como cuerpo mesiánico. . Comida normal, al uso cotidiano del lugar, sin ser preparada por un cuerpo de sacerdotes ni liturgos especiales. A partir de los años 40, se había hecho un modelo universal, pero ajeno al modelo del sacerdocio de los sacerdotes de Jerusalén. . Comida, y no rito sacrificial para ser repetido por sacerdotes profesionales. San Pablo, en ningún momento habla de quién debe presidir esa “comida” integrada por el Pan y el Vino. Le preocupa cómo se vive y cómo ayuda a los que en ella participan. La regulación de la presidencia está ausente. Preside, dentro de la casa familiar, uno u otro, hombre o mujer, sin aludir para nada a un ordo de sacerdotes que se atribuyera tal tarea como propiza. Cómo entra más adelante el modelo patriarcal, lo explica con claridad y rigor Xabier Pikaza. . Sigue la Segunda Parte, con la síntesis recién acabada hoy mismo (17 enero 2017). . Señala en forma prospectiva el camino abierto, para que sea recorrido por lo que debe ser el estilo de vida de la Iglesia con sus ministerios mesiánicos. Segunda Parte LA IGLESIA DE JESUS UNA SOCIEDAD DE IGUALES De la majestad de la catedral a la sencillez de la plaza pública Empezar de nuevo: coexistencia de dos Eclesiologías El Vaticano II quiso volver a sus orígenes, anteriores al siglo XI, (Iglesia gregoriana 1073-1085) y aun antes del siglo III para recuperar las cosas como fueron al principio. De esa herencia vivimos hasta el Vaticano II. Pero el concilio no pudo incluir armónicamente (Lumen Gentium 1964; Gaudium et Spes 1965) las dos visiones de Iglesia. De hecho, aparece dominante una eclesiología de comunión, pero en el plano jurisdiccional y práctico se hace más explícita una eclesiología jerárquica. En el primer modelo: “Iglesia = Pueblo de Dios”, lo primero es la iglesia sacerdotal y, dentro de ella a su servicio, se instituyen los ministerios. En el segundo, se parte de un grupo al que el mismo Cristo habría instituido como “dirigentes sacerdotes” (apóstoles, obispos…) para regir la Iglesia. Dicho grupo posee por encima del pueblo el poder sagrado, ha dominado y ha hecho que nada cambiase. Se ha seguido hablando de iglesia de comunión pero en realidad ha dominado la eclesiología del sacerdocio jerárquico, que es la que se admite y repite sin más. El problema de fondo es que se ha descartado la identidad del sacerdocio de Jesús, propia de toda la Iglesia, y de los ministerios que le pertenecen. Se trata, por tanto, 1.De reconstruir una experiencia y piedad sacerdotal, propias de todos los cristianos, no exclusiva de clérigos. Ni el Papa ni los Obispos son más sacerdotes que un “simple” cristiano. 2.Sólo cuando los ministerios se los vea como tareas de todo el pueblo de Dios se podrá hablar de renovar esos ministerios, en la línea de un servicio evangélico y comunitario. Y sólo así surgirán vocaciones nuevas, de varones y mujeres, casados o solteros, de servicios eclesiales. La novedad cristiana: un nuevo templo, el amor y comunión de los creyentes Los primeros grupos cristianos se relacionaban desde la memoria de Jesús crucificado, aceptando, en parte, la forma organizativa de las casas y las sinagogas, y en las que se vinculaban por amor, gratuitamente, desde los pobres. Su misma comunión les hace ser cristianos, identificados en una misma fe. Les congregaba el amor de Dios y la esperanza de su Reino, tal como se había manifestado en Jesús. Ninguno de los ministros, que había en sus grupos, se arrogaban un poder sacerdotal sobre los otros, pues ese “poder” pertenecía a todos. La esencia de su vida cristiana era una experiencia de comunicación creyente, personal y social, una forma de vida compartida sin apelar al dinero, no un dogma ni una espiritualidad intimista. La fe en Cristo y de unos en otros, los libra y los hace vivir dando la vida los unos a los otros: ”Su misma comunión eclesial , les hace ser cristianos” (Pg. 127), sin que previamente sean cristianos y luego tengan que reunirse. El sistema judío, helenista y romano heredado, cumplió su función, pero ha ido perdiendo consistencia y hoy se impone retornar al primer momento de la Iglesia, que vuelve a vincularnos con los pobres: los expulsados y fracasados de la historia. Pasamos así de una estructura jerárquica a un movimiento de comunicación inmediata de la vida, que infunde un impulso de amor en lo social, que los organiza entre sí con una diversidad de servicios y no como un orden de doble categoría: superiores y más altos unos e inferiores y subordinados, otros. Surge un nuevo templo donde compartir experiencias y enriquecerse unos a otros desde el anuncio del Reino de Dios. “Salir de la catedral para situarse en la plaza de la vida” (Pgs. 129-130) y convivir espontáneamente con los expulsados del sistema, sin tener que pasar por el control de los sacerdotes o maestros de la Ley. Ni estructura Imperial ni Templo sino Dios, sin intermediarios superiores, en reconocimiento de la vida de los otros y aportando la propia, para descubrir de esa manera al Dios de los pobres. Simplemente, vivir amándose mutuamente, en una comunión donde caben y tienen la Palabra los más pobres. No se necesitaban , por tanto, modelos de poder centralizado para acoger, cultivar y regalar la vida como Jesús, para cultivar la presencia de Dios y construir un nuevo Templo: la misma creación era el Templo de Dios. “El orden de la catedral viene de fuera, como una dictadura que se impone sobre la piedra y la madera muerta, “obra de las manos” de los hombres; la Iglesia de Jesús es el “edificio nuevo” que se identifica con el mismo amor y comunión de los creyentes, que van creando su propia humanidad (Pg.131). Una red amor y comunión: la nueva catedral El principio del cristianismo supuso en el siglo I que Jesús estableciera una forma nueva de comunicación, expresada en el Sermón de la Montaña, que como “ mano invisible” divina, se fue expandiendo desde abajo; se dio un tipo de intercambio personal y social que antes no existía. Esta experiencia se vinculaba a Jesús, presente espontáneamente en múltiples gestos y contactos, promovidos y organizados por la experiencia del Señor resucitado en la plaza de los acontecimientos diarios y no por una jerarquía más alta. La Iglesia crece en espacios donde la vida se comparte libremente y con amor. Esa vida no es una catedral, (sin alma) construida, sino una red de conexiones que se hacen y recrean incensantemente. El espíritu de Jesús daba unidad a esa red de relaciones sociales. Mirada así, la Iglesia más que una catedral (con un Papa, unos obispos y unos sacerdotes-presbíteros controlando desde fuera) es como un bazar en el que se da la experiencia de hombres y mujeres que se aman, poseídos por el espíritu de Cristo, en comunión múltiple de vida. O, mirada desde dentro, es el “templo vivo donde cada una de sus piedras (cada creyente) crece y comparte con los otros un organismo nunca imaginado de comunicación y vida personal. De esa manera, sin catedrales ni posiciones de privilegio, Jesús hizo de su Iglesia un edificio de piedras vivas, un cuerpo mesiánico” (Pgs. 134-135). Salir de la catedral para descubrir, en medio de los pobres, el Evangelio Jesús no encerró a sus seguidores en una catedral, ni los trató como menores, sino que los miró como libres y responsables, reyes de sí mismos, como hijos de Dios-Padre, y contando con ministerios no jerárquicos. El Nuevo Testamento no conoce ministerios “sacerdotales” de un orden superior , sino ministerios fraternales, propios del sacerdocio universal de Cristo en línea de servicio: presidir, (presbiterado), supervisar (episcopado), y que ponen en crisis el modelo que culmina con el Papa y los obispos que él nombra, alejados de la fraternidad y del Evangelio. Papa, Obispos y Presbíteros son sacerdotes por pertenecer a la comunidad sacerdotal de la Iglesia, a la que sirven y de la que reciben la Palabra y el Sacramento. Esta comunidad cristiana es fruto del amor infinito de Dios, que nada imponen y no de un orden de poder papal o episcopal que se ejerce al estilo de la filosofía griega y del imperio romano, que se configura de arriba a abajo, con la dignidad de unos hombres más altos y sabios, que son los que gobiernan:”En este sentido, la “potestas” (suprema, plena, universal e inmediata) de la Iglesia (representada por el Papa) es el amor compasivo, universal con que se aman los creyentes, en apertura a todos los hombres, de manera que podemos decir que el mismo amor es “Obispo” y Papa” (amigo/a, hermano/hermana…) de la Iglesia (Pg. 139). La unidad y autoridad cristianas residen en la comunión multiforme de los creyentes. Lo que de verdad ayuda a realizar sus objetivos no es el poder ni otro tipo de consenso y presencia. La revolución cristiana se realiza fuera del poder La conversión (revolución) cristiana ha de hacerse desde fuera del poder, no como suele hacerse en la vida económica y política de los pueblos. En la Iglesia de Jesús, no es que el Papa y los Obispos puedan regalar nada a la comunidad (más autonomía, ) sino que actúan para que todos puedan amarse en libertad, y organizarse por sí mismas, manteniendo dialogal y ministerialmente la comunión entre ellas. La autoridad es de los oprimidos y expulsados, lo que significa que la Iglesia tiene puesto su corazón en los pobres y entregándose y amando a ellos manifiesta que le pose el amor de Dios y revela la verdad del Evangelio. De esta manera, la unión en el amor mutuo se presencializa el amor de Cristo entre los hombres y da a entender que lo primero es . cultivar la libertad y comunión del Evangelio y no cambiar las instituciones o las verdades definidas de la fe. ¿Celebración de un nuevo concilio? La celebración de un nuevo concilio Vaticano III, que asegure nuevas estructuras de la jerarquía, que solucione desde arriba el tema del celibato, ordenación de las mujeres, poderes de los obispos, función del Papa…, tras saber que las mayoría de los obispos han sido nombrados en una línea sacral y fundamentalista, no sería representativo de la Iglesia ni de la dinámica del Evangelio ni participarían como conviene las otras Iglesias. Lo primero y más importante es que las Iglesias busquen caminos desde abajo, mientras sirven a los pobres, aprendiendo a compartir los sufrimientos de los expuldados y abrir con ellos un camino cde libertad. El celebrar lo tienen los pobres, con autoridad propia, que los constituye en concilio permanente. Entonces , el concilio deja de ser un acto separado, y se convierte en un lugar donde unos y otros regalan y comparten la vida. Un concilio demostrado en la vida diaria, con formas concretas de presencia y servicio a los pobres , con la oferta de la Palabra y el Pan, de dignidad y comunión de amor. “Por coherencia histórica y evangélica , los dirigentes de la Iglesia deben volver al lugar donde estuvo Jesús y los primeros cristianos: entre los hambrientos y marginados del imperio antiguo y así redescubrir y recrear la catolicidad del Evangelio” (Pgs. 146-147). Lo que une a la Iglesia no son dogmas ni leyes, ni unas jerarquías superiores, sino la mutación evangélica mostrada en el amor mutuo y en el pan compartido, y en el perdón que brota desde los mismos pecadpres perdonados. Así surgió y operó la declaración fundacional del primer concilio de Jerusalén: “Nos ha parecido al Espíritu Santo y a nosotros …” (Hech 15,28) Desde esa comunión, puede haber funciones diversas (1 Cor 12,14) . El Dios de Jesús habla a cada uno, en su intimidad, pero en común con otros. Potenciar la vida de comunidad para no caer en el individualismo ni en manipulaiones impositivas, requiere que las comunidades celebren por sí mismas, como derecho propio, el bautismo y la eucaristía, abriendo la puerta a nuevos creyentes. La eucaristía misma , celebrada por la comunidad en el nombre de Jesús, hace posible el surgimiento de una comunidad, con dones diferentes, pero todas al servicio del mismo cuerpo eclesial. Sacerdocio común, nuevos ministerios “Puede que , en general, los “jerarcas” actuales de la Iglesia sean personas sacrificadas y de gran altura moral.Pero la institución del poder sagrado no responde al evangelio. Los ssacerdotes muy legales de Jerusalén condenaron a Jesús, pretendidamente mesiánico. Pero muchos seguidores de aquel, han vuelto a establecer un tipo de sacerdote semejante al anterior” (Pgs. 150-151). Conviene, pues, distinguir una autoridad de funcionarios pendientes del funcionamiento y producción de la máquina-sistema, esclavos a sueldo, de otra que busca el encuentro directo, abierto a todos, especialmente a los carentes de dignidad y expulsados del sistema.Esta autoridad, testigo del Reino, regala vida y está al servicio de la comunidad. . La organización de la burocracia sacerdotal que ha configurado la historia de Europa, alzándose como clase elegida, inviolable, nobleza espiritual, de halo divino no es la que corresponde al Nuevo Testamento y, en consecuencia, no puede seguir recibiendo honores de casta superior. A partir de la ilutración (siglo XVIII) sobrevienen las ciencias y el capitalismo, que se añaden a un pasado cristiano, con un presente de globalización neoliberal. . En este proceso, la Iglesia católica, a partir de la ruptura del protestantismo, intensificó su unificación jerárquico-burocrática, destacando el sentido universal (católico) del Evangelio , pero quedaba convertida en sistema que no salvaguardaba la libertad de personas y comunidades. El cambio cultural y la dinámica del evangelio han puesto en crisis estos modelos de autoridad. El ministro católico del futuro, como creyente que forma parte del pueblo sacerdotal, realizará su tarea en servicio de la comunidad en la línea de Cristo. Esta visión se está gestando ya en diversos lugares y formas., sin que los más minteresados