Hace algunos días almorcé con un amigo muy querido con quien no conversaba hacía tiempo y me llamó la atención que, luego de comentarme el montón de cosas lindas que estaban ocurriendo en su vida, me compartiera que en el fondo sentía una angustia que no terminaba de comprender. Más aún, había sido otra amiga quien, compartiéndole sus sentires, le había hecho tomar contacto con esto, que estaba callado al fondo de su ser.
Estos amigos tienen algo en común y es que si uno los viera de afuera nunca pensaría que sienten algún tipo de angustia: son jóvenes, están felizmente casados, tienen hijos pequeños, amigos, trabajo y no pasan necesidades económicas. ¿Qué es esa angustia? Si es la misma que yo siento a veces, creo que no es infelicidad sino la alarma que suena de vez en cuando recordándonos nuestro profundo sentido de trascendencia. Es una alarma particular, porque respeta nuestra libertad y generalmente se activa sin estridencias, pero persiste con paciente constancia hasta que entendemos su mensaje, uno distinto para cada uno. El mensaje puede ser que nos animemos a desplegar un talento que tenemos guardado, o cambiar de trabajo, que perdonemos a alguien que nos hizo daño y que comencemos ese proyecto que tenemos en la cabeza hace tiempo. A veces tiene que ver con la decisión de soltar algo o alguien, otras con animarnos a abrirnos nuevamente al amor y la mayoría no tiene que ver con cambiar el escenario sino con empezar a interpretar mejor la obra: sonreír más, escuchar mejor, ser más generosos con nuestro tiempo... Para cada uno es diferente, pero responder a ese llamado siempre nos acerca a la plenitud. Pensaba en cómo nuestra vida, mi vida concretamente, muchas veces está diseñada para estar desconectada de esto, tanto así que la alarma de la angustia pueda sonar incansablemente en silencio sin que me entere o, lo que es peor, enterándome a medias pero sin tener idea cómo apagarla! Y estando en esto me vino a la mente el ciego de Jericó: "estaba un ciego sentado junto al camino pidiendo limosna; (...) .Le informaron que pasaba Jesús el Nazareno y empezó a gritar, diciendo: ¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí! (...) le preguntó: ¿Qué quieres que te haga? Él dijo: ¡Señor, que vea! Jesús le dijo: Ve. Tu fe te ha salvado." No puedo dejar de preguntarme ¿Hace cuánto tiempo estamos ciegos, viviendo de limosnas, con la alarma sonando y sin notar a Jesús que viene por el camino? Escuchamos sus pasos, sentimos su voz, pero dudamos... ¿será El realmente? Por las dudas evitamos el escándalo de llamarlo a los gritos y optamos por continuar nuestra vida en silencio. En el ciego en cambio, es fascinante ver su urgencia por vivir plenamente! Él no puede verlo, pero percibe que es Él y con fuerza se hace escuchar. Seguro hubiese sido más fácil quedarse al lado del camino maldiciendo la ceguera que le impide acercarse a su objetivo, como lo es tantas veces para nosotros pensar que sería un escándalo hacer caso a nuestros llamados interiores. Pero el ciego sabe que quiere ver y tiene el aparente descaro de creer que merece la oportunidad. Admiro su lucidez de pronunciarse y elevar la voz cuando percibe su oportunidad al frente aunque otros traten de silenciarlo para evitar el escándalo. Me pregunto cuantas cosas me he estado perdiendo por no hacer el ridículo de entusiasmarme de más, por pedir por lo bajo cumpliendo con la consciencia pero sin lograr que nadie escuche de verdad. Si lo que estamos esperando es que Jesús literalmente pase por nuestra vida y no lo estamos viendo, será mejor que nos cambiemos los anteojos. Porque la forma que eligió El de aparecerse es encarnado en un amigo con el que tomamos una copa, un pensamiento que tenemos de camino al trabajo, un proyecto al que tiende nuestra alma o lo que nos genera la realidad de nuestro país... Mientras como ciegos esperamos que se haga la luz, Jesús pasa a nuestro lado disfrazado de un sinfín de posibilidades. El escándalo entonces no es pronunciarnos con vehemencia, el escándalo es quedarnos parados tranquilos, con la alarma sonando y viviendo de limosnas frente a tanta posibilidad disfrazada.
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En los últimos meses no paramos de recibir informes en los que se nos alerta de una desigualdad creciente y de sus fatales consecuencias, pero pocas veces llegan análisis sobre las causas, más allá de una simple acusación dirigida al sistema capitalista.
A mi juicio, las causas del crecimiento de la desigualdad las podemos resumir en tres: Una de naturaleza moral, otra de naturaleza política y una tercera de naturaleza económica. La causa de naturaleza moral no es otra que la soberbia. No la codicia, sino la soberbia. La codicia o el afán de poseer más y más no tiene límite, pero difícilmente alcanza el nivel de acumulación al que se llega cuando lo que se pretende es dominar. La soberbia encuentra en la acumulación de riquezas la vía más eficaz para ese poder. El gran maestro C. S. Lewis nos decía que mientras que la mayor parte de los pecados, como la gula o la lujuria, son de naturaleza animal, es decir, nos hacen comportarnos como algo inferior a lo que somos, la soberbia nos hace sentirnos superiores de lo que realmente somos, lo cual es mucho más grave. La idolatría del dinero tiene por tanto como trasfondo una idolatría de nosotros mismos. Las otras dos causas que describo a continuación ya no son causas "últimas" sino causas que se ponen en marcha solo cuando hay un determinado nivel de desigualdad y que provocan un agravamiento de la situación a través de círculos viciosos. Serían como la segunda y tercera marcha de un coche que solo pueden entrar en funcionamiento cuando el coche está ya andando. Esto significa que bastaría con eliminar el desorden moral para acabar con la desigualdad. La segunda causa es de naturaleza política. Se trata del círculo vicioso que se genera entre poder y desigualdad: Con el crecimiento de la desigualdad la democracia se va erosionando y el poder se acumula en pocas manos. La capacidad de influencia de los ricos acaba siendo tal que son capaces de dictar las políticas y las leyes creando así un sistema inclinado cada vez más a su favor, facilitando así una acumulación cada vez mayor y más fácil. Este círculo vicioso entre poder y desigualdad fue ya perfectamente descrito hace más de 200 años por Adam Smith, el principal responsable del diseño del sistema capitalista, que nos alertó del enorme peligro que implicaba para la democracia el hecho de que el poder económico se convirtiera en poder político. La facilidad con la que los grandes directores ejecutivos de las multinacionales son capaces de decidir sus salarios multimillonarios es también otro claro ejemplo de este mecanismo. Finalmente, un último ejemplo de este círculo vicioso lo podemos ver en la competencia entre los estados por atraer la riqueza a base de disminuir los impuestos al capital, generando como consecuencia una recaudación fiscal cada vez menor en todos los países del mundo y provocando el desmantelamiento de políticas públicas esenciales. Es fácil ver cómo mediante este mecanismo la desigualdad crece por ambos lados: aumentando la remuneración del capital y destruyendo las políticas públicas dirigidas a las personas más vulnerables. La tercera y última causa es de naturaleza económica. Para poder describir cómo opera esta tercera marcha es importante explicar cómo funciona el sistema económico en el que vivimos. Adam Smith nos explicaba que "Los ricos, siguiendo únicamente sus vanos e insaciables deseos, contratan a miles de personas, dividiendo así con los pobres el fruto del trabajo. De esta manera los ricos son llevados por una mano invisible a que progrese el interés de la sociedad". Es como si Adam Smith hubiera encontrado la forma de poner la codicia de los ricos al servicio de la sociedad. Pero ¿qué pasa si tras siglos de crecimiento económico hubiéramos alcanzado el límite finito de este planeta? En definitiva, qué pasa si como nos alerta Thomas Piketty el crecimiento económico global estuviera disminuyendo para no volver más. Bajo esas circunstancias los ricos ya no podrán seguir aumentando su patrimonio a través de nuevas inversiones, sino que necesariamente tendrán que hacerlo aumentando la parte destinada a los beneficios en contra de la parte destinada a los salarios. En definitiva, que si la tarta ya no puede crecer, la única manera de que el rico aumente su porción es disminuyendo la porción de sus hermanos. Conclusión, que para la necesaria lucha contra la desigualdad es urgente fomentar la virtud de la humildad, reducir el poder político del dinero y poner en marcha políticas redistributivas. Al término de su orgía de balas y sangre, debieron gritar "Al lah es grande". Era el sello místico de su "hazaña", la pretendida justificación sublime de tamaña brutalidad. Una vez vaciado todo el cargador, quizás les alcanzó incluso cierta paz de deber cumplido.
Sí, Al lah es grande, muy grande, infinitamente más grande que quienes en Su Nombre ametrallan a dibujantes armados con su solo lápiz. Al lah es grande y compasivo y por eso está horrorizado. Al lah también pinta y dibuja en paleta de los colores inimaginables, en lienzo sin marco, en afán sin tregua, por eso ama la libre creación. Lápiz también en mano, Al lah se aplica en expandir la vida, jamás invita a cercenarla. Al lah proclamó que la "yihad" era contra uno mismo, pero ellos rebanan cuellos ajenos, disparan contra pechos inocentes. Al lah se divierte con las críticas más mordaces, con las viñetas más satíricas, pero no así quienes proclaman ser sus más fieles servidores. No debiera haber límites al humor en una sociedad libre, en un mundo más fraterno. Encajar cualquier tipo de sátira, hasta la más puntiaguda es síntoma de una emocionalidad controlada, de un elemental nivel evolutivo. Sin embargo hay humanidades aún muy lejanas de ese nivel en que la mofa no llega a afectar bajo ninguna de sus formas. Quizás entonces no afilar tanto el lápiz, no porque no creamos en la libertad de expresión, sino porque algunos conciudadanos planetarios, en este caso musulmanes, no están aún preparados para disfrutarla. La expresión en su inconsciencia no tiene barrera, pero en su ejercicio consciente tiene el límite del comienzo del dolor o de la afección del otro, por poco evolucionado que éste se encuentre. No afilar tanto el lápiz, no por miedo, no sólo porque se pueda repetir la barbaridad perpetrada en la redacción del "Charlie Hebdo" en París, sino porque vivimos en un mundo con muchas humanidades, algunas de ellas ni siquiera preparadas para la ironía y la risa; porque nuestro arco evolutivo es enorme y algunos humanos ni siquiera están en condiciones de poder abrir y ojear una revista de humor. Hay libre licencia para conformar un Dios reflejo de nuestras más bajas pasiones. Cada quien dibuja su Al lah a voluntad. El odio feroz, la sed de venganza también pueden fabricar, como lamentablemente comprobamos, su propio Dios a su imagen y semejanza. Así es este mundo al que decidimos acercarnos para evolucionar, así es el contrato de la libertad. La triste y reciente constatación de estos abismos evolutivos sirvan para fortalecer nuestra compasión para con los sumidos en la fatal ignorancia. ¡El dolor pueda traer a la vecina y querida Francia su debida recompensa en forma de solidaridad y de luz. El ser humano ha sido definido como un "buscador". Así lo entiende también el cuarto evangelio. Y parece que todos empezamos desde ahí: buscando...