por la Iglesia oficial, no logren verlo. Este camino no olvda el pasado, pero no se encierrra en él. Frente a erte futuro, se pueden diseñar tres tipos de ministerios, insuficientes: -El del clérigo, que aparece al lado de la catedral o de la nobleza medieval o barroca, llamado a extinguir y que pronto será objeto de museo, ajeno al Evangelio. -El del clérigo, que sigue funcionado como si los lacios fueran clientes de una jerarquía de la que reciben servicios espirituales. Y -El del clérigo que, al ritmo actual del mercado, trata de cuidar y programar su oferta para aumentar sus ventas. La autoridad delsacerdio común: el mensaje y vida de Jesús Tal como hemos ido viendo, el ministerio cristiano no es un poder de sistema, separable de los fieles; no es un honor añadido a los ministros; ni es una habilidad para atraer más clientes, sino que es la vida misma de los fieles. No hay nada ni nadie por encima de los fieles, constituidos en verdad definitiva con su amor mutuo y su comunión con la Palabra y el Pan. En el principio, pues, está el “sacerdocio común”, que el mensaje y vida de Jesús ofrece a todos los que quieran escucharle, Por lo que “en la iglesia no hay lugar para consagrados especiales, ni sedes santas, ni santos lugares, o personas, ropas, canciones o colores ofrecidos a Dios por ser distintos. No hay para Jesús un mundo de Dios por arriba, sino que el mundo de abajo (pobres y expulsados) es presencia de Dios (Pgs. 160-161). Todo en la iglesia es mundano y laical y, a la vez, sagrado, expresión de su misterio. Y la misión cristiana consiste en cultivar la vida de Dios en este mundo. A la Iglesia , para ser lo que Jesús le ha confiado, le basta con la Palabra y el Amor mutuo, al estilo de Jesús. Le sobran los edificios, y planes burocráticos; le sobra el capital, el activismo y la propaganda de mercado, y le basta con la vida misma de los fieles. En un segundo momento, y desde ese sacerdocio común, se podrá hablar de ministerios especiales al servicio de la misión y comunión cristiana. Lo primero de todo el Sacerdocio de base Unida por la Palabra y el pan, La iglesia expresa su identidad en el camino concreto de la finitud y fragilidad de la vida humana, del nacimiento y muerte de los hombres. Celebrar la presencia de Dios en este espacio de fragilidad supone que, a diferencia de una visión jerárquica y sagrada de los ministros,los bautizados pueden proclamar y compartir el pan por sí mismos, cumpliendo con las palabras de Jesús: “Donde estén dos o tres reunidos en mi nombre… allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18, 20). La tradición posterior invirtió la experiencia de Jesús. Ahora, es momento de recuperar el sacerdocio de base. Aun cuando no sea oficial, “Siempre que un grupo de cristianos se reuna, de buena fe, en nombre de Jesús, escuche su palabra, e invoque su memoria en el Pan y en el Vino compartidos, podemos y debemos afirmar que existe eucaristía , encarnación sacramental de Dios, por Cristo, Iglesia” (Pg. 164). Lo primero en la iglesia s el sacerdocio de base. Y “La gran iglesia , sólo puede entenderse en forma de comunión de comunidades autónomas, que aprenden a celebrar por sí mismas, escogiendo para ello sus propios ministros” (Pg, 165). Los nuevos ministros “Los nuevos ministros bastará con que sean hombres o mujeres de comunidad que, por vocación personal, carisma del Espiritu y aceptación comunitaria, quieran y puedan servir a la iglesia, sin dejar por ello su vida secular… Y lo serán durante el tiempo en que la misma comunidad les confíe su tarea al servicio del Reino” (Pg. 168). Estos ministros deben saber discernir y decir la Palabra de Jesús, pues la Iglesia no tiene más capital que esa palabra de libertad que escuchan y expanden para compartir la vida en común. Desde ese compartir Palabra y Pan, la liturgia no es un rito separado de la vida, sino el gesto central de la misma, que nos lleva a superar la visión egoísta de las economía y del mercado. En sentido estricto, aunque pueden ser uno o varios los celebrantes, los celebrantes son todos los cristianos que comulgan entre sí al comulgar a Cristo. Los cristianos, a diferencia de otras teorías, ofrecen la misma vida hecha palabra que engendra y educa, cura y acoge. Dar la palabra significa que se deja espacio al otro, para que todos seamos juntos. La Iglesia, presente entre los excluidos, como red de comunidades La iglesia trabaja dentro del sistema económico actual, donde aparece la vida más amenazada, introduciéndose como Dios en la historia y expresar su amor gratuito en el amor que los hombres tienen y comparten. De esta manera , manifiesta la vida de Dios, que triunfa sobre la muerte en espera de la resurrección: “Jesús no fue un reformador de instituciones, ni quiso crear un orden nuevo de ritos. Desarrolló la creación , partiendo desde abajo, de los pobres y por eso fue asesinado por los representantes del sistema político-religioso…El tiempo de ciertas instituciones de tipo sagrado y de poder social , creadas posteriormente, se están acabando y desde la raíz del Evangelio , han de surgir nuevas comunidades que empalmen con la primera comunidad del siglo I después de Cristo” (Pg. 174). “El cambio ha comenzado y aunque no es de esperar que lo promueva la cúpula clerical, este cambio debe ser cristiano, evangélico, en el sentido más intenso de este término” (Pg. 176). Se trata de abrir el Evangelio a todos los humanos, con superación de la institución actual, pero sin abandonar a cada uno a la improvisación y al grupo a la anarquía, sino vivir el encuentro de la Palabra y Pan con espacio y camino para todos. Por tanto , ni jerarquía sin comunidad, ni comunidad sin jerarcas; ni cristianos sin institución ni cristianos con instituciones fuertes sin libertad; ni angelismo, ni improvisación , ni imposición jerárquica con sumisión de los fieles, ni pura anarquía. Como en el principio, podemos compaginar la variedad de tendencias y grupos, que brotan del mensaje de Jesús y de su Pascua, en autonomía y comunión: “Las Iglesias se unieron como red de comunidades que se saben vinculadas por un mismo Jesús” (Pg. 10). Sólo quedan fuera, los que pretenden ser única Iglesia La gran Iglesia sólo rechazó a ciertos grupos judeo-cristianos que intentaron cerrar el mensaje y vida de Jesús en unas estructuras legales de tipo nacional (sólo para ellos), negándose a recibir en su comunión de Cristo a los paganos. Sólo quedaron fuera de la Iglesía los que quieren ser única Iglesia: se expulsan a sí mismos, los que expulsan a otros porque piensan y comen de distinto modo. En la gran iglesia cristalizó la mutación evangélica, expresada en el pacto eucarístico de las diferentes iglesias, cada una con sus ministros y proyectos de Evangelio , pues la misma Pascua les llevaba a la unidad “carnal” de los creyentes , un camino que sigue abierto a todos (Cfr. Pg, 183). La Eucaristía es un momento central de la vida, que vincula a los creyentes en torno a una mesa, en diálogo de afecto y palabra, por encima de diferencias ideológicas y sociales. Es comida y compromiso de entrega personal por los demás como Jesús, en gesto que se abre a todos los humanos. La Eucaristía, Cena abierta a todos Sin dejar de profesar la Divinidad del Cristo y su presencia misteriosa en los creyentes, la Eucaristía invita a quienes quieran dialogar, por ser una Cena abierta a todos los que quieran participar en ella, situándose así en cualquier lugar del mundo, al servicio de la humanidad entera; es una comida que se comparte y disfruta entre todos. “El principio universal de la “nueva evangelización” es que tengamos pan y vino, cereal y zumo para todos y que existan, de un modo especial, ámbitos de encuentro hechos de palabra fraterna y comunicación universal directa” (Pg. 189). La comida compartida, propia de todos los hombres, queda como signo de comunión, hoy que andan tan divididos,para que puedan sentarse a la mesa de la realidad compartiendo un amor y una esperanza. Ser y sentirse católicos supone hacerse universales, acogierndo los valores de otros, respetando sun identidad social y religiosa, sin querer convertirlos, ofreciéndoles aquello que la Iglesia más valora, la eucaristía. La tradición cristiana sabe que el único Dios real es el Amor, revelado como don de sí. Por encima de la Ley, que enaltecece y desiguala, está el amor generoso, pues da gratuitamente lo que tiene. La idolatría del Capital nace de la envidia que nos enfrenta a unos con otros, máxima miseria que nos impide saber lo que es amor en gratuidad, centro del ministro cristiano del amor. Sobre el principio del Amor, se asientan todos los ministerios Dios, que ha creado todo por amor, sin pedir nada a cambio, se ha hecho carne en nosotros, para continuar dándose gratuitamente. El Capital del amor no busca seguridades, ni ganancias, se entrega sin más seguridad que la respuesta de los amados. Sobre ese fondo del amor, se asientan todos los ministerios. El Pan compartido es el símbolo del regalo que de sí mismo hace cada uno a los demás, para que vivan, si competencia ni violencia agresiva. Cada vez más, surgen personas y grupos pequeños que se se sienten llamados a vivir el Amor-Pobreza de Dios, en un despliegue gratuito de la vida, colaborando a que la iglesia , como institución, deje de operar como un sistema que le procure riqueza y seguridad: “Tras siglos de historia, con brillantes concilios y leyes, organizaciones y doctrinas muy precisas, la Iglesia tiene que desandar ese camino, para situarse de nuevo ante el Dios de Jesús, en gesto de pobreza radical” (Pg, 199). Las comunidades de la Iglesia deben renuncniar a los métodos y formas del capital en todo lo que implica edificios, poderes legales, y ventajas económicas , sociales e ideológicas, rompiendo el sistema y regalando sus bienes a los pobres. Así caminará con los pobres, en generosidad de amor y podrá habalr en nombre de ellos y hacerse fermento y código de humanidad. Abierta así, la Iglesia no tendría necesidad de buscar unos ministros separados de la vida.Desde ese fondo surgirán “vocaciones ministeriales” de servido evangélico. La Iglesia sólo es verdadera y rica en la medida en que se disuelve como institución en línea de sistema, en favor de los pobres. Como comunión que es de personas, la Iglesia se alza frente al sisema capitalista con el Amor compartido, utopía de humanidad, anunciando como los primeros ministros el Evangelio, c reando comunidades liberadas frente a los riesgos del capital. De esta manera, la iglesia no necesistará buscar dinero para “pagar” a sus ministros (seminarios, sostenimiento,…) sino que, como comunidad de Jesús, actuando confiadamente tendrá personas dispuestas, voluntarias y delegadas de las comunidades al servicio del Evangelio. El cristianismo sin huir de este mundo refugiándose en la interioridad, está dentro de la historia al servicio de la comunión personal de los hombres, gratuitamente, pues nada produce para vender. Su propósito es ser eficiente en clave de gratuidad. Recrear y pensar la misión de la Iglesia Obviamente, la misión de la Iglesia no es comercial a modo de conquista o negocio, ni puede presentarse como a veces ha ocurrido, como empresa espiritual que produce bienes morales y los vende en el gran mercado del mundo: “El tiempo de la “empresa clerical” acabó y nuestra tarea es recrear y pensar la misión de la Iglesia , en línea evangélica, desde la libertad y comunión de Cristo… En esta línea, la crisis desde de los seminarios constituye una bendición pues nos sitúa ante la exigencia de potenciar el ministerio de un modo cristiano, no artificial, desde la vida misma de las comunidades” (Pgs. 206-207). El mundo entero se ha convertido en una empresa productora ramificada en mil empresas menores, pero gobernadas por el mismo capital-mercado. La Iglesia en cambio es una Comunidad de comunidades caracterizada por su capacidad de ponerse al servicio de la comunión. Vive en ella la gratuidad creadora de Jesús , que ofrece una experienciza compartida de gratuidad personal. Las empresas productoras son necesarias, pero fácilmente por su dinámica acaban mercantilizándode y pierden su identidad. La iglesia, que trabaja en términos de recibir, compartir y entregar la vida libremente, se presenta como portadora de los siguientes ministerios: . Suscitadora de amor, en plena gratuidad, para bien de todos. . Promotora del “nacimiento ” humano en profundidad en sí mismo (bautismo) y en los demás (eucaristía). . Creadora de humanidad entre quienes están fuera del orden establecido (cojos, mancos, ciegos, pobres, expulsados, sobrantes…) haciéndoles capaces de ver y andar, de acogerse y darse unos a otros. Estos ministerios pueden realizarse sin medios económicos, pues quienes los realizan cuentan con la vida misma, y contribuye a expandirla ente quienes carecen de ella. “La misión de Evangelio de la Iglesia quiere abrir un camino de humanidad para todos sobre el mundo, en actitud de pura gracia, pues sólo la gracia es capaz de transformarlo todo” (Pg. 212). “Frente a la globalización del sistema, que se impone por fuerza en el mundo, se abre así el amor de comunión gratuita para todos los humanos. Este amor no destruye los mecanismos del sistema en cuanto tales (mediaciones económicas, organismos políticos, reglas del mercado), pero quiere y puede convertirlos , poniéndolos al servicio de la gratuidad y comunión humana. En este contexto, apoyándonos en la gracia de Jesús, he presentado el sacerdocio y los ministerios de la Iglesia como experiencia y camino de encarnación y comunión pascual, sobre las normas del mercado, en esperanza de resurrección” (Pgs. 222-223). Buscando una reflexión no clerical ni cristiana, sino puramente humana, partiremos de un conocido mito pagano.