Al principio, sin saber bien qué, buscamos "estar bien", "sentirnos mejor". Y proyectamos la búsqueda "fuera", en aquellos objetos, personas, títulos, ocupaciones..., que percibimos podrían satisfacer nuestra sensación de carencia. Antes o después, la vida nos mostrará que nada de fuera es capaz de "completarnos", haciéndonos sospechar que tenemos que dirigir la mirada hacia nuestro interior. La búsqueda solo acabará cuando lleguemos al reconocimiento de nuestra verdadera identidad. Mientras estemos identificados con el yo, nos percibiremos como seres carenciados y nos sentiremos compelidos a una búsqueda ansiosa de aquello que supuestamente podría completarnos. Cuando, por el contrario, nos reconocemos como plenitud –pura consciencia-, la búsqueda cesa. Habremos descubierto que, como en un juego de espejos, el buscador es lo buscado. No solo eso. Venimos a descubrir que el buscador es un adicto al futuro, es decir, a huir del momento presente. Cualquier adicción nace del hecho de que percibimos el momento presente como "incompleto". Y buscamos, por todos los medios, escapar de él. Este comportamiento nos introduce en una noria de insatisfacción y sufrimiento, de la que no saldremos, paradójicamente, hasta que no abracemos el momento presente tal como es. Lo que anhelamos no es la sustancia o la actividad, tampoco la huida a ninguna parte, sino la aceptación profunda del momento presente. La comunión que de verdad buscamos es la comunión con la Vida misma. Lo que de verdad anhelamos es una profunda intimidad con la experiencia del momento presente, la más profunda aceptación de todo lo que aparece en nosotros. Porque no somos un ser carenciado e incompleto, sino la espaciosidad consciente y perfecta, en la que todo ocurre, aparece y desaparece. Como enseñara Ramana Maharshi, "el único obstáculo a la Realización es la creencia de no estar realizado". "Venid y lo veréis", les dice Jesús a aquellos dos buscadores. "Entrad", venid a "Casa", reconoceos en la Vida que sois...; a partir de ahí, la Vida se seguirá desplegando, pero habréis dejado de buscar. El evangelio de Juan es un escrito esotérico, críptico, cifrado, que dice mucho más de lo que aparentemente dice. En los versículos anteriores, acaba de presentar a Jesús como el cordero de Dios que quita el pecado del mundo e Hijo de Dios. En lo que hemos leído, sigue poniendo en boca de los distintos personajes otros títulos de Jesús: Rabí, Mesías. En los que siguen y no hemos leído, se refiere a aquel de quien han hablado la Ley y los Profetas, para terminar diciendo Natanael: Tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel. Por fin, el mismo Jesús habla del Hijo de Hombre. Juan hace un despliegue de títulos cristológicos al principio de su evangelio, para dejar clara la idea que tiene de Jesús. Naturalmente es una reflexión de una comunidad de finales del s. I.
Este es el cordero de Dios. El cordero pascual no tenía valor sacrificial ni expiatorio. Era símbolo de la liberación de la esclavitud, al recordar la liberación de Egipto. El que quita el pecado del mundo no es el que carga con nuestros crímenes, sino el que viene a eliminar la injusticia. No viene a impedir que se cometa, sino a evitar que el que la sufra, sea anulado como persona. En el evangelio de Juan, el único pecado es la opresión. No solo condena al que oprime, sino que denuncia también la postura del que se deja oprimir. Esto no lo hemos tenido claro los cristianos, que incluso hemos predicado el conformismo y la sumisión. Jesús exige una actitud beligerante contra el opresor y contra la pasividad del oprimido que permite su anulación como persona. La frase del Bautista, no es suficiente para justificar la decisión de los dos discípulos. Para entenderlo tenemos que pensar en un conocimiento más profundo de lo que Jesús es. Antes había dicho que Jesús venía hacia Juan. Ahora nos dice que Jesús pasaba. Nos está indicando que le adelanta, que pasa por delante de él. "El que viene detrás de mí..." Siguieron a Jesús, indica mucho más que ir detrás de él, como hace un perro siguiendo a su dueño. "Seguirle" es un término técnico en el evangelio de Juan. Significa el seguimiento de un discípulo, que va tras las huellas de su maestro, es decir, que quiere vivir como él vive. "Quiero que también ellos estén conmigo donde estoy yo" (17,24). Es la manera de vivir de Jesús lo que les interesa. Es eso lo que él les invita a descubrir. ¿Qué buscáis? La verdadera relación no puede comenzar hasta que Jesús se da la vuelta y les interpela. La pregunta tiene mucha miga. Juan quiere dejar claro que hay maneras de seguir a Jesús que no son las adecuadas. La pregunta: ¿Dónde vives?, aclara la situación; porque no significa el lugar o la casa donde habita Jesús, sino la actitud vital de éste. ¿En qué marco vital te desenvuelves? Porque nosotros queremos entrar en ese ámbito. Jesús está en la zona de la vida, en la esfera de lo divino. No le preguntan por su doctrina sino por su vida. No responde con un discurso, sino con una invitación a la experiencia. A esa pregunta no se puede responder con una dirección de correos. Hay que experimentar lo que Jesús es. ¿Dónde moras? Es la pregunta fundamental que todo cristiano debería de hacerse. ¿Qué puede significar Jesús para mí? Nunca será suficiente la respuesta que otro haya dado. Jesús es algo único e irrepetible para mí, porque le tengo que ver desde una perspectiva única e irrepetible, la mía. La respuesta dependerá de lo que yo busque en Jesús. Venid y lo veréis. Así podemos entender la frase siguiente: "Vieron dónde (cómo) vivía y aquel mismo día se quedaron a vivir con él" (como él). No tiene mucho sentido la traducción oficial, (y se quedaron con él aquel día), porque el día estaba terminando, (cuatro de la tarde). Los dos primeros discípulos todavía no tienen nombre; representan a todos los que intentan pasar al ámbito de lo divino, a la esfera donde está Jesús. Serían las cuatro de la tarde, no es una referencia cronológica, no tendría la menor importancia. Se trata de la hora en que terminaba un día y comenzaba otro. Es la hora en que se mataba el cordero pascual y la hora de la muerte de Jesús. Nos está diciendo que algo está a punto de terminar y algo muy importante está a punto de comenzar. Se pone en marcha la nueva comunidad, el nuevo pueblo de Dios que permite la realización cabal de hombre. Son modelo del itinerario que debe seguir todo discípulo de Jesús. Lo que vieron es tan importante, que les obliga a comunicarlo a los demás. Andrés llama a su hermano Simón para que descubra lo mismo, hablándole del Mesías (Ungido) hace referencia a la bajada y permanencia del Espíritu sobre Jesús en el bautismo. Unos versículos después, Felipe encuentra a Natanael y le dice: hemos encontrado a Jesús. Estas anotaciones nos están diciendo como se fue formando la nueva comunidad. Fijando la vista en él. Lo mismo que Juan había fijado la vista en Jesús. Indica una visión penetrante de la persona. Manifiesta mucho más que una simple visión. Se trata de un conocimiento profundo e interior. Pedro no dice nada. No ve clara esa opción que han tomado los otros dos, pero muy pronto va hacer honor al apodo que le pone Jesús: Cefas, piedra, testarudo; que se convertirá en fortaleza, una vez que se convenza. En la Biblia se describen, de una manera aparatosa, distintas vocaciones de personajes famosos. Eso nos puede llevar a pensar que, si Dios no