1.- Al poeta-músico Orfeo se le permitió sacar del inframundo a su amada Eurídice, muerta en pleno idilio, a condición de que durante todo el camino de salida, ella iría detrás, y él no podía volverse a mirarla, so pena de perderla. Así iban subiendo cuando llegó un momento en que Orfeo, exultante por haber recobrado a su amor, no supo resistir el deseo de verla: volvió la vista atrás y, en aquel momento, Eurídice desapareció, tragada por los infiernos mientras gritaba: “me has perdido a mí, desgraciada, y a ti”. Orfeo lloró toda su vida aquel desliz. Y Virgilio, en sus Geórgicas, pintó un Orfeo que repite desesperado el nombre de Eurídice, cuyo eco resuena en toda la naturaleza. Es un mito griego, sin pretensiones religiosas ni morales: busca describir una experiencia humana. Orfeo mata a su amor por no saber resistir el afán de poseerla. Al anteponer su deseo a la vida de ella, la pierde y la condena. Por ahí va nuestro drama humano: el deseo es, a la vez, irresistible y autodestructor. El filósofo G. Marcel decía que este mito había sido fundamental para su vida y su pensamiento: le enseñó a discernir entre el amor posesivo y el amor oblativo. Le hizo comprender que amar no es desear sino aprender a querer. El amor sólo llegará a ser humanamente posesivo si antes ha sido oblativo: si pone el bien de la amada por delante del propio deseo. 2.- Contrapeso de lo anterior puede ser… ¡la Biblia!: el Cantar de los cantares exalta a una amada “hermosa como la luna, elegida como el sol y avasalladora como un ejército bien aguerrido”. Un texto desinhibidamente erótico, plagado de alusiones físicas tan explícitas como no sé si aparecen en toda la literatura grecolatina (salvo en plan de burla soez, como en Aristófanes o Marcial): los pechos saltarines o el trigal de tu vientre (que me evoca a la Preciosa de Lorca: “abre en mis dedos antiguos la rosa azul de tu vientre”)… Pero nueva sorpresa: pese a la sublime intensidad de la pasión que pinta, el Cantar ocupa una parte mínima del texto bíblico: como marcando que el amor sexual no es el campo de la vida sino la fuerza para vivirla. Al revés del pansexualismo de nuestra cultura donde lo sexual ocupa casi todo el espacio, perdiendo intensidad al ganar en extensión y ayudado en eso por la publicidad. 3.- Sumando las lecciones de Orfeo y el Cantar podemos concluir que la sexualidad tiene algo de diabólico y algo de divino: “cruel como el abismo y llamarada divina”, dice el Cantar (8,6). Esto puede explicar ese lenguaje malsonante que toma al sexo como material de burla, enfado o desprecio; y que gentes pudibundas condenan, contribuyendo así a la absolutización del sexo. Hace años, en un encuentro con muchachos de la JOC conocí en conversaciones particulares, su lucha por respetar a las mujeres (“aunque algunas están pa comérselas”), argumentándose que ellos también querían que el patrón les respetara: porque, como “ejército de reserva” eran buen bocado para muchos empresarios. Luego de Misa, salimos a tomar algo en un bar, allá por la glorieta de Bilbao. Mis jocistas comenzaron a cantar canciones y contar a gritos chistes verdes, mientras yo pensaba cómo aquella supuesta mala educación les servía de escudo protector contra la absolutización de lo sexual. Y mientras entraba gente bien que los miraba desdeñosamente, y me hacían pensar: si supieran que somos un grupo de chicos católicos y un cura, salimos mañana en primera página de El País… También Max Scheler preguntaba cómo es que, en el cuerpo humano, los órganos de lo más sublime coinciden con los de lo más ridículo; y respondía: para que, si no nos guía el pudor, al menos nos frene la vergüenza. 4.- La gran paradoja de la sexualidad humana es su incapacidad para realizar plenamente el amor. El amor tiene una trayectoria preciosa que va de la admiración y la atracción, a la gratuidad (que convierte la atracción en llamada), la entrega y la unión. Pero la unión sexual, por su naturaleza, es mucho más reproductiva que unitiva: prueba de ello es la brevedad del éxtasis, y que tiene su culmen precisamente en la “siembra”. El ser humano buscará siempre en la unión sexual más de lo que puede dar, con peligro de degradarla. Y conste que la atracción personal y corporal es en sí misma preciosa: pero acaba mostrando que, o no estamos bien hechos, o estamos hechos para una plenitud que no pertenece a esta dimensión sino a Otra. 5.- Resumiendo: el sexo puede ser maravilloso, como utilísimo puede ser el dinero. Pero la experiencia enseña que, precisamente por eso, su activación verdaderamente humana exige esfuerzos que nos parecen muy severos. La supuesta “inocencia sexual” que predica nuestra cultura es gemela de esa liberación total de impuestos que reclaman tantos millonarios norteamericanos. Porque, además, la sexualidad tiene siempre una dimensión social, por muy personal e intima que sea (o mejor, hablando como Mounier: precisamente por eso). Esto lo olvidan muchas izquierdas que, hablando de socialismo, practican una especie de “capitalismo sexual”. Mientras otras derechas, que tanto hablan de moralidad, practican una auténtica “lujuria económica”. Comparto con los lectores el texto preparado por el Papa Francisco para Navidad. Por una u otra causa, me he retrasado en compartirlo. Pero en cuanto se pongan a leerlo, comprenderán que el mensaje es una lección para ser leída todos los días al levantarnos o al acostarnos. Es el gran regalo del Papa para cristianos o no, solo falta que el lector o lectora tenga abierto el corazón a las cosas buenas de la existencia en la que Dios se manifiesta. Ahora lo comparto como un gran regalo de este profeta para que podemos enriquecernos todo el año tenemos por delante :
“Puedes tener defectos, estar ansioso y vivir irritado algunas veces, pero no te olvides que tu vida es la mayor empresa del mundo. Sólo tú puedes evitar que ella vaya en decadencia. Hay muchos que te aprecian, admiran y te quieren. Me gustaría que recordaras que ser feliz, no es tener un cielo sin tempestades, camino sin accidentes, trabajos sin cansancio, relaciones sin decepciones. Ser feliz es encontrar fuerza en el perdón, esperanza en las batallas, seguridad en el palco del miedo, amor en los desencuentros. Ser feliz no es sólo valorizar la sonrisa, sino también reflexionar sobre la tristeza. No es apenas conmemorar el éxito, sino aprender lecciones en los fracasos. No es apenas tener alegría con los aplausos, sino tener alegría en el anonimato. Ser feliz es reconocer que vale la pena vivir la vida, a pesar de todos los desafíos, incomprensiones, y períodos de crisis. Ser feliz no es una fatalidad del destino, sino una conquista para quien sabe viajar para adentro de su propio ser. Ser feliz es dejar de ser víctima de los problemas y volverse actor de la propia historia. Es atravesar desiertos fuera de si, mas ser capaz de encontrar un oasis en lo recóndito de nuestra alma. Es agradecer a Dios cada mañana por el milagro de la vida. Ser feliz es no tener miedo de los propios sentimientos. Es saber hablar de si mismo. Es tener coraje para oír un “no”. Es tener seguridad para recibir una crítica, aunque sea injusta. Es besar a los hijos, mimar a los padres, tener momentos poéticos con los amigos, aunque ellos nos hieran. Ser feliz es dejar vivir a la criatura libre, alegre y simple, que vive dentro de cada uno de nosotros. Es tener madurez para decir ‘me equivoqué’. Es tener la osadía para decir ‘perdóname’. Es tener sensibilidad para expresar ‘te necesito’. Es tener capacidad de decir ‘te amo’. Que tu vida se vuelva un jardín de oportunidades para ser feliz… Que en tus primaveras seas amante de la alegría. Que en tus inviernos seas amigo de la sabiduría. Y que cuando te equivoques en el camino, comiences todo de nuevo. Pues así serás más apasionado por la vida. Y descubrirás que ser feliz no es tener una vida perfecta. Sino usar las lágrimas para regar la tolerancia. Usar las pérdidas para refinar la paciencia. Usar las fallas para esculpir la serenidad. Usar el dolor para lapidar el placer. Usar los obstáculos para abrir las ventanas de la inteligencia. Jamás desistas…. Jamás desistas de las personas que amas. ¡Jamás desistas de ser feliz, pues la vida es un espectáculo imperdible!” Tras los dos primeros encuentros –Roma, 2014 y Santa Cruz (Bolivia), 2015-, el III Encuentro Mundial de los Movimientos Populares tuvo lugar en Roma del 3 al 5 de noviembre pasado. Participaron en el evento unos 200 activistas entre los más pobres de la Tierra (cartoneros, recicladores de basura, vendedores ambulantes, campesinos sin tierra, indígenas, desempleados, chaboleros, vecinos de asentamientos populares, etc.) pertenecientes a 92 movimientos populares procedentes de 65 países de los cinco continentes.