actúa de esa manera, no hay vocación. En los relatos bíblicos se nos intenta enseñar, no cómo actúa Dios sino cómo respondieron ellos a la llamada de Dios. El joven Samuel no tiene idea de cómo se manifiesta Dios, ni siquiera sabe que es Él quien le llama, pero cuando lo descubre se abre totalmente a su discurso. Los dos discípulos, Buscan en Jesús la manifestación de Dios y la encuentran. Inmediatamente comunican a los demás su descubrimiento. Dios no llama nunca desde fuera. La vocación de Dios no es nada distinto de mi propio ser; desde el instante mismo en que empiezo a existir, soy llamado por Dios para ser lo que mi verdadero ser exige. En lo hondo de mi ser, tengo que buscar los planos para la construcción de mi existencia. Dios no nos llama en primer lugar a desempeñar una tarea determinada, sino a una plenitud de ser. No somos más por hacer esto o aquello. Alcanzamos plenitud en la medida que despliego mi verdadera humanidad. El haber restringido la "vocación" a la vida sacerdotal o religiosa es un reduccionismo inaceptable. Cuando definimos alegremente el camino de los clérigos o religiosos como "camino de perfección" estamos distorsionando el evangelio. La perfección es un mito que ha engañado a muchos y desilusionado a todos. Esa perfección, gracias a Dios, no ha existido nunca y nunca existirá. Mientras seamos humanos, seremos imperfectos, a Dios gracias. Los "consagrados" constituyen un tanto por ciento mínimo de la Iglesia, pero son el noventa y nueve por ciento de los declarados "santos". Algo no funciona. Esta manera de valorar al ser humano tiene que cambiar radicalmente. El único baremo para calibrar a un hombre es el grado de humanidad. Hemos colocado en los altares a personas que fueron completamente inhumanas. Eso sí, llegaron al séptimo cielo y para mayor inri, fueron capaces de hacer milagros. La verdadera humanidad solo se potencia por las relaciones humanas. El marco privilegiado de las relaciones humanas es la familia. Si seguimos pensando que unos padres que tienen que preocuparse de la familia están en peores condiciones que un clérigo para desplegar su humanidad, quiere decir que algo fundamental está fallando en nuestra manera de valorar al hombre. Meditación-contemplación ¿Qué buscáis? El primer paso en la vida espiritual está en saber lo que busco. Aunque no puedes saber lo que vas a encontrar, tienes que tener bien clara la dirección en la que debes ir. No busques seguridades, ni tranquilizar tu conciencia. ..................... ¿Dónde moras? Descubre el ámbito donde Jesús desplegó su humanidad. Cómo armonizó en una sola realidad, lo humano y lo divino. Cómo se identificó plenamente con Dios y con el hombre ................ Venid y lo veréis Lo que es Jesús solo lo descubrirás por la experiencia interior. Viviendo lo que él vivió y amando lo que él amó. Pasando de la materia al Espíritu, de la tiniebla a la luz, de la muerte a la Vida. El domingo pasado leímos el relato del bautismo. Si hubiéramos seguido con el evangelio de Marcos, lo siguiente serían las tentaciones de Jesús. Pero, en un prodigio de zapping litúrgico, cambiamos de evangelio y leemos el próximo domingo un texto de Juan. El cuarto evangelio no cuenta el bautismo de Jesús. Pero sí dice que fue a donde estaba Juan bautizando, y allí entró en contacto con quienes más tarde serían sus discípulos. Para ambientar este episodio, y con fuerte contraste, la primera lectura cuenta la vocación de Samuel.
La vocación de un profeta Samuel no es el primer profeta. Antes de él se atribuye el título a Abrahán, y a dos mujeres: María, la hermana de Moisés, y Débora. Pero el primer gran profeta, con fuerte influjo en la vida religiosa y política del pueblo, es Samuel. Por eso, se ha concedido especial interés a contar su vocación, para darnos a conocer qué es un profeta y cómo se comporta Dios con él. Quien sólo lea este episodio conocerá muy poco de Samuel: que es un niño, está al servicio del sumo sacerdote Elí, y duerme en la habitación de al lado. No sabe que su madre lo consagró al templo de Siló desde pequeño, y que, más tarde, en virtud de su vocación profética, jugará un papel capital en la introducción de la monarquía en Israel y en la elección de los primeros reyes, Saúl y David. Curiosamente, el relato nos ofrece más datos a propósito de Dios. Se revela como un Dios que elige a un tipo de hombre concreto, el profeta, para transmitir su voluntad. Al mismo tiempo, se revela como un ser extraño, desconcertante, que parece jugar al ratón y al gato, haciendo que el niño se levante tres veces de la cama antes de hablarle con claridad. Finalmente, ese Dios que se muestra cercano al profeta, que lo acompaña de por vida, se revela también como un ser exigente, casi cruel, que le encarga al niño una misión durísima para su edad: condenar al sacerdote con el que ha vivido desde pequeño y que ha sido para él como un padre. Esto no se advierte en la lectura de hoy porque la liturgia ha omitido esa sección para dejarnos con buen sabor de boca. En resumen, la vocación de un profeta no sólo le cambia la vida, también nos ayuda a conocer a Dios. La vocación de los discípulos La liturgia vuelve a usar la tijera para mutilar el texto del cuarto evangelio. En él se cuenta cómo entran en contacto con Jesús cinco discípulos: Andrés y otro no mencionado (generalmente se piensa en Juan), Simón Pedro, Felipe y Natanael, Por desgracia, se ha suprimido lo referente a Felipe y Natanael. El contraste con la vocación de Samuel es enorme. Aquella ocurre en el santuario, de noche, con una voz misteriosa que se repite y un mensaje que sobrecoge. Aquí todo ocurre de forma muy humana, muy normal: un boca a boca que va centrando la atención en Jesús, cuando no es él mismo quien llama, como en el caso de Felipe. Y las reacciones abarcan desde la simple curiosidad de los dos primeros hasta el escepticismo irónico de Natanael, pasando por el entusiasmo de Andrés y Felipe. Dos datos comunes 1. En ambos relatos, la vocación cambia la vida. En adelante, "el Señor estaba con Samuel", y los discípulos estarán con Jesús. Este cambio se subraya especialmente en el caso de Pedro, al que Jesús cambia el nombre en Cefas. Lo que significará este cambio no lo descubre el lector hasta que termina de leer el cuarto evangelio. Igual que Samuel quedaba plenamente al servicio de Dios, Pedro y los otros quedan al servicio de Jesús. 2. La vocación revela a Dios en el caso de Samuel, y a Jesús en el caso de los discípulos. Cada vocación aporta un dato nuevo sobre la persona de Jesús, como distintas teselas que terminan formando un mosaico: Juan Bautista lo llama "Cordero de Dios"; los dos primeros se dirigen a él como Rabí, "maestro"; Andrés le habla a Pedro del Mesías; Felipe a Natanael de aquel al que describen Moisés y los profetas, Jesús, hijo de José, natural de Nazaret; y el escéptico Natanael terminará llamándolo "Hijo de Dios, rey de Israel". Un compromiso para nosotros La liturgia nos sitúa al comienzo de la actividad de Jesús. Lo iremos conociendo cada vez más a través de las lecturas de cada domingo. Pero no podemos limitarnos a un puro conocimiento intelectual. Como Samuel, como los discípulos, tenemos que comprometernos con Dios, con Jesús. La pregunta previa referida a todas las secciones dice así: ¿La descripción de la realidad de la familia presente en la Relatio Synodi corresponde a lo que se observa en la Iglesia y en la sociedad de hoy?