Los temas que se abordaron fueron, como en los dos precedentes Encuentros : las denominadas tres ‘T’ : “Trabajo, Techo, Tierra”, a los que se añadieron esta vez : las cuestiones de « la democracia y el pueblo » ; el « cuidado del ambiente y la naturaleza » ; y « los emigrantes y refugiados ». Los participantes se reunieron, durante los dos primeros días, en el Colegio Internacional Pontificio Maria Mater Ecclesiae ubicado en Via Aurelia Antica, en Roma, (sede y seminario mayor de los « Legionarios de Cristo »...). Entre los participantes figuraban : Juan Grabois, referente de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) y del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), de Argentina ; Joao Pedro Stédile, del Movimiento de los campesinos sin tierra de Brasil y de la organización internacional Vía Campesina; Vandana Shiva, filósofa y ecologista india, Premio Nobel Alternativo en 1993 ; y José ‘Pepe’ Mujica, ex-presidente de Uruguay. El día 5 de noviembre, ya en el seno del Vaticano y después de una misa en la Basílica de San Pedro a la que se accedió por la Puerta Santa de la Misericordia, todos los participantes, más unos tres mil activistas de los movimientos sociales italianos, fueron recibidos en audiencia, en la immensa Aula Pablo VI, por el Papa. En su discurso de síntesis, Francisco empezó por recordar « los diez puntos de Santa Cruz de la Sierra, donde la palabra cambio estaba preñada de gran contenido, estaba enlazada a cosas fundamentales: trabajo digno para los excluidos del mercado laboral; tierra para los campesinos y pueblos originarios; vivienda para las familias sin techo; integración urbana para los barrios populares; erradicación de la discriminación, de la violencia contra la mujer y de las nuevas formas de esclavitud; el fin de todas las guerras, del crimen organizado y de la represión; libertad de expresión y comunicación democrática; ciencia y tecnología al servicio de los pueblos. » Y definió « un proyecto de vida que rechace el consumismo y recupere la solidaridad, el amor entre nosotros y el respeto a la naturaleza como valores esenciales. Es la felicidad de «vivir bien» lo que la gente reclama, la ‘vida buena’, y no ese ideal egoísta que engañosamente invierte las palabras y nos propone la ‘buena vida’. » ¿Qué les dijo, en el fondo, el Papa a los pobres? Esencialmente cuatro cosas: 1) ¡Rebélaos contra la tiranía del dinero! « Hay un terrorismo de base que emana del control global del dinero sobre la tierra y atenta contra la humanidad entera. De ese terrorismo básico se alimentan los terrorismos derivados como el narcoterrorismo, el terrorismo de Estado y lo que erróneamente algunos llaman ‘terrorismo étnico’ o ‘religioso’, pero ningún pueblo, ninguna religión es terrorista. Es cierto, hay pequeños grupos fundamentalistas en todos lados. Pero el terrorismo empieza cuando ‘has desechado la maravilla de la creación, el hombre y la mujer, y has puesto allí el dinero’. Toda la doctrina social de la Iglesia se rebela contra el ídolo-dinero que reina en lugar de servir, tiraniza y aterroriza a la humanidad. Ninguna tiranía se sostiene sin explotar nuestros miedos. Esto es clave. De ahí que toda tiranía sea terrorista. Y cuando ese terror, que se sembró en las periferias, con masacres, saqueos, opresión e injusticia, explota en los centros con distintas formas de violencia, incluso con atentados odiosos y cobardes, los ciudadanos que aún conservan algunos derechos son tentados con la falsa seguridad de los muros físicos o sociales. Muros que encierran a unos y destierran a otros. Ciudadanos amurallados, aterrorizados, de un lado; excluidos, desterrados, más aterrorizados todavía, del otro. Tenemos que ayudar para que el mundo se sane de su atrofia moral. Este sistema atrofiado puede ofrecer ciertos implantes cosméticos que no son verdadero desarrollo: crecimiento económico, avances técnicos, mayor «eficiencia» para producir cosas que se compran, se usan y se tiran englobándonos a todos en una vertiginosa dinámica del descarte… pero este mundo no permite el desarrollo del ser humano en su integralidad, el desarrollo que no se reduce al consumo, que no se reduce al bienestar de pocos, que incluye a todos los pueblos y personas en la plenitud de su dignidad, disfrutando fraternalmente de la maravilla de la Creación. Ese es el desarrollo que necesitamos: humano, integral, respetuoso de la Creación, de esta casa común. » 2) ¡Sed solidarios! «¿Qué le pasa al mundo de hoy que, cuando se produce la bancarrota de un banco, de inmediato aparecen sumas escandalosas para salvarlo, pero cuando se produce esta bancarrota de la humanidad no hay casi ni una milésima parte para salvar a esos hermanos que sufren tanto? Y así, el Mediterráneo se ha convertido en un cementerio, y no sólo el Mediterráneo… tantos cementerios junto a los muros, muros manchados de sangre inocente. El miedo endurece el corazón y se transforma en crueldad ciega que se niega a ver la sangre, el dolor, el rostro del otro. ¿Qué hacer frente a esta tragedia de los migrantes, refugiados y desplazados? Les pido que ejerciten esa solidaridad tan especial que existe entre los que han sufrido. Ustedes saben recuperar fábricas de la bancarrota, reciclar lo que otros tiran, crear puestos de trabajo, labrar la tierra, construir viviendas, integrar barrios segregados y reclamar sin descanso como esa viuda del Evangelio que pide justicia insistentemente[i]. Tal vez con vuestro ejemplo y su insistencia, algunos Estados y Organismos internacionales abran los ojos y adopten las medidas adecuadas para acoger e integrar plenamente a todos los que, por una u otra circunstancia, buscan refugio lejos de su hogar. Y también para enfrentar las causas profundas por las que miles de hombres, mujeres y niños son expulsados cada día de su tierra natal. » 3) ¡Revitalizad la democracia! «La relación entre pueblo y democracia. Una relación que debería ser natural y fluida pero que corre el peligro de desdibujarse hasta ser irreconocible. La brecha entre los pueblos y nuestras formas actuales de democracia se agranda cada vez más como consecuencia del enorme poder de los grupos económicos y mediáticos que parecieran dominarlas. Los movimientos populares no son partidos políticos y, en gran medida, en eso radica su riqueza, porque expresan una forma distinta, dinámica y vital de participación social en la vida pública. Pero no tengan miedo de meterse en las grandes discusiones, en Política con mayúscula y cito a Pablo VI: «La política ofrece un camino serio y difícil―aunque no el único―para cumplir el deber grave que cristianos y cristianas tienen de servir a los demás[ii]» . O esa frase que repito tantas veces: “La política es una de las formas más altas de la caridad, del amor”. Ustedes, las organizaciones de los excluidos y tantas organizaciones de otros sectores de la sociedad, están llamados a revitalizar, a refundar las democracias que pasan por una verdadera crisis. No caigan en la tentación del corsé que los reduce a actores secundarios, o peor, a meros administradores de la miseria existente. En estos tiempos de parálisis, desorientación y propuestas destructivas, la participación protagónica de los pueblos que buscan el bien común puede vencer, con la ayuda de Dios, a los falsos profetas que explotan el miedo y la desesperanza, que venden fórmulas mágicas de odio y crueldad o de un bienestar egoísta y una seguridad ilusoria. Sabemos que mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales» 4) ¡Sed austeros! ¡Huyan de la corrupción! « Así como la política no es un asunto de los ‘políticos’, la corrupción no es un vicio exclusivo de la política. Hay corrupción en la política, hay corrupción en las empresas, hay corrupción en los medios de comunicación, hay corrupción en las iglesias y también hay corrupción en las organizaciones sociales y los movimientos populares. Es justo decir que hay una corrupción naturalizada en algunos ámbitos de la vida económica, en particular la actividad financiera, y que tiene menos prensa que la corrupción directamente ligada al ámbito político y social. Es justo decir que muchas veces se manipulan los casos de corrupción con malas intenciones. Pero también es justo aclarar que quienes han optado por una vida de servicio tienen una obligación adicional que se suma a la honestidad con la que cualquier persona debe actuar en la vida. La vara es más alta: hay que vivir la vocación de servir con un fuerte sentido de la austeridad y la humildad. Esto vale para los políticos pero también vale para los dirigentes sociales y para nosotros, los pastores. A cualquier persona que tenga demasiado apego por las cosas materiales o por el espejo, a quien le gusta el dinero, los banquetes exuberantes, las mansiones suntuosas, los trajes refinados, los autos de lujo, le aconsejaría que se fije qué está pasando en su corazón y rece para que Dios lo libere de esas ataduras. El que tenga afición por todas esas cosas, por favor, que no se meta en política, que no se meta en una organización social o en un movimiento popular, porque va a hacer mucho daño a sí mismo, al prójimo y va a manchar la noble causa que enarbola. Tampoco que se meta en el seminario. Frente a la tentación de la corrupción, no hay mejor antídoto que la austeridad; esa austeridad moral y personal. La corrupción, la soberbia, el exhibicionismo de los dirigentes aumenta el descreimiento colectivo, la sensación de desamparo y retroalimenta el mecanismo del miedo que sostiene este sistema inicuo. » En conclusión, el Papa Francisco citó al fallecido dirigente afroamericano, Martin Luther King, el cual optó por el amor fraterno aún en medio de las peores persecuciones y humillaciones: «Cuando te elevas al nivel del amor, de su gran belleza y poder, lo único que buscas derrotar es los sistemas malignos. A las personas atrapadas en ese sistema, las amas, pero tratas de derrotar ese sistema (…) Odio por odio sólo intensifica la existencia del odio y del mal en el universo. Si yo te golpeo y tú me golpeas, y te devuelvo el golpe y tú me lo devuelves, y así sucesivamente, es evidente que se llega hasta el infinito. Simplemente nunca termina. En algún lugar, alguien debe tener un poco de sentido, y esa es la persona fuerte. La persona fuerte es la persona que puede romper la cadena del odio, la cadena del mal[iii].» Notas [i] Cf. Lc 18,1-8 [ii] Lett. Ap. Octogesima adveniens, 14 de mayo 1971, 46. [iii] Sermón en la iglesia Bautista de la Avenida Dexter, Montgomery, Alabama, 17 de noviembre de 1957. Fuente: Le Monde diplomatique en espanol http://www.monde-diplomatique.es/?url=editorial/0000856412872168186811102294251000/editorial/?articulo=2f707790-007c-465a-8a8b-ff4b394b6719 En el primer día de 2017, el Papa Francisco criticó con dureza la «orfandad espiritual» a la cual está sometida la sociedad actual y que va «apagando» el sentido de pertenencia «a una familia, a un pueblo, a una tierra, a nuestro Dios». Es «un cáncer que silenciosamente corroe y degrada el alma», advirtió a los fieles católicos.
Francisco celebró una misa en la basílica de san Pedro a primera hora de la mañana con motivo de la fiesta de María Madre de Dios, una de las más importantes del calendario católico. En la homilía, advirtió contra el espacio que gana esa orfandad «en el corazón narcisista que sólo sabe mirarse a sí mismo y a los propios intereses y que crece cuando nos olvidamos que la vida ha sido un regalo —que se la debemos a otros— y que estamos invitados a compartirla en esta casa común». En opinión del Papa, quien es afectado de esta «enfermedad» se va «degradando» porque «entonces nadie nos pertenece y no pertenecemos a nadie: degrado la tierra, porque no me pertenece, degrado a los otros, porque no me pertenecen, degrado a Dios porque no le pertenezco, y finalmente termina degradándonos a nosotros mismos porque nos olvidamos de quiénes somos, qué “apellido” divino tenemos». Pero entre otras consecuencias, se encuentra también la «pérdida de los lazos que nos unen, típica de nuestra cultura fragmentada y dividida» que «hace que crezca ese sentimiento de orfandad y, por tanto, de gran vacío y soledad». Francisco también alertó de que «la orfandad espiritual nos hace perder la memoria de lo que significa ser hijos, ser nietos, ser padres, ser abuelos, ser amigos, ser creyentes. Nos hace perder la memoria del valor del juego, del canto, de la risa, del descanso, de la gratuidad». Sobre la propia festividad, el Pontífice afirmó que invita a todos a «encontrar “el clima”, “el calor” que nos permita aprender a crecer humanamente y no como meros objetos invitados a “consumir y ser consumidos”». «Nos recuerda que no somos mercancía intercambiable o terminales receptoras de información. Somos hijos, somos familia, somos Pueblo de Dios», añadió. Por otro lado, el Papa ensalzó el papel de las madres y señaló que «son el antídoto más fuerte ante nuestras tendencias individualistas y egoístas, ante nuestros encierros y apatías» puesto que «una sociedad sin madres no sería solamente una sociedad fría sino una sociedad que ha perdido el corazón, que ha perdido el “sabor a hogar”». En definitiva, «una sociedad sin madres sería una sociedad sin piedad que ha dejado lugar sólo al cálculo y a la especulación», porque las madres, «incluso en los peores momentos, saben dar testimonio de la ternura, de la entrega incondicional, de la fuerza de la esperanza». Sobre la Virgen María explicó que «lejos de querer entender o adueñarse de la situación, es la mujer que sabe conservar, es decir proteger, custodiar en su corazón el paso de Dios en la vida de su Pueblo». Francisco también señaló que «en los evangelios María aparece como mujer de pocas palabras, sin grandes discursos ni protagonismos pero con una mirada atenta que sabe custodiar la vida y la misión de su Hijo y, por tanto, de todo lo amado por Él». «Ha sabido custodiar los albores de la primera comunidad cristiana, y así aprendió a ser madre de una multitud», indicó. El Papa destacó la gran devoción en todo el mundo a la Madre de Dios y recordó que «ella se ha acercado en las situaciones más diversas para sembrar esperanza. Acompañó las cruces cargadas en el silencio del corazón de sus hijos. Tantas devociones, tantos santuarios y capillas en los lugares más recónditos, tantas imágenes esparcidas por las casas, nos recuerdan esta gran verdad», dijo en la homilía. Por último, aseguró también que con ella María «nos muestra que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, nos enseña que no es necesario maltratar a otros para sentirse importantes». El día anterior por la noche, y antes de visitar el gran pesebre situado en mitad de la plaza de San Pedro, el Papa presidió una celebración de vísperas en la que precisamente habló del sentido de la Navidad. «Dios viene Él mismo a romper la cadena del privilegio que siempre genera exclusión, para inaugurar la caricia de la compasión que genera la inclusión, que hace brillar en cada persona la dignidad para la que fue creado», afirmó. De esta manera reprobó lo que denominó la «lógica del privilegio» que «nos aparta-apartando, que nos excluye-excluyendo, que nos encierra-encerrando los sueños y la vida de tantos hermanos nuestros». «El pesebre nos desafía a no dar nada ni a nadie por perdido», dijo también. En este sentido criticó también que se haya creado «una cultura que, por un lado, idolatra la juventud queriéndola hacer eterna pero, paradójicamente, hemos condenado a nuestros jóvenes a no tener un espacio de real inserción, ya que lentamente los hemos ido marginando de la vida pública obligándolos a emigrar o a mendigar por empleos que no existen o no les permiten proyectarse en un mañana». «Hemos privilegiado la especulación en lugar de trabajos dignos y genuinos que les permitan ser protagonistas activos en la vida de nuestra sociedad. Esperamos y les exigimos que sean fermento de futuro, pero los discriminamos y “condenamos” a golpear puertas que en su gran mayoría están cerradas», subrayó Francisco. Tratemos de hacer el bien cada día «Mancha de sangre que envuelve al mundo en una sombra de miedo y desconcierto». Con estas palabras se refirió el Papa al ataque terrorista perpetrado el 1 de enero en Estambul que ha acabado de momento con la vida de 39 personas y herido a 69. En el día que la Iglesia también celebra la Jornada por la Paz y después de rezar ayer el ángelus desde la ventana del estudio pontificio, se refirió al atentado y expresó su cercanía al pueblo turco. «Rezo por las numerosas víctimas, por los heridos y por toda la nación en luto, y pido al Señor que sostenga a todos los hombres de buena voluntad que se ponen valientemente en marcha para hacer frente a la plaga del terrorismo». El Papa se mostró entonces convencido de que «el año será bueno en la medida en que cada uno de nosotros, con la ayuda de Dios, trate de hacer el bien cada día. La paz se construye diciendo “no”, con hechos, al odio y a la violencia, y diciendo “sí” a la fraternidad y a la reconciliación». Mea culpa claro y contundente del Papa y del Vaticano por haber fallado a los jóvenes. Con desoladoras consecuencias eclesiales: La juventud "está aprendiendo a vivir sin Dios y sin la Iglesia". Más aún, a la institución, los jóvenes la ven como anticuada, cerrada y poco cercana. Francisco quiere recuperar a los jóvenes, futuro de la Iglesia, y lanza para ellos la preparación (con encuesta incluida) del próximo Sínodo de los obispos.
La Iglesia católica reconoce que los jóvenes la perciben como una institución poco "atenta" a los problemas sociales y poco "cercana a la gente", y cree que se les debería dar más "espacio" en todos los ámbitos. Así lo expresa en el documento preparativo del próximo Sínodo de los Obispos, que se celebrará en octubre de 2018 y cuyo tema será la juventud. "Los jóvenes a menudo nutren desconfianza, indiferencia o indignación hacia las instituciones. Esto se refiere no sólo a la política, sino que afecta cada vez más a las instituciones formativas y a la Iglesia, en su aspecto institucional. La querrían más cercana a la gente, más atenta a los problemas sociales, pero no dan por sentado que esto ocurra de inmediato", dice el texto. Hace, no obstante, un alegato en favor de la "innovación social" y destaca como significativo que los jóvenes, que viven "encasillados en el estereotipo de la pasividad y de la inexperiencia", sean los que precisamente estén proponiendo y practican "alternativas que muestran cómo el mundo o la Iglesia podrían ser". Por eso mismo, pide "espacio" para ellos, un espacio que les tienen que dar "en la sociedad o en la comunidad cristiana". Se les tiene que dejar "experimentar un nuevo modelo de desarrollo", dice la Iglesia, aunque sea algo complicado en países "en los que la edad de quienes ocupan puestos de responsabilidad es elevada". Asegura el documento que los jóvenes no están en contra de la religión, pero que "están aprendiendo a vivir "sin" el Dios presentado por el Evangelio y "sin" la Iglesia". La Iglesia lanza también una encuesta on line dirigida a jóvenes entre 16 y 29 años, creyentes o no, en la que les pregunta sobre sus expectativas y su vida y que servirá para preparar el Documento de trabajo definitivo para el Sínodo. Con epígrafes como 'Los jóvenes y la sociedad', la pastoral juvenil, los acompañantes, asi como preguntas específicas por áreas geográficas. (Al final del documento, pueden ver el cuestionario completo). El secretario General del Sínodo de los Obispos, Lorenzo Baldisseri, ha explicado en ruedad de prensa que se pondrá especial atención en el uso de las "tecnologías" por parte de los jóvenes, sus ventajas y peligros, pero también en la necesidad de que la Iglesia "y los viejos obispos y cardenales" se acerquen a los nuevos medios de comunicar. El Papa les invita a armar lío Por su parte, el papa Francisco invitó hoy a los jóvenes a que se hagan oír para cambiar el mundo, en una carta escrita con motivo de la publicación hoy del documento preparatorio del Sínodo que se celebrará en octubre de 2018 y que tratará de la juventud. En la misiva, el papa explica que ha querido que el tema del próxima Asamblea de los Obispos sea "Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional" porque, explicó, "quiero que ocupen el centro de la atención porque los llevo en el corazón". Francisco destacó cómo los jóvenes se enfrentan en el mundo de hoy "a la prevaricación, la injusticia y la guerra" y que "muchos jóvenes entre ustedes están sometidos al chantaje de la violencia y se ven obligados a huir de la tierra natal". Recordó que durante la apertura de la última Jornada Mundial de la Juventud del pasado julio en Cracovia preguntó a los jóvenes si "Las cosas, ¿se pueden cambiar?" y que ellos respondieron con un fuerte "sí". "Esa es una respuesta que nace de un corazón joven que no soporta la injusticia y no puede doblegarse a la cultura del descarte, ni ceder ante la globalización de la indiferencia". Jorge Bergoglio explicó que "un mundo mejor se construye también gracias a los jóvenes, que siempre desean cambiar y ser generosos". "No tengan miedo de escuchar al Espíritu que les sugiere opciones audaces, no pierdan tiempo cuando la conciencia les pida arriesgar para seguir al Maestro", les invitó. Al respecto, señaló que también "la Iglesia desea ponerse a la escucha de la voz, de la sensibilidad, de la fe de los jóvenes, así como también de las dudas y las críticas". "Hagan sentir a todos el grito de ustedes, déjenlo resonar en las comunidades y háganlo llegar a los pastores", reiteró. Les instó además a dejarse acompañar "de guías expertos, sabrán emprender un itinerario de discernimiento para descubrir el proyecto de Dios en la propia vida". Este texto nos da una teología muy elaborada sobre el tema. Esta teología es lo que nos interesa a nosotros. Jn pone en labios del Bautista la cristología de su comunidad a finales del s. I, como base y fundamento de la comprensión de Jesús que va a desplegar en su evangelio. Esto no quiere decir que el Bautista tuviera una idea clara sobre quién era Jesús. Ni siquiera sus discípulos más íntimos supieron quién era, después de vivir con él tres años; menos podía saberlo el Bautista, antes de comenzar su predicación.
Jn quiere aclarar que no hay rivalidad entre Jesús y el Bautista. Para ello nos presenta un Bautista totalmente integrado en el plan de salvación de Dios. Su tarea es la de precursor, es decir, preparar el camino al verdadero Mesías. Fijaros que Jn no narra el bautismo en sí; va directamente al grano y nos habla del Espíritu, que es lo importante en todos los relatos del bautismo de Jesús. Naturalmente esto es un montaje de las segundas o terceras comunidades para resaltar la figura de Jesús que había adquirido categoría divina. El Bautista propone a Jesús como cordero de Dios, preexistente, portador del Espíritu e Hijo de Dios. No se puede decir más. Está claro que se está reflejando aquí setenta años de evolución cristológica en la comunidad de Juan. Es una pena que después, hayamos interpretado tan mal esa experiencia. Lo que eran títulos que trataban de ponderar la personalidad de Jesús, se convirtieron en absolutos atributos divinos. Lo que tenía de proceso dinámico y humano, se convirtió en sobrenaturalismo preexistente. "El cordero de Dios". Es muy difícil precisar lo que este título significaba para aquella comunidad. Podían entenderlo en sentido apocalíptico: un cordero victorioso que aniquilará definitivamente el mal (la bestia). Este concepto encajaría con las ideas del Bautista; pero no con las de Jesús. Podían entenderlo como el Siervo doliente. No hay pruebas de que se hubiera identificado al Mesías con el siervo doliente de Isaías, antes del cristianismo. Jn sí interpretó la figura del Siervo, aplicada al Jesús, pero nunca con el sentido expiatorio de pagar un rescate por nosotros. Probablemente haría referencia al cordero pascual, que era para el judaísmo el signo de la liberación de Egipto. No tiene connotación sacrificial. Jn quiere decir que por Cristo somos liberados de la esclavitud. “Que quita el pecado del mundo”. Es una frase que manifiesta una cristología muy elaborada. En ningún caso la pudo pronunciar Juan bautista. Para nosotros es una frase muy interesante, que nos puede llevar a un descubrimiento de lo que aquellos primeros cristianos pensaban de Jesús como salvador. Esta teología no tiene nada que ver con la idea de rescate en la que después se deformó. El concepto de pecado en el AT debe ser el punto de partida para entender su significado en el NT. Los profetas arremeten contra el pecado de los dirigentes, que olvidándose de la Alianza, se erigen en señores que oprimen impunemente al pueblo y le obligan a servirlos a ellos en vez de servir a Dios. Ni en el AT ni en el NT se había desarrollado el concepto de pecado individual que manejamos nosotros. Hoy estamos en el otro extremo del péndulo; no tenemos conciencia de pecado colectivo, al mantener una injusticia que clama al cielo. En la frase que estamos comentando, “pecado”, tanto en griego como en latín, está en singular. No se refiere a los “pecados” individuales, tal como los entendemos hoy. En el evangelio de Jn, “pecado del mundo” tiene un significado muy preciso. Se trata de la opresión que las fuerzas del mal causan al ser humano. Es lo único que impide al hombre desarrollarse como persona. Todos los demás pecados se reducen a éste: hacer daño al hombre de cualquier forma. El modo de “quitar” este pecado, no es una muerte expiatoria. Esta idea nos ha despistado durante siglos y nos ha impedido entrar en la verdadera dinámica de la salvación que Jesús ofrece. Esta manera de entender la salvación de Jesús es consecuencia de una idea arcaica de Dios. En ella hemos recuperado el mito ancestral del dios ofendido que exige la muerte del Hijo para satisfacer sus ansias de justicia. Estamos ante la idea de un dios externo, soberano y justiciero que se porta como un tirano. Nada que ver con la experiencia del Abba que Jesús vivió. El “pecado del mundo” no tiene que ser expiado, sino eliminado. Jesús quitó el pecado del mundo escogiendo el camino del servicio, de la humildad, de la pobreza, de la entrega hasta la muerte. Esa actitud anula toda forma de dominio, por eso consigue la salvación total. Es el único camino para llegar a ser hombre auténtico. Jesús salvó al ser humano, suprimiendo de su propia vida toda opresión que impida el proyecto de creación definitiva del hombre. Jesús nos abrió el camino de la salvación, ayudando a todos los oprimidos a salir de su opresión, cogiéndoles por la solapa y diciéndoles: Eres libre, sé tú mismo, no dejes que nadie te destroce como ser humano; en tu verdadero ser, nadie podrá someterte si tú no te dejas. En aquel tiempo, esta opresión deshumanizadora era ejercida no solo por Roma sino por la casta sacerdotal y los letrados. Jesús vivió esta libertad durante su vida. Fue siempre libre. No se dejó avasallar ni por su familia, ni por las autoridades religiosas, ni por las autoridades civiles, ni por los guardianes de las Escrituras (letrados), ni por los guardianes de la Ley (fariseos). Tampoco se dejó manipular por sus amigos, que tenían objetivos muy distintos a los suyos (los Zebedeo, Pedro). Esta perspectiva no nos interesa porque nos obliga a estar en el mundo con la misma actitud que él estuvo; a vivir con la misma tensión que él vivió. No tenemos que oprimir a nadie de ningún modo. No tengo que dejarme oprimir. Tengo que ayudar a todos a salir de cualquier clase de opresión. Jesús quitó el pecado del mundo. Si de verdad quiero seguir a Jesús, tengo que seguir suprimiendo el pecado del mundo. Hoy Jesús no puede quitar la injusticia, somos nosotros los que tenemos que eliminarla. La religiosidad intimista, la perfección individualista, que se nos han propuesto como meta del camino espiritual, es una tergiversación del evangelio. Si no hacemos todo lo posible para que nadie sea oprimido, es que no me he enterado del mensaje de Jesús. El presentarse como cordero no vende en nuestros días. En el mundo en que vivimos, si no explotas te explotan; si no estás por encima de los demás, los demás ten pisotearán. Este sentimiento es instintivo y mueve a la mayoría de las personas a defenderse con violencia, incluso antes de que el atraco se cometa. Pero hay que tener en cuenta que esta postura obedece al puro instinto de conservación y no te lleva a la plenitud humana. Esa actitud es un sentimiento que está al servicio del ego. Tenemos que superar ese egoísmo si queremos entrar en la dinámica del amor, es decir, de la verdadera realización humana. Es el oprimir al otro, no que me opriman, lo que me destroza como ser humano. Jesús prefirió que le mataran antes de imponerse a los demás. Esta es la clave que no queremos descubrir, porque nos obligaría a cambiar nuestra conducta. Meditación El cordero que eliminó del mundo la opresión. Ese es el mejor resumen de toda la vida de Jesús. Solo actuando como cordero, se puede conseguir ese objetivo. Arremetiendo contra los demás, se aumenta la violencia. Ser cristiano significa repetir la manera de actuar de Jesús. Por más que nos empeñemos, no existe otro camino. El monje agustino inició hace cinco siglos la Reforma, aunque nunca pretendió fundar otra Iglesia separada de Roma. Hereje en otros tiempos, su confrontación con Erasmo dio esplendor a la reflexión sobre la libertad, la religión y la ética