A continuación, el Cuestionario explica la intención de esta pregunta preliminar, destinada a orientar todo el conjunto de las 45 preguntas, y dice que estas "preguntas desean facilitar el debido realismo en la reflexión de cada episcopado, evitando que sus respuestas puedan ser dadas según esquemas y perspectivas propias de una pastoral meramente aplicativa de la doctrina". Es decir, que las preguntas están hechas desde la ética de brújula y faro, en lugar de la moral de semáforo. Por tanto, conviene que pensemos las respuestas para hacer propuestas con la misma mentalidad abierta de las preguntas. Es decir, que pensemos las respuestas desde una ética de criterios flexibles para situaciones diversas, en vez de una moral de normas inflexibles aplicadas a casos homogeneizados. Las doctrinas no son intocables, sino evolucionan. Aunque no cambie la fe, sí evolucionan las creencias que la expresan. La moral cerrada es "binaria": 1) normas inflexibles y 2) casos homogéneos. La ética abierta es "ternaria": 1) criterios de valores, 2) normas para protegerlos y 3) situaciones diversas. El filósofo Paul Ricoeur hablaba de dos momentos éticos: el anterior y el posterior a las normas. Para evitar la exageración de aplicar automáticamente normas a casos, hay que partir de la realidad concreta de las situaciones, orientada a la luz de los criterios de valores, que están por encima y preceden a las normas. Así es la ética de criterios y actitudes, en vez de recetas sin excepciones. No es una moral meramente deductiva como la que proponía al Concilio Vaticano II aquel esquema preparatorio Sobre el orden moral (felizmente rechazado por el Concilio; lo que dio lugar al alumbramiento de la ética responsable de la Gaudium et spes, lamentablemente maltratada por la teología de Karol Woijtila en la Veritatis splendor). Pero la ética abierta tampoco es el otro extremo; no es una moral de situación, sin normas ni criterios. La ética abierta sabe flexibilizar la aplicación de las normas a los casos, pero a la luz de los criterios. Se orienta con la brújula y el faro (criterios, valores), a la vez que mira siempre la realidad ante sus ojos (que le obliga a girar dando un rodeo para esquivar un obstáculo, caminar un rato en dirección opuesta y volver después a la dirección que apuntaba la brújula). La ética abierta es inductiva y orientada: mira inductivamente la realidad concreta de las situaciones y la ilumina con la luz de los criterios de valores. Por eso no es extraño que nuevas situaciones obliguen a flexibilizar las normas guiadas por los criterios de valores. En resumen, una ética de criterios y actitudes, a la vez que de atención a lo irrepetible de las situaciones y las personas. Llevan aprendiéndola varias décadas las generaciones formadas en la renovación postconciliar de la mano por ejemplo, de Häring, McCormick, Vidal, Gafo y un larguísimo etcétera... a menudo atacada por la casta de los "inquisidores"... El día después de Navidad, mi hijo mayor invitó a casa algunos de sus amigos de la Universidad. Me permití invitarles a comer tamales recalentados acompañados con atole de champurrado. Tamales que sobrevivieron después de la cena de Noche Buena, y que terminaron en los estómagos hambrientos y desvelados de un mexicano, una japonesa, un afro-estadounidense, un anglo, una coreana y un iraní. Las hojas de tamal y los jarros vacíos sobre la mesa, indicaron que la tradicional comida mexicana fue un éxito. (Eso me gusta pensar).