Hace unos meses, el papa Francisco asistió en Suecia a una celebración ecuménica que conmemoraba el 500º aniversario de la Reforma iniciada por Lutero en 1517. Fuimos testigos de un histórico abrazo entre el Papa y el presidente de la Federación Luterana Mundial, Munib Younam. Después de firmar una declaración conjunta, el Papa reconoció: a) la intención reformadora, bienintencionada, de Lutero; b) la corrupción desmedida de la Iglesia a la que se enfrentó el monje agustino; c) el inmenso regalo que supuso su traducción de la Biblia al alemán. “Lutero llevó la Biblia a la gente”, dijo el Papa. Tenía razón: aquella magnífica traducción fue la gran hazaña literaria de Lutero. En la Alemania de entonces solo circulaban unas 6.000 Biblias para 15 millones de habitantes. También Benedicto XVI visitó en el año 2011 la sala capitular del convento de los agustinos de Erfurt donde Lutero emitió sus votos monásticos. No pocos cristianos se preguntan si el hereje de otros tiempos se ha convertido actualmente en “padre de la Iglesia” para protestantes y católicos. Lutero, sostienen relevantes historiadores, solo habría querido ser un “católico reformista”. Se propuso reconducir aquella Iglesia descarriada a las exigencias del Evangelio; pero nunca pretendió fundar otra Iglesia separada de Roma. Solo un cúmulo de torpezas, a repartir entre Roma y Wittenberg, dio lugar a una división que sembró Europa de dolor y muerte. ¿Por qué peregrinan hoy los papas a lugares emblemáticos del protestantismo y se unen a la conmemoración del quinto centenario de la Reforma? Desde luego, existe un notable consenso en que Lutero forma ya parte de los que K. Jaspers llamó “hombres decisivos de la humanidad”. Este reconocimiento ha sido un logro del siglo XX. Todavía en tiempos recientes el mundo católico calificaba a Lutero de “corrupto” y “neurótico”. Han sido teólogos e historiadores católicos actuales quienes han rehabilitado al incómodo Reformador. Dos ejemplos: Y. Congar lo considera “uno de los mayores genios religiosos de la historia” y lo sitúa “al mismo nivel que san Agustín y santo Tomás de Aquino”. Y el cardenal W. Kasper acaba de publicar un lúcido ensayo, Martín Lutero. Una perspectiva ecuménica, en el que lleva a cabo una valoración positiva, serena y justa de Lutero. Sin estas rehabilitaciones históricas, el papa Francisco nunca habría encontrado el camino que le condujo a Suecia. Se suelen asignar cinco nombres de lujo al siglo XVI: Erasmo, Lutero, Ignacio de Loyola, Calvino y Felipe II. Las figuras de Erasmo y Lutero se iluminan mutuamente. Erasmo, el gran genio humanista, se negó a elegir entre Roma y Lutero. Su divisa fue: ni solidaridad con Lutero, ni guerra contra él. Se trató de una opción sensata, pero que impulsó al Reformador a escribir: Erasmo “nunca se atreve a nada”. A pesar del prudente distanciamiento de Erasmo, los franciscanos de Colonia divulgaron un dicho que se hizo célebre: “Usted (Erasmo) puso el huevo y Lutero lo empolló”. A lo que Erasmo respondió: “Sí, pero yo esperaba un pollo de otra clase”. Lutero sentía una gran admiración por Erasmo y se esforzó, aunque en vano, en ganarlo para su causa. Erasmo se lo dejó meridianamente claro: “Nunca he tenido intención de reconocer a tu Iglesia”. Era consciente de que la otra Iglesia, la que Lutero calificaba de “papista”, tenía muchos defectos, pero nunca pensó en “desertar de ella”. Deseoso de marcar diferencias con el monje agustino, Erasmo publicó su escrito De libero arbitrio (Sobre el libre albedrío). Era una defensa humanista, erudita y teológica de la libertad; libertad que, en opinión de Erasmo, Lutero destruía al permitir que Dios lo invadiese todo. Al Reformador le interesaba más la libertad de Dios que la del hombre. Erasmo, en cambio, era, según Lutero, “un tibio”, un escéptico. De hecho, Lutero le recuerda que “el Espíritu Santo no es escéptico”. Dilthey llamó a Erasmo “el Voltaire del siglo XV”. En realidad, a Erasmo lo que le interesaba era la moral. A la luz de esta preferencia, la insistencia de Lutero en la “voluntad encadenada” resultaba poco razonable. Si no hay libertad, argumentaba con razón Erasmo, no existe el hecho moral. Erasmo publicó su De libero arbitrio en 1524. Un año después respondía Lutero con su opúsculo De servo arbitrio (Sobre la voluntad encadenada). El Reformador sostuvo siempre que era uno de sus mejores escritos. Sus páginas muestran la abismal profundidad de la experiencia religiosa de aquel hombre. Es la confrontación de una abrumadora fe religiosa con el moralismo racionalista de Erasmo. A Lutero le parece que Erasmo no se ha enterado de nada. Nuestra salvación, sostiene, no puede depender de nuestra libertad, tan frágil, tan débil. Si así fuera, no tendríamos “seguridad” de ella. Y Lutero necesitaba seguridad. Durante mucho tiempo intentó lograrla acudiendo a la penitencia y los sacramentos. Afirma que si no hubiera sido por el sacramento de la confesión, se habría vuelto loco. Le torturaba la pregunta “¿cómo consigo un Dios misericordioso?”; no duda de la existencia de Dios, su época tampoco, pero le angustia el tema de la salvación. Una salvación que no espera del Dios “sonriente” de los filósofos, sino del misterio que nos envuelve, de lo totalmente otro, de la gracia; una salvación que tampoco está dispuesto a “comprar”, como proponían los predicadores de las indulgencias: “Tan pronto como el dinero en la caja canta, del purgatorio el alma salta”. Entre paréntesis: lo más probable, según la actual investigación histórica, es que Lutero nunca colgase las 95 tesis sobre las indulgencias en la puerta de la iglesia de Wittenberg. De hecho lamentó que se hubieran difundido, asegurando que no iban destinadas al gran público. Lo que a él le interesaba no era la gracia barata, subastada por los avaros predicadores de las indulgencias, sino la penitencia interior. Solo después de la iluminación que le supuso la “experiencia de la torre” estuvo seguro de su salvación. El Dios de Erasmo es, según Lutero, el Dios “adormecido” de los filósofos; el de Lutero, en cambio, es un Dios al borde de lo desorbitado. La confrontación de estos dos hombres supuso días de esplendor para la reflexión sobre la libertad, la religión y la ética. Con frecuencia se considera a Lutero “el primer hombre moderno, el primer descubridor de la subjetividad”. A su vez, S. Zweig dejó escrito que “Erasmo fue el primer europeo consciente de serlo”. Lutero murió en la noche del 17 de febrero de 1546. En su escritorio se encontró un papel con estas palabras: “Somos mendigos ante Dios, esta es la única verdad”. Poco antes nos dejó esta invitación a la esperanza: “Incluso si supiera que mañana va a llegar el fin del mundo, plantaría hoy un manzano”. A lo mejor pensaba E. Bloch en Lutero cuando escribió: “Lo mejor de las religiones es que producen herejes”. La Tridentina o Clerical y la del Vaticano II o Comunitaria
El modelo tridentino o clerical En el primer día del 1917, estaba en Zaragoza y pude asistir a la Misa de las 12 h. en la Basílica del Pilar, oficiada por ocho canónigos del Cabildo Metropolitano. Pero antes me asomé a la sacristía donde se revestían los canónigos, los saludé y les regalé mi cuadernillo-felicitación de este año: “El Adviento en el 2016 Natalicio del Nazareno”. Me invitaron a concelebrar con ellos, pero preferí unirme desde abajo con los fieles. Ya la zona del centro de la Basílica, habilitada para la Misa, estaba llena. A las 12 en punto , sonó un canto y se inicio la entrada de los canónigos al altar y, según iban subiendo, se colocaron atrás, en asientos propios; dos de ellos con el celebrante presidente se colocaron en un sitial más relevante, a la derecha. Todo el ritual se encuadra y desenvuelve dentro de los siguientes elementos: 1.Un altar, colocado en plano superior al ocupado por los fieles, con un retablo detrás dedicado a la Asunción de la Virgen, de alabastro policromado, con figuras renacentistas, estilo gótico final. 2. En dicho plano figuran los que presiden, siempre clérigos. Son los dirigentes, a quienes corresponde la iniciativa de la ceremonia: presidir, dar el saludo, recitar las oraciones, leer el Evangelio, pronunciar la homilía, iniciar las oraciones de los fieles, hacer el ofertorio, recitar la plegaria eucarística, consagrar el pan y el vino, repartir la comunión, dar la paz y concluir con una oración y bendición de despedida. La sucesión de las diversas partes evidencia el protagonismo clerical, realzado por la vestimenta, el lugar que ocupan, el poder de consagrar el pan y el vino, el gesto final de la bendición. 3. Como contraste, en un plano inferior y distante, asisten los fieles. Se limitan a escuchar y recibir, sin poder hablar ni dialogar, en pura pasividad. A lo más, pueden hacer alguna lectura, colaborar en las oraciones de los fieles, hacer la colecta y ayudar a repartir la comunión. Son la Iglesia discente (que aprende); y docente. 4.La relación entre clero y fieles está marcada por unas diferencias fundamentales: -La primera, que al clero se lo considera representante de Dios, actúa en su nombre y es mediador entre Dios y el pueblo. -La segunda, que lo que se celebra es el sacrificio de Jesús, víctima de valor infinito, que repara ante Dios nuestros pecados y asegura así nuestra salvación. -La tercera, que sólo los clérigos tienen el poder de hacer posible ese sacrificio y perpetuarlo mediante la consagración. -La cuarta, que el trato orante con Dios, se expresa encomendándole a EL el logro o solución de todos los males, y necesidades que nos aquejan. Se le ruega para que sea El quien los resuelva. De entrada y como medida preventiva, es importante subrayar que las comunidad cristiana de los primeros siglos no recibió ningún ordenamiento de manos de Jesús: “La comunidad es toda ella templo de Dios, sin un arriba y un abajo; sólo cuando es fiel a su Señor en palabras y acciones, lo que va espontáneamente hacia arriba desde el seno de la comunidad es considerado al mismo tiempo como don del Espíritu” ( Edward Schillebeeckx, El ministerio eclesial, Ediciones Cristiandad, pg. 18) En la liturgia se refleja y opera el contenido de una determinada enseñanza humano-teológica Quizás nos sorprenda que muy tardíamente y hasta la llegada del Vaticano II se mantuvo, incluso dentro del Magisterio eclesiástico, enseñanzas que abonaban la dcesigualdad dentro de la Iglesia y que el concilio hubo de cambiar: “La Iglesia de Cristo no es una comunidad de iguales, en la que todos los fieles tuvieran los mismos derechos, sino que es una sociedad de desiguales, no sólo porque entre los fieles unos son clérigos y otros laicos, sino de manera especial, porque en la Iglesia (es decir, en la jerarquía) reside el poder que viene de Dios, por el que a unos es dado santificar, enseñar y gobernar y a otros no” (Constitución sobre la Iglesia, Vaticano I, 1870). Y Pio IX escribía: “La Iglesia es, por la fuerza misma de su naturaleza, una sociedad desigual. Comprende dos categorías de personas: los pastores y el rebaño, los que están colocados en los distintos grados de la jerarquía y la multitud de los fieles. Y estas categorías hasta tal punto son distintas entre sí que sólo en la jerarquía residen el derecho y la autoridad necesarios hacia el fín de la sociedad. En cuanto a la multitud , no tiene otros derechos , que el dejarse conducir y seguir dócilmente a sus pastores” (Encíclica Vehementer, 1906, tomado de Nueva historia de la Iglesia, V.). Se enseñaba, pues, que la Iglesia de Jesús era una Iglesia de desiguales, con una diferencia esencial entre el clero y el resto de los fieles, reservando al clero un rango superior, que los retenía como cristianos de primera, con la misión asignada de enseñar, gobernar y santificar a los fieles un rango inferior como cristianos de segunda, con la misión de aprender, dejarse gobernar y obedecer. La bipolaridad clérigos/fieles de este modelo tridentino, quedó recogida popularmente en el lenguaje simple deldecir y oir la Misa, según modo uniforme, y válido por igual para todos los lugares de la tierra. El modelo del Vaticano II o comunitario En muchos días y lugares desde el Vaticano II para acá, muchos cristianos han podido celebrar la Misa yendo más allá del decirla y oírla, no por capricho o indisciplina, sino por las buenas razones que aparecen en los documentos oficiales del Vaticano II, , que debieran haber contribuido a entender y configurar de otra manera la celebración litúrgica de la Misa. Los principios renovadores fundamentales del Vaticano II son: 1.En la Iglesia no hay ninguna desigualdad. .