Cuando trataba de poner orden en mi pequeña cocina, leí frente a mí un gran letrero en color negro plasmado en la camiseta de mi amable ayudante: "I can't breathe" haciendo alusión a las once veces que un joven afro-estadounidense gritó antes de morir mientras un policía blanco lo sofocaba. "¿Vas a manifestarte por tus derechos?" Pregunté, aludiendo a las marchas programadas para el día siguiente. "Voy a manifestarme por los derechos de todos" contestó, mirando al interracial grupo de amigos sentados frente al monitor de la computadora en mi escritorio. "Nos estamos organizando por las redes sociales, la marcha será una protesta pacífica contra los hechos de violencia". Según la Oficina del Censo del gobierno norteamericano, hacia mediados de este siglo XXI, la población blanca de Estados Unidos ya no será mayoría en esta nación. El organismo gubernamental señala que el número de hispanos casi se triplicará el 2050. En números reales, en una población de 439 millones de personas el 54% de ellas serán minorías raciales, incluyendo afro-estadounidenses, hispanos y asiáticos. La proyección de datos, muestra ya la realidad: el rostro de la sociedad norteamericana ha cambiado. La oficina del Censo describe una sociedad que se está universalizando y en la que ya viven nuestros hijos. La imagen del estadounidense blanco, protestante y rico ya no existe. Hay otra, es nueva: Es multicultural y racial, plurireligiosa y pobre, ilusionada y joven, empática y solidaria. Comprende y practica el Amor trascendente:Vive para los demás. La prepotencia, la idea de superioridad, los estigmas por razas, los prohibicionismos, los muros, las vallas alambradas y las murallas metálicas adentradas en el mar, son símbolos disonantes en el siglo XXI. Símbolos latentes de un viejo modelo de seguridad. Estrategias caducas que siguen implementando las ancianas mentes republicanas a pesar de que de antemano, todos conocemos los resultados. Teología de la liberación: ayer maldita y perseguida, hoy bendita y elogiada por: Benjamín Forcano1/14/2015 No me interesaría la Teología de la Liberación si no fuera por tres razones: primera, porque hubo muchísima gente que, sin informarse, desconfiaron de ella y la condenaron siguiendo el dictamen de la jerarquía eclesiástica; segunda, porque esa gente no llegó a conocer la novedad de la Teología de la Liberación y lo que supuso de represión y sufrimiento para muchos teólogos; y tercera, porque sin ella se privó a la Iglesia de un nuevo modo de anunciar el Evangelio, que le hizo perder credibilidad y la distanció aún más del mundo moderno.
Nunca en la historia de la Iglesia se suscitó tanta preocupación sobre un tema que, a primera vista, parecía irrelevante. Algo inesperado saltó a la sociedad con la Teología de la Liberación, pues puso en alarma a los centros más sensibles del Poder civil y religioso. Estamos en los años posteriores al concilio Vaticano II y al primer Encuentro del Episcopado Latinoamericano en Medellín año 1968, y ya pudimos leer: “Si la Iglesia latinoamericana cumple los acuerdos de Medellín , los intereses de Estados Unidos están en peligro en América latina” (Rockefeller). “La política exterior de Estados Unidos debe comenzar a enfrentar (y no simplemente a reaccionar con posterioridad) la Teología de la Liberación tal como es utilizada en América latina por el clero de la Teología de la Liberación” (Documento de Santa Fe, siendo presidente Reagan). Vieja novedad de la Teología de la Liberación: recuperar a Jesús La Teología de la Liberación traía a primer plano la vida de Jesús de Nazaret, con todo el escenario sociocultural y político de su tiempo. Era imposible comprender al Jesús de la fe, al Jesús resucitado, si se lo desposeía de su condición humana histórica. La suerte de Jesús, su calvario y crucifixión, no habían sido efecto del azar, del fatalismo o de la voluntad divina, sino del hecho de haber vivido una opción radical por la verdad, por la justicia y por la liberación de los oprimidos. Su proyecto, –el anuncio del reino de Dios–, era incompatible con el proyecto imperial romano y con el proyecto religioso de Jerusalén. Y por ello ambos –imperio y sinagoga- se unirían para eliminar a Jesús y su proyecto. La Teología de la Liberación no buscaba sino aplicar a nuestro tiempo lo que Jesús hizo en el suyo: denunciar la opresión que, en nombre del emperador y de Dios, se sigue ejerciendo sobre las personas y los pueblos. Era, así, la Teología de la Liberación una teología nueva, que reivindicaba la dignidad y derechos de toda persona, sacudía la alianza de la religión con el poder dominante, devolvía dignidad y esperanza a los despreciados y excluidos, soliviantaba a quienes veían en ella una amenaza para su seguridad e intereses y todo ello porque bebía de la fuente del Evangelio. Sonaron falsas las alarmas, pero fue calumniada y perseguida Comenzando por el teólogo peruano Gustavo Gutiérrez (iniciador y llamado “padre” de la teología de la liberación) han sido luego centenares los teólogos que la cultivaron y defendieron, miles los libros y artículos que sobre ella se han escrito, miles las iniciativas y actividades pastorales que en ella se han inspirado, miles las comunidades de base que en ella se han fraguado y miles y aun millones los cristianos (políticos, sindicalistas, maestros, catequistas, sacerdotes, religiosos y religiosas, etc.) que la generaron y recibieron de ella luz y fuerza para su caminar comprometido. Pero surgieron pronto las alarmas que la señalaban como heterodoxa y reclamaban para ella controles y sanciones. Había grupos eclesiales donde mencionar la Teología de la Liberación era tabú. Aún recuerdo el comentario que un amigo hacía de otra persona al enterarse que un teólogo iba a hablar de este tema, – Es la peste, dijo. Y ayudé a una joven que, interesada por el tema, escuchó de su directora estas palabras: – ¡Pero si los teólogos de la liberación son como los masones dentro de la Iglesia! Y los prejuicios y la hostilidad se hicieron irreversibles después que el mismo cardenal Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe, expresara que los grandes males de la Iglesia actual se deben sobre todo al pos concilio, pero también al Concilio mismo. Y, refiriéndose a la Teología de la liberación, sentenció ver en ella “un error sobre un núcleo de verdad”, elaborada por teólogos que “han hecho propia la opción fundamental marxista” y que “se ha dejado sugestionar por el punto de vista inmanentista, meramente terrenal, de los programas de liberación secularizados”. Ratzinger fue recibiendo contestación adecuada a sus infundadas afirmaciones. Cito por lúcida y contundente la dada por el obispo Pedro Casaldáliga: “Siempre lo hemos