“En el pueblo de Dios es común la dignidad de los miembros, común la gracia de la filiación, común la llamada a la perfección: una sola salvación, única la esperanza e indivisa la caridad. No hay, por consiguiente, en Cristo y en la Iglesia ninguna desigualdad por razón de la raza o de la nacionalidad, de la condición social o del sexo, porque no hay judío ni griego, no hay siervo o libre, no hay varón ni mujer: pues todos vosotros sois “uno” en Cristo Jesús” – Gal 3, 28 ss, Cf. Col 3, 11- (Lumen Gentium, n. 32). “Todo lo dicho sobre el pueblo de Dios se dirige por igual a laicos, religiosos y clérigos”, “Todos los fieles son llamados a la plenitud de vida” (LG, 30 y 40). 2.Todos somos sacerdotes. Se concentra en este punto algo que para muchos puede resultar increíble, pero que es tan claro como la luz del sol: “Los que creen en Cristo son hechos sacerdocio real…Tienen por estado la dignidad y libertad de los hijos de Dios, por ley el mandato nuevo de amar como Cristo nos amó y por fín la dilatación del reino de Dios” (LG, 9). “Los bautizados son consagrados casa espiritual y sacerdocio santo, por medio de sus obras ofrecen espirituales sacrificios y han de mostrase como hostia viva , santa y grata a Dios” (LG, 10). Estos textos destacan la importancia del sacerdocio común, propiedad de todos, participación del mismo sacerdocio de Jesús, único existente en la Iglesia. Son muchos los estudios que reivindican la importancia del sacerdocio común, (La novedad de Jesús-Todos somos sacerdotes, Xabier Pikaza, Nueva Utopía , Madrid, 2014) y que explican la naturaleza del original y nuevo sacerdocio de Jesús, del que son partícipes todos –si todos, también las mujeres- pero que a partir del siglo III se le fue otorgando cualidades que lo sustraían a la comunidad y se lo reservaba a una minoría , como categoría superior. En realidad de verdad, el sacerdocio de Jesús coexiste en él desde su condición de laico, y de él hace poseedores a todos sus seguidores. El Vaticano II tiene muy en cuenta y trata de recuperar “aquello en que debía consistir la dirección eclesial de las comunidades posapostólicas. Los ministros posapostólicos o eclesiales debían velar por la identidad cristiana y la vitalidad evangélica en orden a la salvación de los hombres… El elemento peculiar y propio del carisma ministerial consiste en una actitud solidaria con el resto de la comunidad, poseen una responsabilidad personal e intransferible en orden al mantenimiento de la identidad apostólica y la incolumidad evangélica en el seno de la comunidad….Por ello, la apostolicidad de las comunidades fundadas por los “apóstoles y profetas” constituye también el fundamento y la fuente de la apostolicidad del ministerio eclesial” ( E. Schillebeeckx, El ministerio eclesial , pg. 72. ) Este derecho apostólico hace que las comunidades: -Posean la conciencia de proseguir la causa de Jesús, permanecer sometidas a la norma del Nuevo Testamento y actuarlo en cada una de las nuevas circunstancias históricas. -Vivan desdeen su predicación y liturgia, solícitas y comprometidas por el mundo y la sociedad en que viven. -Se sientan formando todas ellas una gran comunidad fraterna vinculada entre sí por el amor y relacionadas críticamente para mantenerse en la apostolicidad. -Entiendan el ministerio como un servicio que debe distinguirse por su sooidarias con los pobres y pequeños y no no como un estado o posición. -Consideren como algo propio el derecho a tener ministros y celebrar la eucaristía. La eucaristía no es el sacrificio de la cruz Si nos guía la figura del Jesús histórico, y nos reunimos en la Misa para aprender y continuar lo que El nos encomendó en la última Cena, se entiende que esto no encaja en aquellas Misas donde la relación de los fieles con los que presiden es vertical, en separación tal que los hace casi extraños los unos a los otros, sin comunicación. El elemento, que mayormente ha contribuido a esta separación, es la teología de un rito sacrificial, privilegio de un clero sacrificante y espectáculo para unos laicos sacrificados. La Misa no es un sacrificio en el que la víctima es Jesús, preparada por Dios para la Iglesia, que se hace ofrenda presente por las palabras consecratorias del sacerdote , que transforman el pan y el vino en el Cuerpo y Sangre del Señor. Esta visión supone que al Dios que se le ofrece algo en sacrificio: animales, oro, joyas, vino, aceite, incienso, etc…, le falta algo y se le quiere demostrar de este modo nuestro reconocimiento. El sacrificio de expiación serviría para aplacar a un Dios que se siente enojado. ¿Acaso esperamos que un Dios, que obra según razón y derecho, cambie, revoque lo que no nos conviene o se deje sobornar por lo que le ofrecemos? Es un hecho que durante milenios se ha procedido así en las religiones con la Divinidad. En Occidente ha caído en desuso el ofrecimiento de sacrificios como un acto de culto. Pero, resulta extraño que estas prácticas hayan calado en la comunidad cristiana, contra la imagen que Dios nos da de Jesús, que fue muy crítico con el culto sacrificial: “Misericodia quiero y no sacrificio” (Mt 9, 13). Hasta en el mismo Vaticano II podemos leer: “Cristo está presente en el Sacrificio de la Misa “(SC, 7); ”Los trabajos apostólicos se ordenan a que todos participen en el Sacrificio y coman la cena del Señor” (Idem, 10). “Una manera de pensar y de hablar cercana a la sacrificial no sólo revivió con fuerza en la Iglesia y penetró toda la piedad, sino que se impuso como interpretación oficial y exclusiva incluso de la muerte de Jesús, así como del culto central de los cristianos, la eucaristía. Esta interpretación de la muerte de cruz de Jesús y de la eucaristía creció íntimamente unida con la tradición cristiana y por eso pretende se valedera” (Roger Lanaers, Otro cristianismo es posible, Ed. Ab-yayala, pg. 189). Seguimos con la idea de la Misa como sacrificio La muerte de Jesús no se la puede seguir interpretando como un sacrificio y menos como un sacrificio de expiación y , sin embargo, todavía se presenta la sangre de Jesús como un precio de rescate exigido por Dios. Creemos, en primer lugar, que debemos comenzar por abandonar el lenguaje de sacrificio tan presente en nuestra liturgia y hay que introducir otras interpretaciones más válidas y con otras palabras. Se puede. La eucaristía no es la representación incruenta del sacrificio de la cruz y que tiene un valor infinito. Porque si es un una representación, no es un sacrificio verdadero. Y si es una representación, tampoco se lo vuelve a hacer presente, pues un hecho histórico es irrepetible. La muerte de Jesús ni se repite ni se la sustituye. En segundo lugar, la eucaristía no es sacrificio porque ni hay víctima (la cual sería Jesús) ni él es el sacerdote que la inmola (sería autinmolación). Jesús es víctima, ciertamente, pero “víctima de la alianza entre la razón del Estado romano y el odio de la Casta sacerdotal judía”. En tercer lugar, ¿cuál pudiera ser el sentido de repetir constantemente un sacrificio de un valor infinito? ¿Es de valor infinito y se limita a liberar las almas del purgatorio? ¿En qué consistiría su eficacia infinita? Cuando decimos ofrecer este sacrificio a Dios, ¿qué es lo que sacrificamos? ¿Queremos reafirmar que es Jesús mismo quien se sacrifica y pedimos a Dios que lo acepte? ¿Pero no lo aceptó ya? ¿Vamos a regalar algo a Dios cuando El nos ha regalado todo? Creo que deben hacernos pensar estas palabras: “Todo el ámbito semántico del sacrificio se nos ha vaciado de contenido y tal lenguaje no puede ser auténtico”. (Roger Laeners). ¿La interpretación dada a la Cena como sacrificio, responde a la verdad histórica y es concorde con los Evangelios? Creo que está aquí el nudo de la cuestión. Admitamos que la Ultima Cena sea un Sacrificio, ¿pero en qué sentido? La historia de lo que le ocurrió a Jesús es muy simple: El es un profeta, se opone a toda ley inhumana, repudia el rumbo exhibicionista de una religiosidad interesada en las apariencias, propone una nueva imagen de Dios como Bondad sin fín y sin discriminaciones, ataca el objeto más sagrado para el israelita, el Templo, asociado a mercado y cueva de bandidos, hace el bien en modo y tiempos no oficiales, atestigua con autoridad que en el Reino del Padre entran primero los samaritanos que los fariseos, las prostitutas primero que los justos, los que han padecido primero que los que han gozado, los bandadosos de corazón primero que los poderosos, los operadores de la paz y de la justicia primero que los mojigatos que sacrifican animales. No sé hasta qué punto todas estas motivaciones, determinantes en el proceso de Jesús y de una sentencia que le llevó al Calvario, han sido borradas de la memoria de los fieles y del rito dominical de la eucaristía. Porque lo que aparece claro es que,, en la vida de Jesús, nada le hace actuar como una víctima o un cordero disponible para el matadero. Ciertamente no dice que va a morir por los pecados del mundo, sino que es espiado, perseguido y condenado por blasfemo y sedicioso. Se ha hecho hijo de Dios y es un revolucionario político que pone en peligro la legitimidad del Gobenador romano. Y, para estos casos, las autoridades les reservan la crucifixión. El sacrificio de los fieles La ideología del sacrificio, cierto, deforma la figura histórica de Jesús y también de los congregados en su nombre, en la asamblea de los fieles. Los fieles, se nos inculca, deben imitar al Nazareno, acatando la volundad del Padre como El, humildemente, renunciando a la propia autonomía, autocensurándose, aceptando cuantas restricciones les lleguen, normalmente a través de la homilía de los curas, expresando de esta manera la comunión con la Jerarquía y con Dios. En la Cena última, Jesús trata de que los discípulos aprendan a hacer lo que él hizo, volviéndose disponibles y serviciales para que otros se beneficien. Es una cena pedagógica, internamente estimuladora. La Eucaristía de hoy es, por lo general, impositiva, hay que limitarse a escuchar, repetir y hacer mecánicamente cuanto está reglamentado.. Al no haber apenas diálogo ni implicación con el público, todo contribuye a que el ministro oficiante -independiente de las intenciones- se convierta en un pastor de ovejas, aquiescentes y disponibles a ser inmoladas y privadas de las funciones propias del homo sapiens. Esta es una relación –entre “pastor “ y “ovejas”- vertical. Un único actor en escena, varón y ordenado, célibe, sentado sobre un trono, separado de los “súbditos”, y detrás del altar sacrificial, incapaz de intercambiar con los otros sus experiencias, por lo que lógicamente acaban por sentirse extraños los unos a los otros. ¿Qué dicen Pablo y los apóstoles? Veámoslo. Son más de 50 la veces en que usan la expresión “el uno al otro” para recomendarles que rivalicen en la estima mutua, corregirse los unos a los otros, perdonarse mutuamente, confesar los pecados los unos a los otros, preocuparse los unos de los otros, acogerse los unos a los otros, saludarse los unos a los otros con el beso de la paz, esperarse los unos a los otros, arrimad todos el hombro a las cargas de los otros, estar al servicio los unos de los otros en el amor, ser benévolos y misericordiosos los unos con los otros, vivir en paz los unos con los otros, etc. etc. Estas amonestaciones de los Apóstoles, ricas en humanidad, debieran haber sido asumidas positivamente por los Pastores, que hubieran potenciado indudablemente redes benéficas de hermanamiento. San Pablo, que designa a la asamblea como Cuerpo Místico, se cuida de recomendarlo vivamente: “Cuando os reunís, cada uno aporta algo: un canto, una enseñanza, una revelación, hablar en lenguas o interpretarlas” (1 Cor 14, 26). “No os olvidéis de hacer el bien y ayudaros mutuamente. Estos son los sacrificios que agradan a Dios” (Hb. 13, 14). Y nos encontramos en la Iglesia actual con la paradoja de que presbíteros y comunidades cristianas que desean ejercer el derecho a comportarse según las formas prescritas por los apóstoles o a inspirarse en la forma convivial de la Cena del Señor han sido amonestados o sancionadas por Roma. ¿Tran-sustanciación del pan o de los cristianos? Quiero comentar tres aspectos más, sin duda de singular importancia en nuestra liturgia católica. Recordémoslos: 1º) El concilio de Trento es taxativo: “En la Eucaristia, después de la consagración del pan y el vino, Jesucristo se contiene verdaderamente, realmente y sustancialmente bajo la apariencia de esas cosas sensibles”. Son dos las condiciones para que Jesús descienda a la Asamblea: -Que esté la materia (pan y vino de uva) -Y que haya un celebrante (ordenado, célibe y varón) Si el sacramento no es administrado por un sujeto “ordenado” tal sacramento no se da. Paradójicamente, la Misa es nula si se celebra por una comunidad reunida en nombre del Señor pero sin un sacerdote. Y es válida si se celebra por un célibe “consagrado” de una forma absolutamente privada. En buena lógica, es así: si la Eucaristía es sacrificio y no Cena en recuerdo del Nazareno, entonces puede bastar el celebrante-sacrificante, dado que los sacrificados no tienen ninguna importancia. Una misa, en esta perspectiva, se considera válida aun con ausencia de los fieles. Un poco como si Jesús hubiera celebrado la “Cena de pascua” en soledad monacal. Queda así desfigurada la memoria de la Cena del Señor. Importa no poco ahora señalar el significado que tienen en la mente de Jesús las palabras y los gestos que usa en la Pascua hebrea, respecto a la comida (pan y vino) y la relación con los comensales , presentes y virtuales. Para Jesús, comer junto con sus amigos, sobre todo en los últimos momentos de su vida cuando se siente amenazado de muerte, tiene un significado singular. Cuando, sentado a la mesa, toma el pan y el vino y dice a sus amigos: Tomad, comed y bebed, hacedlo en memoria de mí, quiere decir: mi cuerpo y mi sangre, es decir, mi vida equivale a este pan y este vino, que como ellos debe ser comida y asimilada por vosotros. Jesús anunció el Reino de Dios Padre sin abdicar de la justicia y de la verdad, defendió los derechos de los más pobres y despreciados frente a los poderes del Templo y del Imperio, y eso le icostó la vida. Parécenos oir el eco de aquellas palabras en su cena de despedida: Cuando os reunáis en mi nombre, acordáos de mi, haced memoria de esto, de lo que ha sido mi vida y mi proyecto, salid dispuestos a perpetuar esta mi forma de vida, mi forma de entender a Dios y de trataros los unos a los otros: “También vosotros debéis lavaros los pies unos a otros, como yo os los he lavado”. Recordadme para hacer esto, . para tratar de vivir como os he enseñado, llegando incluso a dar la vida, antes que claudicar de lo que os he enseñado. 2º) Se trata, por tanto, de saber no cómo ni cuándo se verifica la trasformación de la sustancia del pan y del vino en la del cuerpo y de la sangre del Señor, ni quién tiene autoridad para hacerlo, ni vivir pendientes de si la trasustanciación se ha realizado en las condiciones debidas y si bajo la apariencia externa del pan y del vino está Jesús realmente y podemos adorarlo permanentemente. Lo que Jesús muestra en su Cena Pascual es su disponibilidad total para vivir en donación permanente, buscando el bien y liberación de todos, tal como Dios mismo. El ha venido para dar vida y darla en abundancia. Si, contra su voluntad, muere violentamente, El dará a entender que al igual que la sal, la levadura, las semillas , el pan y el vino desaparace para “renacer” y seguir en nuestras vidas. Con razón, en sus orígenes, la Eucaristía se llama “fracción del pan”, porque quienes se reúnen celebran la vida y a semejanza del pan y del vino se dejan desintegrar y metabolizar para dar energía a quienes tienen necesidad, que es lo que hizo Jesús y , en razón de ello, “su muerte redundó en favor de todos” (Hb 2,9). “A Jesús, escribe el eclesiólogo Rufino Velasco, no le interesa mínimamente modificar de un modo omnipotente un trozo de pan, ni que los fieles de medio mundo se reúnan para un rito semanal sin modificar la propia existencia. En continuidad con los profetas, recuerda que el Padre odia los sacrificios y le agradan sólo las plegarias seguidas de una cuidadosa atención hacia los necesitados y excluidos, porque ´La santidad habita en quienes de verdad escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica´” (Lc, 11, 27-28). Y prosigue: ”De la vida de Jesús es difícil deducir que tuviera mucho interés en que la hostia estuviera consagrada por un erudito representante. Su invitación es que los discípulos se saluden, se hablen con sinceridad, estén ligados con vínculos de amistad. Que sean una prolongación de la naturaleza amorosa de Dios. A una asamblea muda prefiere una en que sea posible hablar de las heridas personales, sin bloqueos, sin los fantasmas de la omnipotencia y donde se puedan volver a coser las relaciones fraternas desgarrradas”. 3º) Si a base de repetir el rito del Sacrifico llegamos a convencernos de que ya estamos redimidos, en lugar de examinar en qué medida estamos cumpliendo su mandato “En esto conocerán todos que sois discípulos míos en que os amáis unos a otros”, no es difícil entonces concluir que nuestras eucaristías pasan a ser una idealización del amor, sin sospechar que a lo mejor estamos traicionando el sentido original de la eucaristía. ¿Estamos realmente llevando a la eucaristía nuestros bienes para que sean compartidos por los que están en dificultad? En muchas de las eucaristías, no lo parece; pues en lugar de unidos, nos sentimos extraños; en lugar de pan para compartir una Cena asistimos a un sacrificio; en lugar de pan para compartir sólo hay “hostias” preparadas industrialmente; en lugar de presentar y distribuir bienes sólo se alcanza a dar alguna limosna. De esta manera resulta que, tras muchos siglos de decir que somos seguidores del Nazareno, no encontramos con que nuestra vida está saturada de creencias y de ritos, repetidos una y otra vez, en uno y otro lugar y nuestras vidas no parece que se sientan interpeladas por ellos, no cambian y siguen dócilmente las consignas de la nueva religión neoliberal. No sé hasta qué grado, el clero se ha impregnado del contenido renovador del Vaticano II : “Los pastores deben vigilar para que los fieles participen en la acción litúrgica consciente, activa y fructuosamente” (SC, 11). La reforma litúrgica debe asegurar una “plena y activa participación de todo el pueblo” (Idem,14) sabiendo que en ella “hay partes sujetas a cambio, que en el decurso del tiempo pueden y aun deben variar” (Idem, 21) pues “la Iglesia no pretende imponer una rígida uniformidad ni siquiera en la Liturgia, sino que más bien respeta y promueve el genio y las cualidades de las distintas razas y pueblos”(Idem, 37) . Lógicamente, nadie puede extrañarse que el teólogo José Antonio Pagola haya escrito: “La crisis de la misa es, probablemente, el símbolo más expresivo de la crisis que se está viviendo en el cristianismo actual. Cada vez aparece con más evidencia que el cumplimiento fiel del ritual de la eucaristía, tal como ha quedado configurado a lo largo de los siglos , es insuficiente para alimentar el contacto vital con Cristo que necesita hoy la Iglesia. El alejamiento silencioso de tantos cristianos que abandonan la misa dominical, la ausencia generalizada de los jóvenes, incapaces de entender y gustar la celebración, las quejas y demandas de quienes siguen asistiendo con fidelidad ejemplar, nos están gritando a todos que la Iglesia necesita en el centro mismo de sus comunidades una experiencia sacramental mucho más viva y sentida. Sin embargo, nadie parece sentirse responsable de lo que está ocurriendo. Somos víctimas de la inercia, la cobardía o la pereza. Un día, quizás no tan lejano, una iglesia más frágil y pobre, pero con más capacidad de renovación , emprenderá la transformación del ritual de la eucaristía, y la jerarquía asumirá su responsabilidad apostólica para tomar decisiones que hoy no nos atrevemos a plantear”. Haced esto en memoria mia Hablemos , pues, de la eucaristía, pero desde otra interpretación. “La última Cena es el aspecto privilegiado en el que Jesús , ante la proximidad de su muerte, recapitula lo que ha sido su vida y lo que va a ser su crucifixión. En esa Cena se concentra y revela de manera excepcional el contenido salvador de toda su existencia: su amor al Padre y su compasión hacia los humanos, llevado hasta el extremo. Por eso es tan importante una celebración de la eucaristía. En ella actualizamos la presencia de Jesús en medio de nosotros. Reproducir lo que él vivió al término de su vida, plena e intensamente fiel al proyecto de su Padre, es la experiencia privilegiada que necesitamos para alimentar nuestro seguimiento a Jesús y nuestro trabajo para abrir caminos al Reino. Hemos de escuchar con más hondura el mandato de Jesús: “Haced esto en memoria mía” (José Antonio Pagola). En la Misa hacemos memoria de Jesús y, con él y como él, tratamos de realizar juntos nuestro compromiso por la unidad, la justicia, la fraternidad, el amor, el cuidado por los más pobres. Y tomamos aliento de la vida de tantos seguidores suyos, recordando su vida, testimonios y enseñanzas. Y esa memoria resulta inquietante, subversiva, comprometedora. Tras dos mil años de historia, la Iglesia de Jesús ha seguido sus huellas, nunca perdió su razón de ser, que era vivir y anunciar el Reino de Dios, – el proyecto de Dios Padre- para fundar una familia universal, de hermanos y hermanas, viviendo en igualdad, justicia, solidaridad y paz. La cuestión resulta radical para nuestro tiempo, en el sentido de cultivar grupos o comunidades que de verdad sean continuadoras de la misión y obra de Jesús, y serán ellas lógicamente las que se organizarán como mejor convenga para asegurar el anuncio del Reino de Dios y se elegirán a los que se muestren más idóneos para los diversos ministerios. Apuntando en esta dirección, se tuvo después del Vaticano II, un Sínodo de Obispos (1971) para reflexionar sobre lo que se llamaba la “crisis del sacerdocio”. “En él precisamente, se puso de manifiesto que la mayoría del episcopado católico universal se muestra abierto a una nueva praxis del ministerio, mientras que los órganos oficiales se oponen con fuerza a esos deseos y nuevas concepciones” ( E. Schillebeeckx, Idem, pg. 179). En el Sínodo, por lo menos la mitad de la jerarquía se mostró más liberal y pastoralmente más progresista que una minoría bastante fuerte del Sínodo que sostuvo concepciones más cerradas. Y esto vale, como indica el mismo Schillebeeckx, para no atribuir las nuevas tendencias pastorales a la presión de unos cuantos sacerdotes o teólogos exaltados. Epílogo de esperanza La Iglesia de Jesús es el pueblo de Dios, no la jerarquía. La jerarquía no nace de sí misma, ni tiene sentido al margen de la comunidad, ni puede estructurar la calidad de su funcionamiento desde la realidad de un sacerdocio jerárquico, con prerrogativas y atributos que no brotan del sacerdocio de Jesús, único que todos debemos seguir. “Haced esto en memoria de mí”, les dejó Jesús en testamento a sus discípulos. Sin olvidar que esta memoria comporta entender y asimilar su proyecto (reino de Dios) y trabajar por hacerlo realidad en la sociedad humana. Y para hacerlo realidad es preciso analizar y desentrañar los intereses y propósitos de los poderes de este mundo, denunciarlos, combatirlos y reemplazarlos por los valores que han sido la razón de ser y el centro de la vida de Jesús. En y desde la comunidad, la Eucaristía cobra otro ritmo y color, se llena de intercomunicación, diálogo, vida y compromiso. El foco que la ilumina y dinamiza es la memoria del estilo de vida de Jesús, la búsqueda y plural aportación comunitaria para asimilarlo, anunciarlo e implantarlo ya en esta tierra, con ordenamiento, normas, valores, y estructuras que lo hagan visible y reporten la dignidad, el bien y derechos a todos. Esto supone una lúcida y progresiva adecuación de la Iglesia con el Reino de Dios, en espera de la plenitud más allá, pero anticipado realmente a la vida y convivencia terrenales de personas y pueblos: “El teólogo, fiel a su tarea y en actitud de servicio crítico a la iglesia, está obligado a preguntar a la autoridad eclesial si al realizar su misión directiva tiene en cuenta todos los elementos de una problemática que de hecho es muy compleja…Pero incluso en el caso de que esté convencido de que es muy probable que la dirección eclesial tome decisiones que no coinciden con sus propios puntos de vista, el teólogo está obligado a manifestarlos. Todos tenemos el deber inalienable de actuar con honradez y en conciencia, teniendo en cuenta las consecuencias eclesiales que puede tener las propia actuación, incluso para uno mismo “ ( E. Schilebbeckx, Idem, pgs. 229-230). |
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