dicho, la Teología de la Liberación es teología y es de liberación no porque optó por Marx sino por el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, por su Reino y sus pobres. Nuestro Dios quiere la liberación de toda esclavitud. La situación de los 2/3 de la humanidad es contraria a la voluntad de Dios y la Teología de la Liberación asume el compromiso de transformar esa situación. Sólo a los enemigos del pueblo irrita la Teología de la Liberación. Y por eso la han calumniado y la han perseguido”. Se entenderá fácilmente que, a partir de esta posición oficial, fueran creciendo las falsedades sobre la Teología de la Liberación y sus teólogos: – Los teólogos de la liberación hacen suya la filosofía marxista. – Reducen el Cristo del Evangelio al Cristo de la “sola liberación temporal”. – La Buena Noticia del Evangelio es sólo para los pobres, pero entendidos “como una opción de clase” y según criterios puramente políticos e ideológicos y con sentimientos de odio y lucha entre hermanos. – Presentan una “iglesia popular” en contra de “una iglesia burguesa” reintroduciendo de esta manera los conflictos de clase en el interior mismo de la Iglesia. – Se someten a ideologías extrañas y olvida la “doctrina social de la Iglesia” por considerarla inviable. Estas calumnias, que no se encuentran en ningún teólogo de la liberación, fueron difundidas desde muchas plataformas de la Iglesia oficial. La novedad de la teología de Liberación Es ahora cuando, después de lo mucho que se la difamó, considero esencial señalar lo más básico de la Teología de la Liberación. - La Teología de la Liberación surge de las necesidades de un mundo mayoritariamente pobre y oprimido y al que quiere liberar desde la fe. Incluye negativamente una liberación del pecado, de la esclavitud y de la muerte y positivamente una liberación centrada en el Reino de Dios, en la creación de un hombre nuevo y en la consumación de la historia. Liberar es la finalidad última de la teología de la Liberación, con lo que deslegitima el ataque que la Ilustración siempre lanzó contra la teología de ser esclavizadora de la subjetividad y libertad humanas y legitimadora de la opresión histórica. La Teología de la Liberación se mueve sobre la necesidad absoluta de liberar a la realidad oprimida, a los pueblos que mueren lentamente o son crucificados, a las personas y pueblos que son oprimidos. Y tiene como destinatario a esa gran mayoría en cuanto no-hombres y en cuanto no-pueblos. – La Teología de la Liberación hace hincapié en la liberación del otro y de lo otro, a diferencia de la teología europea que se centra en el propio sujeto creyente; habla del Reino de Dios como referente y medida de la transformación que hay que realizar en este mundo y afirma además que tal Reino es para implantarlo ya en este mundo y lograr así que la vida de los pobres llegue a ser realidad. – La Teología de la Liberación tiene como fuente de conocimiento la revelación de Dios en la Escritura, la Tradición eclesial y el Magisterio de la Iglesia. Pero, también y previo a la revelación de Dios en los textos, existe la real revelación de Dios en la historia, del pasado y del presente. Dios sigue manifestándose en los llamados signos de los tiempos: “La miseria colectiva que clama al cielo y el anhelo de liberación de todas la esclavitudes”, fue sancionado por el Episcopado Latinoamericano (Medellín 1968) como uno de esos signos. – En esta línea, la revelación de Dios se halla sobre todo en la respuesta que los fieles, con su praxis , dan a esa revelación a través del seguimiento de Jesús, de la misericordia, la defensa de la vida, etc. Hacer todo esto, “Significa asumir dentro del conocimiento la dialéctica del mismo Dios en cuanto encarnado en la historia, privilegiadamente en Jesucristo; significa que Dios no es puramente alteridad trascendente con respeto a la historia sino que se da él mismo a la historia” (J. Sobrino). • La Teología de la Liberación no se contenta con que la inteligencia se reduzca a la captación del sentido del ser: “La inteligencia en este quehacer teológico tienen una triple dimensión: el hacerse cargo de la realidad, el cargar con la realidad y el encargarse de la realidad” (Ignacio Ellacuría). Conocer es estar en la verdad de las cosas y para estar en la verdad de las cosas hay que encarnarse en la verdad de la realidad, dejar que hable y dejarse afectar por ella, lo cual lleva a utilizar los conocimientos necesarios: científicos, filosóficos, ético-sociales, etc. Pero, y además, encarnarse en la realidad es encarnarse en el mundo de los pobres, lo que exige ser parcial. Y si es cierto que ningún lugar parcial es la totalidad, cada vez se demuestra con mayor claridad que desde los pobres, desde el Tercer Mundo, se conoce mejor la totalidad que desde su contrario: “Desde el Tercer Mundo se conoce la verdad de éste y se descubre mejor la verdad del primero; lo cual no acaece a la inversa” (J. Sobrino). Convéncete, me decía Casáldaliga en una entrevista: “Sólo en la medida en que el Primer Mundo deje de ser Primer Mundo podrá ayudar al Tercer Mundo. Para mí esto es dogma de fe. Si el Primer Mundo no se suicida como Primer Mundo, no puede existir “humanamente” el Tercer Mundo. Mientras haya un Primer Mundo habrá privilegio, exclusión, dominación, lujo y marginación. Si vosotros en el Primer Mundo no resolvéis ser un Mundo humano, nosotros no podemos serlo”. – La Teología de la Liberación confiere un determinado talante a quienes se guían por ella y no debiera faltar en ningún otro tipo de teología. Este tipo de teología está siempre dispuesta a verificar si se hace con fidelidad a lo revelado por Dios y si produce en el pueblo de Dios lucidez y ánimo para la construcción de su Reino. Si una teología produce desinterés por el Evangelio y se hace incomprensible a las mayorías debe cambiar. Nunca un método del quehacer teológico puede absolutizarse, sino que debe estar abierto al cambio. La Teología de la Liberación debe ser servicio para la liberación histórica y transcendente, y esto le hace convertirse en práctica de amor, como debe serlo todo quehacer cristiano. La teología debe ser compasiva y desde la compasión descubrir las causas que a tantos empobrecen y los hace sufrir, y buscar creativamente soluciones, por lo que, introducida en los conflictos de la historia, se enfrentará a las falsas divinidades y difícilmente podrá escapar a la persecución de los poderes de este mundo. Esta teología debe hacerse dentro del pueblo de Dios, en relación y solidaridad con todos sus estamentos, de él recibirá ayuda y con él, y en medio de él, podrá responder a los problemas reales. Si la Iglesia es Pueblo de Dios y es una Iglesia de los pobres debe ejercer su responsabilidad en medio de ella. La teología de la Liberación, poseída por el espíritu de las Bienaventuranzas, será profundamente espiritual, misericordiosa, limpia de corazón, creativa, motivadora de oración, de confianza y disponibilidad, hasta adentrarse en el misterio de Dios. Y, finalmente, junto al rigor de su método, avanza con esos ojos nuevos, que recibe del compartir con los pobres. Sólo así puede tocar lo más sagrado que es experimentar a Dios, su Reino y a Jesús como buenos, buenos para el hombre y la historia, buenos porque humanizan y salvan, buenos sobre todo para los pobres y su liberación. La Teología de la Liberación de la Periferia, contra la Teología del Centro. Se había establecido un Orden socioeconómico y político mundial de acuerdo a las leyes del más fuerte, consagrado éticamente y bendecido por la voluntad de Dios. De esa manera, ese Orden quedaba consolidado en países tradicionalmente cristianos y obtenía legitimidad de la teología oficial. Cualquier intento de cambio era considerado sacrílego. Externamente los centros financieros y políticos no dudaban en apropiarse de esta Teología que en nada los cuestionaba, fomentaba la resignación y mostraba las desigualdades sociales y los males como pruebas mandadas por Dios para santificarse y acumular méritos para el cielo. Una teología ésta, indiferente, que enaltecía la gloria de Dios y, a la par, justificaba la conculcación de los derechos humanos y en especial de los más pobres. En 1984, 32 teólogos de la revista europea Concilium, escribieron: “La Teología de la Liberación busca afrontar el problema de los oprimidos a la luz de la fe y promover su liberación integral. Sabemos que existen grupos integristas o neoconservadores que al rechazar un cambio social y pregonar una religión que pretende ser apolítica, luchan contra los movimientos de liberación y defienden una línea que es, de hecho, una ofensa contra los pobres y oprimidos. Un signo de fecundidad del Evangelio es hoy el hecho de que el mensaje cristiano sea vivido en contextos diferentes y de diversas maneras. Nuestra revista Concilium se manifiesta solidaria con los teólogos de la liberación no sólo en cuanto a su pensamiento teológico sino en cuanto a sus compromisos concretos. Creemos que en los movimientos y teólogos de la liberación se decide de alguna manera el futuro de la Iglesia, la llegada del Reino de Dios y el juicio de Dios sobre el mundo”. En el mismo año 1984, 40 teólogos españoles de la Asociación Juan XXIII escribían: “Compartimos con los teólogos de la liberación la tarea de elaborar en la “óptica del pobre” una reflexión cristiana rigurosa, una espiritualidad del seguimiento de Jesús , una Iglesia comunitaria y una acción pastoral solidaria con los desheredados de la tierra en el interior de un pluralismo de opciones que no rompe con la comunión eclesial”. Por supuesto, de estos movimientos de liberación y de sus comunidades de base surgía un nuevo impulso de reforma y una nueva teología que ponía en cuestión el quehacer teológico tradicional. “La teología que se forma dentro de este impulso y que los sustenta no se presenta en contra de la autoridad de la Iglesia, sino bajo la autoridad del Espíritu… En el seguimiento al Hijo del Hombre, aquellos que han vivido hasta ahora “como si fueran hijos de nadie” se convierten en sujetos en el resplandor de Dios” (Johann Baptist Metz). El ensimismamiento de la Iglesia en sí misma, acompañado de una teología indiferente ante el dolor y esclavitud de mayorías, desarrollaba continuas y pomposas ceremonias religiosas, orientadas a asegurar el negocio de la propia salvación; enarbolaba preceptos, doctrinas, leyes y dogmas que se habían de saber de memoria; promovía rezos y misas interminables, pero todo a la postre quedaba como obras piadosas, sin plantear para nada lo que la vida de Jesús pedía denunciar y hacer en cada lugar y momento de la sociedad. Esperamos que cuantos por ignorancia u otras causas abominaron de la teología de la liberación, se abran a ella y se dejen convertir como lo hizo el actual Prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe, Gerhard Müller: “La teología de la liberación está unida para mí al rostro de Gustavo Gutiérrez, a su enseñanza y al encuentro vivo con los pobres; con él experimenté un giro decisivo en mi enfoque teológico. El nos enseñó que aquí se trata de teología y no de política, de un programa práctico y teórico que pretende comprender el mundo, la historia y la sociedad y transformarlos a la luz de la propia revelación sobrenatural de Dios como salvador y liberador del Hombre. La teología de Gustavo Gutiérrez, independiente del ángulo desde el que se mire, es ortodoxa porque es ortopráctica y nos enseña el adecuado actuar cristiano porque procede de la verdadera fe”. ¿Qué pasaría si en el 2015 imaginásemos el mundo de otra manera?
¿Qué os parece si desapareciesen las armas, si ya no hubiese más guerra que la entablada en una partida de ajedrez, o la que hunde los barcos dibujados en las cuadrículas de un papel cuando la batalla sólo es un juego? ¿Qué os parece si el hambre desapareciese, si la comida llegase a todos, si cada ser humano pudiese beber agua limpia, si las clínicas de adelgazamiento cerrasen porque ya no existen los obesos, si tener a mano un hospital fuese lo más normal del mundo? ¿Qué os parece si el tráfico disminuyese, si los automóviles dejasen de invadir el espacio de nuestros pueblos y ciudades dejándonos una atmósfera más limpia, menos contaminada y más sana? ¿Qué os parece si desapareciesen las hipotecas, los desahucios, si hubiese una vivienda digna para todos, si todos durmiesen bajo techo? ¿Qué os parece si pudiésemos trabajar para vivir, vivir para crecer, crecer para soñar, soñar para ser más humanos? ¿Qué os parece si del diccionario desapareciesen palabras como desempleo, corrupción, malversación de fondos, tráfico de influencias, prevaricación, o evasión de capitales? ¿Qué os parece si los pobres dejasen de ser pobres y los ricos de ser ricos, si pudiésemos mirarnos a la cara sin miedo, si nos estrechásemos las manos sin prejuicios racistas, si hiciésemos juntos el camino valorando la riqueza y la diversidad del otro? ¿Qué os parece si seguimos haciéndonos preguntas para que la realidad la cambiemos poco a poco, sin prisas, sin pausas, pero con la genuina aportación de todos? ¿Qué os parece si al imaginarnos un mundo de otra manera nuestro sueño se hiciese realidad? Podríamos multiplicar infinitamente las preguntas, pero bueno sería que comenzásemos a dar algunas respuestas. No estamos solos. Un horizonte nuevo nos espera. Y eso, cuanto menos, es muy buena noticia. |
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